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Icono de postguerra
Combina la perfecta imagen del tipo duro con unos ojos expresivos cuya mirada sugiere una enorme sensibilidad. Tras convertirse en una gran estrella justo al término de la II Guerra Mundial, Robert Mitchum destacó en el terreno del cine negro pero hizo gala de una envidiable versatilidad en otros géneros, como el western y el drama.
Nacido el 6 de agosto de 1917 en Bridgeport (Connecticut), Robert Charles Durman Mitchum tuvo una infancia desgraciada. A los 2 años se quedó huérfano tras el accidente laboral sufrido por su padre, trabajador del ferrocarril. La madre se casó nuevamente con un hombre que resultó ser alcohólico y acabó abandonándola a ella y a los niños.
De carácter independiente y solitario, durante su adolescencia no paraba de meterse en líos. Acabó huyendo de casa a los 14 años, en plena época de la Gran Depresión, cuando iba de una ciudad a otra, sin rumbo fijo, como polizón en el primer tren que pillaba. Acabó recluido una temporada en el reformatorio.
Tras reunirse de nuevo con su madre, se propone firmemente regenerarse y llevar una vida honrada ejerciendo diversos empleos. Acabó en Long Beach (California), donde consiguió un empleo en una compañía aeronáutica. En esa época se apunto con su hermana a un grupo de teatro, Players Guild, donde descubrió que tenía futuro como actor por su aspecto físico, su gran altura (medía 1,85), y su innegable talento para la interpretación.
Según algunos rumores debutó como extra sin acreditar en Sabotaje (1942), de Alfred Hitchcock (dato que no está lo suficientemente confirmado). El actor se hacía llamar en un primer momento Bob Mitchum, aunque por norma general ni se molestaban en sacarle en los créditos en la mayor parte de los numerosos filmes que rodó en los primeros años de la década de los 40.
Su primer papel de cierta relevancia fue uno de los soldados que se proponen bombardear la capital de Japón, tras el ataque a Pearl Harbor, en 30 segundos sobre Tokio, de Mervyn LeRoy. Por otro film bélico, También somos seres humanos, de William A. Wellman, obtuvo una candidatura al Oscar al mejor secundario por interpretar a un teniente del ejército americano, durante la II Guerra Mundial.
Aunque no se hizo con la estatuilla (fue a parar a James Dunn por Lazos humanos), el mero hecho de que optara a ella le dio una enorme popularidad, por lo que empezaron a requerir su presencia, sobre todo en películas de cine negro, como Retorno al pasado, de Jacques Tourneur, o Encrucijada de odios, de Edward Dmytryk. También intervino en numerosos westerns como Perseguido, de Raoul Walsh, donde borda el papel de tipo traumatizado por el asesinato de su familia cuando era un niño. También viene a ser un western, aunque mezclado con drama familiar, El poni rojo, de Lewis Milestone, adaptación de una obra de John Steinbeck en la que interpreta a un ranchero, padre de un inquieto muchacho. Durante la postguerra, Mitchum se convirtió en uno de los actores más taquilleros de Hollywood, pero siempre tuvo mucho cuidado de que el estatus de estrella no se le subiera a la cabeza. "Mantengo la misma actitud que cuando empecé. No he cambiado nada, salvo mi ropa interior", llegó a decir en una entrevista.
Casado en 1940 con Dorothy Spence, el matrimonio tuvo dos hijos, James y Chris. Aunque nunca se divorció de ella, Robert Mitchum no fue precisamente un ejemplo del buen marido, pues aparecía frecuentemente en la prensa rosa por sus continuos romances, casi siempre con grandes estrellas de la pantalla, como Marilyn Monroe, Ava Gardner y Rita Hayworth. El actor no llevaba una vida demasiado ordenada, pues también fue juzgado varias veces por posesión de drogas.
En los 50, Robert Mitchum sigue en lo más alto, con títulos como Bandido, donde encarna a un mercenario en plena guerra civil mexicana, o Duelo en el Atlántico Norte, donde interpretó a un militar. Sobresale especialmente en dos títulos de Otto Preminger, el film noir Cara de ángel y Río sin retorno, intenso western melodramático en el que compartió la pantalla con Marilyn Monroe. También se puede calificar como memorable su trabajo en Sólo Dios lo sabe, drama bélico de John Huston donde el actor se convierte en un marine atrapado junto a monja (Deborah Kerr) en una isla desierta, durante la II Guerra Mundial.
El personaje más memorable de Robert Mitchum es sin duda el falso predicador de La noche del cazador, que persigue a los hijos de un atracador, para saber dónde guardó éste el botín de un atraco. Supuso el debut como realizador del prolífico actor Charles Laughton, que jamás volvió a dirigir, desanimado porque el film, considerado hoy en día una obra maestra, apenas tuvo éxito, y recibió críticas tibias.
Mitchum realiza una acertada composición del siniestro individuo, que lleva tatuadas las palabras 'amor' y 'odio' en los nudillos de sus manos. "Estos dedos, queridos hermanos, están siempre luchando los unos con los otros. El odio de la mano izquierda lucha, y parece que el amor va a perder pero todo cambia, el amor gana. Ha ganado la mano del amor y el odio de la mano izquierda ha quedado fuera de combate", explica el personaje en una de las secuencias más memorables.
Según las memorias del actor, el guión de James Agee se retocaba continuamente, y él mismo improvisaba la mayoría de los diálogos, si bien no parece que este dato se corresponda con la realidad, a juzgar por una versión primeriza del guión encontrada en 2004, prácticamente idéntica a lo que se filmó. También cuenta Mitchum que Laughton no soportaba a los actores infantiles Billy Chapin y Sally Jane Bruce, por lo que él mismo se tuvo que encargar de dirigirles.
A Mitchum le gustaban los retos interpretativos, por lo que escoge muy bien proyectos como Con él llegó el escándalo, de Vincente Minnelli, donde interpreta a un acomodado mujeriego, obsesionado con la educación de su hijo, al que cree poco masculino. Volvió a ser un psicópata escalofriante en El cabo del terror, de J. Lee Thompson, donde perseguía a la familia del abogado (Gregory Peck) que según él fue el responsable de que le condenaran. En el remake dirigido tres décadas después por Martin Scorsese, El cabo del miedo, tanto él como Peck tenían una pequeña aparición. Consiguió incluso no desmerecer como sheriff justiciero junto al héroe del western por excelencia, John Wayne, en la memorable El dorado, de Howard Hawks. Quizás por encadenar un rodaje tras otro, Robert Mitchum no fue nunca un apasionado del cine. "Me aburren las películas, especialmente las mías", declaró en una ocasión.
Robert Mitchum no logró hacer olvidar a Humphrey Bogart como Philip Marlowe, el célebre detective creado por Raymond Chandler, al que dio vida en Detective privado, desmejorado remake de El sueño eterno, que trasladaba la acción a Gran Bretaña. Pero muchos son los papeles de Robert Mitchum de los que el buen aficionado al cine guarda un grato recuerdo, como el misterioso predicador de El póker de la muerte, el corresponsal de guerra de La batalla de Anzio, o el ex combatiente que viaja a Japón para ayudar a un amigo cuya hija ha sido secuestrada en la memorable Yakuza.
Entre los últimos grandes papeles de Robert Mitchum sobresale el dueño de los estudios en El último magnate, donde Elia Kazan adaptaba a F. Scott Fitzgerald, y el maestro maduro que se casa con una jovencita en los albores de la revolución irlandesa, en La hija de Ryan, del especialista en superproducciones de grandes masas David Lean. Pero el actor se resistió a jubilarse y durante los 80 y 90 se prodigó mucho en series de televisión como Norte y sur y Vientos de guerra. Su último trabajo fue el biopic televisivo James Dean: Carrera contra el destino, donde interpretaba al director de Gigante, George Stevens.
Robert Mitchum falleció de un cáncer de pulmón en California el 1 de julio de 1997, un día antes que otro de los grandes de la pantalla, James Stewart. "Fue el último Gary Cooper", decía uno de los obituarios.
Premios
Nominado a 1 premio
- Actor de reparto También somos seres humanos