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El hombre discreto
Rebasados los sesenta años, al fin le ha llegado el reconocimiento. Nunca es tarde si la dicha es buena. Bien puede decirlo Richard Jenkins, que tras treinta y cinco años dando el callo en la pequeña y gran pantalla, ha logrado una nominación al Oscar por The Visitor, el papel de su vida.
Es un rostro reconocible, le hemos visto muchas veces en papeles secundarios, que ejecuta con envidiable profesionalidad. No es el guaperas de turno, pero el tipo es bien plantado, levanta 1,85 metros de altura. Richard Jenkins nació el 4 de mayo de 1947 en Dekalb, población situada en Illinois, Estados Unidos. Estudió en la Universidad Wesleyan e hizo un programa de teatro en el Indiana State College; allí se formó bajos las enseñanzas de Harold Guskin, una importante influencia en su carrera.
Tipo cabal, ha sabido compatibilizar su carrera artística y la vida familiar. Da fe de ello su matrimonio desde 1969 con Sharon R. Frederick, con quien tiene dos hijos. Y desde luego su señora esposa es buena consejera, según explica el propio actor, que cuenta que cuando le llegó el guión de The Visitor –para el cual el director, Thomas McCarthy, descartó a los mismísimos Robert Redford y Morgan Freeman– “le dije a mi mujer, que usualmente no lee los guiones porque dice que nunca resultan igual a como están escritos, que por favor lo leyera. Cuando me preguntó por qué, le dije, ‘porque quiero que me digas si es tan bueno como me parece’. No me fiaba de mí mismo, pensé que no podía ser tan bueno, pero ella lo leyó y dijo, ‘sí es tan bueno’.”
Cuenta Jenkins que ver a Michael Caine en Alfie fue el impulso que necesitaba para decidirse a ser actor. Y desplegaría su talento actoral en los escenarios teatrales durante quince años, en la Trinity Repertory Company de Rhode Island, Nueva York, en obras indiscutibles como “Esperando a Godot”, “Macbeth, “American Buffalo”, “De ratones y hombres”...
En lo que a la pantalla se refiere, el actor empezó en la pequeña en 1974, en telefilmes de poco interés. Y aunque los papeles que le daban eran mínimos, algo debía tener, para que Lawrence Kasdan le fichara para Silverado en 1985, Woody Allen para Hannah y sus hermanas al año siguiente, y George Miller para Las brujas de Eastwick a renglón seguido. Sí, su trabajo en Rhode Island no había pasado completamente desapercibido. Alguien debió pensar que encajaba bien en los thrillers, pues encadenó unos cuantos en los 80, como Juguete mortal, Espías sin identidad y Melodía de seducción, además de que intervino en un par episodios de la serie Corrupción en Miami. Pero además de sufridor, tenía rostro de comediante, o bien encajaba en ambos. Así lo entendieron los hermanos Farrelly, que lo reclutaron para títulos como Algo pasa con Mary y Yo, yo mismo e Irene, y otros hermanitos, los Coen, con quienes ha hecho El hombre que nunca estuvo allí, Crueldad intolerable, y más recientemente, Quemar después de leer; no hizo en cambio el papel de William H. Macy en Fargo, aunque hizo una prueba; su golpe de suerte aún estaba por llegar. Otras comedias que cuentan con su presencia incluyen Cuidado con la familia Blues, Te puede pasar a ti, Flirteando con el desastre y ¿De qué planeta vienes?, Doce en casa, Dick y Jane: ladrones de risa y Hermanos por pelotas.
Pero en realidad Jenkins es un actor que sirve igual para un roto que para un descosido, el clásico profesional, intenso en sus composiciones y la vez contenido, que pone todas sus ganas incluso en la película más insulsa, consciente de que debe llevar los garbanzos a casa. De modo que ha estado en dramas (En tierra de hombres), e incluso ciencia ficción (El núcleo). Y en su currículum tiene colaboraciones con Sydney Pollack (Caprichos del destino), David O. Russell (Extrañas coincidencias), Rob Reiner (Dicen por ahí...). Y su cara suena, aunque sería difícil identificarle por una composición inolvidable... hasta que llegó la serie televisiva A dos metros bajo tierra, y su papel de dueño de una funeraria que moría en el primer episodio, pero tenía apariciones espectrales o en flash-back, de vez en cuando, perdura en la memoria del cinéfilo. Y por supuesto, The Visitor, composición magistral de profesor universitario gris, que se ha convertido en un “cadáver viviente”, hasta que su encuentro con una pareja de inmigrantes le cambia la vida. Un papel muy sentido, rico en matices, donde el actor demuestra incluso su habilidad con el ‘djemba’, unos bongos africanos donde da rienda suelta a su sentido del ritmo.
¿Supondrá este primer papel protagonista de su carrera un antes y un después? Ojalá, el actor se lo merece. Lo que está claro es que no baja la guardia, y tiene en estos momentos un montón de proyectos en marcha... como secundario, al menos aparentemente. Destacan Dear John, a las órdenes de Lasse Hallström, y The Rum Diary, donde acompañará a Johnny Depp, una buena ocasión para dejarse ver un poco más.
Premios
Nominado a 1 premio
- Actor de reparto La forma del agua
Nominado a 1 premio
- Actor principal The Visitor
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