Richard Blair: “Cuando un artista trabaja por convicción y no por plata, es reconocido”

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La agrupación, liderada por Richard Blair (foto), regresa después de diez años de silencio con el disco ‘Supernatural Love’. | Foto: Carlos Julio Martínez

MÚSICA

“Cuando un artista trabaja por convicción y no por plata, es reconocido”

Una de las bandas colombianas más esperadas en Estéreo Picnic es Sidestepper. Hablamos con el líder de ella, Richard Blair.

7 de marzo de 2016

Si Richard Blair, productor inglés y líder de la banda Sidestepper, hubiera seguido su impulso más animal, hacia 2007 la agrupación colombiana habría dejado de existir. Estaba cansado de su música, de las giras, de la presión por crear más éxitos como Más papaya, que los puso en el techo de la popularidad. Blair no renunció a la música pero se tomó cinco años para crear un nuevo disco, “un nuevo sonido”, completamente alejado de la cumbia electrónica que él trajo a Colombia hace dos décadas y que fue el origen de bandas como Bomba Estéreo, Chocquibtown y Sistema Solar.

Sidestepper vuelve con Supernatural Love, “un canto a nuestro amor por la música”, dice Blair. Estarán en Estéreo Picnic este sábado 12 de marzo. SEMANA habló con él.

SEMANA: ¿Por qué les tomó casi diez años volver?

Richard Blair: El disco Continental salió en el 2006, a la disquera no le gustó y nos canceló el contrato, le pareció un poco experimental. Luego, en el 2007, tuvimos una gira por Europa que casi acaba con la banda. Yo estaba aburrido de la música que estábamos haciendo y estuve a punto de decir “no más”. Había mucha presión de seguir creando éxitos. Era tan miserable. Nos estábamos volviendo una banda tributo a nosotros mismos: tocando los mismos temas, el mismo formato, el mismo sonido. Para un artista es fatal estar en tarima y no sentirse orgulloso de su música. Poco a poco, gracias a los amigos y a mi novia de ese momento, me convencí de continuar pero con un nuevo sonido, un nuevo camino. Y en septiembre del 2009 comenzamos a trabajar en Supernatural Love.

SEMANA: Ustedes hicieron una apuesta arriesgada para crear este disco: utilizaron el crowdfunding (financiación colectiva a través de internet). ¿Les resultó el experimento?

R.B.: El crowdfunding funciona pero cuando el disco ya está hecho. Si uno le dice a la gente “deme plata que voy a hacer un disco” no sirve de nada. En cambio si les dices “mira lo que hemos hecho, ¿lo quieres comprar?”, es muy efectivo. Yo estoy sorprendido. Gracias a eso pudimos presentarle a Real World (la disquera de Peter Gabriel, en la que trabajó Blair) un disco completo y ellos adquirieron la licencia para venderlo en el mundo entero. Antes, muchas disqueras firmaban con artistas sólo con verlos tocar en un bar pero hoy no hay presupuesto para eso, las bandas tienen que organizarse y llegar con propuestas sólidas.

SEMANA: ¿Cuál es la personalidad de este disco? ¿Por qué usted insiste en que es tan diferente a los anteriores?

R.B.: Parte de mi gran preocupación con este disco era contribuir algo nuevo. Estaba tan aburrido de la música bailable hecha con máquina, del mismo bombo de siempre, que el primer propósito que me hice fue cancelar ese bombo y luego la batería. Por eso también se demoró mucho este disco, porque con El Chongo (percusionista de Onda Trópica) nos sentamos a diseñar los beats sin utilizar máquinas: tocando los tambores, las semillas, las flautas. Ese fue el esqueleto por donde comencé. Lo otro es que como no había plata, volvimos eso una virtud creativa. Todos nuestros discos anteriores habían tenido sección de metales (pitos, saxo, trombón), pero esta vez no había presupuesto entonces nosotros mismos creamos las melodías. Los cinco (Chongo, Eka, Teto, Guajiro y yo) hicimos todo en mi casa. Fue un viaje muy bonito entre nosotros. Un experimento también.

SEMANA: En una entrevista para Vice hace unos meses usted dijo que este disco era un acto suicida. ¿Sigue pensando lo mismo?

R.B.: No. Esta era la prueba de que uno tiene que confiar en sus intuiciones y en su visión. La cultura va por un péndulo: en un extremo está la creatividad y en otro la plata, y desde hace unos años el péndulo está hacia el lado la plata nada más. Y esa es una presión muy fuerte para un músico. Pero yo crecí con otro paradigma. En los años 70 la música más rara, más honesta, más creativa, era la que vendía masivamente. Mire a Led Zeppelin: era la banda más grande de Estados Unidos y nunca daba entrevistas, ni se promocionaba con sencillos. Yo en este caso tenía la convicción de hacer un disco así: si a la gente le gusta, chévere, y si no, acepto las consecuencias. La reacción crítica ha sido tremenda. Esa es la prueba de que cuando un artista trabaja por convicción y no por plata, es reconocido.

SEMANA: El músico Teto Ocampo, con el que ha trabajado antes, fue esencial en ese proceso…

R.B.: Él tuvo una influencia muy grande en el sonido. Su participación era más una intervención chamánica. Teto puso la atmósfera, la mística, el ambiente, la cosa contraintuitiva. También entendimos que ahora, por primera vez, somos capaces de hacer una música casi universal: en el disco hay música country y western de Estados Unidos; góspel, cumbia, indígena, africana.

SEMANA: A Iván Benavides y a usted los consideran los padres de la nueva música colombiana. ¿Cuáles son los hijos que más lo enorgullecen?

R.B.: Yo metería a Teto en ese grupo… Y bueno, aunque yo quiero a todos los hijos creo que se destacan por campos. En términos del carisma, y de dominación de la tarima, Goyo es única. Cuando ella entró a Sidestepper en 2004 no había salido del país, era todavía muy ingenua, y después de dos años y medio se convirtió en la estrella del show. En términos de producción, de la ciencia de hacer un buen beat, Slow de Chocquibtown es un genio, y también Pernett.

SEMANA: Usted llegó a Colombia en 1993 por invitación de Totó la Momposina, y se quedó enamorado de la cumbia y de nuestros ritmos. Hoy, 23 años después, ¿cómo ha evolucionado ese sentimiento? ¿Qué representa Colombia para usted?

R.B.: Colombia ya no es externa a mí, también ha hecho de mí lo que soy. Estar acá ha sido una educación en cómo vivir: el colombiano tiene paciencia; sabe aguantar y vivir sin plata, sin esperanzas, sin mucho; tiene un talento muy áspero para estar feliz. Siento que obviamente hay mucho amor pero ya no es romántico; yo también tengo momentos en los que critico y me siento frustrado. Pero no dejo de aprender, ni de descubrirla; con este disco me acerqué como nunca a la Colombia de los indígenas, de los taitas, de la ceremonia de la medicina…

SEMANA: ¿Por qué fue importante en este disco esa comunión suya con el yagé?

R.B.: La medicina destapa muchos bloqueos, le permite a uno viajar a ciertas verdades, le recuerda lo esencial. Por ejemplo, yo tenía dudas de que era posible acceder a la música folclórica y milenaria que admiraba tanto: a Totó, a Petrona, a los grupos africanos. Y en Supernatural Love pudimos hacerlo. La medicina destapa la conciencia y no le permite a uno ir en contra de su espíritu. Por ese el tipo de disco que hicimos: no máquinas, no bombo, no batería. Este disco es un llamado al amor, a nuestro amor por la música misma. Y así suena el disco y sus letras. No hay ni una palabra negativa porque estamos tratando de llamar algo más elevado.

SEMANA: Con Iván Benavides han trabajado juntos siempre, desde la creación de Sidestepper ¿por qué no está en el nuevo álbum?

R.B.: Desde 2006 ya nos estábamos distanciando. Él también se aburrió. Sidestepper ya no era su prioridad musical pero tampoco quería dejarnos plantados. Y yo también buscaba otra cosa, por ejemplo, explorar si podía componer. Sentí que quería ser responsable de lo que estábamos diciendo; de cada palabra, del tono, de la intención. Y ahora estoy disparado componiendo. En esos cinco años hicimos mucho laboratorio, mucha investigación; fue como un PhD y ahora que sabemos cómo hacerlo vendrán nuevos discos con esa gente, ese formato y esa manera de trabajar. Tenía que encontrar un futuro sostenible para la banda: musicalmente, comercialmente, defendiendo nuestra convicción y sinceridad, pero al mismo tiempo sin perder al público.

SEMANA: ¿Qué significa para Sidestepper volver después de diez años y, además, hacerlo a través de Estéreo Picnic, un espacio ya tan posicionado y reconocido?

R.B.: Esta es una gran tarima para nuestro regreso. Es un indicador de que otra vez estamos en subida. Estéreo Picnic ya es una fecha obligada para el circuito de conciertos internacionales de las bandas. Hace diez años un colombiano fan promedio de la música miraba a Nueva York y a Buenos Aires para saber qué estaba pasando, hacía dónde había que ir. Y ahora son los jóvenes de allá los que están mirando a Bogotá.

SEMANA: Y usted sostiene que ese florecimiento de la cultura puede contribuir a la paz, ¿cómo?

R.B.: Este verano habrá unas doce bandas colombianas viajando por Europa. Antes había una a la vez: primero Totó, luego Carlos Vives, Shakira, Juanes, y nosotros un poco. Pero ahora Colombia está de moda y Estéreo Picnic es parte de eso. Muchos jóvenes pueden encontrar en esas grandes bandas su inspiración, la necesidad de subir de nivel. Y esas cosas generan olas más allá de la cultura. Eso es lo que hay que trabajar por la paz. La paz no depende de ese papelito que se va a firmar en La Habana. La paz va a pasar en el corazón de cada colombiano y para que eso suceda tiene que haber un futuro. No es posible perdonar y que haya paz si sólo se ve al pasado de sufrimiento y dolor, pero si la gente ve que hay futuro y cambios sí es posible. En una semana vamos a tener a los Rolling Stones, a Snoop Dog, a Florence + the Machine… hace cinco años ¿quién lo hubiera imaginado? Durante mucho tiempo la autoestima de Colombia estuvo en el piso porque nada cambiaba, pero ahora sí está pasando y eso genera confianza, olas de cambio.