Misteriosa desaparición

Percy Fawcett, en busca de la ciudad perdida de Z

En 1925, el explorador británico Percy Fawcett se internó en la selva amazónica en busca de una ciudad perdida que creía relacionada con la Atlántida. Nunca más se supo de él.

Percy Fawcett

Percy Fawcett

Fotografía del explorador Percy Fawcett tomada en el año 1911.

Bridgeman / ACI

El 21 de agosto de 1928, el periódico británico The Daily Mirrror publicaba una noticia titulada: «Explorador perdido asesinado por los indios». El rotativo inglés daba así por muerto, tres años después de su último contacto con la civilización, al coronel Percy Harrison Fawcett, que en 1925 se había internado en la selva amazónica del centro de Brasil y había desaparecido para siempre sin dejar rastro. 

Percy H. Fawcett había nacido en Torquay, en el sur de Inglaterra, en 1867. Su padre fue militar y el joven Percy pronto siguió sus pasos. Estudió en la Real Academia Militar de Woolwich, fue destinado a los 19 años a la Artillería Real como teniente y tras licenciarse buscó destinos exóticos en las colonias británicas, como Hong Kong y Sri Lanka

 

Cronología

La llamada de la Amazonia

1867

Percy H. Fawcett nace en Torquay, Inglaterra. A los 19 años se inscribe en la Real Academia Militar de Woolwich.

1901

Fawcett ingresa en la Real Sociedad Geográfica de Londres y viaja por el norte de África y Malta en tareas topográficas.

1906

Bolivia pide a la Sociedad Geográfica británica un experto para poner fin a una disputa fronteriza. El escogido es Percy Fawcett.

1920

Fawcett se obsesiona con hallar en la Amazonia las ruinas de una ciudad perdida mencionada en un texto a la que llama Z.

1925

El 20 de abril, Fawcett y su grupo parten de Cuiabá en busca de Z. Se pierde su rastro desde el 30 de mayo.

 

Movido por sus inquietudes exploratorias, Fawcett ingresó en la Real Sociedad Geográfica de Londres en 1901 y viajó por el norte de África y Malta a instancias del Gobierno británico, con la misión de reconocer la topografía y cumplir tareas de inteligencia militar

En 1906, la fiebre del caucho del Amazonas había incrementado la tensión en las fronteras de tres países que se disputaban encarnizadamente la hegemonía en la zona: Bolivia, Perú y Brasil. El Gobierno boliviano pidió a la Sociedad Geográfica británica, como institución de reconocido prestigio y neutral, que pusiera fin a esa disputa. El escogido para cartografiar la zona y zanjar el debate fronterizo fue Percy Fawcett, que llegó a La Paz en mayo de 1906.

 

Tras la pista de Z 

Fawcett descubrió en América del Sur el escenario ansiado para hacerse un nombre como explorador. Durante años recorrió las selvas amazónicas, remontando ríos, descubriendo cascadas (en el Parque Nacional Noel Kempff de Bolivia hay unas que llevan su nombre) y rellenando con paciencia y minuciosidad la extensa zona en blanco de los mapas de esa época. «Ante nosotros se levantaban las colinas [de la meseta de Caparú], de cumbres lisas y misteriosas, y con sus flancos cortados por profundas quebradas. Ni el tiempo ni el pie del hombre habían desgastado esas cumbres. Estaban allí como un mundo perdido, pobladas de selvas hasta sus cimas, y en ese lugar la imaginación podía concebir los últimos vestigios de una era desaparecida hacía ya mucho tiempo», escribió en una crónica de sus viajes.

Fotografía tomada por Percy Fawcett

Fotografía tomada por Percy Fawcett

Esta imagen fue tomada en Bolivia por el propio Percy Fawcett durante su expedición para la Real Sociedad Geográfica de Londres en 1907.

Royal Geographical Society / Getty Images

 

Durante la primera guerra mundial, Fawcett aparcó por unos años la exploración para volver a Inglaterra, ingresar en la reserva y servir como voluntario en Flandes, donde destacó por sus acciones militares a pesar de que ya rondaba los 50 años. 

Terminada la contienda, el coronel regresó a Brasil. En total, entre 1906 y 1924 Fawcett realizó siete expediciones. A partir de 1921 se obsesionó con la búsqueda de las ruinas de una ciudad perdida mencionada en un manuscrito de diez páginas que encontró en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro: el Manuscrito 512. En él se relata la expedición de una veintena de bandeirantes (abanderados o aventureros que se adentraban en el continente para descubrir sus riquezas), que en 1743 penetraron en la selva en busca de las minas de Muribeca, unos legendarios filones de oro, plata y piedras preciosas. Durante diez años, esos bandeirantes fueron de un lugar a otro de la selva, alcanzando unas montañas de escarpados picos que «parecían alzarse hasta las regiones etéreas para servir de trono al viento y las mismísimas estrellas». El manuscrito describe que más allá de las montañas encontraron las ruinas de una ciudad antigua con palacios, templos y estatuas, todo engullido parcialmente por la selva y semiderruido por los efectos de un terremoto anterior. 

La lectura del manuscrito y varios testimonios que recogió en el curso de sus expediciones hicieron creer a Fawcett que esta y otras ciudades, aún ocultas bajo los árboles, eran lo que quedaba de una civilización emparentada con la Atlántida. Incluso teorizó que tendrían una escritura única, cuyo ejemplo localizó en una pequeña estatua de basalto que creyó que procedía de una de aquellas urbes. A falta de un nombre oficial o antiguo conocido, llamó Z a esa ciudad. 

El 20 de abril de 1925, Fawcett partió de Cuiabá, la capital del estado brasileño de Mato Grosso, para adentrarse en la selva amazónica en busca de Z. Le acompañaban su hijo mayor Jack, el mejor amigo de este, Raleigh Rimell, dos peones brasileños, dos caballos, ocho mulas y dos perros. Las últimas noticias de la expedición datan del 29 de mayo, cuando los expedicionarios llegaron al campamento del Caballo Muerto, donde el coronel ya había estado en 1920. 

 

Engullidos por la selva 

Desde aquel lugar, Fawcett mandó una última carta a su esposa con los dos peones; cuando estos partieron, los tres europeos y sus animales quedaron solos frente a la selva. En su misiva, Fawcett decía que «hace mucho frío por la noche y fresco por la mañana; el calor y los insectos llegan al mediodía, y desde esa hora hasta las seis de la tarde sufrimos lo indecible en el campamento. No debes temer ningún fracaso». Y añadía en la carta: «Desapareceremos de la civilización hasta el año próximo; sitúanos con la imaginación a más de mil millas al oriente de ti, en selvas jamás holladas por el hombre».

Noticia sobre la desaparición de Fawcett

Noticia sobre la desaparición de Fawcett

Noticia sobre la desaparición de Fawcett en Diario de la Marina, La Habana, 5 de julio de 1926.

Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, España

Desaparecieron de verdad. Pese a las muchas expediciones de rescate organizadas desde entonces, no se han hallado sus restos, y su trágico final sigue siendo un misterio. Se ha dicho que fueron atacados por animales o por tribus salvajes, que murieron ahogados al cruzar un río, o bien de inanición o de agotamiento.

En 1932, Stephen Rattin, un cazador suizo, dijo al cónsul británico en Sao Paulo que había visto a Fawcett prisionero de una tribu, pero la noticia fue desmentida al poco tiempo. Más tarde, en 1952, el antropólogo Orlando Villas-Boas anunció que había encontrado los huesos del explorador, supuestamente asesinado por la etnia kalapalo, pero posteriores análisis forenses demostraron que los restos no pertenecían a Fawcett. 

En 1979 se encontró su anillo con el escudo heráldico de la familia (y la inscripción Nec aspera terrent, «las dificultades no me espantan») en una tienda de Cuiabá, lo que dio pábulo a la hipótesis de que Fawcett fue atacado y robado por bandidos que después habrían vendido sus pertenencias en la ciudad.

 

Las ciudades de Amazonia

Por otra parte, las numerosas exploraciones que se han llevado a cabo en la selva amazónica, incluso con la ayuda de la tecnología LIDAR más avanzada (que permite topografiar el terreno desde el aire obviando la vegetación), no han localizado ninguna ciudad con las características de la que describe el Documento 512 o la supuesta Z de Fawcett. 

Sin embargo, en la década de 1990, el antropólogo Michael Heckenberger sí que encontró vestigios arqueológicos de varios asentamientos urbanos importantes en Kuhikugu, en el río Xingú, donde restos de empalizadas, fosos, calles, puentes y grandes plazas dan a entender que esta parte del Amazonas había acogido en el pasado una treintena de grandes enclaves donde vivieron hasta 50.000 personas hace entre 1.500 y 400 años. ¿Fueron el origen de la leyenda de las ciudades perdidas? Quizá sí, y tal vez aquellos que sigan los pasos de Fawcett descubran, como hizo el explorador, que no hay nada «más fascinante que penetrar en los secretos del pasado y arrojar luz sobre la historia de la civilización».

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Modelo de héroes de novela y cine

La extraordinaria peripecia de Percy Fawcett ha inspirado a varios escritores y cineastas. Arthur Conan Doyle, amigo suyo, se inspiró en el relato de sus expediciones para escribir la novela El mundo perdido. Fawcett también fue amigo de sir Henry Rider Haggard, el autor de Las minas del rey Salomón, y bien hubiera podido ser el modelo para su protagonista, Allan Quatermain, un aventurero que abandona Inglaterra en busca de emociones en África. Fawcett sirvió incluso de inspiración a Steven Spielberg para otro gran personaje de ficción: el famoso arqueólogo Indiana Jones.

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Aventurero nato

Los diarios de las expediciones anteriores de Fawcett fueron recopilados por su hijo Brian y publicados treinta años después de su desaparición. En ellos se ponían de manifiesto su resiliencia, sus conocimientos cartográficos y su conocimiento de la selva.

Portada del libro Aventura brasileña

Portada del libro Aventura brasileña

Portada del libro Aventura brasileña sobre la peripecia de Fawcett, escrito por Peter Fleming y publicado en 1934.

Alamy / ACI

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Civilizaciones urbanas en la Amazonia

Fawcettestaba convencido de que en el pasado existieron ciudades en plena selva amazónica. La moderna arqueología ha revelado en la región asentamientos y técnicas agrícolas que probarían la existencia de una compleja civilización que supo convivir y dominar su entorno.

Mapa

Mapa

Sol 90 / Album

 

Este artículo pertenece al número 236 de la revista Historia National Geographic.