Una unión inesperada

¿Qué tienen en común París, Bucarest y un monarca alemán?

Bucarest

Bucarest

Diseño del interior de la estación de tren de Bucarest en 1894. El arquitecto francés Alexandre Marcel ganó el concurso para diseñar la nueva estación principal.

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La gran ciudad de Bucarest, actual capital de Rumanía, ejemplifica a la perfección el resultado de la marca dejada por el paso de grandes imperios, sistemas políticos y dinastías, derivando en una sociedad única influenciada por distintas culturas.

No es de extrañar, entonces, que la ciudad guarde estrecha relación con conceptos tan dispares como París o el príncipe alemán Carlos I. Para entender esta unión debemos adentrarnos en su convulsa historia.

Indicios del Imperio Romano

El territorio que actualmente constituye el país ha sido escenario de múltiples ocupaciones y conquistas, empezando por la invasión del Imperio Romano sobre las tribus que habitaban esa zona del este de Europa.

Así se consolida el pueblo dacio-romano bajo la potestad del emperador Trajano, y la región permanecerá como provincia romana hasta el año 271 d.C., cuando el emperador Aurelio retira sus legiones tras el persistente ataque de pueblos migrantes, entre ellos los godos y los magiares.  

Estos pueblos dejaron una importante huella cultural, lingüística y genética. Algunos de ellos incluso llegaron a expandirse y asentarse en distintas regiones de la actual Rumanía hasta bien entrado el siglo XIV, cuando el príncipe Basarab I instaura los primeros principados rumanos alrededor de los Cárpatos: Valaquia y Moldavia, futuro centro del Estado rumano. Sin embargo, Transilvania permanecía bajo el control del reino de Hungría, que fomentó asentamientos sajones por todo el territorio. 

Bucarest

Bucarest

Una multitud se reúne en Bucarest para la designación del príncipe Carlos de Hohenzollern-Sigmar como nuevo rey de Rumanía en 1866, en una ilustración de la época. 

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El paso de los otomanos

La paz no duró mucho, y pronto estos principados lucharon contra la invasión otomana, que expandía su dominio por Europa. En el siglo XVI todos los territorios que actualmente constituyen Rumanía eran vasallos del Imperio Otomano, a pesar de los esfuerzos de figuras legendarias como Mircea el Viejo, Vlad el Empalador, Ştefan el Grande o Mihai el Valiente.

Aun así, el Imperio austríaco, entonces asentado en Hungría, seguiría desafiando su posición en Transilvania junto con otras fuerzas del momento, como Rusia o el Imperio austrohúngaro, que combatirían sin cesar cambiando la autoridad al mando de este territorio en varias ocasiones. 

Mientras tanto, en 1862 se bautiza por primera vez como Rumanía una unión de los principados rumanos de Moldavia y Valaquia, que habían prosperado gracias al apoyo de Francia. Unos años más tarde se produce un golpe militar que obliga a su rey a abdicar y, a pesar de los deseos de la población rumana de tener un rey francés, este es sustituido por el príncipe prusiano Carlos I. 

No es hasta 1877 que, con ayuda de Rusia, Rumanía se separa completamente del Imperio Otomano y finalmente, en 1881, se proclama Reino, convirtiendo a Carlos I en el primer rey del nuevo estado de Rumanía. 

La situación de Transilvania permanece inamovible hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914. Este hito supuso, entre otras cosas, el principio del fin del Imperio Otomano, pero además la derrota del Imperio austrohúngaro ante Rumanía, que consiguió anexionarse Transilvania y otras regiones originariamente pertenecientes a las primeras tribus dacias. 

El reinado de carlos i

Los historiadores de la Universidad de Bucarest apuntan que la llegada al trono del príncipe alemán Carlos Hohenzollern no fue fácil, pero que en cambio el resto de su largo reinado fue fructuoso y beneficioso para el país. 

Carlos I Rumania retrato

Carlos I Rumania retrato

Retrato del príncipe Carlos Hohenzollern, primer monarca del Reino de Rumanía entre 1866 y 1914.

AGE / De Agostini Picture Library

El recién consolidado Reino de Rumanía se encontraba en un período de transición y bajo el mandato de un rey extranjero que, además, no compartía la religión predominante de las clases sociales rumanas: el cristianismo ortodoxo.

Por su lado, el mismo rey se vio sorprendido por lo que encontró al llegar al país tras un tedioso viaje: a diferencia de las ciudades alemanas del momento, Bucarest era todavía muy rural, apenas estaba pavimentada y la designada residencia real estaba lejos de ser un castillo. 

Sin embargo, todas esas cuestiones quedaron en segundo plano con el paso del tiempo, ya que la élite política lo recibió con ilusión. Habían trabajado en una nueva Constitución que estaba lista para ser aprobada el mismo año de la llegada del nuevo monarca, que enmarcaba el país en un sistema monárquico constitucional.

Carlos I reinó entre 1866 y 1914, años durante los cuales, a pesar de una fuerte crisis dinástica en 1871, Rumania consiguió unir todos sus principados y presentarse como un estado sólido y moderno ante el resto de potencias europeas, quienes lo aceptaron más tarde en el Tratado de Berlín de 1878. 

Es entonces, entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando el país vive su primer período de gran desarrollo y modernización, acompañado de unas condiciones favorables debidas a la ausencia de conflictos. Se implementan cambios inspirados en los países occidentales en todo tipo de ámbitos, como la arquitectura, la administración o la educación.

Bucarest, la Pequeña París

Todo este largo proceso histórico que ha llevado a Rumanía a acercarse a las grandes potencias europeas del momento ha dado a la ciudad de Bucarest una estética y un ambiente únicos, pero que sin embargo se ven influenciados en gran medida por Francia, un país al que la sociedad rumana admiraba. 

Bucarest avenidas

Bucarest avenidas

La ciudad de Bucharest, en Rumanía, tiene anchas avenidas rodeadas de grandes edificios que recuerdan a los de la capital francesa. 

AGE / Christian Goupi

Así, encontramos que gran parte de la arquitectura de la ciudad, construida con avenidas anchas y arboladas, grandes parques, edificios de estilo modernista y neoclásico, o sus cafés con terraza recuerdan significativamente a los de la capital francesa. La ciudad tiene incluso tiene su propio Arco del Triunfo, cuya primera versión data de 1878. 

Pero no es solamente el aspecto arquitectónico lo que estaba en el punto de mira: Bucarest tenía potencial para convertirse poco a poco en un centro cultural, de moda y gastronomía en Europa del Este. Es de esta forma como la ciudad se empieza a conocer como "la pequeña París del Este", a pesar de los grandes cambios históricos y políticos que a principios del siglo XX todavía estaban por venir.