Un Comentario Filosófico - Pierre Bayle - Fundamentos filosóficos sobre la libertad de investig
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2.2. Fundamentos filosóficos sobre la libertad de investigación científica: Spi-

2.2.3. Pierre Bayle

2.2.3.1. Un Comentario Filosófico

El pasaje al que hace referencia elCommentairenarra la parábola de los invitados des- corteses: un hombre preparó un banquete e invitó a un número de personas que se excusaron de asistir por diferentes motivos. El hombre furioso le ordenó a su criado que saliese a buscar a todas las personas que se encontrase por las plazas y calles y las llevase a su casa. Pero como aún continuaba vacía, le ordenó a su sirviente “ve por los caminos y por los vallados y oblígalos a entrar a fin de que mi casa se llene”285. Estas palabras con las que se cierra la parábola eran interpretadas literalmente en tiempos de Bayle como una orden divina que evitaba la propagación de “errores”286y legitima- ba el uso de la violencia para perseguir a los herejes.

Bayle se propuso demostrar que este sentido literal dado por los perseguidores era erróneo y que estas palabras de Jesús durante el banquete no podrían dar de ningu- na manera legitimidad al empleo de la violencia. Por el contrario, el sentido literal,

281El nombre completo de la obra es Commentaire Philosophique sur ces paroles de Jesus-Christ,

contrains-les d’entrer, où l’on prouve par plusieurs raisons démonstratives qu’il n’y a rien de plus abomi- nable que de faire des conversions par la contrainte, et où l’on réfute tous les sophismes des convertisseurs à contrainte et l’apologie que Saint Augustin a faite des persécutions. A partir de ahora nos referiremos a ella como elCommentaire,fue traducida al inglés en 1708 y reeditada en Francia bajo el títuloTraité de la Tolérance Universelleen 1713. Ver Pierre Bayle (2005b).A philosophical commentary. Ed. por John Kilcullen y Chandran Kukathas. Trad. por J. Darby. Indianapolis: Liberty Fund; Jenkinson, óp. cit., p. xxii.

282Gros, óp. cit., pp. 10–13.

283Fernando Bahr (2001). «ElCommentaire Philosophiquede Pierre Bayle». En:Tópicos. Revista de

Filosofía de Santa Fe8–9, págs. 59-80.

284Labrousse citada por Gros, óp. cit., p. 9. 285Lucas, 24:23.

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permitió tanto a católicos como protestantes, la comisión de crímenes injustificables y atroces contra quienes no profesaban la religión del príncipe287. Existía la idea de que la unidad territorial era frágil y aleatoria si ella no era reforzada por la unidad re- ligiosa288. Para Bayle, era la intolerancia la causante de todos estos desórdenes que falsamente se le imputaban a la tolerancia:

Las sectas filosóficas no han perturbado la paz pública de los atenien- ses, cada una defendía sus doctrinas y refutaba la de los otros; sin embargo sus diferencias no atañían cosas sin importancia, algunas veces era sobre la Providencia o el bien supremo. Pero debido a que los magistrados les per- mitieron, de manera similar, enseñar sus propias doctrinas y nunca utilizar métodos violentos para incorporar una secta en otra, la República no sin- tió inconveniente con esta pluralidad de sentimientos. Aunque es probable que si ellos hubiesen intentado esta unión, habrían causado una convul- sión. La tolerancia, por lo tanto, es el lazo mismo de la paz y la intolerancia la fuente de confusión y disputa289.

Tanto la idea de la tolerancia, como la palabra misma en el sentido que le damos hoy en día290, no aparece sino hasta mediados del siglo XVI en Alemania y los Países Bajos, y a finales de ese siglo en Francia. El término hasta ese momento denotaba “condes- cendencia, indulgencia por aquello que no podemos evitar”291. Tolerar encerraba un sentido peyorativo: significaba “soportar”, “aguantar”292. Bayle se aparta de esta idea, promueve un cambio de paradigma293 y persigue la tolerancia tanto el plano moral

287Cuius regio, eius religio, la religión del principe es la religión del Estado; principio consagrado en el

Tratado de la Paz de Ausburgo en 1555 y más tarde en el de Westfalia (1648). De acuerdo a este principio, el príncipe era quien gozaba de libertad de conciencia, mientras que sus súbditos solamente les cabía elbeneficium emigrationis.Con este principio la fe se convirtió en un problema de decisión política, y las decisiones políticas en un problema de fe. Ver Gregorio Peces-Barba y Luis Prieto Sanchís (1998). «La filosofía de la tolerancia». En: págs. 265-373, p. 273.

288Labrousse, óp. cit., p. 94. 289Commentaire, p. 74.

290Respecto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las

propias. Ver Real Academia Española (2001).Diccionario de la Lengua Española. 22.aed.,URL:http:

//buscon.rae.es/draeI(visitado 07-08-2009) (cit. en adelante comoDRAE).

291Gros, óp. cit., p. 13.

292Bahr, «John Locke y Pierre Bayle: Sobre la Libertad de Conciencia», p. 45. 293Jenkinson, «Two concepts of tolerance: or why Bayle is not Locke», p. 304.

como civil, cuestión que implicó una “verdadera revolución intelectual”294. El mismo Bayle, en el capítulo primero delCommentaire,manifestó que su intención era “ha- cer un comentario de un nuevo género, apoyándolo en los principios más generales y más infalibles que todo estudio de las lenguas, de la crítica y los lugares comunes” le pudieran proveer295. Su demostración, nos dice, es filosófica, no teológica296. Por ello apela a la luz natural y separa la razón de la religión, dándole plena autonomía297; la luz natural debe guiar la interpretación de la doctrina religiosa298.

Comienza Bayle su argumento atacando el núcleo de la construcción teológica políti- ca de la intolerancia299, contenida en la parábola del banquete. El uso de la violencia no podía estar legitimado por la interpretación literal de este pasaje. En su concep- ción, la interpretación adecuada era la realizada bajo el imperio de la razón o de la “luz natural”, según el que “todo sentido literal que contiene la obligación de cometer crímenes es falso”300, pues es contrario a “las ideas más puras y más distintas de la ra- zón”301. Al ser falso, se desmontaba para Bayle la legitimidad de las persecuciones y el uso de la violencia durante la conversión a la religión del príncipe, y se abre paso a una tolerancia universal que garantiza iguales derechos de coexistencia a la diversidad de pensamientos, teorías, conjeturas, fe, sectas y religiones302.

Bayle cuestionaba en su obra la justicia del castigo, ya que cada secta se arrogaba el de- recho de definir qué era blasfemia, impiedad y profanación, y que la suya (la definición

294Bayle, según Gros, intentó probar que la tolerancia debía ser perseguida por sí misma y no sola-

mente soportada en razón de un reporte de fuerza desfavorable; que es una verdadera preocupación de otro y no una actitud de indiferencia para su consideración. Un acto de confianza sobre sus propias convicciones y no una dimisión doctrinal, un principio de paz y no una licencia dejada a los conflictos confesionales de degenerar en guerras civiles. En una palabra, que la tolerancia sea fundada sobre el principio de la razón. Ver Gros, óp. cit., p. 14.

295Commentaire, p. 85.

296VerCommentaire, p. 103. Laursen, al analizar los argumentos de Bayle, concluye que estos no son

filosóficos en el verdadero sentido, sino que son meramente retóricos,ad hominemo dialécticos. Ver Laursen, óp. cit., p. 44; Jonathan I. Israel (1999). «Locke, Spinoza and the Philosophical Debate Concer- ning Tolertion in the Early Englightenment (c. 1670 -c. 1750)». En:Communications from the Department of Literature of the Royal Dutch Academy of Sciences, New Series62.6.

297VerCommentaire, pp. 86–90;Gros, óp. cit., pp. 23–24. 298Bayle, «A philosophical commentary», p. xvi. 299Gros, óp. cit., p. 18.

300Commentaire, p. 86. 301Commentaire, pp. 97–101. 302Jenkinson, óp. cit., p. 310.

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de cada secta) permitía la adoración verdadera y perfecta de Dios303. Esto lo que trae es confusiones, porque mientras en Inglaterra los protestantes condenan en la hogue- ra a los católicos por blasfemos y profanadores, los protestantes podían ser también condenados en la hoguera tanto en Italia como Francia por la misma razón. La única manera de prevenir este tipo de confusiones, que a fin de cuenta lo que trae es la co- misión de crímenes, es definiendo blasfemia y profanidad por principio común entre acusador y acusado. Esto, aclara Bayle, no es una tarea fácil de llevar a cabo desde el punto de vista práctico304.

Ahora, ¿se debía ser tolerante con los intolerantes? Ésta es una pregunta que Bayle res- pondió de una manera radical, por cuanto en cuestión de tolerancia no entendía de matices305. Sin embargo, en la literatura encontramos argumentos que señalan que su propia teoría daba lugar a la persecución por razón de fe, iluminación o educación. El principio de la conciencia errónea como eximente de responsabilidad hace, según Mori306, que la teoría de Bayle no pueda dar una apropiada respuesta a esta pregunta. El punto de vista moral con el que Bayle trata esta paradoja, desvía la pregunta de si el Estado debe reprimir a los intolerantes hacia la pregunta de si las acciones de los intolerantes están moralmente justificadas. Los perseguidores, sintiéndose “invenci- blemente inspirados” por una vocación divina, no pueden ser castigados, al menos no por el Estado.

Quinn307 agrega que el argumento bayleano falla también porque no puede probar que, por la luz natural, la coacción es incapaz de producir los actos interiores esencia- les para aceptar una nueva religión. Además, Bayle asume excepciones a los manda- mientos, como cuando Dios en ciertos pasajes “ordena” el homicidio308. Por lo tanto, el principio que asume que la persecución está moralmente equivocada no se sostiene, porque incluso Dios podría ordenar actos inicuos. Estas excepciones del argumento bayleano, dice Quinn309, dejan un resquicio abierto del que los perseguidores religio-

303Pierre Bayle (1708). «Part III, upon those letters of St. Austin, which contain an apology for the

compelling of hereticks». En:A philosophical commentary. Ed. por John Kilcullen y Chandran Kukathas. Trad. por J. Darby. Indianapolis: Liberty Fund. Obra original de 1687, p. 353.

304Ibíd., p.353.

305Commentaire, Parte II, Cap. VII, p. 264.

306Gianluca Mori (1997). «Pierre Bayle, the rights of the conscience, the ‘remedy’ of toleration». En:

Ratio Juris10.1, págs. 45-60, pp. 50–51.

307Quinn, óp. cit., pp. 67–68. 308Commentaire, p. 306. 309Quinn, óp. cit., pp. 69–70.

sos se podrían aprovechar para justificar sus acciones, ya que resulta difícil demostrar el hecho de que los perseguidores no han recibido una secreta orden divina. Bajo este argumento, Bayle termina poniendo en riesgo su teoría de la tolerancia310.

Sin embargo, en su obraRésponse aux questions d’un provinvicial311,Bayle reconoce que la palabra conciencia contiene ambigüedades, dividiendo por ello a la conciencia en dos tipos, “la bien instruida y la errónea”. Antes de juzgar la moralidad de la acción de acuerdo con el principio de la conciencia, uno debe saber que clase de conciencia es de la que se habla312. Bayle se aparta así de su concepción inicial de conciencia y se orienta más en el sentido del ateísmo especulativo que desarrolló enContinuation des pensées diverses, écrites à un docteur de Sorbonne, à l’occasion de la comete313.Hay una conciencia del fanático, quien cegado por su fe cree seguir órdenes divinas, incluso si éstas se oponen a la ley moral, y otra conciencia pura, aquella del ateo que se apega a la ley moral sin preocuparse de la vida eterna. Es el primer tipo de conciencia la que trae persecución e intolerancia314.

En las ideas de Bayle, la tolerancia solicitada por grupos religiosos no obedecía sino a una necesidad; al desaparecer la necesidad, al acceder al poder político, el requeri- miento de tolerancia desaparecía315. Por lo tanto, la tolerancia debía ser garantizada por una autoridad civil que tuviera como único interés garantizar la paz de la sociedad civil316, una soberanía confesionalmente neutra soportada por una administración cí- vica y no religiosa317.

El carácter universal de la tolerancia es, tal vez, el elemento más importante de la obra bayleana en la concepción de la libertad de pensamiento. En el capítulo VI de la se-

310Ver nota 18 enCommentaire, p. 308; Mori, óp. cit., pp. 54–55.

311Pierre Bayle (1704).Reponse aux questions d’un provincial. Rotterdam: Reinier Leers. 312Mori, óp. cit., p. 56.

313Pierre Bayle (1705).Continuation des pensés diverses, Ecrites à un Docteur de Sorbonne, à l’ocasion

de la Comete que parut au mois de Decembre 1680. Vol. 2. Rotterdam: Reinier Leers.

314Mori, óp. cit., pp. 56–57.

315Turchetti comenta que aunque los hugonotes han sido señalados como los más claros promotores

de la tolerancia, existen registros históricos largamente subestimados que demuestran lo contrario. Para ellos, la necesidad de unidad política y religiosa era un punto sobre el que no podía haber un compro- miso “porque Cristo no puede coexistir con Belial”. El mismo Calvino expresó “sí la libertad que nos ha sido otorgada por elEdictoes mantenida el papado por si mismo caerá”. Antes de Calvino, los hugonotes sólo pedían tolerancia temporal, algo que les permitiera ganar tiempo para lograr la conversión de todo el reino. Ver Turchetti, óp. cit., pp. 18–20.

316Mori, óp. cit., pp. 56–58. 317Jenkinson, óp. cit., p. 320.

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gunda parte delCommentairese encuentra uno de los pasajes más destacados, en el que Bayle intenta romper con el círculo vicioso de la intolerancia, proponiendo un no- intervencionismo del Estado en los asuntos religiosos, lo que suponía ir en contra de la teoría política de la época318. Bayle intenta demostrar que la diversidad de religiones no es la causante de los males del Estado, sino que estos males son causados por la intolerancia319. La diversidad de religiones no enfrenta a las personas; la diversidad de religiones en un Estado lo que demuestra, para Bayle, es ser una prueba fuerte de la tolerancia320.

La tolerancia es entonces presentada por Bayle como un remedio a los males de un Estado y el espíritu de persecución el que los aporta321. Por lo tanto, lo que había que promover era la tolerancia civil y universal322:

Si cada quien tiene la tolerancia que yo sostengo habría la misma con- cordia en un Estado dividido en diez religiones, que en una villa donde las diversas especies de artesanos se apoyan mutuamente. Todo lo que puede haber ahí sería una honesta emulación de aquellos que exceden en piedad, en buenas costumbres, en ciencias; todos se enorgullecerían por probar quien es mejor amigo de Dios, testimoniando su más fuerte compromi- so en la práctica de las buenas acciones; se enorgullecerían incluso más de afección por la patria si el soberano les protege a todos y les mantiene en equilibrio por su equidad. La tolerancia es lo que más probablemente traerá el siglo de oro, y así lograr un concierto y una armonía de múltiples voces e instrumentos con diferentes tonos y notas, que sea más agradable que la uniformidad de una sola voz. ¿Qué es lo que evita ese bello concierto formado por voces y tonos tan diferentes los unos de los otros? Es que una de las dos religiones quiere ejercer la tiranía cruel sobre el pensamiento y forzar a los otros a sacrificar sus conciencias; es que los reyes fomentan esta injusta parcialidad, y liberan el brazo secular a los deseos furiosos y

318Nota 3 deCommentaire, p. 249. 319Commentaire, p. 247.

320Commentaire, p. 248. 321Commentaire, p. 250. 322Commentaire, pp. 247–261.

tumultuosos de un grupo de monjes y de clérigos; en una palabra que todo el desorden no viene de la tolerancia, sino de intolerancia323.

El “pragmatismo” de Bayle lo que intentaba era explicar que la diversidad y la plurali- dad se encontraban en todos los espacios y ámbitos del quehacer diario, y eso definiti- vamente no hacía imposible la convivencia, llegando a citar incluso un pasaje bíblico para reforzar sus argumentos324. Ser tolerantes no ocasionaba un problema para el Estado, no alteraba el orden civil. La convivencia armoniosa es posible gracias a la to- lerancia mutua, al respeto por la diversidad, que indudablemente debía ser promovido por el Estado. Holanda era, tal vez para Bayle, el ejemplo más claro y cercano de ello325. Bayle, a diferencia de Locke, promovió una tolerancia más amplia, reivindicando la li- bertad de conciencia para musulmanes, judíos, ateos, católicos, protestantes, anabap- tistas y socinianos. La argumentación de Bayle, según Jekinson326, no es de una exen- ción para una secta en particular, sino de la tolerancia como una diversidad absoluta en el pensamiento metafísico.

En el capítulo VII de la segunda parte delCommentaire327encontramos paralelismos que sirven frecuentemente de argumento a Bayle para ubicar a los intolerantes en el otro lado del espejo328. ¿Cuáles eran las razones, se preguntaba Bayle, para suponer que los paganos, los judíos, los mahometanos y los turcos eran indignos de tolerancia? ¿Por qué podrían ser más indignos de tolerancia los judíos que los mahometanos si éstos tienen, a diferencia de los primeros, a Jesús Cristo como un gran profeta? ¿Por qué habría de pensar que los socinianos, por ejemplo, que no creían en la trinidad, pero sí en Dios, blasfemaban cuando negaban la divinidad de Jesús Cristo? ¿Estaban ellos faltando a sus principios religiosos o estaban blasfemando contra un Dios que no seguían? ¿Había que perseguirles por ello? Bayle pensaba que no, porque no se podía blasfemar contra un Dios en el que sencillamente no se creía. Dada la convicción de las creencias religiosas individuales y la imposibilidad de demostrar la veracidad de

323Commentaire, p. 250.

324“El lobo morará con el cordero, y el leopardo se acostará con el cabrito; el becerro, el león y otras

bestias andarán juntos, y un niño les conducirá”, Isaías, 11:6.

325Aunque no podemos olvidar los episodios de intolerancia que vivieron en el país más libre de Eu-

ropa pensadores como Spinoza.

326Jenkinson, óp. cit., p. 314. 327Commentaire, pp. 263–272. 328Habermas, óp. cit.

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alguna en particular, resulta inútil que los hombres interfieran en cuestiones que, fi- nalmente, podrán ser solo resueltas en la otra vida, por la divinidad que resulte ser la auténtica329.

En resumen, Bayle intentó construir desde la separación entre moral y religión una teoría sobre la tolerancia universal, dando un paso más allá que Locke. La posición de Bayle en favor de los ateos330, a quienes Locke descartaba como indignos de toleran- cia por falta de compromiso moral, nos da seña de su intención por la construcción de una teoría de la tolerancia secularizada. Bayle la reclamaba para todos, sin discri- minación, tanto para creyentes como no creyentes. Incluso, la diversidad de religiones no representaba un problema para la convivencia pacífica dentro de cualquier Estado. Elementos de universalidad y pluralidad impregnaron la obra bayleana.

De la modernidad hemos traído hasta aquí tres formas de pensamientos que, entre guerras de religión, intolerancia, persecuciones, escisión de sectas y florecimiento de las ciencias, contribuyeron en Europa a debilitar el poder monopólico que la Iglesia ejercía, tanto en el plano político como religioso. La separación entre razón y teología, Iglesia y Estado, fe y razón, ayudó a desvincular la ciencia de la Religión y del Estado. En la modernidad la razón sustituye la fe331, paso indiscutiblemente necesario para el progreso de la ciencia y su camino hacia la autonomización. Fue éste un gradual re- sultado de un proceso en el que la ciencia experimental confirmaba el hecho de que fenómenos largamente atribuidos a la divinidad podían ser explicados científicamen- te332. Se hacia necesario un cambio de “esquema” mental, lo cual no resultaba fácil,