Biografia de Philip Seymour Hoffman

Philip Seymour Hoffman

(Fairport, Nueva York, 1967 - Nueva York, 2014) Actor estadounidense. Después de casi veinte años de carrera en cine y teatro interpretando personajes de gran complejidad psicológica, frecuentemente secundarios, cobró fama y popularidad a partir del Oscar al mejor actor principal que mereció su actuación en la película Capote (2005), basada en la vida del escritor estadounidense.

Philip Seymour Hoffman fue el tercero de los cuatro hijos de un ejecutivo de la Xerox y de una luchadora ama de casa que adquirió una marcada conciencia feminista cuando, a raíz de la ruptura de su matrimonio, se vio obligada a sacar adelante a sus cuatro hijos sola. Ya desde el colegio, su competitiva madre, abogada a la sazón, le alentó a que hiciese realidad su vocación de actor.


Philip Seymour Hoffman

A los veintidós años, según propia confesión, comenzó “a temer seriamente” por su vida y decidió poner fin a sus andanzas nocturnas y a su adicción al alcohol. Hasta ese momento había sido un joven como los demás, que alternaba su participación en producciones modestas con su trabajo de camarero (que siempre odió) y con una curiosa afición por la lucha libre (que abandonó por una lesión).

Después de licenciarse en teatro en 1989 por la Tisch School of Drama de Nueva York, Philip Hoffman agregó a su nombre el de su abuelo, Seymour, y comenzó a frecuentar los escenarios y a aparecer en papeles secundarios tanto en películas independientes como en producciones de Hollywood.

La teleserie Ley y orden supuso su bautismo, y, cuando en 1992 participó en la primera película de renombre, Esencia de mujer, junto a Al Pacino, era la quinta vez que entraba en los estudios de grabación. Aunque su papel distaba de ser relevante, él siempre aseguraba que su experiencia en este filme determinó el resto de su carrera profesional. Lo cierto es que Hoffman siempre escogió cuidadosamente a sus personajes, relegando a un segundo plano el beneficio económico que pudieran reportarle.

Ese mismo año montó la compañía de teatro independiente LAByrinth Theater, que se mantendría profesionalmente activa durante mucho tiempo, estrenando al menos una obra al año. También por aquellas fechas comenzó a impartir clases en la Escuela de Artes de la Universidad de Columbia.

Diez filmes como Cuando un hombre ama a una mujer (1994) o Twister (1996) median entre Esencia de mujer y el trabajo que, un lustro más tarde, le convirtió en uno de los rostros habituales del cine independiente. Se trataba del filme coral Boogie Nights (1997), en el que, dando vida a un operador de cine porno gay enamorado de una estrella del género, interpretada por Mark Wahlberg, completó un reparto de lujo que incluía tanto a veteranos de la escena (Burt Reynolds) como a jóvenes promesas (Heather Graham, Julianne Moore o el propio Wahlberg). Desde ese momento pasó a ser uno de los actores incondicionales de su director, Paul Thomas Anderson, quien siempre le proporcionó papeles de peso, aunque fueran secundarios.

Secundario con carácter

Hoffman se reveló inmediatamente como un profesional de gran carácter, sumamente sacrificado y comprometido con su trabajo. Este comentario en una entrevista es revelador de la forma en que entendía su profesión: “Una vez, mientras rodábamos, alguien me preguntó si me estaba divirtiendo. ¡Por supuesto que no me divierto, en absoluto! Cuando he terminado, lo que me divierte es ver que he hecho un trabajo jodidamente bueno, que está aportándole algo a alguien. Es ahí cuando encuentro toneladas de diversión, pero no antes.”

Con esa mentalidad, no es extraño que en sólo un año su presencia brillara de modo tan fugaz como intenso en películas como Hapiness (1998), de Todd Solonz, El gran Lebowski (1998), de los hermanos Coen, o Magnolia (1999), de Paul Thomas Anderson. Los roles, dispares pero siempre extremos: en Magnolia daba vida a un abnegado enfermero que trataba de dar con el hijo del moribundo a quien tenía bajo su cuidado; en Hapiness, a un solitario degenerado que acosa a su vecina con llamadas obscenas; en El gran Lebowski, al despistado mediador de un millonario cuya hija ha sido secuestrada.

En 1999, su aparición en El talento de Mr. Ripley, de Anthony Minghella, robó protagonismo a un trío estelar: Matt Damon, Jude Law y Gwyneth Paltrow. Poco a poco, Hoffman ganaba experiencia como actor multidisciplinar y camaleónico, conocedor profundo de todos los géneros, desde el drama más crudo hasta la comedia más ácida, sin contar con el teatro. Y es que, de modo paralelo, logró hacerse con dos nominaciones a los Tony como mejor actor de teatro por obras como El mercader de Venecia de Shakespeare, en un montaje del director escénico Peter Sellars.

Iniciado el nuevo milenio, los cinéfilos fueron acostumbrándose a verle en producciones del más variado pelaje, siempre como eterno y eficaz secundario: desde State and Main (2000) de David Mamet, hasta El Dragón Rojo (2002), tercera entrega de la saga de Hannibal Lecter, pasando por la comedia Punch-Drunk Love (2002), de nuevo bajo las órdenes de Paul T. Anderson, o Cold Mountain (2003), dirigida por Anthony Minghella y protagonizada por Jude Law, Nicole Kidman y Renée Zellweger. Pero parecía difícil imaginarlo en un papel principal. Hasta que un buen día su agente le comunicó un encargo radicalmente distinto (en lo que a protagonismo se refiere) de todo lo que había aceptado hasta entonces.

Fueron dos de sus amigos de la adolescencia, Bennet Miller y Dan Futterman, quienes proporcionaron a Hoffman su primer papel protagonista de importancia, al proponerle interpretar nada menos que al escritor Truman Capote. El perfeccionista Hoffman aceptó, aun a sabiendas de que existía un enorme handicap, dado que el físico del actor y el del autor de Música para camaleones no tenían nada que ver.

El trabajo de inmersión (no cabe calificarlo de otro modo) de Hoffman en la personalidad de Capote fue de una profesionalidad estremecedora. Además del documental de los hermanos Albert y David Maysles With love from Truman, que le resultó extremadamente útil para captar la idiosincrasia gestual del escritor, el actor recurrió a las más diversas fuentes.


Philip Seymour Hoffman en Capote (2005)

“He tratado de hacer papeles de todo tipo, que me mantienen trabajando e interesado”, comentó. “Los personajes, como Capote, que viven realmente fuera de la experiencia y de la existencia cotidiana de uno son mucho más placenteros y satisfactorios.” El filme de Bennett Miller abarcaba los seis años durante los cuales el extravagante novelista escribió su obra maestra, A sangre fría, publicada en 1966, época en la que hurgaba en la psicología de dos condenados a pena de muerte por el asesinato de una familia.

El corpulento actor se vio obligado a adelgazar 18 kilos para parecerse ligeramente a su personaje. Consciente de que su meta no debía ser la imitación (que hubiera resultado inverosímil en dos personas con un físico y un tono de voz tan dispares), trató de rodearse de personas que habían tratado de cerca al escritor. Probablemente quien más datos pudo aportar a su visión del personaje fue el famoso fotógrafo Richard Avedon, íntimo amigo de Capote. Antes de fallecer en 2004, Avedon tuvo tiempo de mostrar a Hoffman cientos de fotografías del hombre a quien debía encarnar en la pantalla.

El resultado de tan exhaustivo trabajo fue una verdadera lluvia de premios (Boston, BAFTA, Chicago…) que culminó con el Oscar al mejor actor principal. Era el reconocimiento a una carrera soberbia, en la que los personajes secundarios fueron siempre la tónica. Secundarios en minutaje, ya que para Hoffman tenían la misma importancia que los principales. En el momento de recibir su Oscar, Philip Seymour Hoffman tuvo emocionadas palabras de recuerdo para su madre, de quien heredó ese espíritu luchador que, finalmente, obtuvo recompensa.


En Antes que el diablo sepa que has muerto (2007)

Tras el Oscar, las cosas cambiaron para Hoffman, que se convirtió en un actor cotizado al que le llovían proposiciones millonarias de las grandes productoras del cine de género. Algunos podían pensar que, a sus treinta y nueve años, gozaba de un reconocimiento tardío, pero lo cierto es que actores como Henry Fonda sólo ganaron un Oscar a título póstumo. De momento, terminada su participación en Misión Imposible III (haciendo de “malo” frente al eterno bueno de la saga, Tom Cruise), sus nuevos proyectos incluían trabajar junto a Tom Hanks y Julia Roberts en La guerra de Charlie Wilson (2007) de Mike Nichols, en un papel de asesor de un congresista que le valdría una nominación al Oscar al mejor actor secundario.

Hoffman se puso a las órdenes del prestigioso Sidney Lumet para otro filme muy bien recibido por la crítica, Antes que el diablo sepa que has muerto (2007), y un año después confirmó su condición de perfecto secundario con la segunda nominación al Oscar en tal categoría por La duda (2008), en la que encarnó magistralmente a un sacerdote acusado de pedofilia por la directora del colegio (Meryl Streep). Su carrera proseguía a buen ritmo, con uno o dos rodajes al año y títulos destacados: Increíble pero falso (2009), Los idus de marzo (2011), Moneyball: Rompiendo las reglas (2011), The Master (2012)... Nada hacía pensar que El último concierto (2013) iba a ser su última película; había vuelto a su antigua adicción a las drogas, y en mayo de 2013 se sometió a una cura de desintoxicación. Ocho meses después fue hallado muerto en su apartamento, víctima de una sobredosis.

C�mo citar este art�culo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].