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Kevin, tenemos que hablar

Kevin Durant es, y siempre ha sido, un hombre de difícil análisis. Su principal impulso siempre fue divertirse. Disfrutar del fluir del baloncesto por su cuerpo. Entrar en un trance en el que sólo existiesen él, la canasta y el sonido de la red. Lo demás siempre fue, es y será accesorio. No hay mejor ejemplo de artista del renacimiento que Durant. Llegó a la liga en mitad de la transición del baloncesto de principio de siglo, lento y dominado por los interiores, a la era actual, donde reina el triple. Aterrizado en Seattle, como Atenas, una ciudad ahora mismo con más historia que presente, KD ha representado desde siempre el ideal del jugador por encima del todo. Esencialmente del anotador, recuperando una figura que con el tiempo ha ido quedando aislada en el paradigma actual NBA.

Durant simboliza la vuelta a lo clásico, el poder de uno contra todos. Y es que Kevin, junto a todos los jugadores que están por llegar, vino a inaugurar la era del Gran Hermano, un nuevo tiempo de vigilancia infinitesimal en vivo hasta el más mínimo detalle, real o irreal. Porque esa distinción ha dejado de importar. Con ello conviven hoy todas las estrellas y así lo harán las del futuro, sometidas al escrutinio de la masa en una arena pública donde solo el ruido despunta. Cada movimiento, jugada, declaración y canasta ha sido analizado hasta el más mínimo detalle. Dentro y fuera de la pista ha sido observado al milímetro y Kevin Durant siempre ha respondido a su manera. Desde las cuentas secundarias en redes sociales, a su firma por Golden State, su postura pública a favor del consumo de marihuana o incluso su defensa constante a sus compañeros, sean Kyrie Irving, James Harden o Draymond Green. La rigidez histórica queda de lado, dejando paso a una mentalidad libre. Yo hago lo que quiero. Pero claro, todo tiene consecuencias.

UNA SALIDA TRAUMÁTICA

Existen aficionados en Oklahoma que siguen sin poder digerir la marcha de Kevin Durant a los Golden State Warriors en 2016. Hasta entonces, su figura era la del buen chico que no quería más que jugar en el sentido más primigenio de la palabra. Dejar los Thunder después de rozar unas nuevas finales era una decisión controvertida de por sí. Pero que el destino fuesen los Warriors del 73-9, precisamente sus verdugos en aquellos playoffs, lanzó una turba de odio compuesta prácticamente de todo aficionado de la liga que no fuese seguidor de los de la Bahía. Sus días en Oakland y San Francisco, exuberantes en lo deportivo, tuvieron como peaje un desgaste brutal en lo emocional. Durant sabía perfectamente la reacción que iba a encontrar en su regreso a OKC. Lo sabía, se lo habían dicho, eso se estaba gestando. Y, sin embargo, se sintió sorprendido y tremendamente dolido.

Cada vez que recibía o tocaba el balón unos abucheos atronadores hacían acto de presencia en el Chesapeake Arena. El partido, además, estuvo lleno de una tensión brutal. La tuvo con Russell Westbrook y con Andre Robertson. Durant terminó sobrereaccionando y refugiándose en sí mismo, algo muy característico en él. Cuando decide marchar a Golden State y recibe esa estampida de mensajes él reconoce que tener a tanta gente diciéndole cosas así acaba afectando: “Durante muchos años invertí todo lo que tenía en esa gente. Aquellas personas que conocía, que quería, de pronto me estaban dando la espalda. Fue algo mucho más duro de lo que podía llegar a esperar”. La Biblia dice que Dios perdonó a la p*** y al ladrón, pero nunca al traidor. Y la traición es una mancha que jamás envejece. Ese debe ser el pensamiento reinante entre la parroquia Thunder.

 

 

Pero la sensación con Kevin Durant, y puedo estar equivocado, es que se siente solo, de nuevo ‘abandonado’, incomprendido y hace tiempo que arrepentido. La eterna duda entorno a Durant, incluso tocando el cielo cuando sentencia las Finales en 2018 ante los Cavs de LeBron James con ese triple en transición a falta de 50 segundos, es que alguien que está en la cima, en plena madurez, puede no ser plenamente feliz. Esa es la gran incógnita que ha estado asociada a la figura de KD durante todo el viaje que ha ido desarrollando una vez toma la decisión de abandonar los Thunder. Es un ejercicio interesante profundizar en qué tipo de personalidad tiene Durant para poder entender como alguien que está en la cúspide, en lo más alto, tiene serios problemas para encontrar la felicidad, estabilidad, y especialmente la confianza en sí mismo.

OTRO FRACASO CON DURANT COMO ESPECTADOR DE LUJO

Se acabó: el proyecto de los Suns se hunde de nuevo, un poco más si cabe, en su cuarta temporada de búsqueda de un anillo que no llega. Ni el fichaje de Kevin Durant que revolucionó la NBA ha permitido al equipo de Arizona resurgir de sus cenizas. Y cada vez es más acusada la sensación de que las Finales de 2021 fueron el tope, la oportunidad perdida de ese 2-0 que Giannis Antetokounmpo transformó en un 4-2. Pero la opinión pública, ese lugar en el que se ganan y se pierden las batallas que deciden las guerras, decidió dar otra oportunidad al intento del campeonato cuando Bradley Beal llegó a la entidad. No hubo manera: Frank Vogel, en la cuerda floja, demuestra una vez más que le falta fritura para dirigir a un equipo falto de especialistas defensivos, Beal, que el mundo se le cae encima siendo la tercera opción en ataque, Devin Booker, que ha protagonizado la peor serie de playoffs de su carrera y Durant, que vuelve a caer en primera ronda por segunda vez en tres años. Y, de nuevo, fracaso: se mire por donde se mire.

Y Kevin tardó poco en excusarse. Nada más concluir el Game 4, Shams Charania, de The Athletic, aseguró que la estrella estaba descontenta. Explicó que cuando KD llegó a Phoenix imaginaba una cosa que poco ha tenido que ver con el papel en ataque junto a Booker y Beal. Para ser exactos, ‘Durantula’ entiende que le han relegado a la esquina con demasiada frecuencia, y que no ha contado con jugadas diseñadas que se adecuen a sus características para aprovechar sus puntos fuertes. Una ausencia de liderazgo que en las siguientes líneas será explicada. 

 

 

No hay absolutamente nada que objetar a la condición de súper estrella de Kevin Durant y una exitosa longevidad equiparable a la de LeBron James y Stephen Curry, pues KD se ha ido a los 27 puntos de media en 75 partidos a sus 35 años, la mayor cantidad de partidos jugados desde 2019, su último año en Golden State. Sin embargo, queda de nuevo en tela de juicio la capacidad de liderazgo que tanto se le ha criticado a Durant desde que se fuera de los Warriors. Según The Athletic, dicen en el vestuario de los Suns que han echado de menos que diera un paso al frente, por lo que tendrá que seguir lidiando con el sambenito del Durant sólo capaz de ganar anillos en un sistema ya montado como fue el de Steve Kerr. Desde entonces, KD ha sufrido hasta dos barridas por 4-0 en primera ronda de playoffs. Dramático.

LA OSCURIDAD DE DURANT

Al igual que Anakin Skywalker se fue al lado oscuro de la fuerza hasta convertirse en Darth Vader, Kevin Durant hizo lo propio cuando se marchó de la ciudad que lo había acogido como un hijo ocho años atrás. “No me importa el legado”, afirmó Durant hace unos años. Cuestionable. El sentido de pérdida siempre movilizará de alguna manera a las personas (KD perdió en 2016 la oportunidad de disputar las que hubiesen sido sus segundas finales), es ahí donde los Warriors encontraron la oportunidad para seducirlo. Anakin vivió con la incertidumbre de perder a su amada Padmé. Fue en ese momento cuando el lado oscuro halló la oportunidad para cautivarlo, ya que le mostró que ese camino salvaría a su amada. Al igual que hizo el lado oscuro con el joven Skywalker, la dinastía liderada por Stephen Curry le mostró a Kevin que ese camino salvaría su legado, que le concedería su ansiado anillo. Le ofrecieron el poder absoluto, poder tal de controlar la NBA el tiempo que él quisiera.

“Al cementerio que apila nombres y números y todo lo que verdaderamente importa ha desaparecido lo llaman palmarés”, Gonzalo Vázquez.

“El tipo que veis hoy es el verdadero yo. El chico de Oklahoma City era un farsante. Simplemente trataba de agradar a todo el mundo y hacer lo que pensaba que le gente quería que hiciese”, declaró Chris Broussard que le dijo el propio Kevin Durant mediante un mensaje de texto en 2018. Durant es un jugador total, algo parecido a crear el jugador perfecto en un laboratorio, una de esas pocas estrellas que ves durante unos minutos y acabas convencido de que ha nacido para jugar al baloncesto. Pero, si él, no sin sufrir, ha resurgido estos últimos años de su seria lesión para reencontrarse consigo mismo en beneficio del equipo, los demás, han ido por su cuenta. Y no existe mayor frustración que la soledad.

¿Y AHORA QUÉ, KEVIN? 

El peor escenario posible. Sin legitimidad, convertidos en ejemplo, sometidos a disección y escarnio y sin una sola hoja de ruta que aporte, ahora mismo, nada que no sea el consuelo del olvido. No obstante, esto no parece preocupar a su propietario de los Suns, Mat Ishbia. Según este, los análisis catastrofistas que se están llevando a cabo no se ajustan a la realidad, y el equipo se encuentra en una buena posición para poder pelear por un anillo dentro de un año. “La narrativa de que tenemos la casa en llamas no es correcta. Los Phoenix Suns están muy bien. Excelente”, afirmó. “No tan bien como nos gustaría estar ni tan bien como vamos a estar el año que viene. Eso es lo que tenemos que averiguar, qué tenemos que ajustar y modificar para ganar un título la próxima temporada”.

 

 

Una parte muy importante en la creación (y destrucción) de proyectos es la autocrítica. Saber realmente cuál es la situación real de tu equipo y no vivir en Narnia. Mat Ishbia aquí está en lo opuesto. Negacionismo al máximo nivel. La era del jugador empoderado y la era de los súper equipos maridan, se entremezclan y crean una NBA viral y en perpetúo movimiento. Pero también producen monstruos. Y movimientos sísmicos de unas consecuencias que todavía no adivinamos. Al fin y al cabo, ya lo dijo una mujer ficticia pero muy sabia: “En el juego de tronos sólo vale ganar o morir. No hay puntos intermedios”.

EL TORMENTO INTERIOR DE KEVIN DURANT

Decíamos al inicio del artículo que KD es un hombre de difícil análisis. Tal vez, de todas las innumerables declaraciones que hemos ido descubriendo, sin duda, la más descarnada, la más desnuda de todas, la que mejor define a Kevin Durant es la que hizo a Zach Baron para la revista GQ en 2017. Así se definía Durant: “Stephen Curry es la cara de esta franquicia, y eso me ayuda, porque ya no tengo que serlo yo. Yo no quiero ser el líder. No lo soy. No quiero ser el que diga ‘poneros detrás de mí y seguidme’, no. Yo no soy así”. Dicho de otro modo, que es una parte interesantísima del perfil psicológico de las estrellas desde que el baloncesto nació, y es, Durant reniega del modelo killer que parece haberse impuesto, de sangre fría, de psicópata, que parecen tener que seguir los llamados campeones. Durant es de otra manera, se acepte eso o no. No lo sabemos. Probablemente no, públicamente.

 

 

La inseguridad que ha asaltado a Kevin Durant todos estos años, y que le sigue asaltando, le sigue golpeando, ha generado en él mismo dos cosas: por un lado, la sensación de no ser nunca lo suficientemente bueno y por el otro, el tener que poner en manos de otros su propia valía, es decir, él nunca ha sido consciente de lo valioso que es, él siempre ha esperado que otro sea capaz de decírselo. Aquí radica el gran defecto diferencial de Kevin Durant todos estos años.

El silenciado tormento interior, su dolor por la crítica, la baja autoestima, la necesidad permanente de aprobación. Esa es, y siempre ha sido, la cara B de Kevin Durant.

 

Sobre el autor

 
Imagen de Toni Pons Toni Pons @19toniponsNació en Mallorca un 10 de septiembre del 2000. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Su pasión por el deporte provocó que una vez terminada la carrera cursara el Máster de Periodismo Deportivo en la Universidad CEU San Pablo. Estuvo como becario en la web de Onda Cero y en marca.com, donde cubrió durante meses la actualidad de la NBA, Euroliga y Eurobasket femenino. Su amor por el baloncesto floreció con Los Angeles Lakers de Kobe Bryant y, sobre todo, y por encima de todas las cosas, de Pau Gasol. No obstante, fue en 2012 y de la mano de Oklahoma City Thunder cuando empezó a seguir la liga de cerca. Fanático de Russell Westbrook, 'hater' de Kevin Durant y periodista a sueldo de Sam Presti. En 2024 inició su camino en Solobasket para hablar de la pelotita naranja
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