Crítica de Paterno, película basada en hechos reales con Al Pacino

Paterno se mete en el fango hasta la cintura para narrarnos uno de los escándalos deportivos más paradógicos y sorprendentes de los últimos años. Joseph Vincent "Joe" Paterno, también conocido por su apodo JoePa, fue el entrenador del equipo de fútbol americano de la Universidad del Estado de Penilvania durante 45 años. Cuando contaba con cerca de 85 se vio envuelto en un escándalo que se zanjó con su caída en desgracia y su despido, provocando una acalorada reacción en la comunidad educativa.

Las mejores ofertas de Amazon

De esta forma pasó de ser una verdadera institución y un referente a enfrentarse a una durísima acusación: la de encubrir a su asistente Jerry Sandusky que fue arrestado, juzgado y condenado por haber violado y abusado de menores (en gran medida en riesgo de exclusión) a lo largo de 15 años, de 1994 a 2009.

El guión coescrito por Debora Cahn (El ala oeste de la casa Blanca, Homeland) y John C. Richards (Sahara) nos muestra las múltiples caras de un conflicto tan sangrante adoptando fundamentalmente dos puntos de vista: el de un anciano y revisionista JoePa cuando por fin parece empezar a comprender de qué forma contribuyó a no evitar un mal que debería haber encontrado en él su final definitivo y el de una periodista comprometida que nunca termina de entender por qué la opinión pública empatiza con los encubridores e ignora (cuando no cuestiona o agrede) a las víctimas.

La película de Paternocuenta como fuente con la novela homónima del periodista deportivo, Joe Posnaski, que ha sido número uno en la lista de de ventas del periódico The New York Times, aunque si exploráis la bibliografía para documentaros también encontraréis libros hagiográficos como "Paterno: The Dark Days After Win" escrito por Bryan Kelly, que se autodenomina "fanático de PSU (Pennsylvania State University)" y dan buena cuenta de las opiniones encontradas acerca de su figura y su legado, no solo deportivo, sino también caritativo y social.

Barry Levinson vuelve a trabajar con Al Pacino para construir a su personaje principal y acude a HBO para narrar una historia que encontraría bastantes dificultades si se estrenara en salas comerciales. "Estamos haciendo cosas que no podríamos hacer de otra forma, relatos más íntimos", ha llegado a expresar en rueda de prensa. Si sois fans de Al Pacino, por cierto, atentos a la pequeña pantalla porque pronto volveremos a verlo en Netflix en The Irishman, con Martin Scorsese como director y acompañado de Robert de Niro, Joe Pesci y Anna Paquin, entre otros.

En esta película de HBO nos alejamos del Pacino más histriónico para verlo completamente centrado en los matices. Al dar vida a su personaje en la senectud y mostrarse su memoria respecto al caso, la película no trata ni mucho menos de exonerarlo, pero sí de hacernos sentir como él mismo al constatar que su dejadez pudo incluso poner en peligro a sus propios hijos. La réplica de Kathy Baker, dando vida a su esposa, es esencial para completar ese giro terrorífico y estremecedor de la historia (y por ende darnos una visión del egoísmo de Paterno que solo parece entrar en razón cuando siente la duda en sus propias carnes). Muy reseñables esas secuencias pesadillescas de los pasados figurados que imagina el entrenador mientras está confinado en un escáner médico.

La película de Paterno te hará pensar sobre muchas cuestiones: el fanatismo deportivo, la forma en la que el deporte y el trabajo de una comunidad educativa fuerte pueden ayudar a levantar zonas deprimidas y asimismo de cómo los colectivos más desfavorecidos pueden convertirse en un caladero para depredadores sexuales a quienes tanto les favorecen la ceguera y abulia institucional.

Más allá de estas cuestiones, tenemos un trasfondo rico en consideraciones adyacentes de interés: pasando de la homofobia a la irracional forma en la que el deporte puede llegar a hacer que se comporten las masas pasando por el peso de la responsabilidad. Recordemos (y aquí la mayor paradoja del caso), que Sandusky conoció a sus víctimas a través de su fundación La Segunda Milla, una organización benéfica de que apoyaba a personas desfavorecidas y a jóvenes en situación de riesgo.

Paterno tiene mucha enjundia y os traerá a la cabeza películas como Spotlight, en las que se defiende un periodismo que busca la justicia por encima de la espectacularidad o el populismo y pasando por encima de colectivos poderosos per se (en aquella era la Iglesia, aquí el mundo deportivo) para poner el foco en las personas. Merece un visionado muy atento y despertará un sano debate acerca de lo que como individuos podemos llegar a hacer para cambiar el curso de los acontecimientos, máxime cuando se ostenta un cargo representativo. En otras palabras: al margen de los deberes que te da un trabajo, estos llevan aparejados una necesidad de ser ejemplares (también y sobre todo) entre bambalinas. No se puede medir el éxito solo por los resultados.