20 películas imprescindibles del neorrealismo italiano

Debut de Visctoni adaptando 'El cartero siempre llama dos veces' y su historia sobre la infidelidad de una mujer infelizmente casada. Considerada la gran influencia del neorrealismo que se iniciaría con la siguiente película de la lista, fue rodada en plena Guerra Mundial y prohibida por Mussolini por dar una imagen de "dudosa" de la Italia contemporánea. Con la muerte del dictador, las puertas se abrirían y el cine empezaría a mirar directamente a los lugares más oscuros... y más reales.

Película histórica y capital en el devenir de la historia del cine. Rodada aún en una Italia en guerra, Rossellini se las arregló para situar a Aldo Fabrizi y Anna Magnani en el medio de esta ficción empapada de realidad. Con la Magnani corriendo desesperada tras su prometido y el sonido degarrador de los disparos, el cine descubrió el verdadero poder social del drama.

De Sica consiguió llevar el neorrealismo a un gran éxito de público internacional al situar como protagonistas de las historias a parejas de personajes por las que sentimos, de inmediato, un gran apego emocional. Antes del padre y el hijo de 'El ladrón de bicicletas' o el aciano y su perro de 'Umberto D.', sorprendió al mundo con esta trágica historia de dos niños limpiabotas con muy mala suerte en el mercado negro.

Considerada por los críticos e historiadores cinematográficos como la obra más pura de lo que llamamos neorrealismo italiano, 'Paisá' está compuesta por 6 historias que cuentan el avance de las tropas aliadas. Sin actores profesionales y con un guion basado en esbozos, la película consigue capturar todo un acontecimiento histórico en seis pequeños y singulares momentos.

Puede que Viconti fuese todo un aristócrata para su corazón estaba lleno de humanismo y solidaridad, casi tanto como su mente de ideas izquierdistas. El realizador de 'Muerte en Venecia' nos trasladó hasta la dramática vida de un pueblo pesquero, capturando su rutina con algún giro dramático y una gran belleza pictórica y etnográfica.

La película más popular del movimiento y, durante algunos años, considerada la mejor de toda la historia del cine. De Sica narra el día de un padre y su hijo, intentando recuperar una bicicleta robada de la que depende su sustento. El punto de vista infantil hace, si cabe, más dura de ver la desventura de un hombre honrado cuyo amor propio va desapareciendo conforme sigue avanzando su miseria.

Rossellini aprendió de De Sica y situó también a un niño como protagonista de este desolador retrato de Alemania tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Traiciones, pederastia, veneno y suicidio, elementos que acabarían con cualquier infancia, incluida la del protagonista.

El voluptuoso y espectacular cuerpo de Silvana Magnano convirtió este relato criminal en todo un triunfo del erotismo cinematográfico. Aunque la presencia de Magnano en pantalón corto ya no resulte tan llamativa como entonces, debajo siempre hubo un gran retrato social cuya reivindicación de la solidaridad agraria y la sororidad entre campesinas resulta, si cabe, más hermoso. Y, si eso no es suficiente, hay una trama criminal y un "cuadrado" amoroso capaz de entretener a cualquiera.

La sonora historia de amor extramatrimonial entre Ingrid Bergman y Rossellini provocó que el cambio que supuso esta película en su filmografía fuera tratado con gran desprecio por la crítica internacional. Una vez olvidado el elemento cegador del momento, podemos ver claramente cómo el italiano evolucionó su pureza neorrealista inicial, incluyéndola en el melodrama para reinventarlo. Pero, más allá de cambios históricos del séptimo arte, pocas veces hemos visto a una Ingrid Bergman mejor que en este drama romántico sobre una mujer desubicada al llegar a la tierra de su marido, una pequeña y árida isla volcán que pronto se tornará en cárcel de paisaje infernal.

Como Rossellini, Sica también evolucionó sus premisas iniciales. En esta película pasa de neorrealismo a realismo mágico con esta historia sobre unos desfavorecidos que, de nuevo, necesitarían un milagro para salir de su situación. Esta vez, eso sí, el milagro ocurre. Quizás la película más luminosa de todo el movimiento.

Tras 'Stromboli' y antes de crear esa película que, dicen, dio paso al cine moderno ('Te querré siempre'), Rossellini y Bergman pusieron su talento y su mirada en la burguesía ¿Qué ha estado haciendo la clase acomodada durante tantas y tantas miserias? Más importante aún ¿Qué debería haber estado haciendo? Aquí, Bergman es una madre acomodada que, en shock por el suicidio de su hijo, decide expiar su culpa ayudando a los niños más desfavorecidos, viendo una realidad que ya no le permite mirar para otro lado. Claro, su familia y amigos, ciegos en su burbuja, no la comprenden.

Los niños siempre han tocado la fibra sensible del espectador pero un perro ya es demasiado. 'Umberto D.' tiene al protagonista canino más destacado del séptimo arte (lo siento Hachiko) y la historia de su dueño, un anciano arruinado, no puede ser más demoledora ¿Sin dinero para mantenerlo, será capaz de separarse de él? Si no han visto al película, ya saben cómo descubrirlo.

Aunque se podía haber rodado en la España de 2011, esta película de De Santis tiene más de medio siglo. No obstante, no podemos evitar que esta historia sobre cómo centenares de mujeres se presentan a un precario puesto de secretaria nos resulte muy familiar y cercana. A todo esto, una de las candidatas está interpretada por una Lucía Bosé al comienzo de su carrera.

Stanley Kubrick la situó como su película favorita y, aunque no es de las más conocidas del maestro italiano, no es el único que la reclama como una de las grandes películas de la historia del cine. Fellini nos lleva a un pequeño pueblo costero repleto de gentes humildes y trabajadoras donde destacan cinco jóvenes que, al contrario que el resto de sus vecinos, están decididos a no hacer nada de provecho en la vida. El neorrealismo se impregna de ironía y humor, fijándose en unos personajes menos impolutos de lo acostumbrado, en uno de los primeros grandes trabajos del maestro de Rímini.

Aunque podríamos definirla como una historia de amor entre dos pobres artistas ambulantes, 'La Strada' es algo aún más universal. Giulietta Masina da vida a la inocente y bondadosa Gelsomina, vendida por su madre al violento y duro Zampano (Anthony Quinn). Aunque él no es merecedor de su cariño, la fiel y luminosa muchacha consigue revivir el alma de este duro artista errante. La pena, claro, es que lo hace cuando ya es demasiado tarde. Cuidado, 'La Strada' tiene uno de esos finales que te parten el alma en dos. Mucha culpa de ello la tiene la música de Nino Rota.

Quizás la mejor escena para definir el neorrealismo felliniano sea la última de esta película. Antes de llegar a ella tendremos el amargo placer de disfrutar de esta historia sobre una enamoradiza prostituta (Masina, de nuevo) engañada por un sinvergüenza.

El melodrama ya había inundado el espíritu del neorrealismo en esta obra mayor de Visconti. Sin embargo, la historia de estos cuatro hermanos inmigrantes en Milán guarda mucho de esa mirada social que conquistó al mundo una década atrás. Por encima de todo destaca Alain Delon como boxeador amateur en la que, sin duda, es la película más emocional y completa de un cineasta tan complejo como Luchino Visconti.

Pasolini llegó tarde pero con la fuerza de un torrente para poner su granito de arena al neorrealismo. Pero esta vez el protagonista no es un pobre infeliz del que compadecernos. La mirada es la misma pero hacia un personaje miserable, un chulo que se ve abocado a la miseria y la burla social tras quedarse sin su principal sustento, la mujer que lo mantenía vendiendo su cuerpo. Sin embargo, en el descenso de humillaciones de este joven no hay venganza ni recochineo, sino compasión.

El gran documentalista de cortometrajes Vittorio de Seta (no, no es una parodia de De Sica) realizó este largometraje sobre las desventuras de unos pastores en la Isla de Cerdeña. Aunque su interesante obra se compone en su mayoría de grandes cortometrajes, este largo debería ser más recordado de lo que es. Aunque siempre nos acordaremos más del otro Vittorio, esta película es, para muchos, el último ejemplo del neorrealismo más puro. También, por qué no decirlo, es uno de los mejores.

Si el grito de Anna Magnani en 'Roma, ciudad abierta' empezó todo esto, tiene sentido que su voz quebrada le ponga fin. La monumental actriz interpreta aquí a una madura prostituta y madre soltera de un adolescente al que ya no es fácil ocultar su vida nocturna. Los paseos nocturnos y charlatanes de Magnani por las carreteras desangeladas de las afueras de Roma siguen siendo un recital de interpretación insuperable.