Pablo de Grecia: una vida salpicada por la tragedia

El padre de la reina Sofía ostentó la corona griega durante 16 años. Tuvo que escapar en varias ocasiones del país y sufrió en sus carnes los sinsabores de una vida salpicada por la tragedia.

El rey Pablo de Grecia y su mujer, la reina Federica, en 1954.

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Durante aquel exilio en Inglaterra, y hasta 1935, el príncipe tuvo que trabajar como mecánico de motores de avión bajo el seudónimo de Paul Beck.

El rey Pablo de Grecia se despidió de este mundo un seis de marzo de 1964 escuchando La Pasión según San Mateo de Bach y conversando a solas con su mujer, la reina Federica. ** El soberano se mostró lúcido en todo momento, a pesar de los dolores que le producía el cáncer de estómago del que fue operado de urgencia días atrás.** Sabía que estaba viviendo sus últimas horas de vida y se negó a que los médicos le administrasen un tranquilizante porque, según narra la propia Federica en Memorias. La madre de la reina Sofía, quería estar consciente hasta el final. La llama de la lamparita que ardía en la alcoba del monarca se apagó de repente. Justo en el mismo instante en el que el soberano exhaló su último suspiro.

El funeral de Pablo I de Grecia, que reinó sobre los helenos durante más de 16 años, fue uno de los más solemnes que se recuerdan. Las calles de Atenas estaban llenas de personas que querían despedir a su soberano. Detrás del féretro todos los miembros de la familia real. A la cabeza, su sucesor, el joven rey Constantino, que había jurado su cargo en el mismo instante del fallecimiento. Su viuda y sus hijas, Sofía –acompañada por su marido el príncipe Juan Carlos– Irene. Todos siguieron el cortejo hasta el palacio de Tatoi, situado en el monte Párnitha. Allí descansarían los restos de un monarca que amó profundamente a su familia y a su país.

Pablo Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg nació en Grecia en 1901 y vivió tres exilios. El primero comenzó en 1917 cuando su padre, el rey Constantino, tuvo que abdicar a causa de su acercamiento a Alemania durante la primera Guerra Mundial. El segundo se produjo en 1923 (habían vuelto a Grecia en 1920) tras la derrota en la guerra contra Turquía y la instauración de la II República. Durante aquel exilio en Inglaterra, y hasta 1935, el príncipe tuvo que trabajar como mecánico de motores de avión bajo el seudónimo de Paul Beck. Después de un periplo en el extranjero, la familia real regresó a su país cuando el hermano de Pablo, Jorge II, fue proclamado rey gracias a la presión de los monárquicos.

En la década de los treinta, Pablo y Federica se conocen en Florencia. El príncipe griego y la hija del duque de Brunswick tuvieron varios encuentros durante sus vidas, como en la boda de la princesa Marina con el duque de Kent o en las carreras de Ascot. Pero fue en la ciudad italiana donde se miraron cara a cara, como recuerda la propia Federica en sus memorias. El compromiso de la pareja se produjo en Austria cuando el hijo de Constantino de Grecia pasaba unos días de vacaciones con los Hannover. Enseguida comenzaron con los preparativos de la boda que se celebró el nueve de enero de 1938. De aquella unión nacieron sus tres hijos: Sofía, futura reina de España; Constantino, el diadokos o príncipe heredero e Irene.

Felipe VI y Cristina de Borbón durante el funeral por el aniversario de la muerte de Pablo de Grecia el pasado marzo.

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A pesar de la estabilidad familiar, Pablo aún sufriría otra una huida. Durante la II Guerra Mundial, Alemania e Italia invadieron Grecia y los miembros de la familia real tuvieron que trasladarse de la noche a la mañana a Sudáfrica, a bordo de un buque mercante. Pronto tuvo que abandonar a su mujer e hijos en el país africano para seguir liderando el ejército griego junto a su hermano, el rey, desde Inglaterra y salvar a sus súbditos de una contienda sangrienta que estaba acabando con la vida de muchos compatriotas.

Tras la muerte de Jorge II de un ataque al corazón en 1947, Pablo hereda la corona helena cuyo lema era “Mi fuerza es el amor de mi pueblo”. Ese sentimiento, unido a las ayudas del Plan Marshall, impulsaron al soberano a reconstruir el país y crear escuelas para niños y talleres profesionales para jóvenes. En el libro La Reina de Pilar Urbano, la reina Sofía recuerda a su padre como un hombre tranquilo, dueño de sus nervios, reposado de carácter, con muchas ideas y muy buenas iniciativas para el bienestar de sus súbditos.

Para Federica de Grecia su marido era generoso y los políticos de su país veían en la figura del Jefe del Estado un referente. Sabía escuchar, era comprensivo con su pueblo y, como rememora la propia reina, amaba la misión que se le había encomendado. Lo que más apreciaba era cuando le regalaba, todas las primaveras, la primera orquídea salvaje que encontraba en el campo.

La última vez que Palo reunió a toda su familia fue en el 50 aniversario de su muerte. Capitaneados por Constantino, Sofía e Irene se celebraron una serie de actos para honrar su memoria como la proyección del documental Pablo, un rey fuera de lo común y una misa ortodoxa en el palacio de Tatoi.

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