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Izquierda y derecha

Este artículo me lo envió Antonio Z. antes que ayer la carta de Pedro Sáncbez revolucionase todo el panorama político español, aunque viene muy bien a ese difícil debate sobre la permanencia o no de Sánchez que hemos iniciado también en ATRIO. Me satisface que inicie con un recuerdo del padre Diez Alegría del que guardo tantos. Precisamente hace unos días lo visualicé en un sueño desde mi inconciente profundo, animándome a seguir testimoniando un Dios de izquierda de verdad. AD.

Recuerdo una charla que hace unos cincuenta años dio el P. Díez Alegría. En ella expuso que la diferencia más fundamental entre una mentalidad de izquierdas y una de derechas era, precisamente, la confianza en los seres humanos. Para la izquierda siempre es posible mejorar, ir hacia delante, conseguir una organización social y económica más justa, un mundo más humano. Pero la derecha, por el contrario, piensa que el radical egoísmo del hombre no le permite estructurar su mundo de una manera distinta, más benévola, y por eso todos los esfuerzos realizados en la dirección de la izquierda habrían acabado en costosos fracasos.

Ciertamente no es extraño que la derecha apele al radical egoísmo del hombre, porque lo experimenta en el fondo de su mismo ser. Pero no toda la humanidad se deja arrastrar por ese egoísmo, y no todo han sido fracasos, también se han dado avances notables: no se puede comparar la situación de un obrero inglés en el siglo XIX, con las condiciones en que vive  hoy la gran mayoría de los trabajadores europeos. Es verdad que ese Estado de Bienestar en buena parte se ha conseguido gracias a la explotación del Tercer Mundo, pero también es cierto que países hace no mucho claramente tercermundistas, hoy son grandes potencias.  Y en 1948 las Naciones Unidas proclamaron la Declaración Universal de los  Derechos Humanos, señalando los grandes objetivos a los que la humanidad tiene que dirigirse.

Lo que no se ha conseguido es superar el capitalismo, que es la estructura económica promovida por el egoísmo radical de la derecha. Aquí sí que tenemos que reconocer los repetidos fracasos cosechados por los movimientos anticapitalistas. Pero no podemos admitir la famosa afirmación de Margaret Thatcher: “No hay alternativa”. “No se puede superar el capitalismo”. Precisamente lo que hoy el planeta Tierra no puede soportar es que sigua  el sistema capitalista.

En esta situación debemos tener muy en cuenta que, cuando perseguimos un objetivo, por ejemplo, curar una enfermedad, puede que unos intentos fracasen, pero eso no quiere decir que haya que resignarse con la enfermedad. Cuando yo era niño, la tuberculosis era una enfermedad prácticamente sin cura; los enfermos languidecían largo tiempo en sanatorios antituberculosos y difícilmente lograban curarse. Con el descubrimiento de los antibióticos todo cambió y hoy la tuberculosis es una enfermedad curable.

En el terreno social, se ha tratado de combatir el capitalismo desde el anarquismo o, sobre todo, desde el socialismo científico de Marx. Y ahí sí tenemos que reconocer que se han sufrido costosos fracasos, pero eso no nos debe llevar a resignarnos a convivir con el capitalismo como algo inevitable. Tenemos que apelar a la confianza en los seres humanos con su aspiración a una organización social y económica más justa, un mundo más humano.

Para avanzar tendremos que superar esa gran arma de la derecha que es la mentira. Empezando por esa gran mentira de que no es posible una alternativa al capitalismo. En España el defensor más claro de esa mentira es el Partido llamado Popular (PP). Que ya es otra mentira llamarse Popular, cuando, dadas sus malas relaciones con la verdad y con los intereses de las clases populares, sería mucho más justo llamarle Partido Pecador.

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