El apóstol Pablo ante la esclavitud - Protestante Digital

El apóstol Pablo ante la esclavitud

Hemos de pedirle al Señor sabiduría para poder distinguir adecuadamente y no confundir nuestros principios políticos con nuestros principios espirituales.

23 DE ABRIL DE 2016 · 17:55

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Debemos ser cuidadosos en no confundir la justicia, a que se refiere Jesús en las bienaventuranzas (Mt 5:10), con alguna otra causa diferente que puede ser en sí misma muy legítima, pero que no responda al concepto de justicia que exige el Señor. Las causas pueden ser de diversa índole: sociales, políticas, religiosas, ideológicas, etc., pero en cualquier caso son causas distintas a la justicia que reflejó en su vida Jesucristo. No es extraño que en determinados ambientes, si se mezcla la religión con las ideas políticas, se desate pronto la persecución. Sin embargo, ¿sería correcto decir que dicha persecución es por causa de la justicia?

Durante el pasado siglo XX hubo algunos hombres que fueron perseguidos, encarcelados, torturados e incluso ejecutados por razones político-religiosas. ¿Sufrieron por causa de la justicia o por alguna otra causa? No es que los creyentes como ciudadanos no podamos defender los principios sociales o políticos que consideremos acertados pero, si sufrimos por esta causa, debemos tener claro que la promesa de la última bienaventuranza no se aplica aquí. Cada cual es libre ante el Señor de sufrir o militar en la causa que honestamente considere mejor, pero no reclamemos luego a Dios que su promesa no se cumple en nuestra vida. Estas palabras de Jesús se refieren explícitamente a sufrir por causa de la justicia de Dios, no por la de los hombres. Hemos de pedirle al Señor sabiduría para poder distinguir adecuadamente y no confundir nuestros principios políticos con nuestros principios espirituales.

Tenemos un claro ejemplo de esto en la actitud de Pablo hacia la práctica de la esclavitud que era común en sus días. Algunos autores han censurado el comportamiento del apóstol ante este problema social, en el sentido de que no realizó ninguna condena formal de la esclavitud, ni se opuso a ella o fundó ningún movimiento que militara a favor de su abolición. Lo que sí afirmó Pablo fue que todos aquellos que se bautizaban en Cristo se convertían en hijos de Dios por la fe en Jesucristo y que, a partir de ese instante, ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús y… herederos de Abraham conforme a la promesa (Gál 3:28-29). Es decir, Pablo reconoce que la esclavitud, así como el racismo o la discriminación sexual carecen de toda justificación en el ámbito de la fe cristiana. A quienes se convirtieron a Cristo siendo esclavos les dice: ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te preocupes; pero si puedes hacerte libre, por supuesto procúralo. Porque el que en el Señor es llamado siendo esclavo, es hombre libre en el Señor. De igual manera, también el que es llamado siendo libre, es esclavo del Señor (1 Co 7:21-22).

Es cierto que Pablo no se enfrentó a los poderes políticos de su tiempo reclamando la abolición de aquella lacra social que tanto nos repugna desde la mentalidad de hoy. Quizás si lo hubiera hecho, su carrera como apóstol de los gentiles se habría visto truncada prematuramente, ya que semejante reivindicación se pagaba con la vida. No debe olvidarse que Roma basaba la economía de su imperio en la mano de obra barata que suponían los esclavos. Piénsese por ejemplo en la rebelión de los mismos que se refleja en la famosa película Espartaco y las importantes consecuencias sociales que supuso para el Imperio romano. La causa de la abolición de la esclavitud no era la causa de Pablo. Con todo, si él hubiera decidido luchar en ese frente y sufrir la persecución por acabar con la esclavitud, ¿se podría decir que lo habría hecho por causa de la justicia? Yo creo que no.

Lo mismo podría decirse del nacionalismo hebreo. También Pablo, como el mismo Señor Jesús o el resto de los apóstoles, podían haber militado en la lucha zelota contra el imperialismo romano. Afortunadamente no lo hicieron y eso permitió que el evangelio llegara hasta nosotros hoy. Pero aun suponiendo que lo hubieran hecho, los posibles sufrimientos y persecuciones que habrían padecido no podrían ser considerados, en el sentido de esta bienaventuranza, por causa de la justicia, sino por otras causas diferentes. Causas que podrían ser muy legítimas, aunque no constituyeran propiamente el fundamento de la extensión del reino de Dios en la tierra.

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