URGENTE |
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MONARQU�A | Hizo carrera como escritor y pol�tico
Otto de Habsburgo junto a su mujer en Viena (Austria)
Sobrevivi� a la pena de muerte dictada por los tribunales nazis y lleg� a enorgullecerse de una Europa unida y pr�spera a la que, sin embargo, sermoneaba por la timorata y ombliguista perspectiva que adoptaba respecto a sus propias crisis.
El heredero del �ltimo emperador austroh�ngaro, Otto de Habsburgo, ha fallecido este lunes por la ma�ana a los 98 a�os en Baviera (Alemania), donde resid�a.
Nacido en 1912 y destinado a suceder a su padre Carlos I, Otto de Habsburgo, originariamente Otto de Habsburgo-Lorena, vivi� muchos a�os en el exilio despu�s de la disoluci�n del imperio austroh�ngaro en 1919. Tuvo que huir con su familia a B�lgica y despu�s a Francia, burlando a los servicios secretos del Tercer Reich.
Hitler odiaba a Otto y a la familia de los Habsburgo por su oposici�n p�blica a la anexi�n de Austria y hab�a dado orden expresa de exterminar el apellido, y fue gracias al c�nsul portugu�s en Burdeos, Ar�stides de Sousa Mendes, como obtuvieron visados para pasar la frontera franco-espa�ola, al igual que muchos otros refugiados que consiguieron as� huir de los nazis.
Posteriormente, hizo carrera como escritor y pol�tico. Se instal� en Baviera en los a�os 1950 y se afili� al Partido Socialcristiano, la CSU, tras tomar la nacionalidad alemana.
Dedic� su vida a trabajar por el inter�s general de Europa, m�s que por sus intereses personales o por el trono, con el sentido del servicio y del deber de un pr�ncipe europeo medieval y haciendo honor a aquel lejano d�a en el ducado de Suabia (hoy Suiza), cuando su familia se erigi� en servidora de los destinos de Europa.
Una estirpe aristocr�tica que ya no existe en ninguno de los actuales miembros de la realeza europea.
Pol�glota y europe�sta, Otto de Habsburgo fue diputado del Parlamento Europeo desde 1979 a 1999 y dirigi� el Partido Popular Europeo (PPE). Hasta el �ltimo de sus d�as quiso valorar en su justa medida la crisis del euro, advirtiendo que "las heridas del dinero nunca son mortales" y recordando que "la gran baza de Europa es su cultura, que est� tan profundamente arraigada que puede conocer renaceres insospechables".