Novalis: nostalgia del Absoluto

Novalis fue considerado por Goethe como el potencial Imperator de la vida espiritual en Alemania: en tan alta estima tuvo su fuerza poética y filosófica. Friedrich von Hardenburg (Novalis) murió pronto, con tan sólo 29 años de edad. La gran repercusión de su obra no tuvo lugar hasta después de su muerte, cuando los gigantes Ludwig Tieck y Friedrich Schlegel editaron tres años después algunas de sus obras póstumas, como la novela Enrique de Ofterdingen; antes sólo fueron editados escasos aforismos y fragmentos de pensamientos: Fe y amor y los Himnos a la noche.

A Novalis se le suele considerar como el representante más genuino del primer Romanticismo alemán, casi el prototipo de un nuevo modo de pensar y sentir (siendo unos cincuenta años más joven que Kant, Lessing, Klopstock y Wieland, y contemporáneo de Schlegel, Clemens Brentano y el mencionado Tieck). Nuestro autor se encuentra anclado entre dos movimientos culturales contrapuestos: la Aufklärung (o Ilustración alemana) y el propio Romanticismo. En 1798, como nos cuenta Eustaquio Barjau en la fantástica edición de Cátedra de los Himnos a la noche y el Enrique de Ofterdingen, Novalis anuncia a su amigo Schlegel un gran plan: «una idea muy grande, muy fecunda, que lanza un rayo de la máxima intensidad sobre el sistema de Fichte, una idea práctica», y tal proyecto concierne además a la realización de los deseos y presentimientos más atrevidos del hombre de todos los tiempos.

Lo mismo que un rey de la Naturaleza terrestre, la luz concita todas las fuerzas a cambios innúmeros, ata y desata vínculos sin fin, envuelve todo ser de la tierra con su imagen celeste -su sola presencia abre la maravilla de los imperios del mundo. Pero me vuelvo hacia el valle, a la sacra, indecible, misteriosa noche.

Novalis, Himnos a la noche, I

Novalis

Al despliegue de esta idea en germen lo llamará Novalis «idealismo mágico», un proyecto que tiene que ver en su núcleo con la relación del hombre con el cosmos, relación que podemos caracterizar globalmente como intuición intelectual. Sin embargo, explica E. Barjau en el mismo lugar, «lo que caracteriza la intuición intelectual novaliana del Universo es lo siguiente: en el poeta esta visión es además un éxtasisec-tasis–, una salida del hombre de sí mismo y una proyección activa del sujeto sobre el objeto que conoce, una acción del ser humano sobre las cosas. […] [L]a analogía que existe entre el alma individual y el cuerpo humano, por una parte, y la que se da entre el alma del Universo y éste, por otra; es la doctrina del microcosmos y el macroanthropos». Así, aquella intuición intelectual no es entonces una aprehensión pasiva de lo que se halla fuera de nosotros, sino más bien una actuación de nosotros sobre lo exterior al yo. La magia, en último término, será el arte de actuar sobre las cosas –a voluntad del mago–, de transformar la realidad. Esta mágica actuación del ser humano (en concreto, la del poeta) sobre las cosas constituye su auténtica tarea, su vocación: imponer la idea y el espíritu sobre la materia, espiritualizar el cosmos.

Es sorprendente que el interior del hombre sólo haya sido tratado en forma tan escasa y carente de espíritu. […] A nadie se le ocurrió buscar nuevas fuerzas, todavía sin denominar.

Novalis realiza un giro que Arthur Schopenhauer repetirá una generación más tarde en forma de un sistema cerrado. Éste, al igual que Novalis, distinguirá entre el conocimiento según el principio de causalidad (o representación), y su forma íntima, ligada al cuerpo. De esta manera, el hombre no sólo se experimenta a sí mismo cuando realiza un análisis introspectivo, sino que también se adentra en la dimensión interior del mundo. En sus manuscritos berlineses, Schopenhauer escribía que «hemos ido hacia fuera en todas las direcciones, en lugar de entrar en uno mismo, donde ha de resolverse todo enigma». Novalis, como nos explica Rüdiger Safranski en su libro Romanticismo, dio también el nombre de «voluntad» a estas fuerzas no investigadas aún en la historia del pensamiento. Tal voluntad se convierte para Novalis en algo mágico; cuando hayamos aprendido este idealismo mágico, escribía nuestro autor en sus diarios, «cada uno será su propio médico, y podrá granjearse un sentimiento completo, seguro y exacto de su cuerpo».

Ya no tenemos nada que buscar –
harto está el corazón – vacío el mundo.

Novalis, Himnos a la noche, VI

El acontecimiento decisivo de la vida de Novalis tiene lugar cuando conoce y se enamora profundamente de Sophie von Kühn (muchacha de apenas trece años). Poco tiempo después, la joven muere, lo que causará un gran dolor en el corazón de Novalis. Safranski nos explica en la obra mencionada que «para superar ‘todo infortunio de la vida’, se sumerge en las fuerzas creadoras de la naturaleza, que advierte también en sí mismo. ‘El camino misterioso va hacia dentro’. […] Novalis está henchido de la fe en que la muerte que él mismo se inflige es una transformación y no un final. Orfeo sigue a Eurídice, pero no al reino de los muertos, sino a una vida superior. La añoranza de la muerte es en realidad la aspiración a una vida incrementada, y él quiere alcanzarla por la fuerza de su voluntad y atraído mágicamente por la imagen transfigurada de su amada. En el dolor de la separación nota su ‘llamada al mundo invisible'»: será la llamada de la Noche. Así, escribe en los Himnos de la noche:

¿Tiene que volver siempre la mañana? ¿No acabará jamás el poder de la tierra? Siniestra agitación devora las alas de la Noche que llega. ¿No va a arder jamás para siempre la víctima secreta del Amor? Los días de la Luz están contados; pero fuera del tiempo y del espacio está el imperio de la Noche. – El Sueño dura eternamente. Sagrado Sueño – no escatimes la felicidad a los que en esta jornada terrena se han consagrado a la Noche. Solamente los locos te desconocen y no saben del Sueño, de esta sombra que tú, compasiva, en aquel crepúsculo de la verdadera Noche, arrojas sobre nosotros. Ellos no te sienten en las doradas aguas de las uvas – en el maravilloso aceite del almendro y el pardo jugo de la adormidera. Ellos no saben que tú eres la que envuelve los pechos de la tierna muchacha y convierte su seno en un cielo – ellos ni barruntan siquiera que tú, viniendo de antiguas historias, sales a nuestro encuentro abriéndonos el Cielo y trayendo la llave de las moradas de los bienaventurados, de los silenciosos mensajeros de infinitos misterios.

En vida siempre le rodeó (sus amigos y familiares más cercanos eran unánimes al respecto) un halo de misterio que respondía a su carácter llamativamente taciturno. Él mismo declaró que:

La sede del alma está ahí donde el mundo interior y el mundo exterior se rozan. Donde uno y otro se entrecruzan está el alma, en cada punto de contacto.

Contamos con un fantástico ensayo, Novalis. La nostalgia de lo invisible, escrito por el consagrado ensayista Antonio Pau, de muy recomendable lectura. Este libro, editado magníficamente por Trotta, ilustrado con diversas y valiosas fotografías, se inscribe en el amplio elenco de biografías (casi noveladas, por lo ameno de su desarrollo) que Pau ha publicado sobre personalidades tan dispares, pero a la vez tan cercanas, como las de Rilke, Hölderlin, Juan Ramón Jiménez, Thibaut o el propio Novalis. Estas dos últimas de particular interés, si tenemos en cuenta la gran carencia de estudios sobre ambos autores que existe en lengua española. En la introducción del volumen leemos:

«Ejercítate en la lentitud» (Übe dich in der Langsamkeit), escribió Novalis en uno de los cuadernos que siempre tenía a mano. Sintió casi desde la infancia la inminencia de la muerte, y precisamente por eso tenía que escribir despacio. No habría tiempo para la revisión. «Todo es semilla» (Alles ist Samekorn), escribió también, en otro lugar, en otro cuaderno. Una semilla que él sabía bien que no vería germinar.

Su vida fue una búsqueda constante de lo absoluto. Ese absoluto que el hombre intuye entre lo efímero que le rodea. «Buscamos por todas partes lo absoluto -escribió Novalis-, y encontramos siempre y sólo cosas». Pero que sólo encontrara cosas no le desanimó. Lo que hizo fue ahondar en ellas, y lo hizo por dos caminos: el estudio de las cosas a través de la ciencia, y la búsqueda de su misterio a través de la poesía. Por eso, para Novalis, ciencia y poesía tienen una misma meta y al final confluyen. Al confluir levantan el velo que cubre la realidad, y las cosas aparecen como un receptáculo de lo absoluto.

[…] La vida y la obra, truncadas ambas, de Novalis, han quedado como esos torsos griegos a los que el tiempo ha mutilado con tanta belleza. Goethe vivió ochenta y dos años de perfecta salud y dejó una obra impecable. Novalis vivió veintiocho, una gran parte enfermo, y sólo ha dejado fragmentos inconexos, novelas sin terminar y un puñado de poemas. Sin embargo, su vida y su obra tienen la misma perfección que las del viejo poeta ilustrado. La vida y la obra de Novalis parece que tenían que ser así, dolientes y mutiladas, para alcanzar la perfección que les correspondía.

Poemas tardíos

También es del todo relevante la poesía novaliana más tardía, generalmente poco conocida pero imprescindible para entender el pensamiento y las creaciones literarias del joven romántico, publicada por la editorial Linteo en una cuidada edición bilingüe. Bajo el título de Poemas tardíos se reúnen una serie de poemas escritos en los últimos años de la vida de Novalis –entre los veinticinco y los veintiocho años– a los que se ha prestado poca atención, pero que sin duda, en palabras de Antonio Pau, autor de esta edición, resultan valiosos y originales, pues revelan con toda nitidez la visión personalísima dentro del movimiento romántico que Novalis tenía del mundo. En la introducción leemos que «Entre los Poemas tardíos cabe distinguir tres grupos: los Poemas de Freiberg, por el lugar en que fueron escritos. Son poemas con abundantes referencias autobiográficas aunque predomina el carácter esencialmente simbólico. El segundo grupo lo forman los Poemas del regreso, al hogar familiar. La poesía, dirá en uno de los fragmentos de estos mismos meses, ha de ser una ‘insinuación en voz baja’. Símbolos como el ‘niño» o el ‘libro’ (recuérdese la frase de Novalis de Platero y yo: ‘Dondequiera que haya niños, existe una Edad de Oro’), la palabra como creadora de armonía, ecos del tópico ‘beatus ille’ y referencias a personas ligadas a la vida del poeta son algunos de los referentes de estos poemas. El tercer grupo que forman estos Poemas tardíos son los integrados en la novela Heinrich von Ofterdingen, una novela escrita en una prosa poética sobria, precisa, pero de gran musicalidad. Novela sin apenas argumento, en ella se narra la evolución del personaje Heinrich desde el nacimiento de su vocación poética hasta que esa vocación llega a su plenitud, lo que se produce con la muerte de la dulce Mathilde. Con esta novela Novalis no se propuso contar historias, sino hablar de la esencia misma de la poesía. Estos Poemas tardíos se traducen por vez primera al español y nos ofrecen una visión más completa de la poesía de Novalis».

 Buscamos por todas partes lo incondicionado y sólo encontramos cosas.

6 comentarios en “Novalis: nostalgia del Absoluto

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  3. Agradecido por tu artículo, estoy decantando mucho de lo que ha expresado este autor tan vital para la lengua, para las incontables maneras de comunicarnos, de tocar al otro, a lo otro, a las cosas, a los misterios de tanto significado que late en la lengua y muchas veces ni sabemos lo que en realidad emerge de nuestros labios o manos… Gracias.

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