La boda de Beatriz de Holanda con el diplomático alemán Nicolás de Amsberg en 1966 sentó como un tiro a los holandeses. Molestaba que el consorte de la futura reina, fallecido en 2002, hubiera sido miembro de las ** Juventudes Hitlerianas** y servido en un ejército que tanto daño había causado a los Países Bajos. El día de la ceremonia en la catedral de Amsterdam, el pueblo holandés recibió a los recién casados no con arroz sino tirándoles objetos, algunos tan típicos de esa ciudad como una bicicleta. Con el tiempo, no obstante, Nicolás de Amsberg se ganó su respeto.
Que la polémica está más que olvidada quedó demostrado ayer con el cálido recibimiento que la ahora princesa Beatriz tuvo de parte de los Engelandvaarders, un grupo de veteranos de guerra que escaparon de Países Bajos para unirse al ejército británico y lucharon en Normandía. Rudi Hemmens, presidente de la asociación, estuvo especialmente cariñoso con Beatriz de Holanda. Le cogió la mano, estuvo pendiente de ella durante toda la reunión y la despidió luego con un galante beso.
Dado que todos los Engelandvaarders tienen más de 90 años, era la última vez que se reunían. Son tan pocos, explicaron ayer a los medios, que no quieren seguir gastando dinero en estos encuentros. Pese a ello, Rudi Hemmens, que el pasado junio cumplió los 95, dijo que esperaba poder seguir viendo a la antigua reina.
Ni a Katharine Hepburn al mirar a Henry Fonda en En el estanque dorado le brillaban tanto los ojos como a Beatriz de Holanda al despedirse del héroe desde su coche. ¿Sería solamente un hasta luego?
