Tiaras, nazis y bicicletas por los aires: 55 años de la accidentada boda de Beatriz de Holanda

El 10 de marzo de 1966, fecha de su boda con aquel tímido Claus von Amsberg, las bicicletas volaron por los aires.
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Hoy hace 55 años que se casó la antepenúltima princesa de Orange. Beatriz, –reina de los Países Bajos desde 1980 hasta que abdicó en 2013–, se enamoró de un jovencito que no resultó del agrado de muchos de sus compatriotas en la fiesta preboda de la princesa Tatiana de Sayn-Wittgenstein-Berleburg y el príncipe Mauricio de Hesse y Saboya. Fue en 1964 y el 10 de marzo de 1966, fecha de la boda con aquel chico tímido, las bicicletas volaron por los aires.

Claus von Amsberg tenía un pasado incómodo. El diplomático alemán había sido inscrito sistemáticamente, como tantos otros jóvenes de su generación, en las Juventudes Hitlerianas con 17 años. El consorte de la reina y los holandeses habían pertenecido a bandos distintos, pues el reino de los tulipanes fue uno de los territorios más azotados por los nazis durante la II Guerra Mundial y la familia real huyó al completo durante la ocupación en mayo de 1940. A la peculiar reina Juliana tampoco le pareció el mejor candidato para ocupar el corazón de su primogénita. Sabía de lo que hablaba. Cuando ella se comprometió con el príncipe Bernardo de Lippe-Biesterfeld, también de origen germano, el pueblo neerlandés manifestó su descontento. Adolf Hitler promocionó esta unión como una alianza entre los dos estados y así la entendieron los paisanos de la novia aunque la reina Guillermina (abuela de Beatriz) dijo que ella no tenía de nazi ni el bigote de su marido, el duque Enrique Vladimiro de Meckelumburgo-Schwerin, que, por cierto, también era alemán.

A pesar de las voces discrepantes, el Parlamento aprobó el casorio de la heredera Beatriz y el discreto Claus tras convertirlo en ciudadano holandés bajo el nombre de Nicolás de Amsberg y una huelga de hambre de la princesa que duró tres días. Aquel 10 de marzo Ámsterdam amaneció tomada por la policía y con muchos de sus edificios pintarrajeados con una esvástica en el color naranja, el de la dinastía Orange-Nassau. La princesa eligió la tiara Wurttemberg de diamantes y perlas para recorrer el trayecto desde el Palacio Real hasta el Ayuntamiento. Esta diadema fue un regalo del rey Guillermo I de Wurttemberg a su hija Sofía cuando se casó con el rey Guillermo III de los Países Bajos, bisabuelos de Beatriz, en 1839. El mismo diseño de la joya fue bordado en la parte delantera del vestido nupcial de seda y satén duquesa con cola de cinco metros de largo y dos de ancho diseñado por Caroline Bergé-Farwick de Maison Linette.

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El kilómetro y medio que separa ambos edificios estaba defendido por 5.000 miembros de la seguridad del Estado. Los amsterdaneses no estaban allí para aplaudir el cortejo nupcial sino para impedir la unión de los enamorados. O al menos para presionar a la novia para que no pronunciase el "sí quiero". Pese a que el cielo de ciudad de los canales estaba despejado llovió sobre los tortolitos: los manifestantes lanzaron contra el vehículo en el que viajaban todo tipo de objetos, incluidos botes de humo y varias bicicletas, símbolo de la ciudad. Pese a las protestas Beatriz y Nicolás consiguieron su primer objetivo: casarse por lo civil. En las fotos de aquella jornada no se los ve muy afectados por el descontento general. También lograron su segunda misión: reafirmar su cariño ante los ojos de Dios en el templo protestante más importante de la ciudad, La Westerkerk, justo detrás de la casa de Ana Frank la cual cita este edificio religioso en su diario escrito durante el asedio nazi al país.

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Cuando el heredero de Beatriz, hoy rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos, se casó con la argentina Máxima Zorreguieta en 2002 también se hicieron oír las protestas del pueblo. Entre los 70.000 holandeses vestidos de naranja que vitoreaban a la pareja sobresalió una cacerolada con la que sus promotores manifestaron la antipatía que les despertaba el padre de la novia, Jorge Zorreguieta, que había sido ministro de Agricultura durante la dictadura del general Jorge Rafael Videla y al que el gobierno holandés no permitió asistir a la boda. Uno de los descontentos les lanzó a los recién casados una bolsa con pintura blanca. La policía arrestó a 16 personas por insultos a la familia real.

Con los deberes hechos, Beatriz y Nicolás volvieron al escueto palacio de la plaza Dam desde cuyo balcón principal saludaron a los pocos defensores de este matrimonio que duró hasta la muerte de él el 6 de octubre de 2002. La discreción del novio, que nunca se metió en ningún asunto político al menos públicamente, le sirvió para hacerse con el cariño de los neerlandeses. En representación de los Borbones españoles, entonces en el exilio, acudieron los reyes Juan Carlos y Sofía y la infanta Pilar.

Beatriz de Holanda y Nicolás de Amsberg

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La carroza dorada de cuento de hadas en la que se movieron los novios aquella segunda semana de marzo es otra pieza polémica de este puzle nupcial, aunque no lo fue entonces. El carruaje, que inspiró a Walt Disney para dibujar los de las princesas de varias fábulas animadas, está decorado con una pintura conocida como Homenaje a las colonias. En ella nativos indios, africanos y asiáticos aparecen postrados ante una virgen blanca que representa a los Países Bajos a la que le ofrecen el cultivo de sus tierras. El carro fue un regalo que le hicieron algunos vecinos de Ámsterdam a la reina Guillermina cuando tomó posesión del trono al cumplir la mayoría de edad en 1898 (era reina desde 1890). No era su coche favorito. El pan de oro le parecía demasiado efectista para una sobria soberana protestante. En su elaboración participaron 1.200 artesanos. Los niños del orfanato Burgerweeshuis se encargaron de realizar las almohadas del carruaje.

En septiembre de 2015 fue la última vez que los reyes Guillermo Alejandro y Máxima ocuparon esta carroza. Actualmente está restaurándose. Cuando las obras de reparación finalicen será expuesta en el Museo de Ámsterdam. Pese a las críticas que consideran al coche racista por este lienzo, ni el gobierno ni la casa real han aclarado si los miembros de la familia del rey volverán a utilizarlo en ceremonias públicas.

La carroza de la discordia.

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