Pensar en futuro no es popular, especialmente para los gobernantes. Muchos de ellos tienen poco tiempo para dar resultados, lo que los hace enfocarse en los problemas a corto plazo. La ciudad en específico y su gestión dependen en gran medida de los alcaldes, que gracias a la reforma constitucional de 1994 se pueden reelegir, dándoles más tiempo de acción.
El cambio nos cuesta a todos. A veces pensamos erróneamente que las cosas se van a mantener como están ahora, pero se nos olvida que nada es estático; si no invertimos en los espacios públicos de manera constante, como en nuestra casa, las cosas se van para abajo.
Uno de los casos más emblemáticos de transformación fue el que sufrió, literalmente, una de las ciudades más bellas y visitadas del mundo, con 16 millones de turistas al año: París. En los años 1850, con el liderazgo de Napoleón III y su prefecto Haussmann, decidieron transformar la ciudad, que no siempre fue así de bella. Olía mal, el drenaje estaba a cielo abierto por las calles, no tenía suficiente iluminación y era un reto moverte por la ciudad. La calle como tal era la enemiga de los ciudadanos; en ella encontraban enfermedad y caos.
Con la decisión de Napoleón III de resolver los problemas de la ciudad, su infraestructura y con el deseo de hacerla funcional y atractiva, se enfocaron en su destrucción y transformación. Estuvo más de 20 años en obra, causando el enojo de sus ciudadanos. Esos años de molestias lograron hoy una de las ciudades más admiradas. Todo está generosamente planeado: sus 12 avenidas que nacen a partir del Arco del Triunfo, la altura de sus edificios, los parques que le devolvieron la salud a tantos parisinos, los teatros y estaciones de tren. Esta inversión en cuanto a dinero y tiempo logró que la calle tuviera su atractivo para el que fue creada: el ser disfrutada por todos.
Cambiar nos cuesta, pero nos sale más caro no invertir en nuestras ciudades. Los espacios públicos o se transforman o se desgastan. Se requiere de gobernantes y ciudadanos decididos en entrarle a las cosas complicadas, esas que te desgastan en el proceso, pero que el resultado es lo que necesitamos y queremos.
Valeria Guerra
