Aunque el título de “esposa de Lenin” es lo que más pesa en la historia de Nadezhda Krúpskaya, la pedagoga nacida en San Petersburgo en 1869 fue responsable del proyecto educativo para la Unión Soviética, además de ser figura clave en la liberación femenina y del proletariado en su país.

Krúpskaya, hija única de un militar y una institutriz, comenzó su interés por las posturas marxistas desde temprana edad, mientras se dedicaba a la alfabetización de obreros. De acuerdo con Anastassia Espinel en La primera dama de la Revolución Rusa, “Nadezhda sabía lo que quería en la vida, convertirse en maestra y luchar contra la ignorancia y opresión en todas sus manifestaciones”.

Marxista desde joven

A sus 21 años, en 1890, Nadezhda Krúpskaya se unió al Circulo Marxista de San Petersburgo, mientras trabajaba como institutriz de familias acaudaladas. Para 1895 se alió a la Liga de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera, organización marxista fundada por su futuro esposo, Vladimir Ilich Uliánov, a quien conoció por esa época y se convirtió en una de sus principales colaboradoras.

La joven era gran representante de la revolución ideológica e impartió clases en la Escuela Dominical Nocturna para Adultos de Smolensky. Ahí convivió con decenas de obreros, contribuyó a sus habilidades cognitivas y despertó motivaciones socialistas en aquellos futuros proletarios soviéticos.

A pesar de que Krúpskaya se mantenía discreta con sus alineaciones político-ideológicas, agentes infiltrados en sus clases dominicales lograron inculparla por conspiración en agosto de 1896; la joven quedó bajo arresto y para 1898 se le condenó al exilio en Ufá, al sur de Rusia.

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En un acto de camaradería más que de amor, Nadezhda y Vladimir Ilich pidieron ser exiliados juntos –él tenía la misma condena, en diferente ciudad–, como pareja, pero las autoridades exigieron un acta de matrimonio para cumplir tal petición. Ambos se casaron en 1898, unión que duró hasta la muerte del líder bolchevique en 1924.

Liberación femenina sólo con la liberación del proletariado: Krúpskaya

Desde los primeros años de matrimonio, Krúpskaya tuvo varias crisis de salud. A pesar de ello, continuó con la difusión de la causa socialista de forma clandestina, además de sus posicionamientos sobre educación y liberación femenina.

En 1899, la esposa de Vladimir Ilich publicó su primer panfleto, La mujer trabajadora, donde aseguró que la emancipación femenina sólo se alcanzaría con la reivindicación del proletariado.

“Las mujeres cobran menos que los hombres. A los dueños de fábricas les complace tener mano de obra femenina y, a veces, reemplazan a hombres por mujeres. Es por eso que muchos trabajadores exigen leyes para mantener a mujeres fuera de fábricas. […] [Pero] Los hombres no deben exigir leyes que las excluyan, sino pedir igualdad de remuneración para todos”, escribió Krúpskaya en 1899.

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Uno de sus posicionamientos más adelantados fue el asunto de la prostitución en mujeres que buscan independencia económica, pues el salario que entonces percibían no cubría sus gastos.

“¿Quién puede culpar a una mujer golpeada por la pobreza por venderse a sí misma, por preferir los únicos ingresos de fácil acceso a la existencia miserable, el hambre y en ocasiones la muerte por hambre?”, sentenció la pedagoga en La mujer trabajadora.

“Hay que tener en cuenta que no hay nada placentero en ser prostituta. […] ¡Los académicos burgueses aseguran que las prostitutas no son esclavas, sino personas que han escogido ese camino! Es la misma hipocresía que lleva a insistir que nadie impide a un trabajador dejar cierta fábrica donde es imposible respirar. […] Siguen trabajando ahí ‘voluntariamente’ de 16 a 18 horas al día”, sostuvo.

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De acuerdo con Sara Lua González en Nadezhda Krúpskaya y mujeres socialistas en la Revolución rusa, Krúpskaya y sus camaradas disentían con el movimiento feminista europeo, por considerarlo un pensamiento burgués y privilegiado.

Según recuperó Lua González, “la solución [para la liberación femenina socialista] está en abolir la propiedad privada y dar acceso a mujeres al trabajo asalariado”. Mientras en Alemania se exigía la integración femenina en toma de decisiones y derecho al voto, Krúpskaya visualizaba como mayor problema “la dependencia económica que tienen las mujeres con respecto al padre o al marido”.

Entre 1899 y 1917, sobre todo en momentos de exilio y clandestinidad, Nadezhda escribió más de 40 textos, la mayoría enfocados al desarrollo educativo.

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El texto Nadezhda Krúpskaya: enseñanza y rebeldía, de la historiadora Beatriz Guerrero, aseguró que la pedagoga rusa “defendía la enseñanza mixta, abolición de restricciones para la educación femenina e introducción de una ética laboral en programas académicos”.

Más que sólo esposa de Lenin, modeladora de la educación socialista

Una vez que los bolcheviques llegaron al poder en 1917, Krúpskaya y su esposo se mudaron al Kremlin. Gracias a sus incesantes apuntes sobre enseñanza, la considerada “primera dama de la Revolución” trabajó en el Comisariado del Pueblo de Educación como encargada del Departamento de Educación para Adultos y del Comité Principal para la Instrucción Pública.

Krúpskaya resaltó la importancia de un modelo educativo alineado a políticas socialistas; en su más importante ensayo, Instrucción Pública y Democracia, la pedagoga aseguró que, "mientras la enseñanza queda en manos de la burguesía, el trabajo escolar será un arma dirigida contra los intereses de la clase obrera. Sólo la clase obrera puede convertir el trabajo en la escuela un instrumento para la transformación de la sociedad contemporánea".

En ese mismo texto, Krúpskaya detalló el que sería su modelo educativo soviético, pues consideró que “la naturaleza misma de la gran industria requiere un obrero multifacéticamente desarrollado, poseedor de una capacidad general de trabajo, preparación politécnica, capaz de operar cualquier máquina y que comprenda cualquier proceso laboral”.

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Impulsó la preparación politécnica y de corte mixto; evitó el exceso de teoría, aplicó actividades más manuales y con mayor utilidad pedagógica, dejando que los niños aprendieran viendo a adultos trabajando para después asistirlos y cumplir con más labores conforme crecían.

La “primera dama de la Revolución” promovió la educación obligatoria, laica y gratuita en toda Rusia, al menos hasta los 16 años, pero estuvo en contra de la enseñanza y especialización profesional, por considerarla una reducción de las oportunidades para todo el proletariado.

A comienzos de los años 20, Krúpskaya detalló que “la escuela debe robustecer salud y fuerzas de la joven generación, garantizar a los niños una alimentación adecuada, un sueño sano, ropa cómoda y abrigadora, higiene del cuerpo, aire puro y fresco. […] Es indispensable estimular por todos los medios la creatividad infantil, cualquiera que sea su forma de expresión”

En palabras de Nadezhda, la enseñanza socialista tiene como mayor objetivo “lograr el desarrollo integral cuanto más cabal del alumno; no debe suprimir su individualidad, sino ayudar a formarla. […] Mas, al formar la individualidad, la escuela debe preparar al alumno para que pueda revelar esa individualidad en un trabajo de utilidad general”.

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Siguiendo esa estricta línea educativa, la pedagoga desarrolló un gran interés por el funcionamiento de bibliotecas. Su principal objetivo era disminuir el analfabetismo, meta que alcanzó gracias a su modelo bibliotecario que llevó la lectura a los estratos más pobres de la población.

Como punto cuestionable de su gestión, Krúpskaya ordenó la destrucción y prohibición de contenidos perjudiciales para la doctrina socialista, erradicando textos de ortografía antigua, religión, filosofía, sociopolítica, ficción occidental, entre otros materiales no aprobados.

De acuerdo con la agencia rusa TASS, bajo órdenes de la “primera dama de la Revolución”, se perdió el 50% de colecciones privadas y de bibliotecas en toda la Unión Soviética, todo para perpetuar su modelo socialista de educación.

A los pocos meses de la muerte de Lenin en 1924, Nadezhda formó parte de la llamada Oposición de Leningrado, a lado de Grígori Zinóviev y Lev Kámenev, quienes se alinearon a la corriente trotskista en contra de Iósif Stalin, quien ya era Secretario General del partido.

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Duró tres años en esa oposición, pero para 1927 y en un probable movimiento de temor, la viuda del líder bolchevique hizo las paces con Stalin y regresó a sus filas.

Ese mismo año se integró al Comité Central del Partido; en 1929 recibió la Orden Bandera Roja; en 1931, el nombramiento honorario como miembro de la Academia de Ciencias; 1933, se le otorgó la Orden de Lenin; 1935, formó parte del Congreso Soviético; y un año antes de morir, obtuvo un doctorado honoris causa en Pedagogía.

De acuerdo con el sitio HISTORY.RF, el periódico Pravda –principal medio impreso del Partido Comunista– publicó, en sus páginas del 26 de febrero de 1939, varias felicitaciones a la “vieja bolchevique y amiga de Lenin” por su 70 aniversario.

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En la edición de apenas dos días después, 28 de febrero del 39, Pravda compartió las condolencias que grandes luminarias del partido emitieron por la muerte de la “primera dama de la Revolución”. El encargado de llevar sus cenizas a su sitio de descanso en las paredes del Kremlin fue el mismo Stalin; su último sitio de descanso está a escasos metros de su esposo.

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