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CIUDAD DE MÉXICO — Se sabe que la masacre de Tlatelolco se fraguó desde los sótanos del poder político. Pero tuvieron que pasar cincuenta años para saber que entre el 22 de julio, el inicio del movimiento estudiantil, y el día de la masacre, el 2 de octubre, se cruzaron personajes e intereses políticos que rebasaron a los que se consideran los responsables directos de la matanza.
En el último medio siglo se ha creído que la masacre del 2 de octubre fue el resultado de las duras e inflexibles decisiones del presidente Gustavo Díaz Ordaz; de su secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán, y del entonces jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP), Luis Gutiérrez Oropeza. Sin embargo, la responsabilidad de la matanza alcanza a otros personajes políticos, militares e intelectuales que habían permanecido ocultos en los pliegues de la historia.
El 68 mexicano se tejió de traiciones y venganzas en el campo político y militar, un entramado en el que los intelectuales no fueron ajenos. Un filósofo, Emilio Uranga, fue quien urdió el principio y el fin de la represión al movimiento estudiantil para impulsar el ascenso a la presidencia de su aliado, el entonces secretario de Gobernación y próximo presidente, Luis Echeverría.
En mi libro La conspiración del 68. Los intelectuales y el poder: así se fraguó la matanza, explico cómo y por qué el movimiento estudiantil terminó en una masacre. El comienzo no fue casual ni el desenlace, imprevisto: fueron parte de un plan en el que coincidieron los intereses de Echeverría, del filósofo Uranga y del comandante Jesús Castañeda Gutiérrez, miembro del Estado Mayor Presidencial. Ellos condujeron la historia y le dieron forma a su ejecución.
Emilio Uranga fue central para la construcción de una historia paralela del movimiento estudiantil. Durante esos meses, fue el artífice de la propaganda que consumió una parte importante de la población. A través de la divulgación de artículos periodísticos e información, el filósofo fue legitimando —a los ojos de la sociedad y del presidente mismo— las acciones de represión que tramaba el secretario de Gobernación.
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