Lo que nos conviene es el abajamiento, la humildad, la pobreza voluntaria, la obediencia, la paz y la alegría en el Espíritu Santo; nos mantenemos en nuestro sitio cuando observamos el silencio, cuando ayunamos, cuando velamos, cuando oramos y cuando trabajamos, y sobre todo cuando practicamos la caridad, la reina de las virtudes.
Bernardo de Claraval, Carta CXLII

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