Practically Yours y el personalismo fímico

Se cumple este año el ochenta aniversario del estreno de Practically Yours (“Bodas blancas”, 1944), dirigida por Mitchell Leisen, con guion de Norman Krasna. La investigación sobre el personalismo fílmico —el cine que pone en el centro de la dignidad de la persona humana en todas sus dimensiones— se encuentra con bastante frecuencia tesoros fílmicos, que en su momento tuvieron éxito y reconocimiento, pero que la maquinaria del “vales lo que tu última película” hizo fácil su progresivo olvido hasta llegar a su desconocimiento.

Nos encontramos con un caso de este tipo.  Practically Yours resulta casi inaccesible salvo por la compra de un DVD en internet de distribuidoras de películas sobre las que ya no rigen los derechos de propiedad. Las copias que aquí encontramos presentan muchas deficiencias, en algunas de ellas faltan minutos. Sólo la adquisición del guion original de posproducción en su momento editado por la Paramount[1] nos ha permitido dar estabilidad a lo que habíamos comprendido de la película. Podemos justificar que una vez más una producción sin excesivas pretensiones rezumaba mensajes sabios y esperanzadores sobre la condición humana.

Fue un descubrimiento realizado desde la Antropología Filosófica que algunos directores puedan ser reconocidos como personalistas y sus películas leídas como textos. Es decir, como ejercicios de defensa de la centralidad de la persona en la vida social, económica y cultural que admiten fácilmente una asociación con los autores personalistas (Mounier, Maritain, Marcel, Wojtyla, Marías…).

Sin embargo, su justificación se ha podido realizar desde la Filosofía del Cine, con una metodología que pone su mirada en la centralidad del director como autor no excluyente sino comunitario e integrador; en la primacía de la narración de la vida humana frente a los recursos tecnológicos del medio; en la atención a lo que se nos presenta en la pantalla como ejercicio de observación rigurosa, comparable al cometido del antropólogo en el trabajo de campo; el respeto del espectador por parte de los directores que renunciaban a ejercer la superioridad que les podía dar su posición al crear el filme; en la cinefilia como circunstancia idónea del investigador;  en el carácter democrático (mejor que de masas)  del llamado séptimo arte; en la consideración de la propia historia del cine como una guía para afinar el propio gusto estético ante una película…

Nos encontramos una invitación a considerar la vida desde la esperanza

Con estos instrumentos metodológicos hemos podido acometer la recuperación para la consideración del estudioso de Practically Yours y su significación bioética. Nos encontramos una invitación a considerar la vida desde la esperanza, en muchos sentidos paralela a la obra de ese año más oscarizada, Going My Way (Siguiendo mi camino) del gran Leo McCarey[2]. Eran los años en los que se vislumbraba el final de la dramática Segunda Guerra Mundial. Una humanidad dolorida, no sólo en Europa, también en Estados Unidos, anhelaba poder encontrar un nuevo comienzo que le permitiera superar tanto horror. Se estaba creando un clima favorable para lo se acabaría plasmando pocos años después en el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 10 de diciembre de 1948: “que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias.”[3]

Ese código universal de derechos no ponía el acento en la reivindicación propia, sino en el reconocimiento del otro como único método para superar los “actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”. En Practically Yours la primera escena muestra a un teniente de la aviación americana, Daniel Bellamy (Fred MacMurray) decidido a entregar su propia vida en una acción heroica. Su aeroplano tiene las bombas necesarias, pero carece del visor de bombardeo. Si quiere arrojarlas deberá ser con el propio aparato.

Sus compañeros de combate graban lo que parecen que van a ser sus últimas palabras, en las que alude con añoranza a la empresa en la que trabajaba y a una tal Piggy, con la que le gustaría pasear de nuevo por Central Park. Finalmente Dan Bellamy estrella su nave contra el portaviones japonés, consigue hundirlo y todos le dan por muerto. Estas expresiones conmovedoras son reproducidas posteriormente en una Sesión del Senado de Estados Unidos y retransmitidas para toda la nación por radio. Se invita a toda la audiencia a escucharlas de pie respetuosamente. Y así son recibidas en la Prudential Typewriter Company, donde trabajaba el teniente. Cuando se oye la referencia a “Piggy”, todos creen que alude a una compañera, a Peggy Martin (Claudette Colbert). Ella se queda tan sorprendida, porque estaba secretamente enamorada de él, como dramáticamente conmovida de que él le pudiera corresponderle.

Peggy pasa a ser considerada la prometida del héroe, y animada por el dueño de la empresa Marvin P. Meglin (Cecil Kellaway) acepta aparecer en los medios de comunicación para rendir homenaje a Dan, animar a todas las mujeres con sus familiares en combate, y promover la venta de bonos que favorecieran que por fin terminase la contienda.

El giro total de la trama

La trama da un giro total cuando mientras Peggy está en un plató emitiendo sus mensajes, se descubre que Dan saltó en el último momento, está vivo y regresa a Estados Unidos de permiso. Un crítico muy reconocido de esos días, Bosley Crowther valoró negativamente ese cambio de la trama, porque le parecía que trivializaba el dolor de las víctimas[4]. Probablemente influyó en que el propio Mitchell Leisen pareciese no apreciar esta obra a la que le achacaba que le faltaba brillantez en los diálogos para ser una comedia y que fuera deudora de un solo chiste: “Él se despide de su perro Piggy, y la gente cree que está hablando con Peggy.”[5]

Pero ambas autocríticas son desproporcionadas, y probablemente no completamente asumidas por el director. Más que una comedia es un melodrama, y los diálogos son capaces de relatar los hechos con ligereza sin caer en la frivolidad. Y con respecto al “único” chiste, en realidad nos encontramos con un equívoco de lo más fecundo, que da lugar a jugar una vez más —en uno de los ejercicios favoritos que destaca la filosofía del cine— con las apariencias y la realidad. Que en el momento de exponer su vida para defensa de su escuadrón Dan Bellamy recordara a su perrita Piggy y sus paseos por el parque, está rompiendo cualquier posible asimilación entre su conducta y la de los kamikazes japoneses. El joven muestra amar la vida, y desde el convencimiento de su valor, se arriesga por mantener una civilización que la custodie, frente a un fanatismo que puede acabar con ella.

El papel de la pequeña perrita Piggy (que respondía al nombre de Rommy) resulta un icono del deseo de dar cariño, una expresión del carácter de ser vivo, propio de la especie humana, que cuando se olvida se pierde la conexión esencial con nuestra propia naturaleza. La tentación de diseñarnos como meras inteligencias abstractas o espíritus desencarnados es frecuente en los errores que la bioética se ve obligada a denunciar.

E igualmente el gag resulta fructífero porque presenta una serie de capas del relato que al final funcionan adecuadamente porque el verdadero amor que lleva a la esperanza va a tener la fuerza de redimirlos. Los podemos recoger de una manera sintética: 1º) la opinión pública cree que estamos ante el relato de una mujer valiente que ha perdido a su prometido en una acción heroica, pero que milagrosamente se ha salvado; 2º) pronto Dan le confiesa a Peggy la confusión, pero ellos acuerdan mantener la fantasía del relato para no defraudar a la gente; 3º) para no evidenciar su decepción y marcar distancias con Dan, Peggy simula que un compañero de trabajo que la admiraba es en realidad su novio, Albert. W. Beagell (Gil Lamb); 4º) conforme los jóvenes se van conociendo, el amor de Peggy no decae y Dan reconoce que se ha vuelto loco por ella, si bien sólo querrá casarse cuando la guerra termine; 5º) Peggy conseguirá por medio de la intervención del Juez del Tribunal Supremo, hermano de su empresario (Robert Benchley), que se celebre el matrimonio, haciendo creer que es ella la que no quería, pero que ahora, con ocasión del bautizo de un destructor al que han sido invitados Dan y ella, se ha arrepentido y quiere que se celebre la ceremonia.

Leisen sí reconocía el valor de una escena, y, por ende, nos parece, de todo el filme

Leisen sí reconocía el valor de una escena, y, por ende, nos parece, de todo el filme. En ella se ve la calidad humana de Dan cuando va a consolar a Ellen Marcy (Rosemary DeCamp) cuyo marido ha fallecido en combate. Lo sabemos fuera de campo por la visita posterior de Peggy, cuando Ellen se lo refiere, lo que supone para la falsa prometida, señalaba Leisen, “toda una revelación [de Dan]: su amabilidad y gentileza”. Y añade: “Yo siempre puse momentos dramáticos en una comedia y pensé que esto funcionaba muy bien porque ayudaba a desarrollar un lado del personaje… que tú no conocías.[6]

Los diversos planos de la narración ayudan a comprender algo esencial: que la su autenticidad no procede de lo que exteriormente captan los espectadores, sino de lo que se exterioriza del corazón de los protagonistas. Algo que reconcilia a los espectadores con el valor de su propia vida cotidiana, frente a los focos de lo mediático. James Agee[7] también subrayó este aspecto cuando alabó la escena en que viendo Dan cómo relatan en el cine su heroicidad, no duda en considerarlo no del todo fiel a como él lo experimentó, lo que le lleva a recibir el puñetazo de un espectador que no lo reconoce y toma sus comentarios por cínicos, muestra de un escepticismo intolerable.

En la reelaboración de los relatos hay, además, dos que merecen especialmente comentario. En una escena en el metro, maravillosamente filmada por Leisen[8], Dan y Peggy pierden a Piggy, que iba escondida. Albert Beagell se queda con ella, pero lejos de cuidarla, la entrega a la perrera. Peggy comienza a considerar el tipo de hombre que es su supuesto prometido. Esa impresión se confirma cuando Albert les enseña el apartamento que los compañeros de la empresa van a regalar a Peggy con motivo de su boda con Dan. Como esta no se producirá, y el inmueble estará a nombre de ella, él pasará a disfrutarlo cuando inmediatamente se casen, y someterá a Peggy a sus hábitos y costumbres. Dan no puede soportar la utilización de Peggy, golpea a Albert, y declara a la joven su amor. Algo que se había empezado a gestar más en serio en una escena anterior, cuando teniendo que posar en una escena de besos para una campaña publicitaria… acaban haciéndolo de verdad, pues algo más fuerte que una ficción comenzaba a unirlos. Albert era el candidato pragmático, Dan el del amor difícil en el que se basa la esperanza.

El segundo es el de la actitud de Ellen Marcy. Cuando recibe la noticia del fallecimiento de su marido, comprende que mereció la pena haberse casado con él, y que lo único que se reprocha es haber tardado unos días en aceptar su proposición. La sabiduría del comentario de la joven viuda llevará a Peggy a decidir contraer matrimonio sin dilaciones cuando Dan le confiese su amor.

A modo de conclusión

No, Practically Yours no es una comedia de un chiste, sino un melodrama acerca de que sólo el amor teje la verdadera esperanza. Porque sólo así vemos a los otros como realmente son. Una enseñanza imprescindible para la bioética que continuamente recuerda que las ciencias de la vida no pueden consistir en técnicas de manipulación de su misterio. Acertadamente Gabriel Marcel coincidía con Mitchell Leisen cuando señalaba:

… podemos preguntarnos si la desesperación y la soledad no son, en el fondo, rigurosamente idénticas…  el problema esencial cuya solución intentamos encontrar consistiría en preguntarse si la soledad es la última palabra, si el hombre está verdaderamente condenado a vivir y a morir solo, y si es sólo por el efecto de una ilusión vital como llega a disimular que ésa es efectivamente su suerte. No se puede abrir el proceso de la esperanza sin establecer al mismo tiempo el del amor.[9]

 

Ficha técnica:

Título original: Practically Yours (Bodas blancas)

Año: 1944

Duración: 1h. 30 minutos

País: Estados Unidos

Dirección: Mitchell Leisen

 

 

José-Alfredo Peris-Cancio

Profesor e investigador en Filosofía y Cine

Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir

 

 

 

[1] Leisen, M., Krasna, N., Colbert, C., & MacMurray, F. (1945). Practically Yours (Original post-production script for the 1944 film). Hollywood: Paramount. Agradezco a Rocío del Consuelo Peris Oliver el minucioso trabajo de escaneo del original, que me ha permitido un trabajo más exhaustivo.

[2] La estamos analizando en https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/personalismo/

[3] Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948, párrafo segundo del Preámbulo, https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights

[4] Chierichetti, D. (1997). Mitchell Leisen. Director de Hollywood. San Sebastián-Madrid: Festival Internacional de Cine de San Sebastián-Filmoteca Española, p. 177.

[5] Ibidem.

[6] Ibid., p. 180.

[7] Agee, J. (2000). Agee on Film. Criticism and Comment on the Movies. New York: Modern Library.

[8] Ibid.

[9] Marcel, G. (2022). Homo viator. Prolegómenos a una metafísica de la esperanza. (M. J. De Torres, Trad.) Salamanca: Sígueme, p. 70.

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