La soledad de los mayores: �Si muero ma�ana, no s� cu�nto tiempo puede pasar hasta que mi familia se d� cuenta�

La soledad de los mayores: �Si muero ma�ana, no s� cu�nto tiempo puede pasar hasta que mi familia se d� cuenta�

Mar�a Vi�as Sanmart�n
mar�a vi�as REDACCI�N / LA VOZ

SOCIEDAD

De izquierda a derecha: Julia Ducid, Felicitas Ramos y �ngela Ballesteros.
De izquierda a derecha: Julia Ducid, Felicitas Ramos y �ngela Ballesteros.

M�s de 126.000 gallegos de m�s de 65 a�os viven solos, 49.000 de manera no deseada

11 oct 2023 . Actualizado a las 16:33 h.

La resignaci�n es el denominador com�n de Julia, Felicitas, �ngela y Amparo, cuatro de las m�s de 97.000 mujeres mayores de 65 a�os que viven solas en Galicia, pero —como sus historias y sus circunstancias— sus maneras de enfrentarse a una vida sin compa��a nada tiene que ver: de llevar la soledad como una losa a no sentirse en absoluto abandonada. Con una esperanza de vida por encima de los 83 a�os y ostentando la tasa de natalidad m�s baja de su historia —5,49 %—, la gallega es actualmente la tercera comunidad m�s envejecida de Espa�a, con casi 700.000 mayores de 65. M�s de 126.000 viven solos —la gran mayor�a, mujeres—, 49.000 de forma no deseada.

�No me pesa la soledad, en mi cabeza siempre estoy pensando en los que est�n lejos y as� nunca estoy sola�

Julia Ducid dice que es como un peque�o rat�n. Pasa el d�a recortando papeles y telas, pegando retales y volviendo a recortar. Mientras hace manualidades —que adem�s de entretenerla entrenan una de sus manos, torpe tras un ictus— escucha m�sica que busca en YouTube: habaneras, canciones gallegas, folklore sudamericano. Porque esta mujer�de 80 a�os es argentina, pero el amor por un gallego de A Pobra de Broll�n la trajo primero a Betanzos y, despu�s, al barrio coru��s de Monelos, donde ahora, tras fallecer su marido, vive sola. Tiene dos hijos, uno aqu� y otro en Buenos Aires, y una extensa familia porte�a con la que habla a menudo a trav�s de WhatsApp y que nunca, dice, la abandona en su cabeza.

Asegura que no le pesa la soledad: �Estoy siempre entretenida, soy divertida a mi manera y tengo una vida interior muy rica. Recuerdo mucho el pasado, c�mo eran las cosas antes y c�mo ha cambiado todo, y en mi pensamiento los que est�n lejos siempre est�n conmigo, me hago mis pel�culas, me acuerdo mucho en ellos, imagino lo que estar�n haciendo, me hago mis pel�culas y, as�, nunca estoy sola�. A los que sienten abandonados, les sugiere que miren dentro de s� mismos, que se aferren a los buenos momentos y, tambi�n, que busquen compa��a, que no se dejen ir. �A m� me ayud� mucho hacer el curso de capacitaci�n digital de la Cruz Roja, me cost� aceptar que si no me actualizaba me quedaba fuera del mundo, pero ahora hago videollamadas con mis sobrinos y me paso el d�a buscando tutoriales de actividades manuales en internet. Hay que adaptarse�, dice, dulce. El secreto, a�ade, es refugiarse en algo.

ANGEL MANSO

�Mi hija me dice que si estoy sola es porque quiero, pero yo lo que quiero es dejarla vivir�

A Felicitas Ramos tambi�n la delata el acento, un pulcro castellano de Valladolid que mantiene intacto tras media vida en Galicia, donde se instal� con su marido, fallecido hace 12 a�os. Ahora vive sola en un peque�o piso en el centro de A Coru�a, al que se mud� cuando la casa en la que viv�an empez� a hac�rsele demasiado grande. �As� estoy mejor, muy cerca de todo, de mis amigas y de Cruz Roja —explica—. Puedo salir a pasear sin coger el bus, tengo un grupito con el que camino hasta la Torre de H�rcules, juego a las cartas y voy a merendar al Bonilla, me siento muy c�moda, arropada y acompa�ada�.

Acaba de cumplir los 81, pero escuch�ndola nadie le echa m�s de 70. Habla de sus clases de canto y baile, de cu�nto le gusta colorear mandalas. Y desliza por lo bajo que tambi�n se dedica a peregrinar por consultas m�dicas como muleta de sus amigas con achaques, acompa��ndolas. Cuando se qued� viuda, se fue a Canarias, donde reside su �nica hija. All� pas� cuatro meses y volvi�: �Ten�a que solucionar cosas y aunque probablemente con el tiempo acabe all� ahora ella tiene que hacer su vida. Me dice que si estoy sola es porque quiero, pero si me tiene all� voy a privarla de hacer sus cosas, de viajar, de disfrutar... Y yo lo que quiero es dejarla vivir�.

De vuelta en A Coru�a, lo primero que hizo fue apuntarse a un coro y, de ah�, pas� al voluntariado, acompa�ando a una se�ora mayor. Ahora siendo usuaria, confiesa sentirse una m�s de la organizaci�n humanitaria. �Me he buscado yo la vida para encontrar otra familia�, comenta, resuelta.

�Cuando me encuentro mal, no s� a qui�n llamar�

XOAN CARLOS GIL

�ngela Ballesteros tiene 95 a�os, es de Chapela (Redondela, Vigo) �de toda la vida� y vive sola desde que hace 35 a�os su marido �conoci� a otra m�s joven� y la dej�. �Se march� con ella, as� es la vida�, zanja r�pidamente. Dice de ella el voluntario que desde hace cuatro a�os se mantiene pendiente de que est� bien, llam�ndola y visit�ndola de vez en cuando, que es �un ejemplo de supervivencia�, que con �la sonrisa instalada en la cara la mayor parte del d�a�, es capaz de mantener una conversaci�n fluida, amena y divertida. El problema es que apenas puede moverse. Camina con andador, por lo que subirse a un autob�s no es una opci�n.

�La soledad es muy complicada, cuando me encuentro mal no s� a qui�n llamar —dice—. Pero la vida hay que llevarla como se presenta, es as�, te tienes que acostumbrar�. �ngela tiene una hija que vive en Zaragoza y un hijo en Ponteareas. �Tengo relaci�n con ellos —responde cuando se le pregunta si van a verla—, pero est�n lejos, y solo se acercan de vez en cuando. Trabajan y cada uno anda a su aire�. Tras un largo silencio, contin�a: �Nadie se acuerda de que tiene familia�. Y, de nuevo, la resignaci�n: �La vida es as��.

�Estoy viva porque respiro, nada m�s; no me apetece nada, he perdido las ganas de todo��

Amparo Garc�a, de 67 a�os, cay� en una profunda depresi�n cuando en cuesti�n de d�as una met�stasis se llev� a su marido. De golpe, se qued� sola. �Pr�cticamente toda la gente que conoc�a est� enferma, en residencias o muerta, y mi familia [un hermano y un hijo]... tiene su vida —dice—. Yo no demando la presencia de nadie que no quiera estar conmigo, que no quiera venir a verme�. Disimula su decepci�n, pero el desencanto termina apareciendo: �Puedo entenderlo, tambi�n yo tuve mi vida. A mi madre, por ejemplo, la cuid� mucho sus �ltimos a�os, pero antes de caer enferma sabe Dios las veces que se sinti� sola y yo no era consciente de ello. Ahora soy yo la que se siente abandonada. Si me muero ma�ana, yo qu� s� cu�nto tiempo puede pasar sin que se den cuenta�.

Amparo es, sin embargo, una mujer fuerte que cada ma�ana se obliga a levantarse de la cama y que cuando vio que no pod�a m�s pidi� ayuda al concello, que le puso en contacto con Asdegal (Acci�n Solidaria de Galicia). Admite, a�n as�, no tener ganas de nada: �Estoy viva porque respiro, nada m�s. Ni me apetece ni me atrevo a salir a la calle, durante la pandemia desarroll� una fobia y ahora tiene que acompa�arme siempre alguien�. Echa la vista atr�s y reflexiona: �Antes, los mayores siempre estaban en casa, hab�a tiempo para ellos y, si no lo hab�a, se hac�a. Pero nosotros hemos criado a los hijos tap�ndoles todo lo feo de la vida�.