Mi mejor amigo (2021), de Ferit Karahan

Sencilla y eficaz cinta turca ambientada en las montañas nevadas de Anatolia, en un internado para niños turcos. Se abre y se cierra con una escena en las duchas colectivas antes de acostarse, dándole así a la narración una estructura circular, la vida continúa, y dentro queda insertado el pequeño drama en que consiste el film y que sirve para mostrar el valor de la amistad, y el peligro del anquilosamiento en las instituciones educativas estatales, cuando domina la burocracia y nadie quiere hacerse responsable de nada.

El minimalismo es la seña de identidad de la trama. En las duchas, un severo profesor castiga a tres niños a bañarse con agua helada. A la mañana siguiente Memo no se levanta de la cama, está enfermo, y él único que muestra inicialmente interés es su amigo Yussuf, que irá poniendo en marcha la lenta maquinaria humana del lugar, que implica a varios profesores, encargados de mantenimiento y al director del centro. Debido a la nieve no pueden desplazarse en coche, carecen de cadenas, quien debiera poder conducir no está, falta cobertura con la telefonía móvil, no hay ambulancia disponible... Pero sobre todo unos y otros echan balones fuera, que la responsabilidad de lo que pasa recaiga en el otro. No son malos, nadie es un villano, pero sí advierte Yussuf el peligro de la indiferencia, el acostumbramiento a lo que hay.

Ferit Karahan, director y coguionista, maneja muy bien la narración, con un magnífico sentido del encuadre y un uso del formato 4/3 de pantalla que funciona. Algo tienen los parajes nevados en Anatolia, como ya demostró Nuri Bilge Ceylan en Winter Sleep, que la cámara los quiere. Los planos del film y los contrastes entre las sombras y la blancura del nueve tienen una gran fuerza. Y aunque los personajes y su drama sean lacónicos, una clara apuesta por la sobriedad, lo que se nos cuenta llega al espectador.