Merce Cunningham: La danza, regalo de la libertad – Cultura y vida cotidiana

Merce Cunningham:
La danza, regalo de la libertad

La danza, un arte vivo y en constante movimiento, fue la rama artística que Merce Cunningham (1919–2009) dominó a lo largo de casi sesenta años de carrera para expresar su gran talento y sensibilidad con la ayuda del azar. A continuación, presentamos una breve introducción de la vida del bailarín y coreógrafo, junto con una selección de postales que nos dejan apreciar el vanguardismo del artista.

Merce Cunningham (1919–2009) fue quizás uno de los bailarines y coreógrafos más reconocidos durante la segunda mitad del siglo XX. Su historia se entrelaza con la de otras figuras icónicas del momento como Martha Graham, su maestra de danza en Nueva York, y John Cage, su compañero de vida y colaborador. De hecho, fue en la compañía de Graham cuando Cunningham debutó en solitario en 1944, danzando al ritmo de la música de Cage.

De su intercambio con Cage, quien en la siguiente década se convertiría en uno de los músicos de vanguardia estadunidense con su pieza 4’33’’, surgió la idea de una danza que renunciara a la tradicional dependencia a una estructura narrativa para que, en su lugar, se convirtiera en una genuina exploración del movimiento corporal ajeno a cualquier guiño emotivo.

Para afianzar esta propuesta, una de las técnicas icónicas del coreógrafo fue el uso del azar. Cunningham solía lanzar monedas o consultar el I-Ching —ese antiguo texto chino para la adivinación— para determinar el número de secciones de la coreografía, la longitud de las mismas, la cantidad de bailarinas y bailarines que estarían sobre el escenario, e incluso el tipo de pasos que ejecutarían. El azar, dice el coreógrafo en varios de sus textos, liberó su imaginación y le permitió trabajar fuera de los clichés culturales.

A lo largo de las décadas, el artista empleó a través de un intenso trabajo colaborativo nuevas tecnologías y medios en sus piezas como la música electrónica, las proyecciones audiovisuales, los sensores de movimiento y los programas informáticos. Durante las casi seis décadas que estuvo activo, Cunningham exploró y amplió los límites de la danza al tiempo que reimaginó el lenguaje del cuerpo en movimiento.

Ilustración: Kathia Recio
Ilustración: Kathia Recio

A continuación, traduzco una selección de extractos del texto de Cunningham “The Impermanent Art” (“El arte impermanente”) escrito hacia 1955 que da cuenta de su innovadora idea de la danza:

  • Si un bailarín baila —que no es lo mismo que tener teorías sobre la danza o desear bailar o intentar bailar o recordar en su cuerpo la danza de otra persona—, pero si el bailarín baila, todo está ahí. El significado está ahí.
  • Cuando bailo, significa: esto es lo que estoy haciendo. Una cosa es sólo esa cosa.
  • Es necesario eliminar la necesidad de sentir que el significado de la danza reside en todo lo que no es la danza, porque cada acto de la vida puede ser su propia historia.
  • Al realizar la coreografía de una pieza lanzando monedas al aire, es decir, por casualidad, encuentro mis recursos en ese juego, que no es producto de mi voluntad, sino que es una energía y una ley a la que yo también obedezco. La sensación que tengo cuando compongo de esta manera es que estoy en contacto con un recurso natural mucho más grande de lo que podría ser mi propia inventiva personal.
  • En su esencia, en la desnudez de su energía, la danza es una fuente de la que pueden salir la pasión o la ira de una forma determinada, la fuente de energía de la que puede canalizarse distintos comportamientos emocionales. Es esa exhibición descarada de esta energía, es decir, de la energía orientada a una intensidad lo suficientemente alta como para fundir el acero en algunos bailarines, lo que da la gran emoción.
  • No se trata de un sentimiento sobre algo, se trata de un latigazo de la mente y el cuerpo en una acción que es tan intensa, que durante el breve momento en que se produce, la mente y el cuerpo son uno.
  • Nuestro éxtasis en la danza proviene del posible regalo de la libertad, del momento estimulante que puede darnos esta exposición de la energía desnuda.
  • No soy más filosófico que mis piernas, pero de ellas percibo este hecho: que están impregnadas de energía que puede liberarse en el movimiento; que la forma que adopta el movimiento está más allá del alcance del análisis de mi mente, pero es clara para mis ojos y rica para mi imaginación.
  • El placer de la danza no reside en su análisis, aunque a veces se pueda pensar lo contrario. La danza es una actividad humana viva que, por su propia naturaleza, forma parte de todos nosotros, tanto de los espectadores como de los intérpretes. No es la discusión, es el hacer y el ver, sea cual sea el tipo.
  • La danza es tan precisa e impermanente como la respiración.

 

  • Merce Cunningham, “The Impermanent Art”, traducción libre de Ainhoa Suárez Gómez, en Fernando Puma (ed.), 7 Arts No. 3: Dance, Music, Theatre, Painting, Sculpture, Literature, Architecture, (Indian Hills, Colorado: Falcon’s Wing Press, 1955), pp. 69-77.

La autora recomienda el documental del director Alla Kovgan, Cunningham, 2019.

 

Ainoha Súarez Gómez
Filósofa e historiadora, investiga sobre el silencio, el movimiento y el cuerpo.

 

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Publicado en: Escénicas