El ascenso de Adolf Hitler al poder | Tierra Adentro
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El próximo 29 de julio, se cumple un siglo desde que los miembros del Partido Nacional Socialista1 de Trabajadores de Alemania (NSDAP- Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei) eligieron por voto avasallador a Adolfo2 Hitler (1889-1945).

Es a partir de este momento, que el camino hacia el poder de este personaje iniciaría, no obstante, ni este hecho como los subsecuentes pueden ser considerados como una contingencia inesperada en la historia de Alemania y el occidente europeo, sino que a partir de ello se desarrolló un plan mucho más elaborado de gobierno y Estado en dicha nación, que incluso (siguiendo uno de los argumentos primordiales de Raúl Hilberg3) contempló uno de los episodios más sombríos de la humanidad, el Holocausto.

Por lo tanto, en este texto trataremos de exponer el porqué, dicho evento constituyó antes y después del hecho conmemorado, un plan desarrollado y ejecutado por Hitler para asirse del poder en Alemania y cómo ello en la actualidad puede tener posibles repeticiones en diferentes lugares del mundo.

Antes del Liderazgo en el NSDAP (1919-1921)

Al término de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Hitler fungió como soldado en el regimiento 16vo del ejército de reserva bávaro, experimentó poca acción militar (siendo herido en la batalla del Somme), empero, también sufrió la derrota ante las potencias aliadas—a pesar de él ser ciudadano austriaco—orquestada por el liderazgo político alemán infiltrado por “marxistas y judíos”, dentro de la llamada “leyenda de la puñalada en la espalda”.

De igual forma, presenció las negociaciones postconflicto estipuladas en el Tratado de Versalles, en el cual Alemania perdería varios territorios y desmilitarizaba los mismos como Renania, dictaminaba de responsable casi pleno al Imperio Alemán de la guerra y lo obligaba en el futuro a prescindir de un ejército permanente, y al pago de onerosas reparaciones bélicas a las potencias participantes, especialmente a Francia, la cual en su momento llegaría a ocupar regiones como el Ruhr con sus tropas para demandar el pago de la deuda.

Esto último sería visto por gran parte de las cúpulas militares y civiles políticas como una humillación al país y sería uno de los principales ejes de lucha de Hitler para adherirse de aliados individuales y grupales.

Entre 1919 y 1920, Hitler comenzaría su carrera política dentro del Partido de los Trabajadores alemanes (DAP- Deutsche Arbeiterpartei), que poco después se transformaría en el NSDAP, ahí, los líderes partidarios comenzarían a notar la facilidad con la cual podía interactuar con la audiencia en los Salones de cerveza (Brauhaus), lugares donde la gente común solía reunirse para beber cerveza y discutir sobre política y el destino de su país después de la guerra.

Durante este mismo periodo, Hitler entraría en contacto con otra asociación nacionalista y antisemita llamada “Sociedad Thule4“ la cual reafirmaría sus ideas principales que formarían parte de su corolario político hasta el fin de su mandato: antisemitismo, nacionalismo y resurgimiento de Alemania libre de cualquier acuerdo previo (incluido el de Versalles), como una potencia política y racial mesiánica destinada a la grandeza en Europa y el mundo, ello a partir de un expansionismo basado en el “espacio vital“ (Lebensraum5) de este nuevo Estado alemán.

Es también durante este lapso, e incluso desde que Alemania se encontraba inmersa en la primer gran guerra, que Hitler notó el ejercicio del poder por medio de la coerción y la violencia como un método válido para cumplir objetivos políticos.

Lo anterior también fue reforzado por las luchas civiles encabezadas por Eugen Lévine y Max Levien, quienes desde 1914 organizaron un movimiento militar destinado a establecer un gobierno bolchevique en Múnich y como última medida en toda Alemania, con el apoyo de Lenin quien a la postre se convertiría en líder de la Revolución Rusa (1917-1923) y de la URSS (1922-1991), aunque ello no duraría demasiado, pues para finales de 1918 el movimiento había sido derrotado por las armas gracias a un movimiento “Blanco“ o contrarrevolucionario, constituido por diversos agentes militares libres que servirían como milicias privadas, ante una república (de Weimar) con controles derivados del acuerdo de Versalles incapaz de hacerles frente de manera verdadera.

A partir de lo anterior, Hitler tomaría nota de manera seria al respecto, y una vez encumbrado en el liderazgo del NSDAP, lo llevaría a la práctica de una manera no lineal, con diversas bifurcaciones en la sociedad y en la política, y con diversos altibajos. Todo ello al contrario de narrativas oficiales que determinan la llegada al poder de dicho personaje como un hecho imparable y no previsible a la luz del análisis histórico.

El camino hacia el poder: Hitler como líder del NSDAP (1921-1933)

El 29 de julio de 1921, luego de una lucha interna por el mandato del partido, Hitler reemplazó a Anton Drexler (1920-1921) como presidente del partido y cuya plataforma le serviría para cristalizar sus ideas políticas.

Una de las primeras medidas al respecto fue la creación de la mano de Ernst Röhm (1887-1934) de un cuerpo paramilitar aliado al partido6, y luego guardia personal del mismo con Hitler ya en calidad de Canciller, éste se llamaría en primer lugar “División Relámpago” (SA- Sturmabteilung), y luego de constituido el régimen nazi sería nombrado “Escuadrón de Protección” (SS- Schutzstaffel).

Dicho cuerpo junto con las primeras conexiones que diversos mandos militares y políticos regionales por medio del SA, pero también gracias a la ya desarrollada capacidad de oratoria y convencimiento de Hitler en público y privado, se convertirían en la columna vertebral inicial del NSDAP en plena incursión política regional y nacional.

Entre 1921 y 1923, la visión de Hitler y del partido era emular las acciones hechas por Mussolini en Italia para asirse del poder en Alemania, recreando su propia marcha de “camisas cafés/ negras italianas” (color distintivo del SA) trató de tomar por la fuerza el control de diversos pueblos en el suroeste del país, teniendo éxitos pobres y una fría respuesta por parte de la población, en contraste con los mítines organizados por el partido en los cuales amalgamaba de manera genial hechos con eventos cotidianos nacionales, de manera que despertara el resentimiento y el odio de las masas apostadas y dispuestas a escuchar su discurso7.

A la par de lo anterior, la visión de toma del poder violenta por parte de Hitler llegó a adquirir un papel tan predominante, que lo orillaría a causar por poco la destrucción de su partido y movimiento, pues en 1923 decidió colaborar en un golpe de Estado contra el gobierno el 8 y 9 de noviembre del mismo año para tomar el control del gobierno de Múnich y a partir de ello organizar un levantamiento en todo el territorio nacional, confiado de su apoyo cupular y popular llamado “el golpe de Estado del salón de cerveza”.

Después de dicho evento, gran parte del liderazgo nazi fue arrestado, incluido Hitler, enjuiciado y encarcelado, evitando la pena de muerte bajo el supuesto de insurrección y sedición por las dificultades políticas (cumplimiento de obligaciones bélicas con los aliados, reactivación y reconstrucción económica, políticas sociales entre otras) que en ese entonces atravesaba la República de Weimar, y también en buena medida gracias a las simpatías que ya este personaje y el partido gozaban, dentro del cuerpo jurídico local y nacional, por las afinidades conservadoras y nacionalistas que ellos encontraban coincidentes con aquella corriente política.

En contraste, el golpe le serviría al propio Hitler y la dirigencia libre del partido para reorientar sus objetivos y desarrollar un plano de acción más elaborado para tomar el poder en Alemania, de forma puntual, esto se realizó con el establecimiento de nuevas oficinas y entramado burocrático administrativo del NSDAP a lo largo y ancho del territorio, el planeamiento y ejecución de un programa ideológico encabezado por un lado por Joseph Goebbels, que dotara de identidad al partido y generara empatía con los alemanes, y por otro, mediante la sublimación de los ideales del movimiento en un panegírico propagandístico producto de los años de encarcelamiento de Hitler, y que poco después se convertiría en un libro de consumo y compra en cada hogar de la Alemania Nazi, nos referimos a “Mi Lucha” (Mein Kampf– 1925).

Toda vez que los líderes nazis fueron excarcelados, Hitler decidió continuar un camino político más orientado dentro de los cauces político-institucionales que la República de Weimar ofrecía, pero sin prescindir del todo de hechos de violencia que fueran requeridos para mantener a raya a grupos rivales como los socialistas alemanes, y quienes desde ese entonces veían como una sería amenaza en ciernes al movimiento nazi para el país y toda Europa.

Parte de este renovado impulso dentro del partido, desde 1925 se centró en la expansión de los sectores poblacionales a los cuales podía apelar a su convencimiento y eventual apoyo, como el agrícola junto a una reestructuración y funcionamiento regional más coordinado a nivel nacional.

Y también a una gradual adhesión de legitimidades individuales de la mayoría de los alemanes para hacerse del poder de manera legítima a través de las votaciones regionales y nacionales.

Ello tuvo resultados mixtos, pues en las elecciones legislativas de 1924, el partido obtuvo 1,907,000 votos, o el 6.5% del total de los asientos8 (472 en ese periodo) en el Reichstag (órgano supremo legislativo), sin embargo, para la segunda elección del mismo año, se desplomó su número a la mitad aproximadamente (907,000 votos), y en 1928 continuaría su descenso.

Lo cual significaba que el proyecto nazi, a pesar de los constantes esfuerzos de sus líderes y miembros por hacerse relevante en el panorama nacional político serio estaba resultando más difícil de lo pensado, no obstante, y aquí sí es posible afirmar cierto grado de azar y contingencia histórica, la influencia directa de los sucesos mundiales para conformar los futuros de diversos países (no solamente Alemania) que jugarían un papel preponderante en el devenir de la Historia internacional.

Hacia fines de 1928 pero ya de manera concreta en otoño de 1929, una gran crisis económica mundial cimbraría los fundamentos económicos de todos los países en plena expansión capitalista de mercado, y cuya cabeza, Estados Unidos, experimentaría una fuerte contracción en su producción y disponibilidad de recursos financieros en el exterior, que impactarían de manera frontal a todos los países de Europa en reconstrucción de primera posguerra, y en creciente dependencia hacia los dólares americanos para mantener su conexión con el comercio internacional a través del Plan Dawes9.

Desempleo, declive en los servicios públicos de las grandes ciudades, hambre, crimen y una acrecentada violencia se volvieron la norma en Alemania10 y en otros países de Europa y Norteamérica, pero para proyectos arribistas y demagógicos de solución inmediata a los problemas cotidianos como el nazi, se presentó la oportunidad única e irrepetible de acceder al sueño deseado del poder de manera fácil y rápida.

Uno de los sectores más azotados en la crisis en Alemania y varios países de Europa fue el agrícola (junto con el industrial, manufacturero y constructor), en el caso primero, el declive en los precios de los alimentos devastó la capacidad de mantener la producción y obtener ganancias de ello, con esto, los nazis absorbieron la atención de este sector de manera favorable, al apostar como plataforma política un gobierno de corte autárquico (autosuficiente) y que protegiera el intercambio comercial de los productos nacionales por medio de aranceles a importaciones, y sobre todo, una política internacional agresiva y expansionista.

En términos más generales y simbólicos, el desempleo generado por la crisis de 1929 minó seriamente la moral social de los alemanes11, acostumbrados a una cultura e incluso ideología religiosa centrada en el trabajo, dejándolos así en una suerte de crisis extensiva de identidad individual y colectiva, que a la postre del establecimiento del Tercer Reich ocuparía su lugar.

En el campo nacional, la República de Weimar enfrentaría la última prueba que entre 1930 y 1932 sabría enfrentar de manera efectiva en términos económicos, encabezada por Heinrich Brüning como canciller, pero con altos costes políticos y sociales que desgraciadamente fortalecerían electoralmente al partido nazi, pues ya para la elección del Reichstag de septiembre de 1930, se volvería la 2ª fuerza política por abajo del SPD (Partido Social Democrático de Alemania-Sozialdemokratische Partei Deutschlands) con el 18.3%12 (107 lugares) de asientos congresionales.

Este último resultado, por un lado mostraba—unto con la participación de Hitler como candidato presidencial contra Hindenburg en marzo de 1932—una insatisfacción clara por parte del electorado con el trabajo de partidos tradicionales como el SPD,  pero también era un ejemplo claro del papel real que había alcanzado el partido nazi como actor necesario, para el establecimiento de coaliciones que sustentaran el gobierno del Canciller alemán, pues en las elecciones de 1932 (julio y noviembre), aquella formación política alcanzaría el lugar número 1 en la lista de participantes del Reichstag con poco más del 30% de su control.

Por si fuera poco, y a pesar del triunfo de Hindenburg, entre 1932 y 1933, una serie de intrigas y luchas internas entre la administración presidencial y la cancillería, debilitarían aún más el entramado de la República y con la dimisión dentro de ello de Franz von Papen (1930-1932) y de Kurt von Schleicher, Hitler se encontraba muy cerca del poder.

Con un Schleicher debilitado de salud, un envejecido Hindenburg, una economía en apuros y la situación social deteriorada, ofendida por los aliados, y con rumores fuertes sobre la inquietud del ejército de entrar a participar en la política de manera extra institucional y legal por medio de un golpe de Estado, llevó a aquellas dos figuras mencionadas a considerar la transición del poder de Canciller hacia Hitler.

Finalmente el 20 de enero de 1933, tras la renuncia de Schleicher, Adolfo Hitler era ungido como Canciller de Alemania.

El Tercer Reich (1933-1945)

Una vez designado en el puesto, Hitler pudo al fin cimentar el advenimiento de un nuevo orden político y social, comenzando en primera instancia por suprimir cualquier disidencia política contraria al nazismo, bajo el pretexto del incendio del Reichstag a mediados de 1933, suprimió política y violentamente la oposición socialista y comunista y prohibió la creación de partidos políticos a futuro.

Y con la muerte de Hindenburg en 1934 el nudo se cerraba alrededor de la República de Weimar pues en agosto del mismo año Hitler unificaría las oficinas de presidente y Canciller para crear la figura de Líder y Canciller Imperial (Führer und Reichskanzler).

Curiosamente, para 1934 surgiría una oposición dentro de los recién asentadas cúpulas nazis, específicamente las militares, que demandaban por una transformación más acelerada del Estado y la sociedad (especialmente la redistribución de la riqueza), que llevaría al episodio conocido como la “Noche de los Cuchillos Largos” (junio 30-julio 2 de 1934) en la que una serie de purgas de dirigentes militares (Röhm13) y políticos (Schleicher y Gregor Strasser14) eliminarían los últimos reductos opositores, y a partir de ello el ejercicio del poder de Hitler sería omnímodo hasta abril de 1945.

El último punto que definiría gran parte del curso legal y material del Estado nazi, como Estado racial, sería codificado en septiembre de 1935, con la publicación de las “Leyes de Nuremberg”, destinadas principalmente a “mejorar la superioridad de la raza alemana mediante la prevención del cruzamiento de razas”15 por matrimonio con razas inferiores, totalmente desposeídas de todo derecho de ciudadanía, y la posterior identificación de ellas con símbolos distintivos, como tal fue el caso de los judíos y el uso público de brazaletes o parches con la estrella de David.

Lo anterior junto con el establecimiento de un capitalismo de Estado, aliado con buena parte de las comunidades no judías empresariales e industriales de Alemania, así como una políica extensiva orientada al crecimiento económico mediante la promoción de obras públicas y una reactivada política exitosa de rearme vendrían a convertir al Tercer Reich en una de las potencias militares de la época, y que junto a la ideología del Lebensraum junto con el código ideológico racial hitleriano anteriormente mencionado, encauzarían a Alemania a ser artífice de la mayor calamidad militar y social en el siglo XX: la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y el Holocausto (1941-1945).

Como hoy podemos firmemente relatar y constatar, dicho proyecto político parecía llevar el triunfo bélico continental en Europa entre 1939 y 1941, sin embargo, gracias al sacrificio humano, social y militar de la URSS en el frente oriental y la entrada de EEUU como actor decisivo en la esfera económica y militar para los aliados franceses e ingleses, los planes de expansión irrestricta del Tercer Reich comenzarían a sucumbir a mediados de 1941, y se estrellarían fatalmente para principios de 1945, gracias a los precedentes triunfos clave aliados en Stalingrado (1942-1943), Kursk (1943) y Normandía (1944).

Posterior al triunfo aliado, y con Hitler muerto por mano propia, se establecerían los tribunales de Nuremberg, orientados a juzgar y condenar a toda la cúpula nazi que seguía viva por las atrocidades cometidas en la guerra, y en el genocidio perpetrado de manera sistemática por su gobierno.

Conclusión: ¿es posible algo así en este siglo?

El trauma generacional nacional e internacional generado por los efectos del nazismo marcó buena parte del siglo XX, desafortunadamente, a pocos años de iniciado el nuevo siglo, y bajo los efectos de la globalización como corriente económica incluyente en la interconexión e interdependencia de Estados y comunidades en términos económicos y comerciales, pero jerarquizadora y excluyente en términos de acceso a mejores oportunidades de desarrollo económico, político y social para muchos pueblos y comunidades, por lo que la migración internacional se incrementó desde países en desarrollo, y muchas veces con conflictos internos, hacia el sueño Europeo y Estadounidense.

Por medio del anterior fenómeno expuesto, numerosas plataformas de derecha y extrema derecha, incluyendo algunas de corte neo nazi abiertamente como amanecer dorado en Grecia, o Svoboda (Libertad) en Ucrania, con antiguos miembros del gobierno en la pasada administración presidencial, o algunos simpatizantes del partido español Vox que abiertamente apoyan al Franquismo, antiguo aliado de la Alemania nazi y la Italia fascista.

De igual manera, otros proyectos de orientación menos radical han jugado en numerosas ocasiones con este papel migratorio, para revivir el discurso político de la lucha “civilizatoria” entre pueblos y comunidades excluyentes (cristianismo vs islam, libertad vs dogmatismo religioso etc.), y ello reforzado con las oleadas de terrorismo causado por el radicalismo islámico desde los eventos del 11 de septiembre de 200116, los cuales hoy en día sirven como un argumento bastante atractivo para aquellos sectores poblacionales que pudieran ver un peligro real (o generado mediante discurso) en la migración como sustitución de su modo de vida, prácticas y empleo futuro.

Más allá de ello, mientras existan grandes desigualdades y problemas que afecten a buena parte de la población en una entidad política determinada, ello será campo fértil para la aparición de figuras radicales y demagógicas que pretendan ofrecer soluciones simples y rápidas en el corto plazo a costa de la denuncia y explotación constante de dichas desigualdades para perpetuar su propia visión e ideología, así como el mantenimiento en el poder para evitar solucionar directamente cualquier cuestión mediante cauces institucionales, bajo pretextos de enemigos fantasmagóricos, y jamás asumir una postura definitoria, responsable y coherente que abone realmente a la rendición de cuentas de gobernantes y gobernados, y a la solución directa de los problemas más apremiantes de un país.

 

Fuentes consultadas

Hilberg, Raúl. La Destrucción de los Judíos en Europa, España: Akal, 2005.

Evans, Richard J. The Coming of the Third Reich, Reino Unido: Penguin Books, 2003.

Toland John. Adolf Hitler,  EEUU: Anchor Books, 1992.

Kolb, Eberhard. The Weimar Republic, Reino Unido: Routledge, 2005.

Housden, Martin. Hitler Study of a Revolutionary?, Reino Unido: Routledge, 2000.

  1. A partir de este punto, es de suma importancia comprender que el término socialista de este partido nada tiene que ver con la orientación política de izquierda, pues su verdadero cometido va en el sentido de abracar a la totalidad de la sociedad dentro de una sola nación, Estado y proyecto político.
  2. Paradójicamente, el nombre deriva de la palabra teutónica que significa “lobo afortunado”, a partir de su descubrimiento por parte de Hitler, su personalidad y destino histórico estaría marcado por ello, como un seudónimo entre sus colaboradores cercanos, al igual que para muchos cuarteles militares del Tercer Reich.
  3. Hilberg, Raúl, La Destrucción de los Judíos en Europa, Akal, España, 2005, pp. 67, 69-70.
  4. Secta pangermánica fundada hacia el final de la Primera Guerra Mundial, cuyo nombre fue tomado de la locación de la “pureza aria primordial”, Islandia (Thule), ella también empleó la esvástica o swastika para denominar sus prioridades raciales. Esta sociedad tiempo después incorporaría a altos miembros del partido nazi como Rudolph Hess, Hermann Göring y Joseph Goebbels entre otros.
  5. Orientada específicamente hacia el este de Europa y conformada previamente como ideología geopolítica (Geopolitik) por Karl Haushofer (1869-1946).
  6. Evans, Richard J., The Coming of the Third Reich, Penguin Books, Reino Unido, 2003, pp. 452-453.
  7. Toland John, Adolf Hitler, Anchor Books, EEUU, 1992, p. 133.
  8. Kolb, Eberhard, The Weimar Republic, Routledge, Reino Unido, 2005, pp. 224-225.
  9. Esto afectaría por mucho a Alemania sobre varias naciones del continente, pues aseguraba un porcentaje del pago de la deuda a los aliados con dinero prestado de Wall Street y también otro tanto para el desarrollo y crecimiento de la industria alemana para dichos pagos estipulados en un billón de marcos anuales (USD 416,666,666,667 aproximadamente) y que luego de cinco años subiría a 2.5 billones de marcos luego de cinco años, y ello a partir de la exorbitante deuda de 33 billones de dólares establecida en el Tratado de Versalles.
  10. Y como magistralmente retrata Ingmar Bergman en “El Huevo de la Serpiente” (1977).
  11. Evans, Richard J. Ibíd., p. 562.
  12. Kolb, Eberhard, Ibíd., p. 224.
  13. Importante figura para ese entonces pues las tropas de la SA sumaban alrededor de 3,000,000 de efectivos dispuestos a entrar en acción.
  14. ideólogo del partido nazi e impulsor de su resurgimiento después de 1925.
  15. Housden, Martin, Hitler Study of a Revolutionary?, Routledge, Reino Unido, 2000, p. 89.
  16. Los cuales abordo a mayor detalle en el artículo de esta misma revista sobre Osama Bin Laden.