Sean Ferrer, hijo de Audrey Hepburn: "Pasé todos mis veranos en Marbella y teníamos casa en Madrid, en Puerta de Hierro"

En el 90º aniversario del nacimiento de la actriz, Bruselas le rinde homenaje con una exposición producida por su hijo en beneficio de la investigación contra las enfermedades raras y el cáncer. 'Vanity Fair' habla con él en exclusiva.

Audrey con su hijo Sean en el jardín de Kimridge Road, en Beverly Hills, Estados Unidos, en 1961.

© Archivo Familiar de Audrey Hepburn

Prácticamente todo se ha escrito ya sobre ella, aunque siempre quedarán historias para los mitómanos. Noventa años después de su nacimiento, Audrey Hepburn sigue despertando una gran fascinación, pero pocos conocen bien sus orígenes, sus vivencias de infancia y que Bruselas fue su ciudad natal.

Rue Keyenveld. Algún turista se para y una placa explica por qué: en esta calle señorial del elegante barrio de Ixelles vivían hace casi un siglo una joven aristócrata holandesa, Ella van Heemstra, y su marido, Joseph Hepburn, británico de origen irlandés, que trabajaba en la filial belga del Banco de Inglaterra. El 4 de mayo de 1929 nacía su hija, la única de este matrimonio.

Audrey Hepburn pasó en Bruselas los primeros años de su vida. Allí fue una niña feliz, según cuenta en una entrevista exclusiva para Vanity Fair su primer hijo, Sean Ferrer Hepburn, nacido en 1960 y fruto de sus primeras nupcias con el actor y productor estadounidense Mel Ferrer. Pero esos tiempos serían también agridulces para la futura estrella. Con siete años sufre el abandono de su padre, pasa unos años en un internado y al poco tiempo estalla la Segunda Guerra Mundial. Con apenas diez años su madre decide llevársela a Aahrem, en Holanda, país anunciado neutral y finalmente el país europeo que más tiempo fue invadido por el Eje.

Audrey Hepburn con cinco años.

© Archivo Familiar de Audrey Hepburn

“Fue una mezcla de un tiempo bonito y difícil. Ella recordaba ir a la escuela patinando sobre los ríos, porque el clima era entonces muy diferente. Los canales se helaban y mi madre recordaba esas anécdotas con una sonrisa. Pero cuando empezó la guerra vinieron seis años muy duros”, explica su hijo.

Pese a esas vivencias en la precariedad, en las que ayudaba a la resistencia holandesa en el envío de mensajes, comía tulipanes y pasaba días en la cama soñando ser bailarina, el trago más duro que le tocó de niña fue el abandono de su padre. “Solo décadas después pudo cerrar el que siempre había sido el capítulo inacabado de su vida”, explica su primogénito.

1948.Audrey Hepburn en su escuela de danza en Londres.

© Archivo Familiar de Audrey Hepburn

Cuando estaba ya casada con Mel Ferrer y viviendo en La Paisible, su casa en las montañas de Suiza, donde pasó más de treinta años, su entonces marido "entendió que esa parte de su vida nunca había sido resuelta".

"Decidió buscarle y a través de la Cruz Roja le encontró. Le llamó, le explicó sus intenciones y se la llevó a verle a Irlanda. En solo cinco minutos, cuando ella le conoce como adulto, todo lo que había cristalizado en su mente se derrite. Él es emocionalmente incapaz de mostrar algo profundo”.

Sean Ferrer describe a ese abuelo que nunca estuvo como un hombre elegante, muy culto. Hablaba trece idiomas. Pero también como “un parapléjico emocional”. "Ella intentó salvar la situación y acabó por ponerle una cruz a la relación”. Pese a todo, la actriz decidió mantenerle durante el resto de su vida, “aunque jamás nació nada entre ellos”.

Su relación con Mel Ferrer terminó en divorcio, en plenos años dorados de Hollywood y de una meteórica carrera también ligada a las producciones de su marido, con quien viajaba a menudo a España para sus producciones. “Pasé todos mis veranos en Marbella y teníamos casa en Madrid, en Puerta de Hierro”, explica Sean en perfecto español, un vínculo con España que aún mantiene hoy con sus propios hijos. La facilidad para los idiomas le viene también de su madre, políglota y perfectamente plurilingüe en holandés, inglés, francés, italiano, español y alemán. Pese a los ataques de celos que trascendieron entonces y el supuesto rol de Pigmalión que Mel había adoptado con su musa, su hijo habla de ellos como un matrimonio feliz, en el que destaca el rol “protector” de su padre. Se conocieron en una fiesta en casa de Gregory Peck, poco después del rodaje de Vacaciones en Roma y antes de que le llegara el Óscar con veinticinco años. “Cuando mi padre entra en su vida, mi abuela, Ella, le pasa esa varita protectora a mi padre. Es un hombre con muchas experiencias. Ya vemos lo que está pasando hoy en Hollywood… Hay que imaginar cómo era en la época”.

Retrato realizado por su marido Mel Ferrer en 1955 en La Vigna, a las afueras de Roma.

© Archivo Familiar de Audrey Hepburn

De la madre de Audrey se ha escrito que era una mujer de hielo, poco cariñosa hacia su hija, algo que a ella siempre le pesó. Sin embargo, su nieto le atribuye gran parte del éxito de su carrera. "Mi abuela fue una mujer muy fuerte. Si le damos a una o dos personas la responsabilidad de su éxito, pienso que ella es la primera”. Una mujer que se quedó sola con una niña de siete años y que en 1945, terminada la guerra, decide llevarse a su hija a Londres para apuntarla a clases de danza y ayudarla a cumplir su gran sueño. “Para poder pagarlas, se puso a trabajar como conserje en un palacio donde limpiaba las escaleras de rodillas. Ese fue el primer paso determinante para lograr su carrera”.

Fuera del ámbito familiar, quien realmente tuvo mucho que ver en su salto al estrellato fue la novelista francesa Colette, durante el rodaje de una comedia en Montecarlo, Montecarlo Baby, en 1950. “Colette, sentada en la terraza de un hotel en el que descansaba tras regresar de Nueva York, donde había firmado un contrato para llevar su novela Gigi a Broadway, ve a esa niña joven de pelo corto, pregunta por ella, y decide llevársela a la Gran Manzana”, recuerda su hijo. Poco después, los cazatalentos de Hollywood le ofrecen el papel de Vacaciones en Roma, su primer gran rol como protagonista en Hollywood y una película eterna que la catapultó al éxito.

Noventa años después de verla nacer, Bruselas rinde finalmente homenaje a su estrella con una exposición, Intimate Audrey, producida por su hijo, que espera recaudar fondos para luchar contra las enfermedades raras y el cáncer, y dar continuidad a la obra de caridad iniciada por su madre, fallecida en Suiza en 1993 a causa de un cáncer.

La exposición recorre a través de fotos, vídeos, manuscritos y objetos la vida de Hepburn, no como estrella sino como mujer, madre, y activista. “Mi deseo es que la gente salga del otro lado y diga: ‘qué barbaridad, la mujer que fue'. Porque en realidad vivió una vida muy simple en un vestido de algodón”.

Audrey y Sean en Burgenstock, Suiza, en febrero de 1962.

© Archivo Familiar de Audrey Hepburn

Un homenaje que ha tardado diez años en llegar, en parte por la difícil y enrevesada burocracia belga, que hasta ahora no ha permitido que una escultura suya luzca frente a su casa natal, en la plaza dedicada al ingeniero Solvay, algo que su hijo intenta desde hace años. La estatua, firmada por Françoise Gillet, forma ahora parte de esta exposición que acogerá hasta finales de agosto el espacio Vanderborght de Bruselas, no lejos de la Grand-Place, pero su hijo espera que finalmente luzca en ese parque, colocada sobre un banco, para recordar a esa niña “sentada con sus bailarinas”. El productor belga Rodrigue Laurent, el otro artífice de la exposición, le contactó hace una década para celebrar ese tributo coincidiendo con el que hubiera sido el 80 cumpleaños de su madre. “Se han amontonado muchas complicaciones. También he tenido problemas con mi hermano”, admite.

En 2017, la fundación de la actriz presentó una demanda contra Sean Ferrer acusándole de interferir en la exhibición de los recuerdos de la actriz. El fondo está presidido por su otro hijo, Luca Dotti, que tuvo con su segundo marido, del que se divorció en 1982. “La relación con mi hermano es complicadísma. Estamos en un pleito. Yo creé esa fundación y se la dejé cuando me fui a UNICEF para presidir la Audrey Hepburn Society”. Sean alega que los derechos de propiedad intelectual que atañen al legado de su madre también pasan por él.

En esta ocasión, ha desempolvado cerca de 800 imágenes, algunas inéditas, que saltan de sus primeros años en Bruselas, Holanda y Londres, a la construcción de su vida adulta fuera de las cámaras de Hollywood, pasando por los 17 años de relación que mantuvo con su padre, su nacimiento, sus amigos cercanos y hasta los años de UNICEF, que en 1992 le valieron el Óscar humanitario Jean Hersholt, concedido anualmente por la Academia de Hollywood. Los textos manuscritos en los que plasmó su filantropía, su pasaporte como embajadora de la ONU, dibujos, el vestido que llevó en su boda con Mel Ferrer o grabaciones personales completan este recorrido único para conocer a la Audrey más íntima y explorar sus orígenes.