Mujeres pioneras

Lady Mary Wortley Montagu, los primeros pasos hacia la vacuna de la viruela

Lady Mary Wortley Montagu.

Lady Mary Wortley Montagu.

Foto: CC

A principios del siglo XVIII se calcula que la viruela era la causante de la muerte de entre un 10% y un 15% de la población europea, lo que podía suponer un total de 400.000 personas al año. Se trataba de una enfermedad que, además de una alta tasa de mortalidad que podía alcanzar el 30% de los infectados, era muy contagiosa y podía producir secuelas de por vida, desde las conocidas marcas y cicatrices en la piel hasta una inhabilitante ceguera permanente.

A pesar de que se desconoce el origen de la enfermedad, sí se sabe que ha afectado al ser humano desde hace mucho tiempo, pues existen evidencias en momias egipcias del siglo III a.C. Por ello, también se sabe que desde siglos atrás la humanidad ha intentado combatir tanto la infección como la propagación de la viruela mucho antes de que apareciera la famosa vacuna, el método que acabaría con la enfermedad y cuya invención debemos al médico británico Edward Jenner.

Sin embargo, la historia confirma que mucho antes de que Jenner llevara a cabo la primera vacunación y la popularizara como método preventivo, procedimientos muy parecidos ya eran empleados en otras culturas y sociedades. Y de ello se dio cuenta Lady Mary Wortley Montagu, una aristócrata británica que muy posiblemente fue la primera persona en intentar difundir la inoculación entre la población europea como método para evitar el contagio de la viruela.

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Víctima de la viruela

La historia de esta mujer de clase alta empezó en la residencia de una familia noble de Inglaterra. Vio morir a su madre cuando todavía era una niña, y su padre, que ostentaba varios títulos nobiliarios, delegó su educación en una institutriz. Sin embargo, el carácter rebelde, ambicioso y decidido de la niña la empujó a ir más allá de las enseñanzas que recibía una niña de la época y se formó de manera autodidacta en numerosas materias gracias a la amplia biblioteca de su padre. Allí pasaba largas horas escondida leyendo. De este modo, a los 15 años y contra todo pronóstico, Lady Mary contaba con una educación comparable a la de cualquier chico de su edad.

Hubo dos relaciones que marcaron su juventud y, en consecuencia, su vida posterior. La primera fue la de la filósofa y escritora Mary Astell, conocida por sus escritos y reivindicaciones feministas, entre otros. Y la segunda fue la amistad que la unió a Edward Wortley Montagu, que terminó convirtiéndose en una historia de amor. A pesar de que su padre había escogido otro pretendiente para casarse con ella, Mary se rebeló contra el poder paterno y se fugó con Edward para casarse.

Pasaron los primeros años de matrimonio en Londres, y fue entonces cuando Lady Mary contrajo la viruela, y sobrevivió. No así su hermano William, quien murió a causa de la enfermedad en 1713.

Sus relaciones de juventud con la filósofa Mary Astell y Edward Wortley Montagu cambiaron la vida de Lady Mary para siempre.

El fascinante mundo de Oriente

Tres años más tarde, su marido fue nombrado embajador en Estambul. Empezaba la aventura otomana para la pareja.

Gracias a su educación y a su espíritu curioso y aventurero, Lady Mary Montagu llegó a Constantinopla con la mente abierta, dispuesta a aprender y adaptarse lo mejor posible al que sería su nuevo hogar durante los próximos dos años. Lo que encontró allí la fascinó, y dejó constancia de ello en una prolífica correspondencia que mantuvo con varios familiares y amigos durante su estancia en la capital del Imperio otomano. Sus escritos están recogidos en Cartas desde Estambul (Línea del Horizonte).

A partir de testimonios como el suyo, el de una europea que se integró en una sociedad oriental sin las limitaciones que imponen los prejuicios y las ideas preconcebidas, la concepción de la cultura musulmana empezó a cambiar en el Viejo continente. Vestida al modo local y adoptando sus costumbres, la esposa del embajador transitó y describió las abigarradas calles de los bazares, la densa atmósfera de una mezquita y la desinhibición de los harenes y los baños turcos.

Lady Mary vestida al modo oriental, por Charles Jervas, 1716.

Foto: CC

A lo largo de la temporada que el matrimonio pasó en la actual Estambul, Lady Mary tuvo también la oportunidad de observar en primera persona costumbres con las que la sociedad europea estaba poco familiarizada. Una de ellas llamó poderosamente su atención, ya que inmediatamente y debido a su experiencia vital, la aristócrata vislumbró como un potencial avance médico contra la viruela.

El germen de la futura vacuna

En marzo de 1717, observó como algunas ancianas practicaban la inoculación de la viruela en niños, consiguiendo que estos se inmunizaran contra la enfermedad de por vida. El proceso era el siguiente: se extraía una pequeña cantidad de pus de una ampolla de un paciente leve de viruela. A continuación, este pus se introducía en una herida abierta a propósito en la piel de un niño sano. Al poco tiempo, este desarrollaba un caso mucho más leve de viruela del que hubiera contraído por la vía natural y, tras superarlo, quedaba inmunizado de por vida.

El impacto de estas observaciones quedó plasmado en varias de las cartas que Lady Mary envió a sus allegados. Por ello, tras comprobar el éxito de la revolucionaria técnica, ella misma decidió aplicárselo a su propio hijo con ayuda del médico de la embajada inglesa. De este modo, su hijo Edward se convirtió en el primer inglés en recibir la llamada inoculación o variolización.

Lady Mary con su hijo mayor Edward Wortley Montagu. 

Foto: CC

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A su regreso a Inglaterra en 1718, Lady Mary Montagu estaba decidida a convertirse en la principal promotora de este nuevo método de inmunización. Desafortunadamente, encontró una fuerte resistencia por parte de la comunidad médica, que veía en ello una práctica de riesgo pues contravenía todo lo que habían aprendido hasta entonces. A ello, se le sumó la desconfianza hacia el mundo musulmán, apoyada en gran medida por la iglesia cristiana, quien la tildó de una práctica antinatural.

En 1721 se declaró un nuevo y virulento brote de viruela, y fue entonces cuando Lady Mary decidió inmunizar a su hija pequeña, nacida en 1718. Pidió ayuda a un médico londinense y la inoculación se hizo en presencia de testigos, era la primera vez en la historia que este procedimiento se realizaba en el Reino Unido. Lady Mary se convirtió en una abanderada de la inoculación y llegó a declarar: «Soy lo bastante patriota como para tomarme la molestia de llevar esta útil invención a Inglaterra y tratar de imponerla». Se reunió con las autoridades sanitarias para convencerles de la necesidad de extender este método entre la población, expuso a su hija como ejemplo de éxito, pero aún así seguía chocando con las reservas de la comunidad médica.

Edward Jenner realizando la primera vacunación en 1796. 

Foto: CC

En parte, tenían algo de razón, pues la inoculación, aunque en la mayoría de ocasiones era un método eficaz, en algunos casos causaba complicaciones. La persona inoculada podía contagiar e incluso enfermar gravemente y morir. Por este motivo, fue esencial la aportación que haría Edward Jenner casi 80 años después. Tomando como punto de partida la variolización o inoculación introducida por Lady Mary Montagu, que se estudiaba en algunos hospitales ingleses, invirtió gran parte de su carrera en buscar una manera de proteger a la población frente a la viruela.

Después de varias pruebas e investigando con la viruela bovina, realizó el experimento definitivo con James Philipps, el hijo de su jardinero. Efectivamente, tras vacunar al niño e infectarlo a posteriori con la viruela humana, pudo comprobar como este había quedado inmunizado sin apenas efectos secundarios. Fue así como creó la primera vacuna, iniciando una nueva era para la medicina con uno de los inventos que más vidas ha salvado en la historia.

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