El divorcio entre la princesa Ana de Inglaterra y su esposo Mark Phillips

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| Foto: Getty Images

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AMORES DIFICILES

Un escueto comunicado del Palacio de Buckingham termina oficialmente con un matrimonio roto hace mucho tiempo

2 de octubre de 1989

El jueves pasado, cuando el Palacio de Buckingham entregó el comunicado oficial a la prensa, la princesa Ana de Inglaterra y su esposo Mark Phillips estaban como han estado usualmente en los últimos años: separados. El, cuidando sus caballos en la hacienda de Aston y ella, a tres mil millas de distancia, en San Juan de Puerto Rico, cumpliendo un compromiso como miembro del Comité Olímpico Internacional.

"Su alteza real, la princesa Ana y su esposo el capitán Mark Phillips han decidido separarse en términos acordados entre ellos mismos. No hay planes para un futuro divorcio". Con este escueto comunicado se puso punto final a un matrimonio de 16 años y a 8 de especulaciones. El anuncio que no sorprendió a nadie, le dio la vuelta al mundo porque al fin de cuentas se trata de Ana, la hija mayor y única mujer de la Reina Isabel II de Inglaterra, cuyo matrimonio, el 14 de noviembre de 1973, fue televisado desde la Abadía de Westminster a los cinco continentes. Se trataba de la primera boda de la nueva generación de la realeza británica.

Es el final de una historia que comenzó como un cuento de hadas: una princesa fea que se casaba con un apuesto teniente de caballería. Entonces se pensó que Mark y Ana eran la pareja perfecta. Sin embargo, después del nacimiento de sus dos hijos, Peter, de 11 años, y Sara, de 9, comenzaron a trascender a la prensa los rumores de que algo andaba mal. Las malas lenguas aseguraban que las escenas de celos de Ana eran comunes que en una ocasión, durante un viaje a Alemania, después de una fuerte discusión Ana dejó a su esposo encerrado en la habitación del hotel. Las ausencias de la princesa de su hogar se hicieron cada vez más frecuentes y prolongadas. En 1984 los rumores se acrecentaron cuando durante los Juegos Olímpicos de Los Angeles, Ana y Mark se alojaron en hoteles diferentes. Pero como es frecuente que en las parejas de la realeza cada cual ande por su lado - la misma reina Isabel vive en un apartamento independiente de su esposo -, los rumores no resultaron muy extraños.

Fue en abril último cuando la situación entre Mark y Ana parecio llegar a un punto de no retorno. Con ocho días de diferencia, el Palacio de Buckingham - rompiendo la vieja tradición de "aqui no pasa nada"- emitió dos comunicados relacionados con la pareja. El primero, a raíz de la publicación de unas declaraciones de Miss India, Pamella Bordes, secretaria en la Cámara de los Comunes, protagonista del mayor escándalo erótico-político de los últimos años en Londres, en las cuales afirmaba que había pasado un fin de semana "muy especial" en compañía del capitán Phillips. El comunicado aclaraba que el esposo de la princesa no había tenido más relación con la Bordes que la de ser el instructor en un cursillo de equitación realizado hace dos años en su centro ecuestre de Gleneagles, Escocia.

Una semana después, el robo de unas cartas íntimas de la oficina de la princesa, y que fueron enviadas al diario The Sun, escritas por un edecán de la reina, Timothy Laurence, de 34 años, puso al descubierto un romance secreto de Ana. Aunque el contenido de las misivas nunca se conoció, sí trascendio que eran de índole muy romántica. El comunicado de Palacio admitió el robo y las calificó de "un amigo a una amiga". Pocos días después, la reina Isabel daba tres órdenes: echar de palacio a los dos empleados que robaron las cartas; enviar al capitán Laurence como comandante de un buque de guerra de la Armada Británica, y a Mark y a Ana olvidarse de la idea de un divorcio.

Si bien estos escandalosos episodios que involucraron a los dos miembros de la pareja real son los últimos, no son los únicos. Varios romances extramatrimoniales se le atribuyen a Ana y a Mark. En 1983, trascendió a la prensa una cercana relación entre la princesa y su guardaespaldas Peter Cross, a quien Scotland Yard relevó de su cargo por "excesiva familiaridad". Cross contó a los tabloides ingleses que tenía una "relación muy especial" con la princesa y que cuando ella lo llamaba por teléfono a su oficina usaba el seudónimo de "La señora Wallis".

En 1987, un encuentro en París desató los rumores de que entre el actor Anthony Andrews y la princesa había algo más que una simple amistad. Andrews, protagonista de una serie de televisió sobre la abdicación de Eduardo VIII tio de Ana, era huésped asiduo en k residencia familiar de Gatcomb Park. Pero mientras el capitár Phillips se lamentaba de los múltiples compromisos oficiales de su esposa la verdad es que cuando estaban separados él no estaba precisamente solo Mark también tiene varios romances a sus espaldas. El primero fue con una presentadora de televisión inglesa, Angela Rippon. Luego estuvo involucrado con una equitadora, Zena Pilgrim, y también con una empleada de palacio, Kathy Birks. Después del escándalo de la supuesta noche de amor con Pamella Bordes, se ha rumorado insistentemente un romance, que puede estar todavía vigente, con una ejecutiva de relaciones públicas Catherine Berks, quien siempre lo acompaña en sus viajes de negocios.

Al parecer, lo único que alguna vez unió a Ana y a Mark Phillips fue su amor por los caballos. Según algunos indiscretos empledos de la pareja, entre ellos siempre hubo más divergencias que afinidades. Dicen que Mark es el miembro más aburrido de la familia real, que ya es mucho decir, y que Ana siempre ha sido muy dominante. "El vive en las caballerizas mientras ella no sale de las recepciones oficiales. El se queja todo el tiempo del precio de las cosas mientras ella dona su dinero a obras de caridad. Ella es la hija de la reina de Inglaterra y él es el hijo del rey de las salchichas", señalaron. Hace unos meses, el padre de Mark - mayor Peter Phillips - afirmó en una entrevista para el diario Today que la relación de la pareja no podía considerarse como un matrimonio normal. "Si mal no recuerdo, el año pasado pasaron en total 28 días juntos", señaló el suegro de Ana. La sabiduría popular afirma que la princesa, que atiende dos o tres compromisos oficiales por día y sólo toma tres semanas de vacaciones al año, ha utilizado el trabajo para aliviar las penas del corazón.

Aunque todo el mundo sabe que en Buckingham Palace la Corona pesa más que los sentimientos, después de la crisis de abril la reina Isabel pareció resignarse a aceptar que había muy poco por hacer para salvar este matrimonio y finalmente hizo oficial la se paración, aunque advirtiendo que no habrá divorcio, es decir, que no se disolverán los vínculos jurídicos. La soberana parece ser alérgica a esta palabra desde hace tres décadas, cuando su hermana, la princesa Margarita, se enamoró perdidamente de Peter Townsend, un piloto de la Fuerza Aérea británica divorciado, condición que lo excluyó de los planes matrimoniales de la familia real. Posteriormente Margarita se casó con Antony Armstrong Jones, de quien se divorció en 1978, dos años después de haber anunciado su separación.

Al regreso de la gira que realiza actualmente por Honduras, Ecuador y Bolivia, como presidente de la Fundación "Salve a los niños", la princesa Ana, de 39 años y séptima en la sucesión al trono, vivirá con sus dos hijos en la residencia oficial de Gatcombe Park, en Gloucestershire, regalo de bodas de la reina. El capitán Phillips, de 40 años, habitará la hacienda de Aston - avaluada en un millón de libras esterlinas, es decir 600 millones de pesos, y también obsequiada a la pareja por la soberana - donde tiene un criadero de caballos y un centro de equitación, sus nuevas pasiones desde que fracaso como jinete al ser descalificado en las olimpiadas de Seúl.

Los británicos, acostumbrados a los capítulos de la interminable saga amorosa de la familia real, se han mostrado muy solidarios con Ana.
Esto es, sin embargo, algo nuevo para ella que, a pesar de su condición de princesa real, siempre fue considerada como una mujer extraña, antipática y mal vestida que, como Carlos, siempre ha tenido un papel segundón en la Corte y que ha sido opacada por el encanto y la belleza de sus cuñadas, dos plebeyas convertidas de la noche a la mañana en las princesas más admiradas del mundo. Ahora, las penas de amor de la princesa han despertadó en sus súbditos un sentimiento de simpatía. Y, aunque ella nunca lo buscó, finalmente su pueblo le ha otorgado una atención que nunca antes tuvo.