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Sobre El Padrino, "parricidios" y sucesiones

Mauricio V�zquez Director en Mentor P�blico

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25 Noviembre de 2022 10.51

�Qui�n puede afirmar con certeza que alguien m�s que Francis Ford Coppola podr�a hacer de la maravillosa obra de Mario Puzo ese t�tem �pico que es hoy? �Qui�n podr�a, del mismo modo, estar realmente seguro de que el propio Puzo, fallecido en Julio de 1999, alguna vez dimension� el enorme aporte que hizo su obra en campos como el liderazgo, el management, la psicolog�a de grupos y la pol�tica (entre otros) toda vez que sus frases y di�logos son citados para ilustrar m�ltiples fen�menos humanos de una vigencia y permanencia absoluta?

Este es el caso de esta nota que centra su atenci�n en el �ltimo intercambio que Vito Corleone, pronto a fallecer, mantiene con su hijo Michael, cuando acerc�ndose a su o�do pronuncia la frase que pasar�a, desde entonces, a ser uno de los s�mbolos absolutos de la traici�n humana: �Quien te hable de tener esa entrevista con Barzini, ese es el traidor�.

Mucho se ha comentado sobre este fragmento, sin embargo, no muchas veces se dimensiona la profunda lecci�n que aqu�l que otrora fue el poderoso Padrino en la ficci�n de Puzo, lega a la posteridad. Y esto, porque en ese consejo sabio de Vito a su hijo, se manifiesta no solo la preocupaci�n de un padre por la supervivencia de su hijo, sino al mismo tiempo, la unci�n que �l, habiendo sido amo y se�or absoluto de la famiglia Corleone, hace sobre Michael, sucesor y garante de la permanencia de todo aquello que ha construido.�

Desde ya que los casi cuatro minutos que dura ese �ltimo intercambio entre padre e hijo tiene otras sutilezas de una riqueza tan grande que podr�an inspirar muchas otras reflexiones, sin embargo, la observancia de lo tr�gico que suele resultar en el �mbito p�blico y privado el problema de la sucesi�n de poder nos invita a poner especialmente el foco en esta escena y aprender de ella.

Mucho se ha escrito en el �mbito de lo p�blico sobre los impactos que las transiciones de liderazgos tienen sobre la econom�a, la paz y, por ende, sobre los pueblos. Ya sea en la antig�edad cl�sica como en la medievalidad e, incluso, en nuestro mundo actual, los vac�os de poder y la lucha por ocuparlos suelen desencadenar efectos imprevisibles que, en el marco de la actual globalizaci�n, tienen impacto en pr�cticamente todas las latitudes.�

Qui�n no lo crea as� que observe la atenci�n suscitada, en todo el globo, sobre el Congreso del Partido Comunista Chino, cuando Xi Jinping, haciendo gala de un poder sin igual, hizo retirar frente a cientos de millones de personas, en una escena que quiz� ni el propio Puzo se anim� a escribir, a su antecesor Hu Jintao, uno de los responsables inequ�vocos del gran avance de la naci�n asi�tica de las �ltimas d�cadas.

Sin embargo, pocas veces se habla del impacto que el mismo fen�meno suele tener dentro de las empresas familiares, cuando los fundadores descuidan ese inevitable momento en el que el paso del tiempo hace necesario comenzar a pensar en dar un paso al costado y dejar que se haga cargo de liderar su delf�n (terminolog�a derivada del t�tulo nobiliario que desde 1350 hasta 1830 fue reservado a los pr�ncipes herederos al trono de Francia que fuesen hijos leg�timos del monarca).

Nadie dice, desde ya, que esa decisi�n l�gica y derivada de nuestra propianaturaleza mortal, sea f�cil. En la escena entre Vito y Michael puede observarse �f�cilmente, a trav�s de la maestr�a de Marlon Brando, como pesa sobre el otrora Padrino no solo la nostalgia de aquello que fue, sino tambi�n el arrepentimiento por lo que pudo haber sido y la certeza de aquello que, inevitablemente, ser�. Sin embargo, justamente por cargar sobre s� toda esa
desgarradora conciencia es que ese consejo para garantizar la vida de su hijo cobra el valor que realmente tiene.

Aun as�, tanto monarcas, presidentes, padrinos, empresarios y padres, muchas veces son v�ctimas de un ego mal trabajado y se aferran a sus puestos de decisi�n como si con tal acci�n pudiesen sosegar el inexorable momento de su muerte (f�sica o simb�lica). Cuando tal sucede, no solo se producen los conflictos de poder que mencionaba anteriormente, sino que al mismo tiempo se corroen las estructuras de liderazgo producto tanto de las internas de
poder, como del hecho de que en un mundo que avanza a una velocidad vertiginosa, la renovaci�n de dirigentes es casi un mandato absoluto en todos los �mbitos por igual.

Es en esos instantes cuando cobran sentido aquellas �enigm�ticas� lecciones en las que han coincidido, desde sus respectivas cosmovisiones, la Biblia, Freud y Jung, entre otros.�

A modo de ejemplo, m�ltiples son las interpretaciones que a lo largo de las d�cadas se han hecho del enigm�tico pasaje b�blico en el que Jes�s, s�mbolo inequ�voco de paz y amor, pronuncia: �No he venido a traer la paz sino la espada. S�, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra, y cada uno tendr� como enemigos a los que conviven con �l". (Mt 10,34-36)

El desaf�o, para qui�n se adentra en los evangelios, es el c�mo conciliar la figura del Jes�s que promueve, a lo largo de aquellos pocos a�os que conocemos de su vida, la tolerancia, la apertura del coraz�n y el alma, con este otro que sin miramiento nos habla de enfrentarnos con aquellos que nos han criado o que convivimos. Sin embargo, desde la perspectiva que inspira esta nota, podr�amos interpretar sin esforzarnos mucho, que justamente aqu�l que vino a traer al mundo este cambio de paradigma que nos rige hasta hoy, era plenamente consciente que la primera resistencia a vencer por esos fieles que
comenzaban a seguirlo estar�a dada por los m�s cercanos a ellos.�

Y esto �ltimo, no por una cuesti�n de �maldad�, sino por una derivaci�n natural y l�gica de esa necesidad de estabilidad y permanencia que experimentan los �padres�, como s�mbolos de las estructuras tradicionales. Una reflexi�n similar nos lega Sigmund Freud cuando habla de �matar al padre�. Expresi�n que ha causado enorme controversia a lo largo de las �ltimas d�cadas, al igual que aquella otra extra�da de la Biblia, pero que no hace otra cosa que se�alar la imperiosa necesidad psicol�gica que deben enfrentar los j�venes al momento de encontrar dentro de s� su esencia individual apart�ndose de los mandatos y �castraciones� que sus padres, muchas veces de forma inconsciente, derraman sobre ellos. Ese duro �parricidio� no es otra cosa que el equivalente a ese enfrentamiento que Vito evade, con profunda sabidur�a.

Por �ltimo, tambi�n el Tarot, en su sexto arcano mayor, �los enamorados�, representa arquet�picamente esa decisi�n fundamental de dejar atr�s las estructuras tradicionales, especialmente las familiares, para encontrar el verdadero sendero personal y manifestar en lo concreto aquello que cada individuo tiene para aportarle a este mundo. O al menos as� lo explicaba Carl Gustav Jung, uno de los disc�pulos m�s exc�ntricos del fundador del psicoan�lisis, que se val�a de dichas fuentes esot�ricas para ilustrar eso mismo que la Biblia y Freud: el poder liderar, no solo pir�mides jer�rquicas sino incluso a nosotros mismos, muchas veces implica una decisi�n dolorosa que no puede tomarse con la anuencia de aquellos que, parad�jicamente, nos aman o amamos.

Sirvan los r�os de tinta vertidos al respecto, las losas te�idas de sangre durante toda la historia, y la enorme cantidad de emprendimientos humanos arruinados por este fen�meno, para que ese breve intercambio entre Vito y Michael adquiera la dimensi�n que realmente tiene en nuestro d�a a d�a.

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