Margarita de Austria, reina de España
1607. Óleo sobre lienzo, 112 x 97 cmDepósito en otra institución
Margarita de Austria casó con Felipe III en 1599, tras ser elegida por Felipe II entre las mujeres de la casa de Austria-Estiria. El matrimonio se planeó junto con el de la infanta Isabel Clara Eugenia y el archiduque Alberto. Doña Margarita había nacido el año 1584 y llegó a España en abril de 1599, casada ya por poderes en Ferrara. De ella se destacaron su discreción y virtud, adjetivos que de forma casi sistemática solían emplearse para alabar a las mujeres de la dinastía, cuyos servicios a la Corona y a la Familia se concretaban en asegurar la continuidad biológica de la misma y en el mantenimiento continuado de las prácticas religiosas que, en Doña Margarita, se dirigieron al patrocinio de las fundaciones religiosas de Las Descalzas Reales de Valladolid, los Jesuitas de Salamanca y sobre todo, la Encarnación de Madrid, convento de agustinas recoletas muy próximo al Real Alcázar. También se dice que participó en las intrigas contra el Duque de Lerma, el todopoderoso valido de Felipe III, de quien se llegó a sospechar por la muerte de la Reina. Pero Doña Margarita murió, como tantas reinas de España, de sobreparto en 1611, cuando sólo contaba con veintisiete años. Fue madre de Felipe IV, de Ana, la futura reina de Francia, María, luego emperatriz de Austria, y Carlos Fernando, cardenal y arzobispo de Toledo.
Juan Pantoja de la Cruz fue el retratista más representativo de la corte de Felipe III, continuador de las imágenes aúlicas de la corona española, un artista especialmente primoroso en la captación de la bella indumentaria que envolvía y encerraba a la Reina. Entre 1606 y 1608, fecha de la muerte del artista, Pantoja se ocupó de realizar distintos retratos de los miembros de la dinastía para el Salón de retratos del Pardo. La Reina está representada como una figura de apariencia inmutable, indescifrable tras el bello parapeto de su extraordinario vestido del que se alza la enorme gorguera, elemento que aísla y realza el rostro iluminado. Del oscuro cuerpo destacan las joyas: botones, ceñidor, una gran cruz a la que se liga un pequeño reloj y un rosario. Elementos cargados de valor simbólico que animan la vacuidad de la expresión regia, donde hasta la pose repite sin variaciones el lenguaje aprendiendo y fijado en el reinado anterior. Doña Margarita sostendría un pañuelo con su mano izquierda (la tela está recortada), mientras que la derecha acaricia un mastín, toma un libro de horas o se apoya, como en este caso, en un sillón. El cortinaje rojo cierra y define el espacio, tan irreal y mayestático como la propia presencia de la Reina.
Esplendores de Espanha de el Greco a Velazquez, Rio Janeiro, Arte Viva, 2000, p.56