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800px Titian   The penitent magdalene (1565)
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Curiosidades de la historia: episodio 112

María Magdalena, la compañera de Cristo

Los Evangelios apócrifos muestran una íntima relación entre Jesús y su seguidora Magdalena, hasta el punto de que se ha especulado con la posibilidad de que ambos estuvieran casados.

Los Evangelios apócrifos muestran una íntima relación entre Jesús y su seguidora Magdalena, hasta el punto de que se ha especulado con la posibilidad de que ambos estuvieran casados.

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TRANSCRIPCIÓN DEL PODCAST

Jesús de Nazaret ha adquirido la aureola de ser el rabino judío más respetuoso y amigo de las mujeres, sobre todo desde mediados del siglo XX, gracias a una interpretación de corte feminista de los evangelios (en especial del evangelio de Lucas). Se destaca su trato amable con las damas, la acogida tierna a la pecadora que unge sus pies en un banquete, su perdón a la esposa adúltera, sus curaciones de mujeres, su amistad especial con Marta y María, hermanas de Lázaro, a quien resucitó; se recalca, ante todo, el que ejerciera su ministerio rodeado de mujeres. Y se concede especial importancia al hecho de que reservara su primera aparición como resucitado a María Magdalena, cuando ésta llora junto a su sepulcro (Juan 20).

Una tradición convierte a Magdalena en compañera o esposa del Nazareno. Pero los evangelios canónicos, los aceptados como sagrados, nada dicen expresamente de eso, aunque no tienen inconveniente en hablar, por ejemplo, del matrimonio del apóstol Pedro, a cuya suegra curó Jesús (Mateo 8, 14-15). Durante la vida pública de Jesús antes de la crucifixión, únicamente se menciona a Magdalena en un pasaje de los cuatro evangelios reconocidos por la Iglesia: Lucas 8, 1-3. Ahí se dice que varias mujeres servían al Maestro con sus bienes: Magdalena,  Juana (mujer de Cusá, un administrador de Herodes Antipas, gobernante de Galilea) y otras. Este texto transmite la imagen de un grupo de predicadores itinerantes ayudados por diversas damas en plan de servidoras, no de codiscípulas ni de copredicadoras, como algunos investigadores sostienen.

 

¿Marido o maestro?

En realidad, no se puede probar que Jesús fuera célibe, casado o viudo, ni que hubiera dejado a su mujer para predicar el reino de Dios. Se ha dicho que todos los rabinos debían estar casados, pero en tiempos de Jesús no había aún ese tipo de rabinos oficiales. Por otra parte, Jesús se presentaba ante todo como un profeta, y el pueblo sabía que uno de los grandes profetas, Jeremías, estuvo soltero. Y en el siglo I d.C., había muchísimos que permanecían célibes entre los esenios (la comunidad que en Qumrán atesoró los manuscritos del mar Muerto). Así pues, Jesús podía ser soltero o estar casado

El caso de Magdalena en el Evangelio de Juan merece consideración. En contra de las tradiciones recogidas por san Pablo y los demás evangelistas, que reservan el primer puesto a los varones, Juan dibuja una escena en la que Jesús se aparece por vez primera a una mujer que era su esposa, según ciertas interpretaciones de este pasaje. Quienes así piensan sostienen que Rabbuní, la exclamación de Magdalena al encontrarse con Jesús vivo, significa en hebreo coloquial «mi marido», y que ello es un signo claro de que María era su mujer. Pero Rabbuní significa ante todo «mi maestro». Cabe señalar que la inmensa mayoría de los estudiosos opina que esta escena no es histórica, sino una ficción del evangelista para presentar el paso de la fe imperfecta a la fe perfecta gracias al encuentro con el Resucitado. 

No se puede probar que Jesús fuera célibe, casado o viudo, ni que hubiera dejado a su mujer para predicar el reino de Dios

A partir de este supuesto matrimonio se ha reinterpretado la escena de la crucifixión en el Evangelio de Juan (19, 25-27), donde a los pies de la cruz aparece la madre de Jesús con Juan –el discípulo amado– y dos Marías: la mujer de Cleofás y Magdalena.  El texto griego de este pasaje no dice: «Viendo [Jesús] a su madre», sino «Viendo a la madre»; y tampoco se lee «[Jesús] dice a su madre», sino «a la madre». De ello se ha deducido que «madre» se refiere a Magdalena, que ésta es la mujer de Jesús y que el hijo de ambos es Juan. Pero esta deducción es fantasiosa en exceso

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Los apócrifos y Magdalena

María Magdalena aparece en muchas ocasiones en los evangelios apócrifos, así llamados porque la Iglesia los rechazó como falsos desde el siglo III. Su presencia es especialmente frecuente en los apócrifos gnósticos, evangelios cuya religiosidad se basa en una revelación divina reservada a unos pocos. Así, vemos a Magdalena en el Evangelio de Tomás, la Sabiduría de Jesucristo, el Diálogo del Salvador y Pistis Sofía, pero siempre como la discípula perfecta. Sin embargo, hay dos evangelios gnósticos en los que podemos ver con claridad aparente que Magdalena es la compañera o esposa del Redentor. Son el Evangelio de María (referido a María Magdalena) y el Evangelio de Felipe, compuestos en griego entre 150 y 250 d.C. y que sólo se han conservado en lengua copta

Los pasajes del Evangelio de María son bastante dudosos. En el primero, Pedro confiesa: «Mariam, hermana nuestra, sabemos que el Salvador te amaba más que a las demás mujeres» (10,1-5). En lengua copta, el verbo «amar» (ouoosh) puede tener varios significados, como en español, y no expresa necesariamente una relación sexual entre Magdalena y Jesús. La clave para interpretar este término radica en el contexto, que no proporciona el menor apoyo para atribuir una significación erótica a las palabras citadas: el autor piensa siempre que ese amor consiste en recibir visiones con enseñanzas espirituales del Revelador. 

El Evangelio de Felipe es el apócrifo más explícito en el tema del afecto entre Magdalena y Jesús. El primer pasaje importante es éste: «Tres mujeres caminaban siempre con el Señor: María, su madre; la hermana de ésta, y Magdalena, llamada su compañera. Así pues, María es su hermana, su madre y su compañera» (59,6-11). El término empleado por el autor para «compañera» es hotre en copto, y vale tanto para designar una unión sexual como para hablar del simple acompañante o bien del «consorte espiritual». Así que dependemos de nuevo del contexto para interpretar esta palabra. La continuación del pasaje reza así: «Los demás discípulos dijeron:  “¿Por qué la amas más que a nosotros?”.  El Salvador respondió y les dijo:  “¿Por qué no os amo a vosotros como a ella?”». El texto da a entender (como en el caso del Evangelio de María) que el resto de los discípulos están menos avanzados que Magdalena en el conocimiento salvador. Por eso el Revelador los ama menos. Jesús reta a los discípulos varones a que alcancen una gnosis o conocimiento semejante al de María. Mientras no lleguen a eso, Él no los amará tanto como a su discípula preferida. 

El Evangelio de Felipequiere recalcar que Magdalena es la discípula perfecta de Jesús, no que sea su mujer

Para entender mejor este significado se debe comparar este pasaje con el evangelio canónico de Marcos (3,31-35), donde Jesús se muestra reacio a recibir a su familia: «Estaba la muchedumbre sentada en torno a él y le dijeron:  “Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan”. Él les respondió: “¿Quién es mi madre y mis hermanos? Quien hiciere la voluntad de Dios ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”». Puesto que nadie puede ser a la vez hermano, hermana, esposa y madre, de lo que aquí se habla es de una asociación espiritual con Jesús gracias a la fe en su doctrina. María es «compañera» de Jesús en el mismo sentido en que es «hermana» y «madre», es decir, en tanto que posee con él un íntimo vínculo espiritual. Por consiguiente, el Evangelio de Felipequiere recalcar que Magdalena es la discípula perfecta de Jesús, no que sea su mujer. 

Hay otro texto en apariencia claro: «La compañera del Salvador es María Magdalena. Él la amaba más que a todos los discípulos y la besaba frecuentemente en la boca». Para nosotros, «besar en la boca» comporta la posibilidad de una relación sexual. Pero no era así para los gnósticos. En el Segundo Apocalipsis de Santiago habla este último personaje: «Jesús me besó en la boca y me abrazó diciendo: Amado mío, he aquí que voy a revelarte cosas que los cielos no han conocido» (56,10-20). El ósculo o beso santo es el inicio de un acto litúrgico donde los elegidos, los gnósticos, reciben una revelación.

 

La Magdalena pecadora

El papa León Magno, a finales del siglo V, en una famosa homilía, fue el inventor de la figura de María Magdalena que hoy conocemos. Tomó como pie el texto probablemente espurio (es decir, no escrito por el autor original) del Evangelio de Marcos 16,9: «Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios», que interpretó como demonios lascivos, y presentó a la Magdalena como una prostituta arrepentida. En realidad, nada abona esa calificación, basada únicamente en la fusión de esta María con otras Marías de los evangelios o con mujeres anónimas que aparecen en ellos. Así, el papa León mezcló a Magdalena con una pecadora sin nombre tomada de Lucas 7,36-50; con una mujer adúltera, innominada, a la que Jesús perdona en Juan 8,2-11; con María, hermana de Lázaro, que le unge los pies en Juan 11, y con otra mujer anónima que unge a Jesús antes de su muerte en Marcos 14,3-9. De cinco mujeres distintas hace una sola. Y prostituta, vocablo que no aparece en el texto bíblico.

¿Hubo en esta mezcla intención expresa de alterar la imagen de la Magdalena, de silenciar una relación especial con Jesús? Quizá, pero no lo sabemos: no hay pruebas de una censura expresa del texto de los evangelios con el fin de eliminar la función preponderante de Magdalena. En todo caso, ni en los evangelios apócrifos ni en los canónicos hay textos que prueben que María Magdalena era la mujer de Jesús.