Biografía

Biografía

María Salgado nació en la ciudad zamorana de Toro. Desde sus comienzos frecuentó de manera natural las fuentes y raíces más puras de la música popular. Agapito Marazuela, el gran maestro del folklore la reveló en Segovia las personalísimas tonalidades de la más auténtica interpretación tradicional. Precisamente, haciendo pie en sus enseñanzas realizó un magnífico disco, pionero en su tiempo, con canciones extraídas del “Cancionero de Castilla” que Marazuela había rescatado del olvido mucho tiempo atrás. En “Canciones de amor y trabajo”, María Salgado reelaboró aquellas viejas melodías e introdujo los más modernos instrumentos musicales, sin que las vigorosas canciones perdieran un ápice de su personalidad.

Con Joaquín Díaz, su otro preceptor, supo de la importancia de conocer y amar el pasado más inmediato, y aprendió a releerlo bajo una magnitud diferente: más humana y sabia. Con Joaquín participó y colaboró en numerosas grabaciones discográficas, por ejemplo en “El calendario del pueblo”, trabajo que se plasmó en varios volúmenes junto a otros folkloristas como Raíces, Candeal, Joaquín González o Ángel Carril.

Todas estas circunstancias ayudan a comprender mejor la rica trayectoria de María Salgado. 12 discos en solitario y multitud de colaboraciones y trabajos conjuntos lo atestiguan. Siempre preocupada por innovar, pero partiendo de la profundidad de las cosas. Y como no hay soportes tan esenciales como la poesía, María ha cantado versos de Luís López Álvarez (su versión del Romance de la Reina Juana, siempre parece distinta en cada actuación), o de Luís Díaz Viana del que tiene dos grabaciones monográficas: “Recuerdo y profecía por España” (un disco de resonancias lorquianas que fue uno de los habituales en el programa radiofónico de Jesús Quintero “El loco de la colina”) y “La última dama”. María también ha participado en el disco homenaje a la compositora cubana María Teresa Vera, en colaboración con Martirio, Omara Portuondo o Pablo Guerrero.

Poesía en los textos, sensibilidad a flor de piel en las interpretaciones, diversidad en los temas. Estos han sido algunos de los ingredientes de los que se ha servido María Salgado para labrarse una carrera musical prestigiada y tremendamente coherente. A María le cabe el mérito de haber evidenciado con su disco “Mirándote”, que también hay habaneras del interior tan bellas y misteriosas como las del Mediterráneo. O de demostrar en “La sal de la vida”, junto con la sudanesa Rasha y la gallega Uxia, que el lenguaje de la música, como en general el del arte, es la forma más poderosa de aglutinar culturas y pueblos. Algo parecido puede decirse de “7 modos de guisar las berenjenas”, un notable trabajo discográfico donde nostálgicas melodías sefardíes, recogidas en Grecia, conviven sin dificultad con nuevas canciones compuestas por Juan Pablo Silvestre.

En “Abrecaminos”, María Salgado ha vuelto a sus orígenes castellanos y leoneses para volver a mezclarlos con ritmos orientales, sefardíes y composiciones de nuevo cuño como “Memoria del agua”, o “Tiempo”, con letra de Dulce María Loynaz. Un disco espléndido, de delicados arreglos y elegante acompañamiento musical, grabado con placidez en el Bierzo.

En el CD “Amor a Cuba”, María interpreta un puñado de canciones que exploran y unen dos culturas hermanas, la cubana y la castellana, a veces tan olvidadas pero que tienen tanto en común. María Salgado une Cuba con Zamora en una amalgama sonora que sabe a encuentros, hermandad y unión.

Y en “Abrazo, Abraço” su último disco por ahora la esposa del Nobel portugués José Saramago, Pilar del Rio escribe: “Canta María Salgado en portugués y español. Ella, como los peces, pasa de un lado a otro de “la raya”, y no ve diferencias… Para que sumando voz a voces, se mantenga la palabra sobre el ruido. María Salgado canta, explica, une. Siembra y recoge. Su voz es puente entre Portugal y España”.

Pero, al margen de sus celebradas grabaciones y magníficos discos, la más agradable sorpresa la deja María Salgado en sus recitales y actuaciones en público. Canta un puñado de pequeñas joyas que transitan por las suaves pendientes de las “guajiras”, “peteneras”, “fados” y “boleros”. Sin orillar su propio origen ni su herencia artística, hasta el punto de que si la voz hubiera sido considerada un instrumento musical, las interpretaciones de María Salgado hubieran cambiado la percepción que desde fuera todavía se tiene de la música y de las canciones de Castilla.