CARLOS III

Tercer centenario de su nacimiento

Mar�a Amalia de Sajonia, la joven esposa del 'rey enamorado'

Retrato de Mar�a Amalia de Sajonia como reina de N�poles en 1745 (Giuseppe Bonito).

En mayo de 1738, el monarca (22) se cas� con la joven hija del rey de Polonia (13). El enlace respond�a a 'necesidades' pol�ticas, pero los esposos disfrutaron de una uni�n rom�ntica y armoniosa

Tuvieron 13 hijos. La reina falleci� en 1760, un a�o despu�s de llegar a Espa�a. Carlos III permaneci� viudo y no se le conocen amantes

Carlos III fue nombrado rey de N�poles y Sicilia en 1735. El joven se aplic� enseguida al gobierno cotidiano, pero no bastaba con rodearse con ministros y generales: por cuestiones de Estado, era preciso que empezase a buscar esposa y a tener descendencia. No era un mozo bien parecido, ten�a una prominente nariz y med�a metro y medio, sin embargo, era una persona de trato afable y familiar, de vestir sencillo, comportamiento llano y enemigo de los grandes ceremoniales. Un hombre, en suma que intentaba hacer olvidar su f�sico poco agraciado merced al despliegue cotidiano de sus virtudes morales y c�vicas.

Era hora de matrimoniarse. Lo requer�a su edad, lo necesitaba su reino y lo precisaba la pol�tica exterior espa�ola. Siendo ni�o hab�a sido objeto de varias negociaciones matrimoniales que no hab�an cristalizado. Su futura esposa no s�lo ser�a una pieza de gran valor estrat�gico (pod�a afianzar alianzas o abrir grietas en las relaciones con otros pa�ses europeos), sino que la madre de Carlos, Isabel de Farnesio, sab�a por experiencia que la mujer que se desposara con su hijo influir�a en sus opiniones como gobernante.

No se trataba de buscar un matrimonio por amor, sino un enlace pol�ticamente correcto, y Carlos dej� la elecci�n en manos de sus padres. La elegida no s�lo deb�a ser cat�lica y tener la edad adecuada, sino 'pol�ticamente alcanzable'. Las candidatas galas, hijas de Luis XV, eran demasiado j�venes (10 a�os); el matrimonio con Mar�a Ana, segunda hija del emperador austr�aco, podr�a desatar enfrentamientos con su hermana mayor cuando se convirtiese en emperatriz (por los intereses de ambas potencias en Italia); la infanta prusiana por la que el rey mostr� inter�s no quer�a convertirse al catolicismo... Era 1737, el monarca ten�a 21 a�os y empezaba a impacientarse.

Boda por deber; convivencia por amor

La elegida fue Mar�a Amalia Walburga, hija primog�nita de Federico Augusto III, rey de Polonia y elector de Sajonia, y de la archiduquesa austriaca Mar�a Josefa. Cuando se celebr� la boda ten�a 13 a�os. El enlace consumaba la reconciliaci�n con el mundo germ�nico, al que se hab�an enfrentado los monarcas espa�oles (y Carlos como rey de N�poles) como aliados de Francia durante la Guerra de Sucesi�n de Polonia, trono que ahora ocupaba su futuro suegro. Mar�a Amalia era joven, agradable y cat�lica. Carlos dio su consentimiento en agosto de 1737.

Durante los meses siguientes, las familias acordaron las cl�usulas del contrato matrimonial: la dote de la novia, la pensi�n anual que le asegurar�a el rey, el regalo nupcial y las condiciones econ�micas y pol�ticas de Mar�a Amalia en caso de quedar viuda o de llegar a ser reina de Espa�a, dado que Fernando VI, hermanastro de Carlos, llevaba ocho a�os casado y sin descendencia.

La boda se celebr� por poderes en el Palacio de Dresde, en Sajonia, el 9 de mayo de 1738. Tres d�as despu�s, la joven esposa parti� hacia N�poles acompa�ada de su hermano. El 19 de junio se produjo en Portello el primer encuentro de la pareja; Carlos hab�a ido hasta el l�mite de su reino para buscar a su esposa. Consumaron su matrimonio al hacer noche en Gaeta. El rey se lo cont� a sus padres en una detallada carta: "... seguimos nuestro viaje hasta Gaeta, donde llegamos un poco tarde y con el tiempo necesario para que la reina se desnudase y quitara el peinado. Fue hora de cenar... nos acostamos a las nueve de la noche, tembl�bamos los dos pero...".

El novio se mostraba entusiasmado, aseguraba que su esposa era "mucho m�s hermosa que el retrato" y que pose�a "el genio de un �ngel". Ella, por su parte, escrib�a en una carta a sus padres que hab�a encontrado "en su querido esposo tanto amor y complacencia que la obligaban para siempre". La pareja hizo su entrada oficial en N�poles a principios de julio.

Amplia descendencia

Mar�a Amalia estaba formada al modo de la cultura francesa: educada en el baile, la m�sica y las buenas maneras protocolarias impuestas por Francia. Hablaba franc�s y ten�a nociones de italiano, idiomas con los que inicialmente hablaba con Carlos. Los testimonios de la �poca revelan que, aunque no era una belleza, la joven era "robusta y alta para su edad", ten�a la piel clara y una voz bastante chillona. Era "afable y caritativa y ten�a un excelente coraz�n", apuntaba el bi�grafo del rey, "pero la extremada viveza de su genio la ofuscaba a veces".

Disfrutaba de la caza y la pesca, los paseos a caballo y las labores de costura. Era "sumamente religiosa y aplicada en sus obligaciones dom�sticas". La reina no se interes� especialmente en los asuntos de Estado hasta el nacimiento de su primer hijo var�n, Felipe Antonio, en 1747. Carlos escuchaba sus consejos pol�ticos y, aunque sus cortesanos y ella misma influyesen en algunas decisiones, Mar�a Amalia nunca fue una reina-gobernante como su suegra, Isabel de Farnesio.

Al contrario de lo que sol�a suceder en aquella �poca, los reyes siempre durmieron en la misma habitaci�n y en la misma cama. Entre 1740 y 1757 tuvieron 13 hijos, cinco de los cuales murieron en su infancia. La infanta Mar�a Isabel Antonia, que falleci� con dos a�os, naci� cuando la reina ten�a solo 15. Desde entonces, el estado habitual de Mar�a Amalia fue el embarazo. En 1747, despu�s de dar a luz a cinco ni�as, alumbr� a Felipe Antonio, incapacitado para reinar.

Un a�o despu�s naci� el futuro Carlos IV y en 1751, Fernando, sucesor de su padre en N�poles. La pareja tuvo cuatro hijos. Para entonces, su car�cter se hab�a vuelto m�s agrio, comport�ndose con dureza con sus subordinados y sus propios v�stagos.

Muerte prematura en Espa�a

La muerte de Fernando VI sin descendencia puso en manos de Carlos la corona de Espa�a. Durante el �ltimo a�o de su reinado, el monarca hab�a vivido recluido en Villaviciosa de Od�n, sumido en una crisis desde la muerte de su esposa, B�rbara de Braganza. Carlos fue prudente para que nadie pudiese interpretar que se entromet�a en asuntos de otra Monarqu�a o que estaba preparando su regreso a Espa�a con excesiva ambici�n, pero su destino parec�a evidente.

En diciembre de 1758, Fernando VI firm� un testamento en favor de su hermanastro, y este empez� a tomar el control de una corona paralizada, llevada por inercia por un grupo de ministros. Falleci� en agosto de 1759 y un mes despu�s Carlos fue proclamado rey de Espa�a. Tras entregar el trono de las Dos Sicilias a Fernando, el matrimonio se embarc� rumbo a Barcelona y, finalmente, Madrid. El peque�o monarca, que ten�a ocho a�os, quedaba bajo la protecci�n de un Consejo de Estado en el que estaba Bernardo Tanucci, fiel a su padre.

La vuelta de Carlos a Espa�a supuso tambi�n el reencuentro con su madre despu�s de 28 a�os desde su despedida en Sevilla. El rey pidi� a su esposa que dedicara un par de horas diarias a la reina madre, pero las visitas no eran del agrado de ninguna; desconfiaban una de la otra. Por otra parte, Mar�a Amalia a�oraba N�poles: su clima, sus palacios y sus parajes contrastaban con el lamentable estado en que se encontraba su nuevo hogar.

Desde su llegada a Espa�a, la reina sab�a que no se encontraba bien. "Mi vida no ser� lo bastante larga para tocar los resultados de las reformas emprendidas", le confes� a Tanucci por carta en marzo de 1760. Carlos tambi�n se dio cuenta y la atend�a a diario. La reina se retir� durante el verano a los Reales Sitios, pero su salud sigui� empeorando. En septiembre volvi� a la capital y ni las medicinas ni la religi�n (se hab�an trasladado al Cas�n del Buen Retiro las reliquias de varios santos) lograron prolongar su vida.

"La Reina se hallaba en sus �ltimos instantes y sin la menor sombra de esperanza", escribir�a su esposo. El 27 de septiembre, la afecci�n pulmonar que sufr�a y las sangr�as que los m�dicos le hab�an practicado causaron su muerte a los 36 a�os. Su cuerpo fue amortajado con el h�bito de santa Teresa y sin embalsamar por decisi�n propia, y fue trasladado al Pante�n de los Reyes en el Escorial. "El dolor que me ocasiona tan irreparable p�rdida es igual al tierno amor que le profesaba", lamentaba el rey en una misiva que envi� al papa Clemente XIII para darle la noticia.

Carlos III se hab�a mantenido fiel durante su matrimonio, y no se le conocen aventuras despu�s de la muerte de Mar�a Amalia. En otra carta a Tanucci dec�a que su coraz�n se hallaba "penetrado del m�s extremo dolor por la p�rdida de lo que m�s amaba en este mundo [...]. S�lo Dios sabe c�mo estoy, y no me queda otro consuelo m�s que esperar firmemente en �l, que la habr� premiado con la vida eterna... Y espero de la divina misericordia que me ayude para resistir tan duro golpe y para mantenerme en la resoluci�n que he tomado para mi estado personal".

* Fragmentos extra�dos de FERN�NDEZ, Roberto, Carlos III, volumen 4 de la colecci�n Los Borbones, Madrid, Arlanza ediciones, 2001.

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