Anjhara Gómez Aragón [editora]: Japón y Occidente. El patrimonio cultural como punto de encuentro.
Sevilla: Aconcagua Libros, 2016. ISBN: 978-84-943237-5-1
Doña María Guadalupe de Lancaster, duquesa de
Aveiro, y su devoción a los mártires del Japón
Manuel Antonio Ramos Suárez
Universidad de Sevilla
Palabras clave: Guadalupe de Lancaster, Keywords: Guadalupe de Lancaster, marmártires, reliquias, libros, grabados.
tyrs, relics, books, engraving.
Resumen: A partir del Renacimiento, los nobles, en su afán por emular a los reyes, acumularon bienes, objetos artísticos, preciosidades,
objetos raros y exóticos. Ese gusto por lo desconocido atrajo a doña Guadalupe de Lancaster (1630-1715) duquesa de Aveiro, mujer del
Barroco formada en una cultura renacentista,
amante de las bellas artes y conocedora de varios idiomas, llegando a poseer una biblioteca
de más de cuatro mil volúmenes donde se recogía gran parte del saber de su época.
Abstract: From the Renaissance, the nobility, anxious to emulate the kings, gathered
goods, artistic objects, beautiful things, odd
and exotic objects. This taste for the unknown attracted Ms Guadalupe de Lancaster
(1630-1715), duchess of Aveiro, women of
the baroque, trained in a Renaissance culture,
passionately fond of fine arts and expert in several languages, owning a library with more
than four thousands volumes collecting most
of the knowledge of her time.
After following different missionary campaigns from Jesuits and Franciscans in America and Asia and being especially interested
in what happened in Japan, she was able to
hoard lost of relics and religious books about
the cult of the martyrs from Japan, thanks to
her contacts and influential friends. Most of
them were donated to the Jesuitical school of
the Incarnation in Marchena (Seville), as well
as to the convent of the Virgin Conception in
Los avatares históricos permitieron que esas the same town.
reliquias de los mártires del Japón volvieran The historical changes allowed those relics
de nuevo al país del martirio para exponerse a from the martyrs from Japan to come back to
mediados del siglo XX en el Museo de los 26 the country of the martyrdom to become shown
in the middle of the XX century in the Museum
mártires en la ciudad de Nagasaki.
Se trata, por tanto, de un estudio donde se re- of the 26 martyrs in the city of Nagasaki.
Tras seguir las distintas campañas misionales
de jesuitas y franciscanos en América, Asia
e interesarse especialmente por lo sucedido
en Japón, pudo atesorar numerosas reliquias
y libros devocionales del culto a los mártires
del Japón gracias a sus relaciones e influencias personales. Muchos fueron donados al
colegio jesuítico de la Encarnación de Marchena (Sevilla), así como al convento de la
Purísima Concepción de la misma localidad.
fleja una muestra de ese patrimonio de ida y Thus, this study shows a sample of that round
vuelta que traspasó fronteras uniendo Oriente trip heritage that transcended frontiers linking the East and the West.
y Occidente.
A mediados del siglo XVI, y más concretamente en el año 1549, san Francisco
Javier llegó a Japón con la esperanza de evangelizar las islas. Allí se instalaron posteriormente las comunidades de jesuitas, dominicos, agustinos y franciscanos. En un
principio, el gobierno imperial apoyó la misión católica con la intención de reducir el
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poder de los monjes budistas e iniciar las relaciones comerciales con España y Portugal. Sin embargo, tras lo ocurrido en Filipinas, el catolicismo empezó a considerarse
una amenaza y se comenzó a perseguir a los cristianos hasta martirizarlos. En el año
1587 se decretó un edicto por el emperador Hideyoshi, aunque no se cumplió estrictamente. Con motivo de la llegada de un galeón español se desencadenaron los acontecimientos que provocaron el suplicio y el martirio de un buen número de misioneros. Así
el 5 de febrero de 1597, Taycosama mandó crucificar a seis religiosos franciscanos,
tres jesuitas y a otros cristianos japoneses en Nagasaki (cfr. Rongier, Abelardo Díaz;
1862:9 y ss.). En el año 1627 los mártires del Japón fueron beatificados y elevados a
los altares por el papa Urbano VIII. Al martirio de esos primeros religiosos sucedieron
otros martirios también en Japón durante las primeras décadas del siglo XVII.
En todos los colegios de la Compañía de Jesús se celebraron con toda solemnidad
la beatificación de los mártires del Japón. Así sucedió en ciudades como Málaga1 o en
localidades de menor población, caso de Carmona2. Para el caso de la villa de Marchena, cabeza de los estados ducales de Arcos, según se recoge en la crónica del colegio
jesuítico de la Encarnación, fundado por los duques de Arcos, la celebración se hizo
en el año 1628. Para ello
«aderezóse el altar mayor, adonde se pusieron los cuadros de los santos con majestad. Hubo tres días de celebridad con sus vísperas y sermón continuado. Las
noches hubo variedad de fuegos en la torre. La primera fiesta corrió por cuenta del
colegio. Predicó el padre Francisco de Silva. La segunda por el clero, predicó el
padre José Vallejo; la tercera, por la villa, predicó el padre Luis de Tero.
Hubo un paseo de estudiantes de nuestras escuelas. Llevaba el estandarte guión don
Diego de Córdoba Ponce de León, a quien precedía la Fama con una trompeta de
tres cañones, en un caballo bien aderezado con gualdrapa, vestida de blanco, con las
insignias de su velocidad. Seguían después buen número de estudiantes, unos en hábito clerical, otros, galanes en buenos y ricamente enjaezados caballos. Caminaban
después de los estudiantes dos carros triunfales: en el uno iba la Compañía, Nuestro
Padre san Ignacio, San Javier y los tres santos mártires con palmas en las manos en
señal de su victoria; en el otro aderezado a las mil maravillas quien que remataba
la fiesta, iba la Iglesia Católica, el Sumo Pontífice con su tiara// aderezada de oro,
riquísima. Acompañábanle cardenales adornados y vestidos con propiedad.
El día siguiente se hizo un paseo ridículo, a manera de mojiganga, sacando cada
uno su disfraz capaz de divertir la gente, que atropas corría por el lugar. El último
día en nuestra calle la villa hizo demostración de su afecto y piedad en una carrera
pública y toros con cuerda y otros entretenimientos» (Lozano Navarro; 2002:251).
Con motivo de la beatificación primero, y posterior canonización de algún santo o
mártir, la Iglesia universal establecía una iconografía propia que definía cómo se iba a
representar ese santo en todo el orbe. Por tanto, empezaban a proliferar las estampas o
1. Así sucedió en el colegio de san Sebastián de la ciudad de Málaga. Para conocer lo acontecido,
véase Soto Artuñedo (2003).
2. Se ha conservado una crónica sobre los festejos realizados en la localidad. Véase Méndez Rodríguez (2006).
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libros donde se recogía la imagen de los santos o sus martirios y que con posterioridad
servían para hacer pinturas o esculturas que se colocarían en los altares de los templos
para veneración de los fieles. De esa forma se dotó al templo jesuítico de Marchena de
una pintura donde se representaba a los nuevos mártires jesuitas de Japón. La pintura
de gran formato (3,50 x 2,50 mts.) estuvo situada en la primera capilla del lado del
evangelio. Representa a Cristo crucificado con la forma serpentinatta propia del manierismo. Bajo sus brazos aparece san Francisco Javier con un lábaro en la mano con el
escudo de la Compañía de Jesús y san Pablo Miki, ambos de medio cuerpo. En la misma posición y en la parte baja del lienzo aparecen san Juan de Goto y san Diego Quisai
atravesados por unas lanzas, los dos con los brazos abiertos dirigen su mirada a Cristo.
De ese modo se crea una composición simétrica que tiene como eje la cruz de Cristo y
se colocan los santos a ambos lados con las filacterias de sus nombres. El lienzo ha sido
atribuido a Juan de Roelas (vid. García Gutiérrez; 1998:49), si bien su beatificación
se celebró dos años después del fallecimiento del pintor. La pintura se encuentra muy
deteriorada y necesita una pronta restauración (cfr. Ramos Suárez; 2008 I:61).
Una de las mujeres que más se preocupó por la propagación del cristianismo en
esas islas, así como en China, Filipinas o Iberoamérica fue María Guadalupe de Lancaster y Cárdenas. Hija de Jorge de Lancaster, duque de Aveiro y de Ana María de
Cárdenas, duquesa de Maqueda, nacida en Azeitao (Portugal) en enero de 1630. Su
hermano, el IV duque de Aveiro, había tomado partido por el rey español Felipe IV tras
la sublevación del año 1640, pasó a España y su casa y bienes fueron confiscados por la
corona portuguesa en el año 1663. Eso hizo que su tío don Pedro de Lancaster adquiriese el título de V duque de Aveiro. A su fallecimiento en el año 1673, María Guadalupe
comenzó a reclamar el título de duquesa de Aveiro que le fue concedido en el año 1679.
Ella se había establecido en la corte española acompañada de su madre en el año
1660. Años más tarde, concretamente en el año 1665 se casó con Manuel Ponce de
León, VI duque de Arcos. De su matrimonio nacieron tres hijos, Joaquín (año 1666),
Gabriel (año 1667) e Isabel. Todos los hijos del enlace tuvieron títulos nobiliarios, el
primero obtuvo el título de VII duque de Arcos, el segundo adquirió el titulo de duque
de Baños y Aveiro y la tercera se casó con el duque de Alba.
La duquesa falleció en olor de santidad, en su casa de la calle del Arenal en Madrid,
el día 9 de febrero de 1715 a los 85 años de edad. Fue sepultada en el monasterio de
Guadalupe en una cripta situada bajo la virgen titular del mismo. Posteriormente los religiosos jerónimos reconstruyeron un túmulo con mármoles embutidos, que existe aún3.
Se conservan abundantes testimonios de sus contemporáneos que acreditan el
gran nivel cultural que tuvo la duquesa (vid. Barbeito Carneiro; 2003:222). Parte de
esa cultura la fue conociendo gracias a la extensa biblioteca que poseyó conformada
con más de 4.300 libros que reunía lo más granado del saber de la época4. A ello hay
3. Para conocer más aspectos de su vida puede consultarse Velo Nieto (1953).
4. Véase Moura Sobral (2009:67-68). Algunos aspectos relacionados con la biblioteca de la duquesa
han sido estudiados de forma general por Maillard Álvarez (2011). Sobre su pérdida y dispersión
véase Ramos Suárez (1999:111-113), (2008 II:77,216,293), y sobre los libros ilustrados cfr. Moura
Sobral (2011), (2012).
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que unir su amor por las bellas artes que también practicó, concretamente la pintura o
su labor como coleccionista y mecenas de las artes.
Cuando a España y a Portugal les fue más dificultoso financiar las numerosas misiones para llevar la fe a estos territorios5, los misioneros acudieron a la duquesa para
obtener recursos económicos. Sus aportaciones permitieron el envío de religiosos, la
edificación y mantenimiento de seminarios y templos, y el patrocinio y publicación de
obras eruditas de distinta temática. Tanta fue la implicación de la duquesa que llegó a
ser conocida como la “Madre de las Misiones”6. Era asidua la correspondencia entre la
duquesa y numerosos frailes de las distintas órdenes religiosas que iban de misioneros
a los distintos lugares del mundo y más concretamente a América y a Oriente, sobre
todo en aquellos lugares donde era más dificultoso cuando no imposible evangelizar,
caso de Japón. Entre los muchos misioneros estaban el padre Juan Costa S.J, el padre
Eusebio Francisco Kino S.J., Álvaro de Benavente OESA, Daniel D´Arello OFM.,
entre otros, o el padre Antonio Tomás, jesuita belga enviado a Portugal y que desde el
año 1678 solicitaba la aprobación del Vaticano para intentar llegar a Japón y restaurar
allí las misiones (vid. Burrus; 1964:33-41).
De esa tarea también se hicieron eco numerosos escritores tras su fallecimiento.
Es el caso de Antonio de Zamora, gentilhombre de la casa real y oficial de la secretaría
de Indias, quien poéticamente dijo: «Hidropica de dar almas al Cielo/ Embió la Fee
a las Islas más remotas;/ Y aun con beber la conversión de tantas,/Ardió en la sed de
que se salven todas» (1715?:6).
O el Padre José Butrón de la Compañía de Jesús, quien en un romance heroico
dedicado a la duquesa tras su fallecimiento decía:
«Llorale el Peregrino, que a sus Aras,/ Llegó desde el Japón, desde la China,/ Desde donde aun no supo desde donde,/ Al irle a hazer informe de su Clima./…/ Después la llorará yerto el Oriente,/ A quien con Misioneros asistía,/ Haciendo que en
la cuna de la Aurora/ Amaneciese claridad distinta./ Que hará la Asia quando oyga
por sus Golfos/ Sonar la Trompa, que el fracaso intima/ De que la que ilustró allá
el Evangelio/ Queda a la sombra de Atropos rendida?» (1715?:7-8).
Incluso en México, la poetisa sor Juana Inés de la Cruz había escuchado el interés
de la duquesa por evangelizar y expandir la fe católica a todo Oriente y el Nuevo mundo diciendo: «… los Padres/ Misioneros que pregonan/ vuestras cristianas piedades,/
publicando como sois/ quien con celo infatigable/ solicita que los triunfos/ de nuestra
fe se dilaten» (1994:147).
Esta devoción vital a los mártires del Japón se acentuó más en los últimos días de su
muerte, tal como se recoge en la crónica escrita con motivo de la enfermedad, muerte y
entierro de la duquesa. Conversando con algunos padres jesuitas días antes de su muerte
y más concretamente el día 4 de febrero, la duquesa recordaba la fiesta de los mártires y
5. Para conocer la historiografía y fuentes sobre las misiones católicas en Japón, véase Arimura (2011).
6. Vid. Burrus (1964:21-22). Sobre la curiosidad despertada en la duquesa por lo relacionado con el
“descubrimiento” de China, cfr. Díaz Esteban (2007).
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pedía al jesuita su intercesión, refiriéndose a ellos de esta forma: «mis Santos Martyres
de el Japón, mis especiales Abogados, se ha declarado el peligro. Pídale V.P. a Dios
me de entera conformidad con sus determinaciones y veneremos su providencia»7. La
duquesa también pidió a los padres Alonso Portillo y Alonso de Muñiz que la encomendara a Dios y que fuese «a la capilla de mis Santos Martyres del Japón para hacerles
por mi una visita, que he deseado toda mi vida serles muy devota» (Ibíd. 1715:7-8).
Así mismo, en su testamento cerrado tras un largo listado de santos y devociones
particulares, concluye encomendándose a «todos los Mártires del Japón, pidiendo y
deseando me sean abogados para la gracia final y hora de la muerte en qualquier hora
del dia que fallezca, entregándoles mi alma para que la presenten a Dios su criador y
redemptor y para honra y gloria suya ordeno esta mi voluntad»8.
A lo largo de sus días alimentaba esa devoción leyendo algunos libros que narraban la vida y martirio de los religiosos, hasta el punto de ser el único objeto que
transportase en sus viajes. Así se dice:
«De este cordial afecto y especial devoción con que su Exc. Venerava a tan esclarecidos Martyres, pudieran referirse muchas y especiales expresiones, pero baste decir
que el libro de su admirable vida y penoso martyrio apenas le dexava de las manos,
siendo tan especial la estimación en que le tenía, que aun quando resolvió su Exc.
hazer viage el año de mil setecientos y seis por unos pocos días a su Villa de Torrijos,
solo esta alhaja, para su Exc. la más apreciable, la llevó en sus manos sin querer
fiarla a otras, y lo mismo hizo quando se restituyó a su casa de esta Corte, no queriendo aun por tan pocos días, privarse de su frequente lección, por hallar en ella su
fervoroso espíritu especiales motivos con que adelantar sus ansias de ver promulgada nuestra Santa Fe en las tierras del Japón, regadas con tan preciosa Sangre, y cultivadas con tan penosos afanes» (cfr. Breve noticia de la enfermedad […]; 1715:5).
Debe tratarse del libro escrito en portugués por Antonio Francisco de Cardim
S.J., titulado Elogios e ramalhete de flores borrifado com o sangue dos religiosos da
Companhia de Jesú […] y editado en la capital portuguesa en el año 1650 (figura 1).
El libro es un homenaje a los mártires del Japón, describe el martirio de cada uno de
los religiosos y recoge un grabado con el momento mencionado (figura 2, 3). El libro
contiene un plano de Japón donde se señala con una cruz cada uno de los lugares
donde se produjo un martirio (figura 4). Este libro se conserva entre los que existen en
el convento de clarisas de la Purísima Concepción de la localidad de Marchena y que
debió pasar a él desde el convento franciscano de santa Eulalia (vid. Ramos Suárez;
1999:111-113). Lo más significativo es que está glosado por numerosos escritos o
apuntes que la propia duquesa escribió de su puño y letra. De igual forma, se conserva
el libro Relación verdadera y breve de la persecución y martirios que padecieron por
7. Cfr. Breve noticia de la enfermedad, muerte y entierro de la Excelentísima Señora Duquesa de Aveyro, y Maqueda, mi señora Doña María de Guadalupe, Lancaster, y Cárdenas, […] (1715:6). En adelante se citará como: Breve noticia de la enfermedad […].
8. Véase Archivo de protocolos notariales de Madrid. Protoc. 11574. f. 381r. Testamento fechado el
25 de octubre de 1714 ante Juan Mazón de Benavides.
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la confesión de nuestra S. Fe Cathólica en Japón […]. Desde el año 1615 hasta el de
1624, escrito por fray Diego de san Francisco, publicado en Manila en el año 1625
(figura 5). Otra de las obras que leyó la duquesa es el Martyrio de los santos protomartyres del Iapon San Pedro Bautista y cinco compañeros suyos, religiosos descalços
franciscos, y diez y siete Iapones sus domésticos, y coadjutores en la predicación del
santo Evangelio; y tres Religiosos de la Compañía de Jesús, por fray Juan de santa
María, impreso en Madrid en el año 16289 (figura 6).
Figuras 1 y 2: Izquierda, Antonio Francisco de Cardim: Frontis del libro Elogios e
ramalhetes de […], Marchena (Sevilla), Convento de la Purísima Concepción, 1650.
Derecha, P. Miotte: Grabado del martirio de san Francisco Javier, libro cit.
Figuras 3 y 4: Izquierda, grabado del martirio de san Pablo Miki, libro cit. Arriba,
grabado del plano de Japón, libro cit.
9. Los libros que se refieren se encuentran en el inventario de la biblioteca de la duquesa, vid. Archivo
histórico nacional. Secc. Nobleza. Osuna. Leg. 173, doc. 23.
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Figuras 5 y 6: Izquierda, Diego de san Francisco: Frontis del libro Relación verdadera y breve […], Marchena (Sevilla), Convento de la Purísima Concepción,
1625. Derecha, Juan de santa María: Frontis del libro Martyrio de los santos protomartyres […], Marchena (Sevilla), Convento de la Purísima Concepción, 1628.
También se sabe que iba a publicar un poema dedicado a recordar y difundir el
martirio de los religiosos japoneses, si bien enfermó y falleció sin poderlo llevar a término. Así se recoge: «Y aun tenía resuelto, por estender más la devoción de tan exclarecidos Martyres, el que se diese a la Prensa en verso heroico su esclarecido martyrio;
pero quiso Dios antes de esta execución llevarla al Cielo (como lo esperamos de su
piedad) a que recibiese el premio de tan piadosos deseos» (vid. Breve noticia de la
enfermedad […]; 1715:4).
Todo ese interés por la cultura, las bellas artes y el coleccionismo, unido al conocimiento que tenía de los religiosos que participaban en las campañas misionales que
patrocinaba, le permitió solicitar y conservar numerosas reliquias y objetos relacionados con los martirios acontecidos. Muchas de esas reliquias fueron donadas al colegio
jesuítico de la Encarnación de la localidad de Marchena. Así se deduce de los inventarios realizados con motivo de la expulsión de los jesuitas. Según un documento, éstas
se custodiaban en el aposento rectoral10. Después de la expulsión pasaron a la parroquia de san Juan, donde se guardaron en una alacena que se hizo en la sacristía en el
año 1778, y posteriormente volvieron al antiguo templo del colegio de la Encarnación,
hoy colegio de santa Isabel. En la década de los años sesenta del siglo XX parte de las
mismas pasaron al Museo de los 26 mártires del Japón en Nagasaki donde aún se con10. Se trata de un manuscrito mecanografiado que se conserva en el archivo de la parroquia de san
Sebastián de Marchena (Sevilla).
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servan11, manteniéndose algunas en el mismo colegio12. Entre las reliquias conservadas
estaban el bonete de san Francisco Javier donado por la duquesa de Aveiro, que posteriormente fue entregado al colegio por la duquesa Ana Spínola de La Cerda (figura 7).
Otra de las reliquias es una arqueta o baúl pequeño decorado con escamas de
nácar blanco con bocallave y aldabas de plata sobredorada que guardaba la sotana con
que fue martirizado el padre Diego Luis de san Vitores junto a una carta firmada por
la propia duquesa de Aveiro y otros papeles. El baúl aún se conserva en el colegio de
santa Isabel y la sotana está en el museo de los mártires del Japón.
También se conservaba una carta del padre Marcelo F. Mastrili, mártir del Japón,
ocho cartas y documentos del padre Diego Luis de san Vitores, junto a un sombrero del
padre Antonio Tomás, hoy en el mencionado museo (figura 8).
Figuras 7 y 8: Izquierda, bonete de san Francisco Javier, Nagasaki, Museo de los 26 mártires.
Derecha, sombrero del padre Antonio Tomás, Nagasaki, Museo de los 26 mártires.
En el museo también se conserva una camisa manchada de sangre del padre Raimundo Arjó, misionero de China, que estaba guardada en un cofre o arqueta nambam
con embutidos de nácar que se quedó en el colegio de Marchena. La arqueta lacada
de forma rectangular y tapa curva posee decoración naturalista a base de ramas de
pequeñas hojas de color marrón y flores blancas. Es semejante a otra arqueta, aunque
con motivos florales más grandes, existente en el monasterio de santa María de Jesús
de Sevilla. Otra de las reliquias donadas al colegio es una escribanía del padre Arjó con
cuatro pinceles o plumas, con cartas de donación del duque de Arcos y documentos
11. Algunas monjas del colegio recuerdan que estas reliquias fueron entregadas a los jesuitas a cambio de adecentar la solería del templo. Agradecemos al padre Renzo di Luca, jesuita director del
museo, su estimable colaboración.
12. Vid. Ramos Suárez (2008 I:70-71, 74-75). Algunas de estas piezas aparecen fotografiadas en este
libro.
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con caracteres chinos que los religiosos entregaron a la duquesa de Aveiro, quien los
hizo llegar al colegio jesuítico.
También se conserva en el museo japonés una arquita de madera pintada de color
azul con una lámina de metal dorado donde está pintada la santísima Trinidad, san
Miguel y otros ángeles. En otro de sus frentes y en campo azul se representan los martirios y tormentos que sufrieron los mártires y el texto «Totus cadet hostia Japón». La
caja se formó con unas tablas recogidas de un barco que llegó a Macao en septiembre
de 1685.
En el mencionado museo de Nagasaki y provenientes de Marchena también se
exponen un relicario de plata en forma octogonal con una reliquia de san Francisco de
Borja (figura 9), un listado de santos en kanji y latín, así como una maqueta o modelo
de iglesia indo-portuguesa (figura 10).
Figuras 9 y 10: Izquierda, relicario de san Francisco de Borja, Nagasaki, Museo de los 26 mártires. Derecha, maqueta de iglesia indo-portuguesa, Nagasaki, Museo de los 26 mártires.
Otra de las reliquias conservadas era un cajón cuadrado de cedro con una copia en
chino del edicto dado por el emperador para la predicación del evangelio en ese país,
junto a una certificación del padre Mateo de Couros provincial de la Compañía en
Japón y China certificando el número de cristianos perseguidos junto a una carta de la
duquesa María Guadalupe. Había otro documento donde estaba dibujada la cárcel de
Omura en Nagasaki pegado a un tafetán carmesí con la firma de la duquesa de Aveiro
y que no han llegado hasta nosotros.
Libros hagiográficos, objetos exóticos o arquetas con sello oriental y reliquias de
los religiosos mártires del Japón, recogidos, estudiados, coleccionados y venerados
por Guadalupe de Lancaster, duquesa de Aveiro y Arcos, mujer, noble, culta y “madre
de las misiones” que tras su muerte pasaron a decorar y formar parte del vasto patrimonio de sus fundaciones, patrimonio de ida y vuelta que traspasó fronteras uniendo
a Oriente y Occidente.
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