Nace entre a�os 30 al 35 AD, muere C 107AD
Fiesta: 17 de octubre
San Ignacio de Antioqu�a fue
disc�pulo directo de San Pablo y San Juan;
Segundo
sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioqu�a;
El primero en llamar a la Iglesia "Cat�lica".
Sus escritos demuestran que la doctrina de la
Iglesia Cat�lica viene de Jesucristo por medio de los Ap�stoles.
Esta doctrina
incluye: La Eucarist�a;
La jerarqu�a y la
obediencia a los obispos;
La presidencia de la iglesia de Roma;
La virginidad de Mar�a y el don de la virginidad;
El privilegio
que es morir m�rtir de Cristo.
Condenado a morir devorado por las fieras,
fue trasladado a Roma y all� recibi� la corona de su glorioso
martirio el a�o 107, en tiempos del emperador Trajano. En su
viaje a Roma, escribi� siete cartas, dirigidas a varias
Iglesias, en las que trata sabia y eruditamente de Cristo, de la
constituci�n de la Iglesia y de la vida cristiana. Ya en el
siglo IV, se celebraba en Antioqu�a su memoria el mismo d�a de
hoy. (del Oficio de Lectura, 17
Octubre)
En este art�culo veremos su
martirio, sus
escritos y
su doctrina.
Fuego ardiente de amor
La palabra "Ignacio" viene de "ignis"
(fuego). El coraz�n de San Ignacio era un fuego ardiente de amor por
Cristo. Dec�a que Cristo est� en el pecho de los cristianos.
De
sobrenombre "Theophorus" (portador de Dios).
Fue
ilustre testigo de Cristo por su palabra y por su martirio.
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Conoci� a los Ap�stoles
San Ignacio de Antioqu�a se le llama
Padres Apost�lico
porque, habiendo nacido en Antioqu�a en el siglo I,
fue disc�pulo de los Ap�stoles San Pablo y San Juan.
Consagrado obispo por los Ap�stoles
San Ignacio de Antioqu�a fue el tercer obispo de Antioqu�a,
Siria, siendo San Pedro y San Evodio los dos primeros (Eusebius,
"Hist. Eccl.", II, iii, 22).
San Juan
Cris�stomo ("Hom. in St. Ig.", IV. 587) escribe que San
Ignacio fue consagrado obispo de manos de
los Ap�stoles Pedro y Pablo. Seg�n Theodoret,
Ignacio fue asignado obispo de Antioqu�a por San Pedro. (Theodoret, "Dial. Immutab.", I, iv, 33a, Paris, 1642.)
Antioqu�a era la
tercera ciudad mas importante del imperio, despu�s de Roma y
Alejandr�a. Tambi�n era una de las iglesias mas importantes e
influyentes.
Hab�an en Antioqu�a muchos cristianos de procedencia jud�a
que huyeron de la destrucci�n de Jerusal�n
ocurrida en el 70 AD.
Condenado a muerte por su fe
El Emperador Trajano al principio respet� a los cristianos, pero
por gratitud a sus dioses tras su victoria sobre los dacios y escitas,
comenz� a perseguir a quienes no los adoraban. Hay una relaci�n
legendaria sobre el arresto de San Ignacio y su entrevista personal
con el emperador. Sin embargo, desde �poca muy remota nos llega el
interrogatorio al que fue sometido:
-"�Qui�n eres t�, esp�ritu
malvado, que osas desobedecer mis �rdenes e incitas a otros a su
perdici�n?"
-"Nadie llama a Te�foro esp�ritu malvado", respondi� el santo.
-"�Qui�n es Te�foro?.
-"El que lleva a Cristo dentro de s�".
-"�Quiere eso decir que nosotros no llevamos dentro a los dioses que
nos ayudan contra nuestros enemigos?", pregunt� el emperador.
-"Te equivocas cuando llamas dioses a los que no son sino diablos",
replic� Ignacio. "Hay un solo Dios que hizo el cielo y la tierra y
todas las cosas; y un solo Jesucristo, en cuyo reino deseo
ardientemente ser admitido".
-"�Te refieres al que fue crucificado bajo Poncio Pilato?".
-"S�, a Aqu�l que con su muerte crucific� el pecado y a su autor, y
que proclam� que toda malicia diab�lica ha de ser hollada por quienes
lo llevan en el coraz�n".
-"�Entonces t� llevas a Cristo dentro de ti?
-"S�, porque est� escrito, vivir� con ellos y caminar� con ellos".
Cuando lo mandaron a encadenar para llevarlo a morir en Roma, San
Ignacio exclam�: "te doy gracias, Se�or, por haberme permitido darte
esta prueba de amor perfecto y por dejar que me encadenen por T�, como
tu ap�stol Pablo".
Itinerario hacia el martirio en Roma
(Tomado de las actas del martirio)
San Ignacio rez� por la Iglesia, la encomend� con l�grimas a Dios,
y con gusto se someti� a los soldados para ser encadenado y llevado a
Roma.
En Seleucia, puerto de mar, situado a unos veinticinco kil�metros de
Antioqu�a, se embarcaron en un nav�o que fue costeando el Asia Menor. Algunos
de sus fieles de Antioqu�a tomaron un
camino m�s corto y llegaron a Roma antes que �l y ah� le esperaron.
Durante la mayor parte del trayecto acompa�aron a San Ignacio el
di�cono Fil�n y Agatopo, a quienes se considera autores de las actas
de su martirio. Durante el viaje San Ignacio iba vigilado d�a y
noche por diez soldados que, seg�n el santo, eran como
"diez leopardos". A�ade "iba yo luchando con fieras salvajes por
tierra y mar, de d�a y noche" y "cuando se las trataba bondadosamente,
se enfurec�an mas".
Las numerosas paradas, dieron al santo oportunidad de confirmar en la
fe a las iglesias cercanas a la costa de Asia Menor. Dondequiera que
el barco atracaba, los cristianos enviaban sus obispos y presb�teros a
saludarlo, y grandes multitudes se reun�an para recibir su bendici�n. Se designaron tambi�n delegaciones que lo
escoltaron en el camino. En Esmirna tuvo la alegr�a de encontrar a su
antiguo condisc�pulo San Policarpo; al obispo On�simo quien iba a la cabeza de una delegaci�n de Efeso;
al obispo
D�maso, con enviados de Magnesia, y el obispo Polibio de Tralles.
Burrus, uno de los delegados, fue tan servicial con San Ignacio, que
�ste pidi� a los efesios que le permitieran acompa�arlo.
Desde Esmirna, el santo escribi� cuatro cartas.
Los guardias se apresuraron
a salir de Esmirna para llegar a
Roma antes de que terminaran los juegos, pues
las v�ctimas ilustres y de venerable aspecto, eran la gran atracci�n
en el anfiteatro. El mismo Ignacio, gustos�sirno, secund� sus prisas.
Enseguida se embarcaron para Troade, donde se enteraron de que la paz
se hab�a restablecido en la Iglesia de Antioqu�a. En Troade Ignacio
escribi� tres cartas m�s. Una a los fieles de
Filadelfia.
De
Troade navegaron hasta N�poles de Macedonia.
Despu�s fueron a Filipos y habiendo
cruzado Macedonia y el Epiro a pie, se
volvieron a embarcar en Epidamno (el actual
Durazzo en Albania).
Seg�n las Actas, al aproximarse el santo a Roma, los fieles salieron a recibirlo y
se regocijaron al verlo, pero lamentaron el
tener que perderlo tan pronto. Como �l lo hab�a
previsto, deseaban tomar medidas
para liberarlo, pero les rog� que no le
impidieran llegar al Se�or.
Entonces, arrodill�ndose con sus hermanos, rog� por la Iglesia,
por el fin de la persecuci�n y por la caridad y
concordia entre los fieles. Seg�n la
misma leyenda, Ignacio lleg�
a Roma el 20 de diciembre, �ltimo d�a de
los juegos p�blicos,
y fue conducido ante el prefecto de la
ciudad, a quien se le entreg� la carta del
emperador. Despu�s de los tr�mites acostumbrados, se
le llev� apresuradamente al anfiteatro flaviano.
Ah� le soltaron dos fieros leones, que inmediatamente
lo devoraron, y s�lo dejaron los huesos m�s
grandes. As� fue escuchada su oraci�n.
No hay seguridad sobre los detalles de la
narraci�n pero s� del hecho de su martirio, ocurrido en el a�o noveno
del emperador Trajano.
Parecer�a para muchos espectadores que San Ignacio era
tan solo uno mas que mor�a en aquellos juegos dise�ados para saciar la
morbosidad de las turbas. Sin embargo el era el gran vencedor en un
reino mucho mas sublime y duradero que el de los emperadores romanos.
Dejadme que sea
entregado a las fieras, puesto que por ellas puedo llegar a Dios. Soy
el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las fieras, para
que pueda ser hallado pan puro. Antes, atraed a las fieras, para que
puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo
detr�s, y as�, cuando pase a dormir, no ser� una carga para nadie. Entonces
ser� un verdadero disc�pulo de Jesucristo. (Ep�stolas de San
Ignacio a los Romanos)
Restos del santo son llevados a
Antioqu�a
Los
restos del m�rtir, fueron llevados a
Antioqu�a donde para ser
venerados, al principio de un modo que
no llamara la atenci�n "en un
cementerio fuera de la puerta de
Dafnis". Esto lo refiere San Jer�nimo,
escribiendo en 392, y sabernos que �l hab�a
visitado Antioqu�a.
El paneg�rico de
San Ignacio, hecho por
San Juan Cris�stomo cuando �ste era
presb�tero de Antioqu�a, fue
pronunciado posiblemente el 17 de octubre. Seg�n el
antiguo martirologio sirio la fiesta del m�rtir
se celebraba en esas regiones
en ese d�a.
San Juan hace resaltar el hecho de que el
suelo de Roma hab�a sido
empapado con la sangre de la v�ctima, pero que Antioqu�a atesoraba
para siempre sus reliquias. "Ustedes lo prestaron por
una temporada", dijo al pueblo "y lo
recibieron con intereses.
Lo enviaron siendo obispo, y lo recobraron m�rtir. Lo
despidieron con oraciones y lo trajeron a su
tierra con laureles de victoria''.
Una leyenda identifica a
Ignacio con el ni�o que Nuestro Se�or tom� en sus brazos y que le
sirvi� para dar una lecci�n sobre la humildad (Cf. Marcos 9,36).
San Vicente Beaurais afirmaba que su sobrenombre "Theophoros"
(Portador de Dios) se deb�a a que, despu�s de muerto le abrieron el
coraz�n y encontraron en �l escritas en letras de oro el nombre de
Jes�s.
Su
nombre se menciona en el primer canon Eucar�stico.
Los credenciales de San Ignacio como verdadero testigo
de la doctrina apost�lica:
1-San Ignacio fue
disc�pulo de los Ap�stoles San Pablo y San Juan.
Recibi� de ellos las
Sagradas Escrituras (en sus cartas encontramos numerosas citas
literales de los Evangelios Sin�pticos).
Recibi� de ellos tambi�n la revelaci�n transmitida
a voz viva. Esta le capacita para ser interprete veraz de la
revelaci�n escrita.
San Juan escribe: "Hay adem�s otras muchas cosas que
hizo Jes�s. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo
bastar�a para contener los libros que se escribieran." Juan 21,25.
Esas "otras cosas" forman la revelaci�n transmitida oralmente a San
Ignacio y a los otros Padres Apost�licos.
2-San Ignacio gozaba de la
plena aprobaci�n y confianza de los Ap�stoles ya que ellos mismos lo
ordenaron obispo de Antioqu�a, sede de suma importancia. Permaneci� en
esa insigne sede por 40 a�os hasta su martirio.
3-La ortodoxia de San
Ignacio era ampliamente reconocida, tanto por los padres de la Iglesia
de su tiempo como en todos los siglos. Gozaba tambi�n del
reconocimiento de los fieles como lo demostraron recibi�ndolo en todas
las ciudades por donde pasaba camino a su martirio en Roma.
4- La autenticidad de sus
cartas est� firmemente establecida.
San Ignacio, siendo gran pastor y te�logo presenta con
claridad y lucidez la doctrina cat�lica ampliamente reconocida en su
tiempo como Apost�lica. Sus siete cartas demuestran claramente la
catolicidad de los albores del cristianismo.
Algunas
Ense�anzas de
San Ignacio de Antioqu�a:
Los escritos del obispo San Ignacio de Antioqu�a son de suma
importancia porque demuestran la catolicidad de la doctrina desde
tiempos apost�licos. Sus
cartas constituyen un testimonio de su amor apasionado por Cristo, su
profundidad y claridad de pensamiento teol�gico y profunda humildad.
San Ignacio manifiesta absoluta certeza de que su inminente martirio
por Cristo es un privilegio, por lo que no quiere que nadie lo
obstruya.
Parto Virginal de Mar�a.
Es el primer escritor fuera del N.T. en escribir sobre esta verdad.
"Y al pr�ncipe de este mundo se le ocult� la virginidad de Mar�a y su
parto y tambi�n la muerte del Se�or". (Carta a los de Efeso)
Cristo: humano y divino
Como San Juan, San Ignacio nos muestra que Cristo es humano y
divino. "Hijo de Mar�a e hijo de Dios, primero pasible, despu�s
impasible, Jesucristo Nuestro Se�or" (Efes., c. xvii). Su doctrina es una defensa contra dos tendencias de la �poca:
por un lado algunos de los judaizantes negaban la
encarnaci�n y cre�an en un Jes�s solo humano. Por otro lado, los
docetistas
negaban
la humanidad de Cristo.
La Eucarist�a
San Ignacio de Antioqu�a es el primero en usar la palabra "Eucarist�a" para
referirse al Sant�simo Sacramento (Esmir., c. viii).
San Ignacio utiliza la terminolog�a jo�nica para ense�ar sobre la
Eucarist�a, a la que llama "la carne de Cristo", "Don de Dios", "la
medicina de inmortalidad". Llama a
Jes�s
"pan de Dios" que ha de ser comido en el altar, dentro
de una �nica Iglesia.
No hallo placer en la
comida de corrupci�n ni en los deleites de la presente vida. El pan
de Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, de la semilla de
David; su sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible.
Reun�os en una sola fe y en Jesucristo.. Rompiendo
un solo pan, que es medicina de inmortalidad, remedio para no morir,
sino para vivir por siempre en Jesucristo.
San Ignacio denuncia a
los herejes "que no confiesan que la Eucarist�a es la carne de
Jesucristo nuestro Salvador, carne que sufri� por nuestros pecados y
que en su amorosa bondad el Padre resucit�".
El d�a del Se�or el
domingo
Los que viv�an seg�n el
orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no
observando ya el s�bado, sino el d�a del Se�or, en el que nuestra
vida es bendecida por El y por su muerte -S. Ignacio de Antioqu�a,
Magn. 9,1
La
Iglesia
-Es una instituci�n divina cuyo fin es la
salvaci�n de las almas; quienes se separan de ella se separan de Dios.
(San Ignacio de Antioqu�a, a los de Filadelfia., c. iii)
-Debe permanecer en unidad.
La unidad es expresi�n del amor. (Trall., c.
vi; Filad., c. iii; Magn., c. xiii)
-Es Santa.
(Esmirna, Efes., Magn., Trall., Rom.);
-Es Cat�lica
Fue San Ignacio quien
por primera vez se refiri� a la Iglesia como
"Iglesia
Cat�lica" (Universal),
incluyendo en ella a todos los que son fieles a la verdad.
(Esmirna., c. viii)
"Por doquier aparezca el
obispo, ah� est� el pueblo; lo mismo que donde quiera que Jesucristo
est� tambi�n est� la Iglesia Cat�lica"
-Es
Infalible
(Fila., c. iii; Efes., cc. xvi, xvii)
-Tiene
jerarqu�a
a la que debemos estar unidos en obediencia
San Ignacio, como San Ju�n, puso mucha atenci�n en la relaci�n
entre el Padre y el Hijo. El Hijo siempre sujeto por amor a la voluntad
del Padre, uno con �l por naturaleza. San Ignacio deduce que debemos
imitar a Cristo en su obediencia filial, obedeciendo a los obispos de
la Iglesia (lntrod. a Fila.; Efes., c. vi); .
Sus cartas ense�an que debe haber en la Iglesia disciplina,
unidad y sujeci�n a la jerarqu�a.
Por esto deb�is
estar acordes con el sentir de vuestro obispo, como ya lo
hac�is. Y en cuanto a vuestro colegio presbiteral, digno de Dios
y del nombre que lleva, est� armonizado con vuestro obispo como
las cuerdas de una lira. Este vuestro acuerdo y concordia en el
amor es como un himno a Jesucristo. Procurad todos vosotros
formar parte de este coro, de modo que, por vuestra uni�n y
concordia en el amor, se�is como una melod�a que se eleva a una
sola voz por Jesucristo al Padre, para que os escuche y os
reconozca, por vuestras buenas obras, como miembros de su Hijo.
Os conviene, por tanto, manteneros en una unidad perfecta, para
que se�is siempre part�cipes de Dios. (De la Carta a los
Efesios)
Sus palabras recuerdan a las de San Pablo, en Efesios, 4:
"Con empe�o por guardar la unidad de esp�ritu en el v�nculo de la paz:
un solo cuerpo y un solo Esp�ritu, a la manera que fuisteis llamados
en una sola esperanza de vuestra vocaci�n. Un solo Se�or, una sola fe,
un solo bautismo. Un solo Dios y Padre de todos, que est� sobre todos
y obra por todos y mora en todos."
-Los tres
niveles
del
sacramento del orden>>>,
el episcopado siendo superior, el
presbiterio (sacerdotes) y por �ltimo el diaconado (Magn., c. vi).
La primac�a del obispo
de Roma: El mismo San Ignacio que alrededor del a�o 107 AD llam� a
la Iglesia "Cat�lica" y nos ense�a que tiene obispos con autoridad,
nos ense�a tambi�n que la Iglesia tiene quien la presida: "...la
que reside en el territorio de los romanos... la que preside en la
uni�n del amor..." (Rom., introd.)
Su firme ense�anza sobre
la obediencia a los obispos es aun mas admirable cuando el mismo,
siendo obispo, fue siempre muy humilde.
Matrimonio Sacramental
San Ignacio ense�a sobre el matrimonio en la iglesia: "...los
varones y las mujeres que deseen casarse, deben realizar su enlace
conforme a las disposiciones del obispo..." (Filipenses 5,2).
La Virginidad, virtud
sobrenatural (Polyc., c. v)
San Ignacio es claro y
fuerte contra la herej�a pero tambi�n recalca la necesidad de ser
indulgentes y tolerantes con los que est�n en error.
Rueguen incesantemente por
el resto de los hombres -porque hay en ellos esperanza de
arrepentimiento- para que lleguen a Dios. Por lo tanto instr�yanlos
con el ejemplo de sus obras. Cuando ellos estallen en ira, ustedes
sean mansos; cuando se vanaglorien al hablar, sean ustedes humildes;
cuando les injurien a ustedes, oren por ellos; si ellos est�n en el
error, ustedes sean constantes en la fe; a vista de sus furia, sean
ustedes apacibles. No ans�en el desquite. Que nuestra indulgencia les
muestre que somos sus hermanos. Procuremos ser imitadores del Se�or,
esforz�ndonos para ver qui�n puede sufrir peores injusticias,
qui�n puede aguantar que lo defrauden, que lo rebajen a la nada; que
no se encuentre en ustedes ciza�a del diablo. Sino con toda pureza y
sobriedad vivan en Cristo Jes�s en carne y en esp�ritu. (carta a los
efesios)
Resumen de las cartas de
San Ignacio
Afortunadamente San Ignacio escribi� varias cartas
camino de su martirio, de las que se conservan siete. Otras cartas
atribuidas a el se consideran ap�crifas.
Carta a los efesios. Les exhorta a
permanecer en armon�a con su obispo y con todo su clero, a que se
re�nan con frecuencia para rezar p�blicamente, a ser mansos y
humildes, a sufrir las injurias sin murmurar. Los alaba por su celo
contra la herej�a y les recuerda que sus obras m�s ordinarias ser�an
espiritualizadas, en la medida que las hicieran por Jesucristo. Los
llama compa�eros de viaje en su camino a Dios y le, dice que llevan a
Dios en su pecho.
Carta a los efesios>>
Cartas a las iglesias de Magnesia y Tralles
habla con t�rminos an�logos y los pone sobre aviso contra el
docetismo, doctrina que negaba la realidad del cuerpo de Cristo y su
vida humana. En la carta a Tralles les pide que se guarden de la
herej�a, "lo que har�n si permanecen unidos a Dios, y tambi�n a
Jesucristo y al obispo y a los mandatos de los ap�stoles. El que est�
dentro del altar est� limpio, pero el que est� fuera de �l, o sea,
quien se separa del obispo, de los presb�teros y di�conos, no est�
limpio".
En la
Carta a los Magnesios ense�a que los verdaderos cristianos
obedecen al obispo.
Carta a los cristianos de Roma. Esta cuarta
carta es una s�plica para que no le impidan ganar su corona del
martirio. No quer�a que los influyentes trataran de obtener una
mitigaci�n de la condena, ya que el cristianismo
hab�a conseguido adeptos en sitios elevados. Hab�a hombres como Flavio
Clemente, primo del emperador y los Acilios Clabriones ten�an
amigos poderosos
en el imperio. Luciano, satirista pagano
(c. 165 P.C.), quien seguramente conoci� estas
cartas de Ignacio, da testimonio de lo anterior.
Temo que vuestro amor, me perjudique"
escribe el obispo, "a vosotros os es f�cil hacer lo que os agrada;
pero a m� me ser� dif�cil llegar a Dios, si vosotros
no os cruz�is de brazos. Nunca tendr� oportunidad como �sta para
llegar a mi Se�or ... Por tanto, el mayor
favor que pueden hacerme es permitir que yo sea derramado como
libaci�n a Dios mientras el altar est� preparado; para que formando
un coro de amor, puedan dar gracias al Padre por Jesucristo, porque
Dios se ha dignado traerme a m�, obispo
sirio, del oriente al occidente para que pase de este mundo y
resucite de nuevo con El ... S�lo les suplico
que rueguen a Dios que me d� gracia interna y externa; no s�lo para
decir esto, sino para desearlo, y para que no s�lo me
llame cristiano, sino para que lo sea
efectivamente . . . Permitid que sirva de alimento a las bestias
feroces para que por ellas pueda alcanzar a Dios. Soy trigo de
Cristo y quiero ser molido por los dientes de
las fieras para convertirme en pan sabroso a mi Se�or Jesucristo.
Animad a las bestias para que sean mi sepulcro, para que no dejen
nada de mi cuerpo, para que cuando est�
muerto, no sea gravoso a nadie ... No os lo ordeno, como Pedro y
Pablo: ellos eran ap�stoles, yo soy un reo condenado; ellos eran
hombres libres, yo soy un esclavo. Pero si
sufro, me convertir� en liberto de Jesucristo y, en El resucitar�
libre. Me gozo de que me tengan ya preparadas
las bestias y deseo de todo coraz�n que me devoren luego; a�n m�s,
las azuzar� para que me devoren inmediatamente y por completo y no
me sirvan a m� como a otros, a quienes no se
atrevieron a atacar. Si no quieren atacarme, yo las obligar�. Os
pido perd�n. S� lo que me conviene. Ahora
comienzo a ser disc�pulo. Que ninguna cosa visible o invisible
me impida llegar a
Jesucristo. Que venga
contra m� fuego, cruz, cuchilladas,
desgarrones, fracturas y mutilaciones; que mi cuerpo se deshaga en
pedazos y que todos los tormentos del demonio abrumen mi cuerpo, con
tal de que llegue a gozar de mi Jes�s. El
pr�ncipe de este mundo trata de arrebatarme y de pervertir
mis anhelos de Dios. Que ninguno de vosotros
le ayude. Poneos de mi lado y del lado de
Dios. No llev�is en vuestros labios el nombre
de Jesucristo y deseos mundanos en el
coraz�n. Aun cuando yo mismo, ya entre vosotros os implorara vuestra
ayuda, no me escuch�is, sino creed lo que os digo por carta. Os
escribo lleno de vida, pero con anhelos de
morir.
Carta
a los de Esmirna.
Encontramos otro aviso contra los docetistas,
que negaban que Cristo hubiera tomado una
naturaleza humana real y que la Eucarist�a fuera realmente su cuerpo.
Les proh�be todo trato con esos falsos maestros y s�lo les permite
orar por ellos.
"Cristo nos ha llamado a su reino y gloria" -Carta a
los esmirniotas.
Carta a San Policarpo. Consiste principalmente en consejos,
siendo el escritor mucho mayor.
Lo exhorta a trabajar por Cristo, a
reprimir las falsas ense�anzas, a cuidar de la viudas,
a tener servicios religiosos con frecuencia
y le recuerda que la medida de los trabajos ser� la de
su premio. Como San Ignacio no tuvo tiempo de escribir a otras
Iglesias, pidi� a San Policarpo que lo hiciera en su nombre.
Carta a
los fieles de Filadelfia. Escribe alabando a su obispo,
rog�ndoles que eviten la herej�a. "Usad una sola Eucarist�a; porque la
carne de Jesucristo Nuestro Se�or es una y uno el c�liz para unirnos a
todos en su sangre. Hay un altar. as� como un obispo, junto con el
cuerpo de presb�teros y di�conos, mis hermanos siervos, para que todo
lo que hiciereis vosotros lo hag�is de acuerdo
con Dios".
BIBLIOGRAFIA
The Apostolic
Fathers, Lightfoot
Vida de los Santos, Alban Butler, tomo I.