San Ignacio de Antioquia

 


 


San Ignacio de Antioqu�a
Icono griego sin fecha
Monasterio de la Transfiguraci�n
Brookline, MA, EE.UU.

"Que ninguna cosa,
visible o invisible,
se me ponga delante
a trueque de
alcanzar a Jesucristo."
 

San Ignacio de Antioqu�a
Obispo, m�rtir, Padre Apost�lico  
P. Jordi Rivero

 Nace entre a�os 30 al 35 AD, muere C 107AD
 Fiesta: 17 de octubre

San Ignacio de Antioqu�a fue
disc�pulo directo de San Pablo y San Juan;
Segundo sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioqu�a
; El primero en llamar a la Iglesia "Cat�lica".
Sus escritos demuestran que la doctrina de la Iglesia Cat�lica viene de Jesucristo por medio de los Ap�stoles. Esta doctrina incluye: La Eucarist�a; La jerarqu�a y la obediencia a los obispos;
La presidencia de la iglesia de Roma;
La virginidad de Mar�a y el don de la virginidad;
El privilegio que es morir m�rtir de Cristo.

Condenado a morir devorado por las fieras, fue trasladado a Roma y all� recibi� la corona de su glorioso martirio el a�o 107, en tiempos del emperador Trajano. En su viaje a Roma, escribi� siete cartas, dirigidas a varias Iglesias, en las que trata sabia y eruditamente de Cristo, de la constituci�n de la Iglesia y de la vida cristiana. Ya en el siglo IV, se celebraba en Antioqu�a su memoria el mismo d�a de hoy. (del Oficio de Lectura, 17 Octubre)

En este art�culo veremos su martirio, sus escritos y su doctrina.

Fuego ardiente de amor
La palabra "Ignacio" viene de "ignis" (fuego). El coraz�n de San Ignacio era un fuego ardiente de amor por Cristo. Dec�a que Cristo est� en el pecho de los cristianos.

De sobrenombre "Theophorus" (portador de Dios). 
Fue ilustre testigo de Cristo por su palabra y por su martirio.

Conoci� a los Ap�stoles
San Ignacio de Antioqu�a se le llama Padres Apost�lico porque, habiendo nacido en Antioqu�a en el siglo I, fue disc�pulo de los Ap�stoles San Pablo y San Juan.

Consagrado obispo por los Ap�stoles
San Ignacio de Antioqu�a fue el tercer obispo de Antioqu�a
, Siria, siendo San Pedro y San Evodio los dos primeros (Eusebius, "Hist. Eccl.", II, iii, 22). San Juan Cris�stomo ("Hom. in St. Ig.", IV. 587) escribe que San Ignacio fue consagrado obispo de manos de los Ap�stoles Pedro y Pablo. Seg�n Theodoret, Ignacio fue asignado obispo de Antioqu�a por San Pedro. (Theodoret, "Dial. Immutab.", I, iv, 33a, Paris, 1642.)

Antioqu�a era la tercera ciudad mas importante del imperio, despu�s de Roma y Alejandr�a. Tambi�n era una de las iglesias mas importantes e influyentes. Hab�an en Antioqu�a muchos cristianos de procedencia jud�a que huyeron de la destrucci�n de Jerusal�n ocurrida en el 70 AD.

Condenado a muerte por su fe
El Emperador Trajano al principio respet� a los cristianos, pero por gratitud a sus dioses tras su victoria sobre los dacios y escitas, comenz� a perseguir a quienes no los adoraban. Hay una relaci�n legendaria sobre el arresto de San Ignacio y su entrevista personal con el emperador. Sin embargo, desde �poca muy remota nos llega el interrogatorio al que fue sometido:

-"�Qui�n eres t�, esp�ritu malvado, que osas desobedecer mis �rdenes e incitas a otros a su perdici�n?"
-"Nadie llama a Te�foro esp�ritu malvado", respondi� el santo.
-"�Qui�n es Te�foro?.
-"El que lleva a Cristo dentro de s�".
-"�Quiere eso decir que nosotros no llevamos dentro a los dioses que nos ayudan contra nuestros enemigos?", pregunt� el emperador.
-"Te equivocas cuando llamas dioses a los que no son sino diablos", replic� Ignacio. "Hay un solo Dios que hizo el cielo y la tierra y todas las cosas; y un solo Jesucristo, en cuyo reino deseo ardientemente ser admitido".
-"�Te refieres al que fue crucificado bajo Poncio Pilato?".
-"S�, a Aqu�l que con su muerte crucific� el pecado y a su autor, y que proclam� que toda malicia diab�lica ha de ser hollada por quienes lo llevan en el coraz�n".
-"�Entonces t� llevas a Cristo dentro de ti?
-"S�, porque est� escrito, vivir� con ellos y caminar� con ellos".
Cuando lo mandaron a encadenar para llevarlo a morir en Roma, San Ignacio exclam�: "te doy gracias, Se�or, por haberme permitido darte esta prueba de amor perfecto y por dejar que me encadenen por T�, como tu ap�stol Pablo".

Itinerario hacia el martirio en Roma
(Tomado de las actas del martirio)

San Ignacio rez� por la Iglesia, la encomend� con l�grimas a Dios, y con gusto se someti� a los soldados para ser encadenado y llevado a Roma.

En Seleucia, puerto de mar, situado a unos veinticinco kil�metros de Antioqu�a, se embarcaron en un nav�o que fue costeando el Asia Menor. Algunos de sus fieles de Antioqu�a tomaron un camino m�s corto y llegaron a Roma antes que �l y ah� le esperaron.

Durante la mayor parte del trayecto acompa�aron a San Ignacio el di�cono Fil�n y Agatopo, a quienes se considera autores de las actas de su martirio. Durante el viaje San Ignacio iba vigilado d�a y noche por diez soldados que, seg�n el santo, eran como "diez leopardos". A�ade "iba yo luchando con fieras salvajes por tierra y mar, de d�a y noche" y "cuando se las trataba bondadosamente, se enfurec�an mas".

Las numerosas paradas, dieron al santo oportunidad de confirmar en la fe a las iglesias cercanas a la costa de Asia Menor. Dondequiera que el barco atracaba, los cristianos enviaban sus obispos y presb�teros a saludarlo, y grandes multitudes se reun�an para recibir su bendici�n. Se designaron tambi�n delegaciones que lo escoltaron en el camino. En Esmirna tuvo la alegr�a de encontrar a su antiguo condisc�pulo San Policarpo; al obispo On�simo quien iba a la cabeza de una delegaci�n de Efeso; al obispo D�maso, con enviados de Magnesia, y el obispo Polibio de Tralles. Burrus, uno de los delegados, fue tan servicial con San Ignacio, que �ste pidi� a los efesios que le permitieran acompa�arlo.

Desde Esmirna, el santo escribi� cuatro cartas. Los guardias se apresuraron a salir de Esmirna para llegar a Roma antes de que terminaran los juegos, pues las v�ctimas ilustres y de venerable aspecto, eran la gran atracci�n en el anfiteatro. El mismo Ignacio, gustos�sirno, secund� sus prisas. Enseguida se embarcaron para Troade, donde se enteraron de que la paz se hab�a restablecido en la Iglesia de Antioqu�a. En Troade Ignacio escribi� tres cartas m�s. Una a los fieles de Filadelfia.

De Troade navegaron hasta N�poles de Macedonia. Despu�s fueron a Filipos y habiendo cruzado Macedonia y el Epiro a pie, se volvieron a embarcar en Epidamno (el actual Durazzo en Albania).

Seg�n las Actas, al aproximarse el santo a Roma, los fieles salieron a recibirlo y se regocijaron al verlo, pero lamentaron el tener que perderlo tan pronto. Como �l lo hab�a previsto, deseaban tomar medidas para liberarlo, pero les rog� que no le impidieran llegar al Se�or. Entonces, arrodill�ndose con sus hermanos, rog� por la Iglesia, por el fin de la persecuci�n y por la caridad y concordia entre los fieles. Seg�n la misma leyenda, Ignacio lleg� a Roma el 20 de diciembre, �ltimo d�a de los juegos p�blicos, y fue conducido ante el prefecto de la ciudad, a quien se le entreg� la carta del emperador. Despu�s de los tr�mites acostumbrados, se le llev� apresuradamente al anfiteatro flaviano. Ah� le soltaron dos fieros leones, que inmediatamente lo devoraron, y s�lo dejaron los huesos m�s grandes. As� fue escuchada su oraci�n. No hay seguridad sobre los detalles de la narraci�n pero s� del hecho de su martirio, ocurrido en el a�o noveno del emperador Trajano.

Parecer�a para muchos espectadores que San Ignacio era tan solo uno mas que mor�a en aquellos juegos dise�ados para saciar la morbosidad de las turbas. Sin embargo el era el gran vencedor en un reino mucho mas sublime y duradero que el de los emperadores romanos.

Dejadme que sea entregado a las fieras, puesto que por ellas puedo llegar a Dios. Soy el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las fieras, para que pueda ser hallado pan puro. Antes, atraed a las fieras, para que puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo detr�s, y as�, cuando pase a dormir, no ser� una carga para nadie. Entonces ser� un verdadero disc�pulo de Jesucristo. (Ep�stolas de San Ignacio a los Romanos) 

Restos del santo son llevados a Antioqu�a
Los restos del m�rtir, fueron llevados a Antioqu�a donde para ser venerados, al principio de un modo que no llamara la atenci�n "en un cementerio fuera de la puerta de Dafnis". Esto lo refiere San Jer�nimo, escribiendo en 392, y sabernos que �l hab�a visitado Antioqu�a.

El paneg�rico de San Ignacio, hecho por San Juan Cris�stomo cuando �ste era presb�tero de Antioqu�a, fue pronunciado posiblemente el 17 de octubre. Seg�n el antiguo martirologio sirio la fiesta del m�rtir se celebraba en esas regiones en ese d�a.

San Juan hace resaltar el hecho de que el suelo de Roma hab�a sido empapado con la sangre de la v�ctima, pero que Antioqu�a atesoraba para siempre sus reliquias. "Ustedes lo prestaron por una temporada", dijo al pueblo "y lo recibieron con intereses. Lo enviaron siendo obispo, y lo recobraron m�rtir. Lo despidieron con oraciones y lo trajeron a su tierra con laureles de victoria''.

Una leyenda identifica a Ignacio con el ni�o que Nuestro Se�or tom� en sus brazos y que le sirvi� para dar una lecci�n sobre la humildad (Cf. Marcos 9,36).

San Vicente Beaurais afirmaba que su sobrenombre "Theophoros" (Portador de Dios) se deb�a a que, despu�s de muerto le abrieron el coraz�n y encontraron en �l escritas en letras de oro el nombre de Jes�s.

Su nombre se menciona en el primer canon Eucar�stico.


Los credenciales de San Ignacio como verdadero testigo de la doctrina apost�lica:

1-San Ignacio fue disc�pulo de los Ap�stoles San Pablo y San Juan.

Recibi� de ellos las Sagradas Escrituras (en sus cartas encontramos numerosas citas literales de los Evangelios Sin�pticos).

Recibi� de ellos tambi�n la revelaci�n transmitida a voz viva. Esta le capacita para ser interprete veraz de la revelaci�n escrita.

San Juan escribe: "Hay adem�s otras muchas cosas que hizo Jes�s. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastar�a para contener los libros que se escribieran." Juan 21,25. Esas "otras cosas" forman la revelaci�n transmitida oralmente a San Ignacio y a los otros Padres Apost�licos.  

2-San Ignacio gozaba de la plena aprobaci�n y confianza de los Ap�stoles ya que ellos mismos lo ordenaron obispo de Antioqu�a, sede de suma importancia. Permaneci� en esa insigne sede por 40 a�os hasta su martirio.

3-La ortodoxia de San Ignacio era ampliamente reconocida, tanto por los padres de la Iglesia de su tiempo como en todos los siglos. Gozaba tambi�n del reconocimiento de los fieles como lo demostraron recibi�ndolo en todas las ciudades por donde pasaba camino a su martirio en Roma.

4- La autenticidad de sus cartas est� firmemente establecida. San Ignacio, siendo gran pastor y te�logo presenta con claridad y lucidez la doctrina cat�lica ampliamente reconocida en su tiempo como Apost�lica. Sus siete cartas demuestran claramente la catolicidad de los albores del cristianismo.

 


Algunas Ense�anzas de San Ignacio de Antioqu�a:

Los escritos del obispo San Ignacio de Antioqu�a son de suma importancia porque demuestran la catolicidad de la doctrina desde tiempos apost�licos. Sus cartas constituyen un testimonio de su amor apasionado por Cristo, su profundidad y claridad de pensamiento teol�gico y profunda humildad. San Ignacio manifiesta absoluta certeza de que su inminente martirio por Cristo es un privilegio, por lo que no quiere que nadie lo obstruya.

Parto Virginal de Mar�a. Es el primer escritor fuera del N.T. en escribir sobre esta verdad.
"Y al pr�ncipe de este mundo se le ocult� la virginidad de Mar�a y su parto y tambi�n la muerte del Se�or". (
Carta a los de Efeso)

Cristo: humano y divino
Como San Juan, San Ignacio nos muestra que Cristo es humano y divino. "Hijo de Mar�a e hijo de Dios, primero pasible, despu�s impasible, Jesucristo Nuestro Se�or" (Efes., c. xvii). Su doctrina es una defensa contra dos tendencias de la �poca: por un lado algunos de los judaizantes negaban la encarnaci�n y cre�an en un Jes�s solo humano. Por otro lado, los docetistas negaban la humanidad de Cristo.

La Eucarist�a
San Ignacio de Antioqu�a es el primero en usar la palabra "Eucarist�a" para referirse al Sant�simo Sacramento (Esmir., c. viii). San Ignacio utiliza la terminolog�a jo�nica para ense�ar sobre la Eucarist�a, a la que llama "la carne de Cristo", "Don de Dios", "la medicina de inmortalidad". Llama a Jes�s "pan de Dios" que ha de ser comido en el altar, dentro de una �nica Iglesia.

No hallo placer en la comida de corrupci�n ni en los deleites de la presente vida. El pan de Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, de la semilla de David; su sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible.

Reun�os en una sola fe y en Jesucristo.. Rompiendo un solo pan, que es medicina de inmortalidad, remedio para no morir, sino para vivir por siempre en Jesucristo.

San Ignacio denuncia a los herejes "que no confiesan que la Eucarist�a es la carne de Jesucristo nuestro Salvador, carne que sufri� por nuestros pecados y que en su amorosa bondad el Padre resucit�".

El d�a del Se�or el domingo

Los que viv�an seg�n el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya el s�bado, sino el d�a del Se�or, en el que nuestra vida es bendecida por El y por su muerte -S. Ignacio de Antioqu�a, Magn. 9,1

La Iglesia

-Es una instituci�n divina cuyo fin es la salvaci�n de las almas; quienes se separan de ella se separan de Dios. (San Ignacio de Antioqu�a, a los de Filadelfia., c. iii)

-Debe permanecer en unidad.
La unidad es expresi�n del amor. (Trall., c. vi; Filad., c. iii; Magn., c. xiii)

-Es Santa. (Esmirna, Efes., Magn., Trall., Rom.);

-Es Cat�lica
Fue San Ignacio quien por primera vez se refiri� a la Iglesia como
"Iglesia Cat�lica" (Universal), incluyendo en ella a todos los que son fieles a la verdad. (Esmirna., c. viii)

"Por doquier aparezca el obispo, ah� est� el pueblo; lo mismo que donde quiera que Jesucristo est� tambi�n est� la Iglesia Cat�lica"

-Es Infalible (Fila., c. iii; Efes., cc. xvi, xvii)

-Tiene jerarqu�a a la que debemos estar unidos en obediencia
San Ignacio, como San Ju�n, puso mucha atenci�n en la relaci�n entre el Padre y el Hijo. El Hijo siempre sujeto por amor a la voluntad del Padre, uno con �l por naturaleza. San Ignacio deduce que debemos imitar a Cristo en su obediencia filial, obedeciendo a los obispos de la Iglesia (lntrod. a Fila.; Efes., c. vi); . Sus cartas ense�an que debe haber en la Iglesia disciplina, unidad y sujeci�n a la jerarqu�a. 

Por esto deb�is estar acordes con el sentir de vuestro obispo, como ya lo hac�is. Y en cuanto a vuestro colegio presbiteral, digno de Dios y del nombre que lleva, est� armonizado con vuestro obispo como las cuerdas de una lira. Este vuestro acuerdo y concordia en el amor es como un himno a Jesucristo. Procurad todos vosotros formar parte de este coro, de modo que, por vuestra uni�n y concordia en el amor, se�is como una melod�a que se eleva a una sola voz por Jesucristo al Padre, para que os escuche y os reconozca, por vuestras buenas obras, como miembros de su Hijo. Os conviene, por tanto, manteneros en una unidad perfecta, para que se�is siempre part�cipes de Dios.  (De la Carta a los Efesios)

Sus palabras recuerdan a las de San Pablo, en Efesios, 4: "Con empe�o por guardar la unidad de esp�ritu en el v�nculo de la paz: un solo cuerpo y un solo Esp�ritu, a la manera que fuisteis llamados en una sola esperanza de vuestra vocaci�n. Un solo Se�or, una sola fe, un solo bautismo. Un solo Dios y Padre de todos, que est� sobre todos y obra por todos y mora en todos."

-Los tres niveles del sacramento del orden>>>, el episcopado siendo superior, el presbiterio (sacerdotes) y por �ltimo el diaconado (Magn., c. vi).

La primac�a del obispo de Roma: El mismo San Ignacio que alrededor del a�o 107 AD llam� a la Iglesia "Cat�lica" y nos ense�a que tiene obispos con autoridad, nos ense�a tambi�n que la Iglesia tiene quien la presida:  "...la que reside en el territorio de los romanos... la que preside en la uni�n del amor..."  (Rom., introd.)

Su firme ense�anza sobre la obediencia a los obispos es aun mas admirable cuando el mismo, siendo obispo, fue siempre muy humilde.

Matrimonio Sacramental
San Ignacio ense�a sobre el matrimonio en la iglesia: "...los varones y las mujeres que deseen casarse, deben realizar su enlace conforme a las disposiciones del obispo..." (Filipenses 5,2).

La Virginidad, virtud sobrenatural  (Polyc., c. v)

San Ignacio es claro y fuerte contra la herej�a pero tambi�n recalca la necesidad de ser indulgentes y tolerantes con los que est�n en error.

Rueguen incesantemente por el resto de los hombres -porque hay en ellos esperanza de arrepentimiento- para que lleguen a Dios. Por lo tanto instr�yanlos con el ejemplo de sus obras. Cuando ellos estallen en ira, ustedes sean mansos; cuando se vanaglorien al hablar, sean ustedes humildes; cuando les injurien a ustedes, oren por ellos; si ellos est�n en el error, ustedes sean constantes en la fe; a vista de sus furia, sean ustedes apacibles. No ans�en el desquite. Que nuestra indulgencia les muestre que somos sus hermanos. Procuremos ser imitadores del Se�or, esforz�ndonos para ver qui�n puede sufrir peores  injusticias, qui�n puede aguantar que lo defrauden, que lo rebajen a la nada; que no se encuentre en ustedes ciza�a del diablo. Sino con toda pureza y sobriedad vivan en Cristo Jes�s en carne y en esp�ritu. (carta a los efesios)


Resumen de las cartas de San Ignacio
Afortunadamente San Ignacio escribi� varias cartas camino de su martirio, de las que se conservan siete. Otras cartas atribuidas a el se consideran ap�crifas.

Carta a los efesios.  Les exhorta a permanecer en armon�a con su obispo y con todo su clero, a que se re�nan con frecuencia para rezar p�blicamente, a ser mansos y humildes, a sufrir las injurias sin murmurar. Los alaba por su celo contra la herej�a y les recuerda que sus obras m�s ordinarias ser�an espiritualizadas, en la medida que las hicieran por Jesucristo. Los llama compa�eros de viaje en su camino a Dios y le, dice que llevan a Dios en su pecho. Carta a los efesios>>

Cartas a las iglesias de Magnesia y Tralles habla con t�rminos an�logos y los pone sobre aviso contra el docetismo, doctrina que negaba la realidad del cuerpo de Cristo y su vida humana. En la carta a Tralles les pide que se guarden de la herej�a, "lo que har�n si permanecen unidos a Dios, y tambi�n a Jesucristo y al obispo y a los mandatos de los ap�stoles. El que est� dentro del altar est� limpio, pero el que est� fuera de �l, o sea, quien se separa del obispo, de los presb�teros y di�conos, no est� limpio".
En la Carta a los Magnesios ense�a que los verdaderos cristianos obedecen al obispo. 

Carta a los cristianos de Roma. Esta cuarta carta es una s�plica para que no le impidan ganar su corona del martirio. No quer�a que los influyentes trataran de obtener una mitigaci�n de la condena, ya que el cristianismo hab�a conseguido adeptos en sitios elevados. Hab�a hombres como Flavio Clemente, primo del emperador y los Acilios Clabriones ten�an amigos poderosos en el imperio. Luciano, satirista pagano (c. 165 P.C.), quien seguramente conoci� estas cartas de Ignacio, da testimonio de lo anterior.

Temo que vuestro amor, me perjudique" escribe el obispo, "a vosotros os es f�cil hacer lo que os agrada; pero a m� me ser� dif�cil llegar a Dios, si vosotros no os cruz�is de brazos. Nunca tendr� oportunidad como �sta para llegar a mi Se�or ... Por tanto, el mayor favor que pueden hacerme es permitir que yo sea derramado como libaci�n a Dios mientras el altar est� preparado; para que formando un coro de amor, puedan dar gracias al Padre por Jesucristo, porque Dios se ha dignado traerme a m�, obispo sirio, del oriente al occidente para que pase de este mundo y resucite de nuevo con El ... S�lo les suplico que rueguen a Dios que me d� gracia interna y externa; no s�lo para decir esto, sino para desearlo, y para que no s�lo me llame cristiano, sino para que lo sea efectivamente . . . Permitid que sirva de alimento a las bestias feroces para que por ellas pueda alcanzar a Dios. Soy trigo de Cristo y quiero ser molido por los dientes de las fieras para convertirme en pan sabroso a mi Se�or Jesucristo. Animad a las bestias para que sean mi sepulcro, para que no dejen nada de mi cuerpo, para que cuando est� muerto, no sea gravoso a nadie ... No os lo ordeno, como Pedro y Pablo: ellos eran ap�stoles, yo soy un reo condenado; ellos eran hombres libres, yo soy un esclavo. Pero si sufro, me convertir� en liberto de Jesucristo y, en El resucitar� libre. Me gozo de que me tengan ya preparadas las bestias y deseo de todo coraz�n que me devoren luego; a�n m�s, las azuzar� para que me devoren inmediatamente y por completo y no me sirvan a m� como a otros, a quienes no se atrevieron a atacar. Si no quieren atacarme, yo las obligar�. Os pido perd�n. S� lo que me conviene. Ahora comienzo a ser disc�pulo. Que ninguna cosa visible o invisible me impida llegar a Jesucristo. Que venga contra m� fuego, cruz, cuchilladas, desgarrones, fracturas y mutilaciones; que mi cuerpo se deshaga en pedazos y que todos los tormentos del demonio abrumen mi cuerpo, con tal de que llegue a gozar de mi Jes�s. El pr�ncipe de este mundo trata de arrebatarme y de pervertir mis anhelos de Dios. Que ninguno de vosotros le ayude. Poneos de mi lado y del lado de Dios. No llev�is en vuestros labios el nombre de Jesucristo y deseos mundanos en el coraz�n. Aun cuando yo mismo, ya entre vosotros os implorara vuestra ayuda, no me escuch�is, sino creed lo que os digo por carta. Os escribo lleno de vida, pero con anhelos de morir.

Carta a los de Esmirna. Encontramos otro aviso contra los docetistas, que negaban que Cristo hubiera tomado una naturaleza humana real y que la Eucarist�a fuera realmente su cuerpo. Les proh�be todo trato con esos falsos maestros y s�lo les permite orar por ellos. "Cristo nos ha llamado a su reino y gloria" -Carta a los esmirniotas.

Carta a San Policarpo. Consiste principalmente en consejos, siendo el escritor mucho mayor. Lo exhorta a trabajar por Cristo, a reprimir las falsas ense�anzas, a cuidar de la viudas, a tener servicios religiosos con frecuencia y le recuerda que la medida de los trabajos ser� la de su premio. Como San Ignacio no tuvo tiempo de escribir a otras Iglesias, pidi� a San Policarpo que lo hiciera en su nombre.

Carta a los fieles de Filadelfia. Escribe alabando a su obispo, rog�ndoles que eviten la herej�a. "Usad una sola Eucarist�a; porque la carne de Jesucristo Nuestro Se�or es una y uno el c�liz para unirnos a todos en su sangre. Hay un altar. as� como un obispo, junto con el cuerpo de presb�teros y di�conos, mis hermanos siervos, para que todo lo que hiciereis vosotros lo hag�is de acuerdo con Dios".


 

BIBLIOGRAFIA

The Apostolic Fathers, Lightfoot
Vida de los Santos, Alban Butler, tomo I.

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