María Teresa de Austria: la emperatriz autodidacta

María Teresa de Austria: la emperatriz autodidacta

María Teresa de Austria se puso a las riendas del Imperio sin tener preparación política. Su buena selección de consejeros y su firmeza la ayudaron a superar la ristra de obstáculos que le esperaban.

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Retrato de la emperatriz María Teresa de Austria.

Emperatriz María Teresa Austria

La derrota sufrida en la guerra de Sucesión española, que acabó con la hegemonía de los Habsburgo en Europa, llevó a Carlos VI de Austria a promulgar, en 1713, la Pragmática Sanción por la que derogaba la ley Sálica. Con ello garantizaba que, aun en el caso de contar solo con sucesión femenina, la casa de Habsburgo mantuviera íntegro su territorio sin que acabara repartido entre aspirantes de otras dinastías.

La medida parecía presentir el futuro del linaje, porque del matrimonio de Carlos VI con Isabel Cristina de Brunswick solo llegaron a la edad adulta dos mujeres: María Teresa y María Ana. Sin embargo, que la ley respaldara el derecho de la mayor al trono austríaco no evitó que, muerto el emperador, estallara una nueva guerra de Sucesión. Pese a haber refrendado la Pragmática en el momento de su publicación, Sajonia, Prusia, Baviera y Francia no la reconocieron. Tras la invasión de Silesia por parte de Prusia, estos cuatro estados se alzaron en armas contra el Imperio.

María Teresa, nacida en 1717, heredó la corona en esa tensa situación. Aunque era una mujer muy culta (hablaba alemán, español, latín, italiano y francés), su formación política era muy escasa. Años después escribiría en relación con los difíciles primeros tiempos de su reinado: “Me encontré sin dinero, sin crédito, sin ejército, sin experiencia ni conocimiento de mi condición y, finalmente, sin nadie para aconsejarme, pues todos esperaban ver cómo iban a evolucionar las cosas”.

A pesar de las dificultades iniciales, llevó al Imperio hasta un nuevo auge. Estos son 8 aspectos clave de su reinado:

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Matrimonios de conveniencia

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Siguiendo la tradición de los Habsburgo, María Teresa utilizó inteligentemente las bodas de sus hijos, los jóvenes archiduques, para crear alianzas. Algunas tan insólitas como la de Borbones y Habsburgos, enemigos irreconciliables desde el siglo XVI. Fue el caso de la boda de su hija María Antonieta (en la imagen) con Luis XVI de Francia.

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Un imperio codiciado

TERCEROS

El imperio de los Habsburgo no constituía una única entidad nacional, sino una yuxtaposición de países unidos solo por la dinastía reinante. Varias potencias aspiraban a una parte de aquel pastel no solo para fortalecer sus respectivas coronas, sino también para minar el poder del Imperio. Baviera, por ejemplo, reclamó Bohemia, Moravia y la Corona del Sacro Imperio. Felipe V de España hizo lo mismo con los ducados de Parma y Plasencia...

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La rivalidad con Prusia

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La primera mitad del siglo XVIII europeo estuvo marcada por la rivalidad entre Prusia y el Imperio. La primera invadió Silesia en 1740. Como resultado, estalló un conflicto internacional en el que se enfrentó casi todo el continente: Prusia, Baviera, Sajonia, Francia, España y Cerdeña se aliaron contra Austria, las Provincias Unidas y Gran Bretaña.

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La corona a cambio de tierras

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La habilidad política de María Teresa y sus consejeros logró orquestar el Tratado de Aquisgrán para poner fin al conflicto. La emperatriz salvaguardó el grueso de sus estados (salvo Silesia) y también aseguró la corona imperial para su marido. A cambio, los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla pasaron a manos españolas, Louisbourg (Canadá) se entregó a Francia y Madrás (India; en la imagen, su rendición) a los británicos.

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Buenos consejeros

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Durante los primeros meses mantuvo a los consejeros de su padre, pero no tardó en encontrar sustitutos más en línea con su mentalidad, moderadamente ilustrada. Al conde Federico Guillermo de Haugwitz (en la imagen) le encargó los asuntos del comercio y la agricultura y, sobre todo, la reorganización del ejército y la estructuración de una burocracia más efectiva. Las reformas sanitarias y legislativas corrieron a cargo del barón Gottfried van Swieten, que fundó el hospital general de Viena y apoyó la promulgación del Codex Theresianus, que estipulaba derechos civiles.

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La Viena imperial

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María Teresa fue una gran mecenas de las artes, e hizo de Viena una capital elegante y señorial. Acometió la urbanización de la ciudad, el saneamiento de infraestructuras y la remodelación o edificación de nuevos conjuntos monumentales. Como el Burgtheater, acabarían siendo señas de identidad vienesas. Lo mismo sucedió con las residencias imperiales: la emperatriz adquirió el palacio de Belvedere, reformó el Hofburg (residencia principal de la familia real) y remodeló del castillo de Schönbrunn (en la imagen).

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Intransigencia religiosa

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María Teresa era intensamente católica. Creía que buena parte de la fortaleza de la corona dependía de la eliminación de toda disidencia política y religiosa. De ahí que se mostrara intolerante en materia de fe. Ejerció un enorme control de la minoría judía, que llevó al exilio a unas veinte mil personas, sobre todo de Praga (en la imagen, el cementerio judío de la ciudad) y el resto de Bohemia. La presencia de protestantes se restringió a unas zonas determinadas del Imperio. Foto: vía Flickr

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El heredero ilustrado

TERCEROS

Muerto su marido, María Teresa buscó el apoyo de su hijo José, a quien nombró corregente. Pero pronto estallaron disputas entre ambos. Por un lado, José II era un monarca plenamente ilustrado: su forma de entender el gobierno era mucho más avanzada que la de su madre. Por otro lado, los dos tenían personalidades fuertes, pero de temperamento muy diverso. La religiosidad y la practicidad burguesa de María Teresa chocaban con la mentalidad racional y la alta capacitación intelectual de su hijo.

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