Bicentenario de Brasil | El Imparcial
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DESDE ULTRAMAR

Bicentenario de Brasil

Marcos Marín Amezcua
jueves 08 de septiembre de 2022, 19:23h

Brasil, el Coloso del sur, conmemoró este 7 de septiembre de 2022 su bicentenario como nación independiente. Con tan buen cartel de que goza en México, uno simplemente no puede sustraerse a tan magnífica ocasión. La importancia del país sudamericano también torna ineludible la referencia.

En América siempre ha importado mucho rememorar la fundación de sus países y se exalta y se valora su construcción. La palabra independencia y mirando hacia Europa, ha sido un componente sustancial en la construcción de identidades, imaginarios y simbolismos que constituyen la estructura metal identitaria de los pueblos americanos. Por ello, América, como ningún otro continente, es sinónimo del denodado esfuerzo por edificar naciones. Nunca ha sido una tarea sencilla y el bicentenario de los acontecimientos de 1822 nos lo recuerda. Brasil es el último país que aún no conmemoraba tan fausta fecha, un proceso rememorativo iniciado hacia 2007 teniendo por viso la invasión napoleónica a la península ibérica.

Mi primera alusión acerca de Brasil, que yo recuerde, fue en mis primeros años escolares al identificar con cierto asombro y extrañeza que consiguió su independencia de manera pacífica frente a Portugal, a diferencia de las desgarradoras guerras independentistas hispanoamericanas frente a la debilitada España resurgida de la invasión napoleónica. Mas, Portugal no emergió en mejores condiciones de aquella conflagración ibérica y su aliada histórica Gran Bretaña, prefirió ayudar a esa ruptura con Brasil. Ahora bien, sin duda de que se trata de dos talantes muy diferentes los de Joao VI el Clemente y Carlos IV el Cazador. Fueron muy dispares los procesos que significaron el desmembramiento de los imperios ibéricos, como fue el de trasladar la corte de Lisboa a Río de Janeiro, poniéndose el mundo de cabeza al convertir a Brasil en la metrópoli y a Portugal en la sucedánea, si no es que en condición de verdadera colonia. Es lo que había. Contrasta aquello con el Motín de Aranjuez y las abdicaciones de Bayona.

Esta independencia proclamada en Sao Paulo el 7 se septiembre de 1822 en el marco de la tirantez entre Portugal y Brasil sobre el futuro de un reino unido que pintaba ya para imposible, es un acaecimiento que a vez se engarza en los devenires que propiciaron el nacimiento del imperio de Brasil. Me resulta interesantísimo el asunto del acervo bibliotecario de Joao VI transportado a su estancia americana y ahí depositado, que es la base de la Biblioteca nacional y derivado en el peculiar Gabinete portugués que conocí en Río durante mi visita en el espléndido marco de los Juegos Olímpicos.

El imperio de Brasil fue duradero (1822-89). Al visitar el sepulcro del emperador Pedro II en Petrópolis, me resultó tan contrastante con los propios de los monarcas europeos que, emparentados con el referido, acaso cuenten con mausoleos y criptas más elaboradas, pero de una sobriedad distinta mas existente al fin y después de todo, tanto como ese. Encontrarse tantas referencias a Pedro II en Petrópolis como en Río, acaso eclipsaba un poco las figuras de su padre Pedro I y de Joao VI en la construcción del Brasil independiente. El traslado del corazón embalsamado de Pedro I a Brasil es uno de los actos más peculiares de este bicentenario. Un manifiesto de la familia imperial, otro. Pedro II, quien fuera primo hermano del emperador de México, Maximiliano, con quien compartía abuelo, el último sacro emperador romano, reluce en el Brasil moderno. A sus pies en la estatua que yace en la explanada del bello palacio de San Cristóbal en Río de Janeiro, siniestrado en 2018, se colocó una intrigante cápsula del tiempo en el 150 aniversario de la independencia para abrirse este 2022.

En este histórico bicentenario, cuento con la enorme fortuna de participar a ustedes amigos lectores en ambas orillas del Atlántico…y del Pacífico, las queridas palabras que mi amiga Cecilia Fonseca da Silva, destacada profesora brasileña avecindada en Brasilia, autora de libros didácticos en español y muy particular de su ingente labor investigadora del idioma ladino y sus prolegómenos como autora del libro Os caminhos de Sefarad, quien generosa siempre, me ha expresado:

“Doña María Leopoldina, archiduquesa austríaca, miembro de una de las más tradicionales familias reales de Europa, los Habsburgo-Lorena, fue figura de esencial importancia en el proceso de la Independencia de Brasil. Conocida casi tan sólo como esposa del primer emperador y madre del segundo emperador de Brasil, fue, sin embargo, quien firmó el Decreto de Independencia, el 2 de septiembre de 1822. El 13 de agosto de 1822, antes de salir de Río de Janeiro en dirección de São Paulo, para buscar apoyo de las élites paulistas, Don Pedro la nombró Jefe de Estado y Princesa Regente interina. Siempre atenta a las maniobras portuguesas, envió una carta a Don Pedro, en la que declaraba que era el momento de romper con Portugal. Era el 6 de septiembre. El 7 de septiembre Don Pedro proclama: “Independencia o Muerte”. La Independencia de mi país se logró gracias al coraje y a la sabiduría de una mujer: Doña María Leopoldina, apodada “la madre de los brasileños”.

También me ha referido la eminente labor de José Bonifácio de Andrada e Silva, “el Patriarca de la Independencia”, mano derecha de la archiduquesa austriaca. En efecto, fueron la entereza y el carácter decidido de ella, hermana de María Luisa, la segunda consorte de Napoleón Bonaparte, lo que impulsó a Don Pedro I a permanecer en Brasil y desde allí a impeler la independencia brasileña. A mayor abundamiento diré que para entonces habían quedado atrás las conspiraciones de la reina Carlota Joaquina, infanta de España, esposa de Joao VI, quien vislumbró ¿y por qué no? enseñoreándose una regencia colocando a los virreinatos españoles bajo su égida, aprovechando su estancia en Río y la prisión, a cuerpo de rey, de su hermano Fernando VII. No lo olvidemos al referir el separatismo hispanoamericano. Este episodio es asaz poseedor de muchos vericuetos.

Así que Brasil no es solo “el negocio de Brasil”, el palo de Brasil, su emblemática samba y su insuperable carnaval de Río, primando su Corcovado y su mirífico Pan de Azúcar. Es, ante todo, su gente y su formidable capacidad para erigirse de la selva. Ya in situ, pude constatarlo. Todo allí es enorme. La portentosa naturaleza reviste a un país que ha sido noticia, siempre y más en el presente siglo, por Lula y Dilma, por sus acontecimientos deportivos, referido en los BRICS o por Bolsonaro, pero siempre plantando cara a las adversidades. Es un país que introdujo en un acierto rectificador, la enseñanza del español para mejor socializar con sus vecinos; y con sus 213 millones de habitantes, la décimo tercera economía global y en extensión geográfica ocupando el quinto sitio, nos mueve a unirnos a su conmemoración. Quienes somos cariocas de adopción, lo hacemos entusiasmados por la efeméride. Celebrar nuestras independencias nos recuerda estar bajo la imperiosa necesidad de no olvidarnos de que corren tiempos difíciles a los cuales estamos más que acostumbrados los iberoamericanos ya curtidos a su vera. No sea impedimento. Brindo con caipiriña de kiwi por los amigos brasileños. Es buenísima. ¡Salusita! como decimos en México.

Rinconete. No puedo evadir el atentado a Cristina Fernández. Independientemente del innegable hecho de la nebulosa dinámica que lo rodea, es inamisible y el consiguiente cuestionamiento a la institucionalidad que supone. A Iberoamérica toda le ha costado Dios y ayuda que se respete el estado de Derecho y sus instituciones, como para que cualquier mangarrián se sienta con el derecho a vulnerar el orden establecido. Es un llamado a todos para respetar los tiempos electorales de todos. Quien quiera sucesiones, que acuda a las urnas a dar los pasos que correspondan. Deploremos cualquier agresión a un gobernante.

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