Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

María I de Escocia, “María Estuardo” (1542-1587)

Apenas abrió los ojos a este mundo y ya su destino estaba marcado: le correspondió desde siempre convertirse en patrona y madre del pueblo escocés. No eligió su tragedia. El azar de las guerras y los vericuetos sanguíneos llegaron a un momento histórico en el que Escocia se había quedado sin sucesor, e incluso el lejano primo del difunto rey había sido recientemente asesinado en combate. De los tres hijos que aspiraban al reinado tan sólo quedaba viva la pequeña María, quien a los pocos días de haber nacido tendría que asumir las riendas de una nación y mantenerlo durante los próximos veinticinco años. En su proclamación real apareció envuelta en un pesado traje de satén de mangas largas guarnecido con incrustaciones de joyas preciosas, tratando de no rodar del trono forrado de terciopelo, y bamboleando con fuerza el cetro de todos los reyes como si se tratara de un cascabel. La muñequita fue ungida en óleos, y luego ciñeron tres veces una espada sobre su hombro derecho, tal cual reza el ritual. El cardenal estabilizó la corona en su cabecita mientras los condes le besaban las mejillas, y a continuación desfilaron prelados y se arrodillaron los noble jurándole lealtad. Alguno sentenciaría la casa de los Estuardo comentando que comenzaría con una mujer y “terminará con una mujer”. Pero su presagio no fue cierto, ya que si bien el apellido había alcanzado el trono de Escocia gracias a Marjorie (hija de Roberto I Bruce), fue mediante el hijo de María donde la familia alcanzaría su máximo esplendor, toda vez que éste uniera en el poder a ambos reinos y se proclamara Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia. En adelante el trasegar de María consistió en seguir siendo predestinada. A los 6 meses ya la habían comprometido para que al cumplir 11 años contrajera nupcias con el príncipe de Inglaterra, y aunque esta alianza matrimonial se rompiera un tiempo después. Desde los dos años su madre María de Guisa evitó que la pequeña María fuera raptada por los ingleses, ocultándola en islas y castillos, donde también contaba con la protección de los franceses, principales enemigos de Inglaterra. Es así como a los 6 años María Estuardo es separada de su madre y llevada a Francia para contraer nupcias con el príncipe Francisco, quien un par de años después sucedería en el trono a su padre Enrique II, convirtiendo así en reina de Francia a la joven María Estuardo. Permaneció allí durante casi diez años, rodeada de una selecta corte de confianza que la seguía a donde fuera. Destacada por su simpatía, la reina despertaba admiración y encanto entre el pueblo francés. Conocía varias lenguas, dominaba algunos instrumentos musicales, practicaba la equitación y cultivó el hábito de la lectura, permitiéndole al término de su educación regresarse a su país para recuperar por fin lo que durante toda su vida le había sido esquivo: gobernar. A los 18 años muere su madre, y unos meses más tarde enviuda. Su suegra, Catalina de Médici, se hace cargo de Francia, y es el momento para que María Estuardo vuelva a su destinada Escocia. Con el pasar de los años volvían a extinguirse las líneas masculinas, y según las leyes de sucesión a María le correspondería ocupar también el trono de Inglaterra, en caso tal de que su prima, la reina Isabel I, se empeñara en seguir patentando su legendaria virginidad. Así mismo la iglesia católica no legitimaba el reinado de la última bastarda de los Tudor, hija de Ana Bolena, y si Isabel continuaba en el poder era debido a que su padre Enrique VIII había deslegitimado la obligatoriedad de estas leyes religiosas. María se casa con su primo Darnley, y a pesar de los ataques de su prima Isabel para ocasionarle un aborto, a sus 24 años se convierte en madre del futuro rey Jacobo. Sin embargo para ese entonces Isabel era reina absoluta e indiscutida y mantenía el control total sobre su imperio inglés, y queriendo librarse de futuras amenazas se dedicaría a perseguir a su prima María, hasta lograr inculparla por el asesinato de su esposo Darnley. Varias veces raptada, varias veces violada, y se dice que encarcelada en un castillo en Edinburgo sufrió el aborto de unos gemelos. Allí mismo fue obligada a abdicar del trono, pero unos meses más tarde escapó de su presidio disfrazada como lavandera, estableciendo un pequeño ejército con el que soñaba recuperar el trono. Dos semanas más tarde tuvo que regresar a su mazmorra para restablecer una condena de encarcelamiento que se prolongaría durante los próximos dieciocho años. En su ropa bordó un verso que la acompañó siempre y que se haría célebre en la historia: “En mi final está mi comienzo”. Una corte conformada por casi cuarenta nobles la declaró culpable de asesinato por la muerte de Darnley, además de inculparla en el delito de conspiración para asesinar a la reina Isabel. Las evidencias fueron pocas y jamás logró demostrarse nada con hechos concretos y fehacientes. El proceso se basó en el hallazgo de un cofre de plata que contenía ocho cartas supuestamente escritas por María, y que dejaban al descubierto un plan para asesinar a su esposo. Fue decapitada a la edad de los 45 años. Vestía un enterizo rojo que ella misma elegiría para adornarla en su ceremonia fúnebre, y antes de morir se declararía públicamente una mártir de la iglesia católica. Lope de Vega y Schiller le dedicaron un par de cánticos al alma vivaz y revoltosa de María Estuardo. De ella se conservan su breviario personal -el mismo que llevó al cadalso-, además del velo con el que se cubrió la herida que el verdugo le ocasionó en el hombro, una vez fallara en su primer golpe mortal. Se trata de un velo bordado con hilos y lentejuelas de oro por las mimas manos laboriosas y obstinadas de María Estuardo. Su cuerpo reposa en la abadía de Westminster, bajo una estatua tallada en mármol, y a tan sólo nueve metros del sepulcro donde moran los restos de su prima Isabel, a quien jamás conocería.

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