La vida de lujo de David Cameron fuera de la política: escribe sus memorias y comparte jefe con José María Aznar

El ex político conservador, ex estudiante de Eton y Oxford, de buena familia y bien relacionado, personifica a la clase dirigente británica. Acaba de fichar por Afiniti, una empresa de inteligencia artificial.

David Cameron en un torneo de tenis.

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“Si los británicos se parecieran a sus gobernantes, cuatro millones de adultos habrían estudiado en Eton”. La referencia al exclusivo colegio aparecía en una noticia del diario The Independent después de que David Cameron anunciara la composición de su gobierno en 2010. Seis años después dimitía tras un referéndum en el que Reino Unido dijo "sí" a salir de la Unión Europea y él se fue dejando al Partido Conservador hecho añicos. Así sigue, como demuestra la reciente dimisión de su sucesora, Theresa May, mientras él, el hombre que llegó para renovar su partido se dedica hoy a acumular empleos lucrativos.

El último es en Afiniti, compañía que aplica la tecnología de la inteligencia artificial a los call centers. Es propiedad del estadounidense de origen paquistaní Zia Chishti, dueño de una empresa que tiene entre sus directivos al expresidente José María Aznar, cuyo hijo, Alonso Aznar, representa a la firma en España. En ese equipo también están el exprimer ministro francés François Fillon o Beatriz de York, la nieta de Isabel II, de quien es pariente lejano Cameron.

No es el primer empleo millonario que consigue el expremier tres años después de haber abandonado la función pública: participa en un fondo de inversión chino y es asesor de Greensill, financiera privada de Soft Bank. Además, prepara sus memorias, For The Record, por las que ha cobrado un adelanto de 800.000 libras. Con esos honorarios no es de extrañar que se permita cabañas de 25.000 como la que mostró en sus redes sociales y que había comprado, dijo, para escribir tranquilamente esa autobiografía que debería salir al mercado el próximo otoño. Ante las burlas por el despilfarro, se compró otra parecida y la colocó en el jardín de su mansión en Cornualles, una finca por la que pagó dos millones de libras.

Cameron en la cabaña que compró para escribir sus memorias.

D.R.
Solidaridad y empresa

Es cierto que en su país y en épocas pasadas, los políticos llegaban a viejos en sus cargos o se retiraban solo cuando la salud les impedía continuar. Cameron, sin embargo, abandonó el servicio público con apenas 50 años y debía buscarse una colocación. Enseguida se sumó a varias causas solidarias y por eso preside una asociación que investiga para curar el Alzheimer y colabora en otra que ayuda a los adolescentes en riesgo de exclusión social. Pero su actividad post-política se parece poco a la de tories que ocuparon en el pasado su mismo cargo, por ejemplo, William Gladstone, que en su retiro destinó buena parte de su tiempo y su dinero a las bibliotecas o Harold McMillan, que se dedicó a su tarea universitaria.

Lo que sí tiene en común con ellos son los orígenes. Cameron es pariente de Isabel II porque es descendiente, por parte de madre, de Elizabeth FitzClarence, Condesa de Erroll y una de las amantes con las que tuvo hijos el rey Jorge II. La familia de su padre, originaria de Escocia, era algo más humilde, pero prosperó en cuanto entró en el mundo de las finanzas. Su progenitor, Ian Cameron, apareció en los Papeles de Panamá por haber ocultado parte de su fortuna en paraísos fiscales.

Antes de entrar en la universidad, ese padre le aconsejó que pasara unos meses en la empresa que un amigo suyo tenía en Hong Kong y así fue como entró en contacto con Jardine Matheson, un conglomerado de compañías que hoy dirige, entre otras empresas, la cadena hotelera Mandarin Oriental. Los hombres Jardine también eran alumnos de Eton y como el padre de Cameron, también tenían la sede de su empresa en un paraíso fiscal, Bermudas en su caso. Con ellos pasó David más de tres meses antes de volver a Londres para iniciar su carrera en la que el historiador Patrick Joyce considera la otra parada obligada si un chico de buena cuna quiere ser un dirigente tory: la Universidad de Oxford.

De la mezcla de colegio privado, elitista y masculino con una de las universidades más prestigiosas del mundo salen lo que el autor de The State of Freedom: A Social History of the British State since 1800 denomina “los padres que gobiernan la nación”. Pero esos padres querían una renovación y Cameron, con su juventud y rodeado de gurús, llegó en 2005 para refrescar una formación cuyos miembros tenían una media de 65 años. Pero lo hizo tanto que él mismo ha acabado pareciéndose al laborista Tony Blair, que ha hecho una fortuna asesorando a empresas, más que a sus antecesores conservadores.

El factor Cameron

"El factor X es el factor de la atracción y el Partido Conservador lleva demasiado tiempo ligado a una idea rancia y antigua”. Así le explicó George Osborne, otro chico Eton y ex ministro de Finanzas británico a Jorge Moragas por qué veía a Cameron como el hombre perfecto para liderar su formación. Lo cuenta en Es la hora de David Cameron, libro del experto en comunicación política Juan Millán. En sus páginas explica que además de su formación y dotes para la comunicación, la imagen de Cameron la moldeó Steve Hilton, un ex trabajador de la agencia de publicidad Satchi and Satchi y hoy gurú.

Él fue quien le dio un aire moderno, lo intentó alejar en la medida de lo posible de los tics y la forma de hablar de la clase alta y acercarlo así a la gente que pretendía gobernar. A todo eso le ayudó su esposa, Samantha Cameron, hija de un baronet y una mujer educada, elegante y discreta con la que contó en público, con naturalidad y normalidad, que habían perdido a Ivan, su hijo mayor enfermo de parálisis cerebral.

De esa manera, con solo 39 años, Cameron dio un discurso en la Cámara de los Comunes que acabó de convencer a los suyos de que él era el futuro. Nadie esperaba entonces que fuera a ser uno tan breve, pero en dos años se hizo con el puesto de premier al ganar al laborista Gordon Brown y le devolvió el poder al Partido Conservador. Su jefe de prensa fue Andy Coulson, que venía de los tabloides sensacionalistas, concretamente del News of the World y enseguida quedó claro que si Margaret Thatcher y Blair habían inaugurado una especie de culto a la personalidad exacerbada por el poder de los medios a finales del siglo XX, Cameron iba a ser su sucesor en el siglo XXI.

Boris Johnson y David Cameron.

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Alejados de la vida real

Cameron se presentó entonces como un padre entregado, un marido perfecto, un hombre dialogante y sensato, una imagen alejada del Bullingdon Club, una sociedad de estudiantes de Oxford que se reunían, básicamente, para beber y formar follón. Se les conocía como los Bullers e inspiraron la película The Riot Club.

Fue esa imagen de chico rico, juerguista y caprichoso lo primero que se propusieron limar sus asesores de imagen cuando Cameron dio el salto a la primera línea de la política. A eso le ayudó, aunque incidentalmente, Boris Johnson, primo lejano suyo (también descendiente de Jorge II) que actuaba en la escena pública no solo como rival, sino como un espejo que aumentaba las virtudes del candidato. Que el alcalde de Londres fuera bocazas, metepatas y mujeriego hacía parecer a Cameron aún más perfecto.

Pero la diferencia entre Cameron y Boris siempre ha sido de apariencia. Quedó claro en algunas ocasiones. Por ejemplo, con la frivolidad que mostró tras dimitir como premier y alejarse del atril donde había hecho el anuncio canturreando. La más significativa, sin embargo, tuvo lugar en 2009, en plena época de recortes sociales y económicos, cuando pidió a sus compañeros que, por solidaridad y para no resultar frívolos, no bebieran champán en las celebraciones del partido. Días después, el Daily Telegraph fotografiaba a Cameron brindando con una copa llena de burbujas.

Lo que explica, al menos en parte, esa actitud es algo que en su libro sobre la historia social del Estado británico, Patrick Joyce llama el “casi autismo” de los chicos Eton, apartados del mundo real, un mundo que sin embargo están llamados a gobernar. Prueba de ello es que antes de empezar sus estudios universitarios, Cameron ya conocía el Parlamento británico, por el que le había guiado su partido político, Tim Rathbone.

El autor del ensayo habla de que esos jóvenes, todos hombres y todos ricos, viven una especie de adolescencia alargada debido a que el internado Eton es su casa y su familia, y la llegada a Oxford es una continuación de esa vida en la que les preparan para "el gran juego del poder". Por eso Boris Johnson siempre habla de "la importancia de ser Eton", un juego de palabras con la famosa obra de Oscar Wilde con el que se refiere al destino que les espera en las más altas esferas del poder. Un poder que David Cameron ha decidido ejercer, al menos de momento, fuera de la Cámara de los Comunes.