El libro ‘María Dolores Pradera. Déjame que te cuente’, de Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo, es la primera biografía de la madrileña. Documentada y detalladamente ahonda en la vida y obra de la gran dama de la canción
“Ha trasladado a la canción su sentido teatral: no se le escapa una silaba, una letra de lo que dice, y dice cosas hermosísimas en textos que son verdaderos poemas. Las inflexiones de su voz arrancan a todos los matices a la canción, la interpretan realmente; no se limita a cantarla, sino que hace una versión personal de letra y música. Su presencia en el escenario es la de una gran actriz, además de una gran cantante”. La crítica de 1979. María Dolores Pradera (Madrid, 1924-2018) cuenta ya con veinticinco años de carrera musical. Entre rancheras, boleros, amarres, flores de canela y gemelos, la madrileña, inicial actriz, lograría, a lo largo de su nonagésima vida, un repertorio de más de mil temas que, según cálculos de giras y representaciones, hubiera repetido en más de doscientas ocasiones, tanto en España como en Hispanoamérica.
Por primera vez, la vida y obra de Pradera es recopilada en un volumen de más de trescientas páginas por las que rulan obras de teatro, composiciones, temas populares o añorados versos. Una mezcla, según el diario El Mundo, entre Grace Kelly y Katharine Hepburn, pero a la española. Es más, como “¡la típica españolaza!”, que le diría el gran Luis Buñuel, durante algunos encuentros transoceánicos, en Ciudad de México. Precisamente, es el cine, faceta que tiempo después reconocería haber hecho por dinero, pero que sigue siendo una absoluta desconocida. Trabajó a las órdenes de Sáenz de Heredia, Juan de Orduña, Florián Rey, Rafal Gil o Luis Lucía, pese a no sentirse nunca cómoda en la gran pantalla. Llegó a rechazar a Víctor García León, hijo de amigos (García Sánchez y Rosa León, productora de muchos de sus trabajos discográficos) y de algunos requerimientos de Almodóvar, nada se sabe.
Infancia y paso por los escenarios
Del 29 de agosto de 1924. María Dolores Pradera nace en una “familia ilustradilla y finolis, pero sin un duro” y en Madrid. Aunque su padre vivía, por trabajo, en Chile, “a la hora de los partos mi madre se venía junto a su madre para que naciéramos en España”, recordaba Doloritas que, ya de niña, acostumbró a viajar en barco y hacerse las américas. Aficionada al cante, al disfraz y a la puesta en escena desde bien pequeña, sus inicios se remontan al patio de casa y a los varietés que hacía para sus vecinos, que sus hermanos se encargaban de cobrar, a cambio de un duro o de comida. “Durante la contienda cantaba y recitaba ante los vecinos de la madrileña calle Viriato a cambio de puñaditos de garbanzos, lentejas, sal…”, relataba.
Ya de adolescente se plantea ser artista y con quince años, por medio de un anuncio que ve en el periódico, donde buscaban “extras con pintas de estudiantes”, y allá que fue. Resultó una rubia estudiante y visitante de El Prado en ‘Tierra y cielo’ (1941) de Eusebio Fernández Ardavín. Aunque María Dolores Pradera, donde verdaderamente pudo lucirse fue en las tablas. Su recién publicada biografía ahonda en su suculenta trayectoria teatral. Esa que comenzó con ‘Madre, el drama padre’ y terminó con una ‘Calígula’ dirigida por José Luis Alonso en 1985, labor que acabaría dejando porque el arte escénico le cansaba. “Prefiero dedicarme a la canción”, concluiría entonces. Habiendo interpretado ‘La Celestina’, ‘El jardín de los cerezos’ o ‘Mariana Pineda’, navegó tanto por el teatro clásico como por el contemporáneo. “Una de las más grandes actrices que ha conocido el teatro español”, como dijo de ella Vicente Molina Foix.
Matrimonio con Fernando Fernán Gómez, que nunca le devolvió el rosario de su madre
María Dolores Pradera y Fernando Fernán Gómez, o viceversa. Da igual. Una pareja de artistas, intelectuales tan compenetrados y cómplices que hasta parecían hermanos. De hecho, es lo que día sí día también les decía Paco Rabal y que Lola Flores, colega en varias de sus películas, llegó a creerse. Se enamoraron en el ambicioso montaje de Jardiel Poncela, ‘Los habitantes de la casa deshabitada’. Tras mucho cortejo, flirteo y charlas, el entonces pelirrojo y la rubia madrileña se enamoraron y casaron el 28 de agosto de 1945. Fruto de dicha unión, nacerían Fernando y Helena. La pareja, protagonista de la crónica intelectual de una España en blanco y negro, fue estupendamente acogida.
“No sé quién era más inteligente de los dos, si Fernando o María Dolores. Estar con Fernando era quedarte callada y escuchar al hombre más inteligente, más gracioso e ingenioso que te puedas encontrar, pero María Dolores iba como tres pueblos por delante, y además es mujer, así que es increíble lo fascinante que puede llegar a ser”, diría Concha Velasco en sus memorias.
Pero tanta autenticidad acabaría por hacer mella en el matrimonio que, cual precursores, decidieron separarse. “Éramos muy auténticos los dos, nos casamos muy jóvenes y quizá nos precipitamos al distanciarnos. Siempre pensé que envejeceríamos juntos, pero no fue así”, declaraba la propria Praderita en El País, y fue de las pocas veces. Siempre que le preguntaban, la artista decía no recordar aquello, aunque en una ocasión supo ser ingeniosa: “Yo sé que le presté el rosario de mi madre y todavía no me lo ha devuelto”. Salvo para la boda de su primogénito y pese a compartir muchas amistades, Fernán Gómez y Pradera jamás volvieron a verse.
María Dolores Pradera, la gran dama de la canción
“Una mujer que, a lo largo de su carrera, eligió, entre calidad y comercialidad, siempre calidad: María Dolores Pradera”. Así presentaba a la cantante su colega, amiga y productora Rosa León, en su propia reunión musical de amigas. Porque María Dolores Pradera fue un nexo conector entre dos continentes, culturas, músicas, gentes. Para su carrera como intérprete musical, especialmente de boleros y rancheras, contrató a Santi y a Julián, Los Gemelos, que quitó a Nati Mistral, y con los que compartió escenario durante décadas, hasta el fallecimiento de uno de ellos. Con un repertorio que fue creciendo con los años, desde el bolero que García Morcillo compuso a su nombre, ‘María Dolores’, pasando por los temas que su amiga Chabuca Granda (‘La flor de la canela’, ‘Fina estampa’) o su clásico ‘Amarraditos’.
En sus trabajos discográficos más recientes optó por rendir tributo a aquellos cantautores que admira. A Carlos Cano le dedicó un disco entero. Cantó a Alberto Cortez, Amancio Prada, Joan Manuel Serrat o Aute, pero también se reservó para jóvenes como Pablo Alborán, Dani Martín o Bunbury, entre otros, con los que compartió varios de los hits de su prolífico repertorio. ‘Gracias a vosotros’ se tituló ese éxito discográfico que versionó a lo Frank Sinatra, aglutinando a una diversidad de voces, desde los ya mencionados recientes, pasando por amigos consagrados como Ana Belén, Amaya Uranga o Sabina, y savia nueva, entre las que se encontraban Diana Navarro, Amaia Montero o Miguel Poveda. Precisamente, fue él quien hizo que la Pradera se subiese a un escenario por última vez, en 2013. “A estas horas solo suelo salir de casa para ir a urgencias”, bromeaba agradecida.
Centenario y su biografía ‘María Dolores Pradera. Déjame que te cuente’
Temerosa al final y a lo desconocido, María Dolores Pradera se fue el 28 de mayo de 2018, en su Madrid natal, cantando igual de bien que lo hacía siempre, tal y como nos confesó Ana Belén. Pese a los temores, la propia Pradera creía que algo había. “Es ilógico nacer, vivir y morir, sin más. Si todo esto no es para algo, la vida sería un sinsentido mayor de lo que ya es. ¿El sentido de la vida? Cuando a uno le va bien, tiene sentido; cuando a uno le va mal, no”, reflexionaba “la gran dama de la canción” a Amilibia. Este 2024 se conmemora el centenario de la actriz y cantante a la que, por el momento, se homenajea con una primera biografía, detallada, documentada. Un merecidísimo tributo a la mujer que, según Luz Casal, es “ejemplo de mujer y cantante, patrimonio de la música popular”.
