María Cristina de Habsburgo-Lorena
1887. Óleo sobre lienzo, 61,5 x 45 cmSala 062B
La obra es, como indica la inscripción, un estudio del natural para un retrato de gran tamaño que, encargado en 1887 por el Ministerio de Estado, cuyo titular era Segismundo Moret, para que sirviera de modelo a los retratos oficiales de la reina, se conserva en la Embajada de España en París. En éste del Prado, la forma ovalada de la cabeza se resalta con armonía por el peinado, recogido. Los ojos se animan gracias a los toques de blanco en las pupilas recurso que, como su padre Federico, dominaba Raimundo de Madrazo. La mirada, que no se fija en el espectador, muestra melancolía. La sobriedad del vestido, sólo paliada por los reflejos metálicos y los brillantes de las insignias, una de las cuales corresponde a la orden de la Cruz y de la Estrella de Austria, da al personaje una cierta gravedad. El efecto de la boca ligeramente entreabierta, sin embargo, realza su humanidad, y los labios muy bien delineados y las comisuras, levemente señaladas por las sombras dan expresividad al rostro. El fondo, de color rojizo sobre rosa, da una calidez muy apropiada a la retratada. Ésta denota un temperamento sosegado, prudente y bondadoso, que le hizo llevar su viudedad y la regencia del reino con decoro y discreción. Hija del archiduque Carlos Fernando de Austria y de Isabel de Austria Este Módena, María Cristina de Habsburgo-Lorena, archiduquesa de Austria (Gross-Seelowitz 1858-Madrid, 1929), casó con Alfonso XII el 29 de noviembre de 1879 y, tras la muerte de éste, ocurrida el 25 de noviembre de 1885, fue reina regente de España hasta el reinado de su hijo, Alfonso XIII, en 1902. La obra debió realizarse en el mes de mayo de 1887, que figura en la inscripción de otro estudio del natural, pero de mayor tamaño, para el mismo retrato, realizado en Aranjuez. De tres cuartos de figura, con un elegante traje de raso negro descotado y encajes, adornada con joyas, y con una expresión menos triste, es el paso previo al retrato definitivo. En una visita del marqués de Prat de Nantouillet a su estudio hacia finales de agosto de 1887, anunciaba la intención del pintor de que su modelo habitual Aline Masson, que tenía la misma estatura y talle que la reina, posara para el retrato, lo que pudo despertar alguna incomodidad en España. Quizá por ello el artista tardo en realizar el retrato definitivo. Finalmente lo envió a Madrid en abril de 1890, y no gustó al ministro de Estado, que era entonces Antonio Aguilar y Correa, marqués de la Vega de Armijo, quien achacaba falta de parecido por haberse realizado lejos del natural, decía que la reina estaba de acuerdo y proponía que se efectuaran correcciones. Raimundo de Madrazo decidió retirar el retrato que, por mediación de su amigo Fernando León y Castillo, entonces embajador de España en Paris, acabó por fin en aquella embajada. La apreciación de falta de parecido era injustificada, ya que la obra era conforme a los estudios del natural, aunque desde 1887 habían cambiado las facciones de la reina. A ésta, por otra parte, le habían complacido los estudios que realizó en su presencia. (Texto extractado de Barón J.: El Legado Ramón de Errazu. Museo Nacional del Prado, 2005, pp. 169-172).