Biografia de Antonio Cánovas del Castillo

Antonio Cánovas del Castillo

Pol�tico espa�ol, art�fice del r�gimen de la Restauraci�n (M�laga, 1828 - Santa �gueda, Guip�zcoa, 1897). Licenciado en derecho por la Universidad de Madrid, las inquietudes de este joven de origen modesto se dirigieron inicialmente hacia la literatura (en la que le apadrin� su t�o, el escritor Seraf�n Est�banez Calder�n) y sobre todo hacia la historia, dedicaci�n esta �ltima que no abandon� ni en los momentos �lgidos de su vida pol�tica; escribi� notables trabajos sobre los Austrias y la decadencia espa�ola, que le valieron el ingreso en la Academia de la Historia (1860). Tambi�n fue miembro de la Real Academia Espa�ola (1867), la de Ciencias Morales y Pol�ticas (1871) y la de Bellas Artes de San Fernando (1887).


Antonio Cánovas del Castillo

Sus inquietudes intelectuales se canalizaron, adem�s, a trav�s del Ateneo de Madrid, que presidi� en 1870-74, 1882-84 y 1888-89. A la pol�tica lleg� a trav�s del periodismo, trabajando desde 1849 en el diario de Joaqu�n Francisco Pacheco, l�der del grupo �puritano� que representaba el ala m�s conciliadora del Partido Moderado. Esa vocaci�n centrista qued� confirmada al integrarse en la Uni�n Liberal, partido creado por Leopoldo O'Donnell para interponerse entre moderados y progresistas.

Su primera responsabilidad pol�tica fue la redacci�n del Manifiesto de Manzanares, que hizo p�blicas las posiciones de los militares participantes en la llamada �Revoluci�n de 1854� (Leopoldo O'Donnell, Francisco Serrano y Domingo Dulce). Luego fue ocupando puestos pol�ticos de importancia creciente, como los de diputado en las Cortes constituyentes de 1854-56, agente de preces en Roma, gobernador civil de C�diz, director general de Administraci�n Local, subsecretario de Gobernaci�n, ministro del mismo ramo (1864) y de Ultramar (1865-66). Su actitud ante la insurrecci�n de los sargentos del Cuartel de San Gil (1866) le cost� el destierro a Palencia, permaneciendo apartado de todo protagonismo pol�tico hasta que estall� la Revoluci�n de 1868, que destron� a Isabel II.

Durante el Sexenio Revolucionario de 1868-74, Antonio Cánovas del Castillo asumi� el liderazgo de una minor�a conservadora en las Cortes, se�al�ndose en los debates contra el sufragio universal y la libertad de cultos. Atac� tanto al r�gimen democr�tico de Amadeo de Saboya como a la Primera Rep�blica que le sucedi�, aprovechando los fracasos de ambos ensayos para consolidar su opci�n de restaurar la monarqu�a de los Borbones, pero no en la persona de la ex reina Isabel II -cuyo descr�dito hab�a provocado la revoluci�n-, sino en la de su hijo, a quien har�a reponer como rey con el nombre de Alfonso XII.

Una vez que abdic� la reina madre en el exilio (1870), Antonio C�novas consigui� plenos poderes para dirigir la causa mon�rquica (1873), mientras orientaba la educaci�n del pr�ncipe en Inglaterra y le hac�a proclamar el llamado Manifiesto de Sandhurst, en el que trazaba las l�neas directrices de una futura monarqu�a parlamentaria, liberal y moderada, llamando en su apoyo a todos los cat�licos y descontentos con la situaci�n revolucionaria desvinculados del carlismo (1874).

Cánovas del Castillo fue fortaleciendo paulatinamente la causa alfonsina en medios pol�ticos y acrecentando la viabilidad de la restauraci�n mon�rquica a medida que quedaba desacreditada la opci�n republicana; pero, en contra de su voluntad, el general Arsenio Martínez Campos se le adelant�, proclamando al rey mediante un pronunciamiento militar en Sagunto (1874). Sin embargo, por primera vez en la historia de los pronunciamientos espa�oles, los militares no quisieron ocupar el poder, sino poner en �l a C�novas, como l�der de los partidarios de la Monarqu�a: el �ltimo d�a de aquel a�o, C�novas form� un gobierno que ejercer�a la regencia hasta la llegada de Alfonso XII, el cual confirm� al gabinete en 1875.

Due�o de un poder pr�cticamente incontestado, C�novas realiz� en los dos a�os siguientes una obra ingente, que puso las bases del r�gimen de la Restauraci�n, el cual habr�a de perdurar hasta el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera (1923). Prepar� e hizo aprobar la Constituci�n de 1876, estableciendo una monarqu�a liberal inspirada en las pr�cticas parlamentarias europeas. La clave era acabar con la violencia pol�tica y los pronunciamientos militares que hab�an marcado el reinado de Isabel II, asentando la primac�a del poder civil. Pero para ello hab�a que garantizar la alternancia pac�fica en el poder; C�novas dise�� un modelo bipartidista al estilo brit�nico, formando �l mismo un gran Partido Conservador a partir de la extinta Uni�n Liberal; y busc� una figura que aglutinara la opci�n pol�tica alternativa, encontr�ndola en Sagasta, que asumir�a el liderazgo del Partido Liberal, con el cual se turnar�an los conservadores en el poder.

Tras gobernar casi sin interrupciones hasta 1881, C�novas dej� el poder a Sagasta en aquel a�o, recuper�ndolo en 1884. Al morir Alfonso XII en 1885 y para consolidar la regencia de Mar�a Cristina de Habsburgo, sell� con Sagasta el llamado �Pacto de El Pardo�, por el cual ambos partidos se suceder�an sin enfrentarse en la gobernaci�n del pa�s. Y es que, efectivamente, la peculiaridad del r�gimen canovista era que las elecciones constitu�an una farsa manejada por las redes olig�rquicas del caciquismo, mientras que el Parlamento y el gobierno se formaban de espaldas a la opini�n p�blica, en funci�n de pactos entre los l�deres de los dos partidos din�sticos y con una intervenci�n decisiva de la Corona.

C�novas volvi� a presidir el Consejo de Ministros en 1890-92 y en 1895-97. En su haber como gobernante hay que anotar la pacificaci�n del pa�s, poniendo fin a la sublevaci�n cantonal (1874), la Tercera Guerra Carlista (1875) y la Guerra de los Diez A�os en Cuba (1878). Inspirado por la �lecci�n� hist�rica de la decadencia espa�ola, trat� de impulsar un resurgimiento nacional, fomentando un nuevo patriotismo espa�ol con actos como los que conmemoraron el cuarto centenario del descubrimiento de Am�rica (1892).

Pero se mostr� impotente ante los nuevos conflictos que suscitaban el nacionalismo catal�n, el movimiento obrero, el anarquismo, las disidencias internas de su partido (Francisco Silvela) y la reaparici�n del movimiento independentista en Cuba (1895). Incapaz de abrir cauces para la participaci�n pol�tica de nuevos grupos y aspiraciones, cuando muri� asesinado por un anarquista italiano durante su estancia veraniega en un balneario, dej� al r�gimen ante una situaci�n de crisis que se prolongar�a desde la derrota en la Guerra de Cuba (1898) hasta su extinci�n (1923).

C�mo citar este art�culo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].