La Inquisición: entre religión, política y cultura
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España tiene historia

La Inquisición: entre religión, política y cultura

Tanto la agitada figura del Inquisidor como la leyenda sombría, polémica y espeluznante de la institución, siguen siendo inseparables de la historia de nuestro país

La Inquisición: entre religión, política y cultura
La Inquisición: entre religión, política y culturaMuseo del Prado

«Aparece entre las cenizas de las hogueras, donde la víspera, el cardenal gran inquisidor, en presencia del rey, los magnates, los caballeros, los altos dignatarios de la Iglesia, las más encantadoras damas de la corte, el pueblo en masa, quemó a cien herejes». Así evoca Fiódor Dostoyevski en su última novela, «Los hermanos Karamázov», el arquetipo del gran Inquisidor, en un proceso que, a modo de parábola narrativa, emprende contra el propio Cristo. La leyenda sombría de la Inquisición y la torva figura del Inquisidor son inseparables de la historia mítica de España. Pero hay que empezar por recordar que la Inquisición no es un invento español, aunque el recorrido histórico de esta institución tan controvertida está indefectiblemente relacionado con España desde la época de los Reyes Católicos. En efecto, Isabel I fue persuadida en Sevilla por el dominico Alonso de Ojeda de la necesidad de crear el Santo Oficio en Castilla para controlar la cuestión religiosa y Sixto IV promulgó la bula por la que constituía la Inquisición castellana en 1478 (le siguieron otras, como la romana, en 1542).

Pocos años después, Inocencio VIII nombró inquisidor general de la reina al célebre Tomás de Torquemada, primer gran inquisidor y, por lo demás, parece que un honesto y buen administrador, pese a su lado sombrío. Y es que en la lista de grandes inquisidores hay figuras que brillan con luz propia (no solo con propia sombra). Quizá en polo brillante, poco después de Torquemada, destaca una de las luminarias del humanismo español, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, primado de España y fundador de la Universidad Cisneriana, responsable de grandes avances humanistas como la Biblia políglota. Pero, como decimos, la creación del llamado Santo Oficio remonta mucho más atrás en el tiempo, y no se sitúa en España, sino en Francia. La Inquisición, en efecto, fue fundada en el siglo XII en el sur de Francia para combatir las herejías que, como la de los cátaros, se habían extendido por toda la Europa occidental, con antiguas raíces en la oriental, desde el arrianismo y la gnosis al bogomilismo.

'La expulsión de los judíos', un lienzo de Solomon Alexander Hart.
'La expulsión de los judíos', un lienzo de Solomon Alexander Hart.Solomon Alexander Hart

A partir de la bula del papa Lucio III, que la instituye hasta los siglos venideros, se fue organizando como un instrumento a la vez judicial y doctrinal que velaba por la ortodoxia de la fe, entre derecho y teología, y fue afinando las mentes del medievo y la edad moderna. En esta se convirtió en arma intelectual contra la reforma y política contra los estados protestantes rivales de los católicos. Pese al indudable lado oscuro de la Inquisición, amplificado sobremanera y de forma interesada por los enemigos de la monarquía hispánica y luego por todo tipo de recreaciones artísticas y literarias, muchos de los miembros del Santo Oficio fueron reputados humanistas, filósofos, juristas y filósofos y no solo viles clérigos que ejecutaron fanáticamente a judíos y herejes, como quiere la visión más simplista y maniquea. La España de los primeros Austrias contó con eclesiásticos que fueron algunas de las mentes más brillantes de su tiempo, como los dominicos Francisco de Vitoria o Domingo de Soto (este calificador del Santo Oficio).

La célebre «Escuela de Salamanca» estaba en la vanguardia del pensamiento y fue, entre otras cosas, precursora del derecho internacional, la soberanía popular o la economía de mercado de la modernidad. Por supuesto que hubo una utilización interesada y como instrumento de dominación social, política y religiosa, del Santo Oficio; no olvidemos que en el contexto de las guerras de religión europeas. En todo caso, algunos historiadores han apuntado la tergiversación histórica de la inquisición española, relativizando su omnipotencia y haciendo de ella sobre todo una institución jurídico-religiosa.

La fama tremenda de la inquisición en las letras y las artes posteriores debe mucho a la llamada «leyenda negra», que tanto se estudia desde el siglo XX. Autores como Henry Kamen han revisado las fuentes y, sobre todo, los números de los ejecutados en los procesos inquisitoriales, y ha rebajado considerablemente su célebre crueldad. Devino el símbolo de las oscuridades de la historia española, hasta llegar a los enciclopedistas y entre nosotros fue un elemento clave contra el que quiso luchar todo proceso modernizador. De ahí el empeño de los ilustrados en acabar con ella. Su abolición se produjo en diferentes momentos de comienzos del siglo XIX, desde los decretos napoleónicos de Chamartín (1808) y las Cortes de Cádiz (1813), al pronunciamiento de Riego y su final definitivo en 1834 en la Regencia de María Cristina de Borbón. Acaban entonces siglos de Santo Oficio, aunque su nombre perduraría aun hasta el siglo XX en el Vaticano y perdura aún en ecos legendarios.