Fiestas, rivalidad y depresión: la vida de los príncipes exiliados en nuestra dictadura

Con la llegada del comunismo a Europa, muchos aristócratas y monarcas tuvieron que exiliarse. Estos son los que vinieron a España buscando un refugio que encontraron con creces.

Siméon de Bulgaria y Margarita Gómez Acebo en 1962.

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Las dos guerras mundiales, alguna que otra revolución, un par de referéndums que arrojaron resultados mayoritarios de abolición de la monarquía (Bulgaria e Italia) y la división de Europa en bloques dieron al traste con el orden de fronteras y con algunos tronos más o menos históricos. Aunque algunas monarquías ya habían caído, a partir de 1945 nada fue lo que había sido y un colectivo de reyes sin corona –o con las coronas en la maleta– buscó cobijo en países de acogida.

Los Orleans, Borbón, Saboya, Carlos de Rumanía… se refugiaron en Portugal.Otros –Miguel de Rumanía, Zita de Habsburgo, ex reyes de Yugoslavia…– optaron por Londres, París y Suiza, el país encantado de recibir capitales y reyes destronados. ** Y un puñado mínimo recaló en Madrid.**

El régimen, sin apoyos políticos externos, descubrió que lo de montar una pequeña corte rompía en parte su aislamiento internacional, le daba pedigrí y lavaba sus vergüenzas.

El primero en instalarse en Madrid fue Simeón de Bulgaria y familia. Rey desde los seis años, al cumplir 10 perdió la corona ya que Bulgaria quedaba en la órbita de los países comunistas. La familia se cobijó bajo el manto protector del rey Faruq de Egipto. Entonces ese país era otro refugio de reyes sin trono, y Simeón se vio compartiendo escuela con otra víctima del telón de acero: ** Leka I de Albania.**

Pero alguna mente preclara desde Madrid decidió que era bueno que la Familia Real de Bulgaria tuviera su domicilio en la capital de España. Aquí llegó Simeón con 14 años, junto a su hermana María Luisa y su madre, la reina Juana de Saboya. Le facilitaron un chalet cerca de la ciudad universitaria y a la edad adecuada comenzó a estudiar Derecho. Pero no olvidó sus deberes regios y al cumplir 18 leyó en Madrid una proclama en la que se declaraba rey de Bulgaria. El régimen le ayudó poniendo a su disposición un espacio en radio nacional para lanzar sus proclamas contra el gobierno de su país y aunar a los búlgaros en el exilio.

En España conoció a la aristócrata Margarita Gómez-Acebo con la que se casó y tuvo cinco hijos. Esa boda le emparentó con la familia real española. Comenzó a trabajar como ejecutivo de la multinacional electrónica Thomson, y enseguida entró con éxito en el mundo financiero e inmobiliario internacional, eso sí con su nombre y apellidos: Simeón de Sajonia–Coburgo-Gotha.

En 2001 se presentó a las elecciones a la presidencia de Bulgaria, en las que resultó ganador. Durante la legislatura se ocupó de recuperar los palacios y tierras que según él pertenecen a su familia. El estado búlgaro considera que pertenecen a la nación. Y ahí están, esperando a que el tribunal de Estrasburgo diga la última palabra.

Leka y Geraldine en Madrid

El régimen enseguida puso sus ojos en otro rey destronado cuyo país también había caído en manos de los comunistas. En 1961 y tras la muerte de su padre, Leka I se había proclamado rey de Albania en un hotel de París. Enseguida fue fichado por el franquismo, que le ofreció subvención y pasaporte diplomático durante 18 años. Llegó a la capital junto a su madre, la reina Geraldine. Madre e hijo también se juntaron con lo mejor de cada casa, sobre todo la reina Geraldine que era hermosa y fina. Su hijo lo era menos y le había dado por las armas. Prefería rodearse de pistoleros en vez de alternar con aristócratas. Contaba con el silencio cómplice del régimen que no dijo ni mu de las actividades de Leka contra el gobierno de Albania. ** Solo con la llegada de Adolfo Suarez, acabó su relación con España, pero no con el tráfico de armas.**

De izquierda a derecha: Phyllis Dorothea Cullen-Ward, madre de la novia; ka reina Geraldine de Albania, la reina Susan, el rey Leka I de Albania y Alan Robert Cullen-Ward, el padre de la novia.

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Los Romanov

El Gran Duque Vladimir Kirilovich Romanov, sobrino del Zar Nicolás II y único descendiente directo de la Familia Imperial conoció en España a la Princesa Leonida Georgievna Bagration, descendiente de los reyes de Georgia. Se casaron en Francia y en 1953 nació su única hija en Madrid. Leonida era amiga de Carmen Polo y del Caudillo. Les unía el anticomunismo feroz, porque a la piadosa Carmen Polo poco le importó que la princesa hubiese celebrado un matrimonio anterior y fuera madre de otra hija. Los Grandes Duques acudieron como invitados a la gran boda de El Pardo entre Carmencita Franco y el marqués de Villaverde.

Vladimir y Leonida repartían su vida en Francia y España. En Madrid vivieron en Puerta de Hierro, y su hija estudio en París y Oxford, pero fue una de las bellas jóvenes que alternaba con la aristocracia y nobleza madrileña de la época. A su boda con el príncipe Francisco Guillermo de Prusia acudieron los príncipes Juan Carlos y Sofía, los duques de Soria, de Badajoz y los de Cádiz

La Gran Duquesa María Vladímirovna es jefa de la casa imperial rusa, sigue viviendo en Madrid, cuida de su huerto, no se pierde un Rastrillo y sueña con volver como zarina de todas las Rusias. Sueño que disputa con un pariente.

El Gran Duque Vladimir Kirilovich Romanov.

La hermosa y rebelde Tití

Aunque los Saboya no eran muy afines a Franco, en el Madrid de los sesenta se refugió durante un tiempo una bella princesa, Beatriz de Saboya, Tití para los amigos. Hija de los reyes Humberto y María José de Italia, fue bautizada como la princesa rebelde cuando las princesas no eran rebeldes, precursora de Estefanía de Mónaco, cuyas andanzas no han sido tan osadas ni trágicas como las de la princesa italiana. Hermosa, estilosa, ocupaba las portadas de las revistas españolas bajo el epígrafe “la princesa que ha querido vivir su vida”. ** Llegó a Madrid para ser freelance y trabajar para algunas publicaciones europeas. Alquiló un apartamento en la Castellana y se convirtió en la reina de la noche madrileña.** Porque España era la reserva espiritual de Occidente para la mayoría de los españoles, pero no para un círculo que vivió la vida loca en embajadas –como la de Brasil o Argentina–, en salas de fiesta, ciertos locales o palacios en los que se reunían aristócratas, los nuevos ricos del régimen y estrellas de la farándula –nacionales o extranjeras– a quienes todo estaba permitido.

Titi se enamoró locamente de un torero que no la correspondió, y se intentó suicidar. Pero entonces las gentes de bien no se suicidaban, y la prensa solo pudo hablar del “accidente” de la princesa mientras limpiaba su pistola. Tuvieron que callar su afición a practicar “la ruleta rusa” con las armas. El rey Humberto viajó a Madrid para averiguar qué había ocurrido con su hija, y al salir del hospital la ingresaron en la clínica del psiquiatra López Ibor bajo nombre falso. La princesa dejó España pero la tragedia fue pisándole los talones.

Beatriz de Saboya, en la portada de Semana.

Reunión de Borbones

A partir de los años cincuenta también empezaron a regresar a España los Borbones. Juan Carlos llegó en 1948. Tras un año en Madrid, regresó a Estoril con su familia para volver en 1950 junto a su hermano Alfonso. En 1954, con el permiso del general Franco, los hermanos Alfonso y Gonzalo de Borbón Dampierre, hijos del infante Jaime de Borbón, también se instalaron en Madrid. A los primos Juan Carlos y Alfonso se unió el tercero en discordia. El candidato carlista, Carlos Hugo de Borbón, hijo de Javier de Borbón-Parma, que a instancias de su padre también vino a Madrid a reclamar el trono.

Unidos en fiestas de sociedad, cada uno se “trabajó” el trono como pudo. Carlos Hugo y toda la familia Borbón-Parma fueron expulsados por el gobierno de Franco en 1968, acusados de estar interfiriendo en la política española. Al año siguiente, Juan Carlos fue nombrado sucesor y en 1972 Alfonso se casó con la nieta del dictador.

Además de los monarcas con residencia en Madrid, reyes sin trono de la Europa del telón de acero y de otros reinos lejanos se reunían en Torremolinos. Paseaban su vida ociosa mientras soñaban con volver a reinar. Carol de Rumanía, Alejandro de Yugoslavia, Faisal de Arabia, la Reina Farida de Egipto y su hija la princesa Fadia, la Reina Margarita de Bulgaria, la Reina Geraldine de Albania, la Gran Duquesa Leonida Georgievna Bagration de Rusia… “Era una comunidad enorme”, comentó en una entrevista María Gabriela de Saboya, otra princesa sin trono.

Carlos Hugo de Borbón-Parma en el 70 cumpleaños de la reina Beatriz de Holanda.

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