El drástico ajuste fiscal, monetario y de ingresos que inició Sergio Massa con el discreto aval de Cristina Kirchner tiene un parentesco lejano con el giro que pegó a pocos meses de asumir en Alemania la coalición "semáforo" liderada por los socialdemócratas (rojos) e integrada por el Partido Verde y los liberales (amarillos). Como el desesperado intento frentetodista de estabilizar la economía aún a costa de sacrificar las últimas simpatías que concita entre sus votantes de 2019, las últimas decisiones de Olaf Scholtz y su gabinete desconocen las promesas electorales que hicieron al menos dos de esas tres fuerzas el año pasado. Sin embargo, pese a que la inflación interanual del 7,9% es motivo aquí de quejas cotidianas y también horadó su popularidad, la cercanía geográfica de la guerra y un estilo comunicacional frontal, opuesto al festival del eufemismo argentino, le evitaron a la coalición parte del daño que podría haber sufrido al contradecirse tan flagrantemente.

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Aunque la imagen pública de Scholtz se deterioró muy rápido apenas Rusia invadió Ucrania y los precios de los productos básicos en toda Europa empezaron a subir, el sucesor de Angela Merkel mantiene el apoyo de su partido (el más votado en 2021) y funciona como árbitro de sus dos socios en la coalición. La figura más popular del gobierno es el vicecanciller Robert Habeck, ministro de Economía y Clima, quien hasta junio era respaldado por más de la mitad de la población. El mes pasado cayó a menos del 40%, según el diario Bild, pero empezó a repuntar nuevamente tras el anuncio de nuevos subsidios para atemperar las subas de la energía y de la estatización de la petrolera rusa Rosneft y luego de la mayor distribuidora de gas del país, Uniper, anunciada esta semana y bienvenida por el electorado.

Habeck tuvo que aceptar reabrir las centrales eléctricas a carbón y reactivar dos centrales atómicas, una medida contraria incluso a las raíces de su partido, nacido al calor de la ola antinuclear de los 70. También apoyó en la Bundestag el envío de armas a Ucrania y el anunciado rearme del propio ejército teutón por más de 100 mil millones de euros, pese a su compromiso pacifista. Pero sus votantes no se lo facturan. "Lo mejor que tiene Habeck es su frontalidad. Exhibe hasta sus propias contradicciones al tomar una decisión y eso se valora. Es exactamente lo que les venía faltando a los políticos: transparencia y honestidad intelectual", asegura a BAE Negocios Ruben Hoeft, un odontólogo de 55 años oriundo de la antigua Berlín oriental que sigue viviendo en el barrio de Prenzlauer Berg, cerca de donde estaba el Muro. "Yo voté a los Verdes y lo volvería a hacer", enfatiza.

Lea Uría, periodista y activista trans argentina-alemana con una larga carrera en la televisión estatal local, lo analiza parecido. "La legitimidad la mantienen porque se saben explicar. Y porque no queda mucha alternativa. Lo importante va a ser ver cómo evolucionan las alianzas, dentro de su esquema parlamentarista. Si los Verdes terminan aceptando a futuro una coalición con los conservadores de la CDU, ahí sí va a ser otra cosa".

La estrategia de Habeck y Scholtz para explicar la economía de guerra que aterroriza a esta sociedad no podría contrastar más con la de Massa y Cristina desde que la inflación se disparó a niveles récord en 30 años. Es el abismo entre lo dicho y lo oculto, entre lo argumentado y lo negado. Una diferencia mayor que los 12 mil kilómetros que separan a ambas capitales, que no puede justificarse en la virulencia de la oposición macrista porque la CDU de Angela Merkel también fue copada por sus referentes más encolerizados.

Dale gas

La agenda del poder y de la calle, al margen de las especulaciones electorales, gira en torno a la crisis energética y al invierno que acecha. Los monumentos públicos berlineses, por caso, dejaron de iluminarse de noche dos semanas atrás. Apenas la Puerta de Brandemburgo, el más emblemático, mantiene a media luz sus capiteles. El shopping Galeria, frente a Alexanderplatz, apagó la mitad de sus escaleras mecánicas y tampoco enciende más las luces de sus vidrieras a la calle. Las calderas de todos los edificios públicos no pueden calentar el agua a más de 19 grados. Y en muchos consorcios, para evitar penalidades, los dueños directamente decidieron esperar hasta octubre para encenderlas. Esta semana de septiembre, que empezó el otoño, hubo dos días con temperaturas mínimas de 8ºC.

Sustituir las importaciones de gas ruso fue desde el principio de la guerra la obsesión del gobierno de Scholtz. Y es la tarea que se puso al hombro Habeck, al principio con relativo éxito y ahora con algo de incertidumbre, aunque los gigantescos tanques de reserva disponibles para el invierno -custodiados como tesoros- ya están al 90% de su capacidad.

La economista Phillippa Sigl-Gloeckner, directora de Dezernat Zukunft, un think tank heterodoxo, explicó a BAE Negocios lo vital de esa tarea para la cuarta potencia mundial, que debió reducir un 20% su producción fabril primero por la restricción de los envíos rusos y ahora por el cierre definitivo de la canilla. "Lo que todo el mundo quiere ahora asegurarse es un proveedor confiable de gas. Yo creo que para nosotros va a ser Estados Unidos, al menos en los próximos años. Si Alemania quiere mantener su base industrial, lo que necesita son contratos de largo plazo. No se puede tener una economía industrial sin certezas de provisión y de precio, porque el problema no es solamente la escasez, sino también la volatilidad", dijo.

Argentina y sus reservas de gas no convencional, las segundas mayores del mundo después de las rusas, aparecen en ese contexto como un objeto de deseo. El fracking, una técnica a la que se oponían abiertamente los Verdes, no les resulta tan conflictivo si se hace lejos. La expectativa, de todos modos, está puesta recién en el mediano plazo. Para venderle a Europa no solo hace falta terminar el gasoducto desde Vaca Muerta hasta el puerto sino también construir una planta de licuefacción para el hidrocarburo que costaría US$ 6.000 millones y demoraría al menos tres años. Apenas tres semanas atrás, YPF pactó con la petrolera malaya Petronas iniciar estudios de factibilidad para construir esa planta y otro ducto.

-¿El gobierno de Scholtz está realmente interesado en el gas de Vaca Muerta? -le preguntó este diario al diputado socialdemócrata Johannes Fechner.

-¿Ustedes tienen gas para mandar? Nosotros compramos todo lo que tengan.

-¿Y las protestas ecologistas?

-Lógicamente, trabajamos para ser neutrales en carbono y desarrollar más las energías renovables. Pero para esas tecnologías todavía faltan 10 o 15 años. Mientras tanto, necesitamos diversificar nuestras fuentes.

-¿Y no puede pasar que se termine la guerra y Rusia vuelva a venderles gas barato, como durante décadas?

-Seguramente nos lo van a ofrecer. Pero hasta que no se restaure la democracia en Rusia no vamos a volver a confiar en ellos. Y yo personalmente tampoco creo que ese vaya a ser un proceso rápido, de menos de una década, incluso aunque termine la guerra.

El intercambio comercial entre Alemania y Argentina es prácticamente marginal. La locomotora europea nos vende manufacturas de alta tecnología por unos 2.400 millones de euros anuales y nos compra carne y otros alimentos por unos 1.200 millones. Sí tiene peso como inversor (por compañías como Volkswagen, BASF, Wintershall o Siemens) y como acreedor, tanto en el Club de París como en el Fondo Monetario.

Amor y odio

La última portada de Der Spiegel, el semanario político más leído de este país, es elocuente. La ilustra una caricatura de una pareja cansada y andrajosa. Él tira la llave del auto al tacho de basura y ella le pone un cartel de "no tocar" a la estufa. El título reza "se viene el frío" y la bajada agrega: "Explosión de precios, ola de quiebras, miedo al descenso social. Alemania se enfrenta a años difíciles".

En conjunto, Europa ya puso en marcha paquetes de subsidios tanto para hogares como para industrias por más de 500 mil millones de euros, un monto equivalente a un PBI argentino. Eso no impidió que, por ejemplo, el litro de nafta súper pasara aquí de uno a dos euros. La suspensión por tres meses de un impuesto a los combustibles había conseguido anclarla en 1,80, pero venció el mes pasado. De todos modos, el despliegue de recursos del Estado es descomunal. El índice de precios mayoristas (cuyo cálculo incluye al gas importado) marcó en agosto una suba interanual del 45,8%, la mayor desde que hay registros. El que amortigua entre eso y el 7,9% de inflación al consumidor es el fisco.

Las autoridades lucen muy preocupadas por la posibilidad de disturbios si la situación se extiende. Este viernes, por caso, hay convocada una gran manifestación ambientalista en el Parque de los Inválidos. También se preparan varias contra la suba del costo de vida.

El gobierno también ve un caldo de cultivo para el avance de grupos o activistas de ultraderecha, que ya protagonizaron varios crímenes de odio justo antes de la pandemia. Uno fue el asesinato del diputado estadual Walter Lübcke, en 2019, y otro la masacre de Hanau, en febrero de 2020, cuando un terrorista mató a 10 personas en un barrio turco (incluyendo a su propia madre) y luego se suicidó.

A Lübcke lo balearon por sus posiciones pro-inmigración y sus campañas a favor de los refugiados, en ese momento en su mayoría sirios. El asesino de Hanau publicó en sus redes sociales un manifiesto supremacista antes de emprender su raíd sangriento. La policía todavía investiga sus nexos en la web y en grupos de Telegram, igual que la justicia criolla con la banda de los serviciales vendedores de algodón de azúcar que atentaron contra Cristina Kirchner. Más hilos invisibles que atan, salvando las oceánicas diferencias, al nuevo desbarranque argentino con la incertidumbre que se apoderó de Alemania.

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Alejandro Bercovich

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