En el Hollywood clásico, el de los grandes estudios y el 'star system', poco éxitos hubo más sonados que el de 'El mago de Oz' (1939). La adaptación de la novela de L. Frank Baum supuso todo un hito en la estética de una época, en la grandiosidad de los decorados y la fantasía que sólo podía vivirse a través de la gran pantalla. En un año en que daba comienzo la Segunda Guerra Mundial, la historia de Dorothy en el mágico mundo de Oz insufló esperanza y alegría en el público estadounidense, para acabar pasando a la historia como una leyenda (ya sea por los muchos secretos tras las cámaras y la explotación de estrellas como Judy Garland, o por la influencia que más adelante ha tenido en el género fantástico en pantalla e incluso sobre los escenarios).

Añadimos a nuestra serie de Mejores Escenas del Cine uno de los momentos más impactantes del filme dirigido por Víctor Fleming. Podría haber sido la interpretación del archiconocido 'Somewhere over the rainbow' o cualquiera de los tensos encuentros con la malvada bruja del Oeste (interpretada por la maravillosa e infravalorada Margaret Hamilton, que hasta se quemó el pelo en una de las escenas), pero la escogida es una llena de significado, anécdotas e impacto. Una en la que el cine de Hollywood pasó del color sepia al más brillante Technicolor.

ANATOMÍA DE LA ESCENA

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Todos conocemos la historia de 'El mago de Oz'. Dorothy (Garland) es una joven soñadora que vive en Kansas con sus tíos, sus primos y su perro Totó. Son granjeros sin demasiado dinero ni expectativas, pero ella sueña con algo más. Con ver el mundo "más allá del arcoiris". Es especialmente significativo que esa sea la letra de la famosa canción que interpreta al inicio del filme, ya que será en su viaje al mundo de Oz cuando la imagen pase de un mustio tono sepia a un amplio espectro de colores. Y ese es precisamente el momento que vamos a analizar aquí.

Lo primero que habría que destacar es que, en contra de lo que algunos piensan, esta no fue la primera vez que una película adoptaba el color. Desde luego, hubiese sido un momento para el recuerdo: un público asombrado ante la llegada del color como lo estuvo con la llegada del tren en la primera proyección de los hermanos Lumière en 1895. Sin embargo, la transición al color no fue algo tan espectacular, sino un proceso progresivo de experimentos, ensayos, aciertos y errores, hasta encontrar una fórmula con la que sacar partido a las tonalidades en pantalla. Desde los primeros años del siglo XX se buscaron formas de pintar las imágenes, y fue en 1908 con 'A visit to the seaside' cuando se utilizó por primera vez el color natural.

EL mago de Oz
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Lo que sí puede decirse de esta película en general, y de esta escena en particular, es que fue una de las primeras en utilizar esa posibilidad del color como un recurso narrativo. Es decir, tenía una intencionalidad en el contexto de la historia, y no nacía sólo de la voluntad de hacer cine en color. Dorothy vive en un mundo sombrío porque sus sueños parecen estar demasiado lejos como para alcanzarlos. En Oz, sin embargo, la magia está a sólo un paso de distancia. Allí todo es posible, también el color. Es un sistema de significado bastante simple, pero que en un cuento clásico como este encajó a la perfección.

Pero volvamos a la escena. Un tornado se acerca a la zona, y la familia de la protagonista ya se ha escondido en el refugio. Ella llega demasiado tarde, así que se mete dentro de la casa con su perro, pero el temporal es demasiado fuerte: la casa sale disparada impulsada por el vendaval y comienza a dar vueltas, hasta que aterriza de un golpe de nuevo en tierra firme. Pero, como descubrirá en unos instantes, ya no están en Kansas. Dorothy avanza por el pasillo asustada y corre hacia la puerta. Al abrirla, un mundo de color la deja sin palabras.

Fashion,
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Cabe preguntarse, ¿cómo pudieron en los años 30 combinar esos dos colores en un mismo plano? La respuesta es más casera de lo que podemos pensar. Primero: la persona que abre la puerta de la casa no es Judy Garland, sino su doble Bobbie Koshay. Pasar de un tono sepia al Technicolor no era una tarea fácil en aquel entonces. No había ordenadores ni Adobe Premiere para hacerlo en cuestión de segundos. Así que pusieron a las dos actrices juntas en la misma escena, pintando a una del mismo tono de las primeras escenas del filme y dejando a Garland con su vestido blanco y azul para entrar directamente en el mundo de Oz. El decorado del interior de la casa también se pintó en sepia para crear la ilusión de estar cruzando un portal entre dos mundos muy distintos, pero sólo era un truco. Tiene cierto encanto conocer estas soluciones improvisadas de las primeras décadas del cine, cuando la tecnología no había avanzado lo suficiente como para ponerles las cosas demasiado fáciles.

Siguiendo con la escena: Dorothy da unos pasos y se queda deslumbrada ante el exótico y colorido mundo que tiene delante. El plano, que antes sólo nos dejó seguirla desde atrás, ahora nos muestra una cara radiante, con las mejillas rosadas y los labios bien rojos, aprovechando bien el paso al color. Es algo que tampoco desaprovecharon con los zapatos de tacón que vestirá después: en la novela original eran plateados, pero los productores del filme quisieron un color mucho más llamativo para poder fardar de Technicolor. En ese plano medio de Garland, cuando la música ya ha subido el volumen con la emoción de la entrada a Oz, escuchamos la melodía de 'Somewhere over the rainbow', estratégicamente colocada en el momento en que el personaje se da cuenta de que esos sueños sobre los que cantaba nostálgica junto a una montaña de heno se acaban de hacer realidad.

De algún modo 'El mago de Oz' representó a la perfección la fascinación generalizada de Hollywood por los mundos exuberantes de tierras lejanas, los parajes mágicos y los escenarios de fantasía. La sala de cine era y sigue siendo un lugar para soñar a lo grande. La escena continúa mostrándonos un poco más del lugar a través de un sinuoso travelling que sobrevuela la amplia vegetación, hasta llegar al río y vislumbrar a lo lejos unas pequeñas casas -momento en que suena brevemente la melodía de la canción que cantarán los habitantes de ese pueblecito- que acabarán formando parte de un gran plano general que engloba la casa caída, el inicio del camino de baldosas amarillas -que será crucial en la historia- y a la confusa Dorothy, que pronuncia una de las citas más célebres del filme:

"Totó, creo que ya no estamos en Kansas".

El mago de oz.
El mago de oz.
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Mireia Mullor

Mireia es experta en cine y series en la revista FOTOGRAMAS, donde escribe sobre todo tipo de estrenos de películas y series de Netflix, HBO Max y más. Su ídolo es Agnès Varda y le apasiona el cine de autor, pero también está al día de todas las noticias de Marvel, Disney, Star Wars y otras franquicias, y tiene debilidad por el anime japonés; un perfil polifacético que también ha demostrado en cabeceras como ESQUIRE y ELLE.

En sus siete años en FOTOGRAMAS ha conseguido hacerse un hueco como redactora y especialista SEO en la web, y también colabora y forma parte del cuadro crítico de la edición impresa. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a estrellas de la talla de Ryan Gosling, Jake Gyllenhaal, Zendaya y Kristen Stewart (aunque la que más ilusión le hizo sigue siendo Jane Campion), cubrir grandes eventos como los Oscars y asistir a festivales como los de San Sebastián, Londres, Sevilla y Venecia (en el que ha ejercido de jurado FIPRESCI). Además, ha participado en campañas de contenidos patrocinados con el equipo de Hearst Magazines España, y tiene cierta experiencia en departamentos de comunicación y como programadora a través del Kingston International Film Festival de Londres.

Mireia es graduada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y empezó su carrera como periodista cinematográfica en medios online como la revista Insertos y Cine Divergente, entre otros. En 2023 se publica su primer libro, 'Biblioteca Studio Ghibli: Nicky, la aprendiz de bruja' (Editorial Héroes de Papel), un ensayo en profundidad sobre la película de Hayao Miyazaki de 1989.