Muchas damas de la realeza utilizaban cinturones enjoyados para adornar sus vestidos. Los joyeros franceses Bapst y Ménière, crearon uno de esos cinturones con rubíes y brillantes para la Duquesa de Angoulême. Formaba un aderezo completo y del que hoy sobreviven dos brazaletes, exhibidos en la Galería de Apolo del Museo del Louvre. En el mismo lugar, se puede contemplar un gran lazo de brillantes con largas borlas y que antaño fue la parte central de un cinturón de Eugenia de Montijo, última Emperatriz de Francia.



El cinturón sueco, de esmeraldas y brillantes, data de la época del Rey Carlos XIV Juan, el primer monarca de la dinastía Bernadotte. Cuenta la historia, que la Reina Sofía tuvo la idea de unir las distintas piezas del cinturón para crear un collar que ella misma lució. Pero no fue hasta la llegada de la Princesa Sibila, cuando se decidió poner el otrora cinturón en manos de un joyero. El resultado obtenido fue un collar realizado con medallones y un broche.



Actualmente, el conjunto conserva tres medallones más que suelen ser lucidos como broches.

Tiene su origen en la Reina Sofía (nacida Nassau) aunque se desconoce su procedencia exacta. En el inventario de joyas del Rey Carlos XIV Juan, aparecía registrado un pequeño peine de brillantes. En inventarios posteriores, e inventariada con el mismo número que el peine, se describía una tiara de diseño muy similar a la de la Reina Sofía. Lo que lleva a pensar que la tiara se realizó a partir del antiguo peine.

La tiara sigue un diseño neoclásico muy distintivo, propio de la época victoriana. Resaltan los grandes diamantes en la parte central y en las puntas, rematadas con cúmulos en forma de estrellas. Se cree que pudo haber sido realizada en Berlín a mediados del siglo XIX.

Datan del siglo XVIII, cuando la dinastía Holstein-Gottorp reinaba en Suecia. Luisa Ulrica pudo ser una de las primeras soberanas en lucirlos y Gustavo III, su hijo, el primero en unir el nombre de la dinastía Vasa con los pendientes. La Casa de Vasa, fundada por Gustavo I, reinó en Suecia de 1523 a 1654, siendo su última soberana la Reina Cristina. Gustavo III quiso revivir la antiguo dinastía en un intento por legitimarse a si mismo, tras su golpe de Estado y tras las múltiples contiendas bélicas que emprendió. Pero tras perder gran parte del territorio sueco durante la guerra contra la Rusia de Catalina la Grande, la "nueva" familia Vasa, con Gustavo IV Adolfo como Rey, tuvo que abandonar Suecia camino al exilio. Los pendientes Vasa también abandonaron el país escandinavo, donde la nueva dinastía Bernadotte ocuparía el trono hasta hoy.



En 1881 se acordó el matrimonio entre Gustavo, Príncipe Heredero de Suecia y Noruega, y la Princesa Victoria de Baden, hija de Federico I, Gran Duque de Baden. Federico, a su vez, era hijo de Sofía Guillermina de Suecia y nieto del exiliado Rey Gustavo IV Adolfo de Suecia. En aquella misma época, Sajonia tenía una reina consorte que formaba parte de la antigua Familia Real de Suecia: Carola de Vasa. Carola era hija de Luisa de Baden y de Gustavo de Vasa, quien reivindicó ser el legítimo heredero al trono sueco, dado que fue nieto del Rey Gustavo IV Adolfo de Suecia. Por lo que, Federico I y Carola de Sajonia, eran primos hermanos.



Cuando la Reina Carola supo del compromiso de su sobrina Victoria y de su futuro como Reina de Suecia, decidió regalarle los pendientes Vasa que había heredado de su padre. De esa forma, las joyas regresarían a su lugar de origen, aunque en manos de una dinastía distinta. Victoria de Baden fue la que volvió a reunir a las dinastías Holstein-Gottorp, Vasa y Bernadotte en sus descendientes.