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tal como lo hace Wade Davis en su libro, al tiempo en que tal vez sin ser consciente de hacerlo deja entrever una tierna historia de amor sumada a la que tiene por Colombia.

12 de enero de 2022 Por: Benjamin Barney Caldas

Este bello libro de Wade Davis, cuyo subtítulo es, Historias de Colombia, 2020, debería ser lectura obligada para los que pretenden hacer política en Colombia, habida cuenta de que queda claramente demostrado cómo desde las décadas finales del Siglo XX la historia de la violencia y la corrupción en este país, esquina privilegiada de América, se debe al auge del narcotráfico, facilitado por su geografía, y como su solución pasa por la legalización de las drogas, como tanto insistió por años Antonio Caballero, y por supuesto, ya despenalizadas, con su control siguiendo el ejemplo de Uruguay y otros países, e incluso en cada vez más de sus Estados en Estados Unidos, su mayor consumidor.

Pretender soluciones ‘de izquierda’ a las consecuencias de esta situación actual del país, ignorando sus causas o adjudicándolas a ‘la derecha’, es equivocado y explica el rápido ascenso de Rodolfo Hernández en las encuestas con su propuesta convincente contra la corrupción, ya que al parecer cada vez más colombianos entienden que la violencia que continúa se debe a ella, a todo nivel y cada vez mayor. Como lo plantea Wade Davis, las posibilidades de esta esquina privilegiada de América son muchas, tanto económicas como sociales, las que siguen sin poderse desarrollar debido a una política corrupta y arrodillada ante la inútil e impuesta guerra contra el tráfico de drogas.

Cómo se dijo hace poco en esta columna (La esquina privilegiada de América, 16/12/2021), Colombia es un enlace entre todos los países del continente, dispone de puertos hacia Europa, África, Asia y Australia, al estar en la zona ecuatorial hay una gran variedad de climas sin estaciones extremas y sus tres cordilleras permiten muchas pequeñas hidroeléctricas, con poco impacto al medio ambiente, y casi 12 horas diarias de la luz solar a lo largo del año, permite un más eficiente uso de paneles fotovoltaicos en las cubiertas de los edificios, y además no son pocos los lugares en el país óptimos para generar energía eólica. O sea, una geografía inigualable desperdiciada por una historia deplorable.

Además, Wade Davis recrea en su libro una y otra vez los bellos y múltiples paisajes de Colombia y la gran biodiversidad que le brinda la geografía al país; y revive las entrañables tradiciones, costumbres y usos que aún se encuentran en sus campos. Son sin duda circunstancias ideales para un turismo privilegiado a la naturaleza y de recreación al aire libre, si no fuera porque la inseguridad generalizada lo limita mucho, pese a lo cual cada día aumenta, lo que lo hace ser económicamente cada vez más importante, lo que redundaría en una mejor calidad de vida en las ciudades si se acabara con la cabeza y no con los pies, el narcotráfico y la corrupción que genera.

Finalmente, como igualmente se dijo en esta columna, hace una década (¿Finalmente? 10/01/2008) se cumple de nuevo lo de que la geografía determina en buena parte la historia, como lo demostró Fernand Braudel (El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II,1981), y es evidente que en la América andina más que en otras partes, como es el caso de Colombia (David Bushnell: Colombia una nación a pesar de sí misma, 1996), y por eso es un muy oportuno aporte insistir de nuevo en el tema, tal como lo hace Wade Davis en su libro, al tiempo en que tal vez sin ser consciente de hacerlo deja entrever una tierna historia de amor sumada a la que tiene por Colombia.
Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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