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Mafalda de Saboya: la princesa que muri� en un campo de concentraci�n nazi

Mafalda de Saboya con sus hijos Moritz, Otto y Heinrich.

Mafalda de Saboya con sus hijos Moritz, Otto y Heinrich. Foto: Gtresonline.

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Nada salv� a Mafalda de Saboya de una muerte lenta y dolorosa en el campo de concentraci�n nazi de Buchenwald. Ni que su marido, Felipe de Hesse-Kassel, perteneciera al partido de Adolf Hitler, ni que su padre, el rey Victor Manuel III, consintiera la entrada de Mussolini en el Gobierno italiano. Ni siquiera pertenecer a una dinast�as m�s importantes de su pa�s hizo que la princesa evitara ser enterrada en un nicho com�n y sin nombre. Hoy, cuando se cumplen 71 a�os de su muerte, Italia sigue admirando a la mujer que el dictador alem�n calific� como "la carro�a m�s negra de la casa real italiana".

"Era alegre y gentil, inteligente y educada. Siempre estaba dedicada a los dem�s", relata Cristina Siccardi, autora de la biograf�a 'Mafalda di Savoia' (Paoline Editoriale Libri,1999). Hija de V�ctor Manuel III de Italia y Elena de Montenegro, Mafalda naci� el 19 de noviembre de 1902 en Roma. De fuertes convicciones cat�licas, fue siempre una hija y hermana ejemplar. Cuando cumpli� los 23 a�os, uni� para siempre el destino de la casa Saboya con la familia arist�crata del Guillermo II de Alemania. Mafalda se cas� el 23 de septiembre de 1925 con el atractivo sobrino del Kaiser, Felipe de Hesse-Kassel.

En una Italia fatigada e insatisfecha tras el fin de la I Guerra Mundial, el dictador Benito Mussolini encontr� el caldo de cultivo perfecto para imponer progresivamente un estado dictatorial. Lejos de oponerse, el padre de Mafalda, Victor Manuel III, decidi� hacerle jefe de Gobierno en 1922 tras la Marcha sobre Roma por la que el fascismo dio el salto definitivo a las instituciones. Felipe de Hesse-Kassel admiraba profundamente al 'Il duce' y pens� que el fascismo ser�a un buen camino tambi�n para su pa�s natal: Alemania.

Por eso, cuando Adolf Hitler ascendi� al poder en el pa�s vecino, no dud� en alistarse en el Partido Nazi. En 1934 fue nombrado gobernador de la provincia de Hesse-Nassau y toda su familia tuvo que trasladarse a Alemania, incluida su esposa y los cuatro hijos de la pareja (Moritz, Heinrich, Otto y Elizabetta), Mafalda intent� oponerse a la mudanza, pero finalmente cedi�. Sus m�dicos le desaconsejaron el g�lido clima germano que podr�a minar su d�bil salud. Tampoco se fi� nunca de Hitler. Incluso, posteriormente la Gestapo le abri� un expediente secreto para vigilar las acciones de la princesa, que se encontraba en Alemania cuando comenz� la Segunda Guerra Mundial en 1939.

La vida en el campo de concentraci�n

En 1943 toda su vida dio un giro repentino. El apellido Saboya que tantos privilegios le hab�a otorgado ser�a ahora la causa de todos sus males. Ante el desequilibrio de la guerra y el avance de los aliados sobre la Italia fascista, Victor Manuel III decidi� sustituir a Mussolini y declarar un armisticio el 8 de septiembre. A Hitler le pareci� una traici�n y en venganza, inici� la 'Operaci�n Abeba' cuyo objetivo ser�a capturar a la familia Saboya.

Mientras, Mafalda se encontraba acompa�ando a su hermana Juana en el entierro de Boris III en Bulgaria. Al recibir las �ltimas novedades de su pa�s natal, la princesa pens� que su apellido le garantizar�a la seguridad de su familia en El Vaticano, donde se encontraban sus hijos, pero la Gestapo le tendi� una trampa. Fue detenida en Roma el 22 de septiembre 1943 y llevada a Berl�n bajo la promesa de que all� podr�a hablar con su marido. Nunca se produjo tal reuni�n, porque Felipe de Hesse-Nassau estaba ya en prisi�n por traici�n y hab�a sido llevado al campo de concentraci�n de Flossenburg. "Finalmente fue deportada al campo de concentraci�n de Buchenwald y la encerraron en la barraca 15, bajo el nombre falso de Frau von Weber. Estaba prohibido revelar su identidad y para ridiculizarla, los nazis la llamaban Frau Abeba", relata Siccardi.

John Colone fue uno de los �ltimos presos en verla con vida. Conoci� a la princesa el 28 de abril 1944, mientras �l trabajaba en el campo y se top� con un pelot�n de prisioneros. Una joven que permanec�a recta en la tercera fila del grupo se fij� en la 'I' que marcaba a los presos italianos y que �l llevaba escrita en una pierna. "�Usted es italiano, verdad? - S� - "Yo soy Mafalda de Saboya '. El hombre, que muri� en 2003, recordaba que la princesa no pudo continuar hablando porque los alemanes la amenazaron. "Lo que m�s me impresion� es que me pidi� hierba para comer, poniendo su mano en la boca", le dijo el preso a la investigadora Siccardi.

Poco se parec�a este s�rdido lugar a las bellas estancias de Villa Polissena que la princesa sol�a regentar. El campo de concentraci�n de Buchenwald, en el que murieron 56 000 personas, alberg� a algunos de los presos pol�ticos m�s importantes, desde intelectuales como el espa�ol Jorge Sempr�n o St�phane Hessel hasta al primer ministro franc�s Georges Mandel. Mafalda fue trasladada a una barraca junto al ex diputado socialdem�crata Rudolf Breitscheid y su esposa. Aunque se vio sometida al fr�o, las humillaciones y la escasez, Mafalda ten�a algunos privilegios frente a los presos jud�os. Su dieta diaria consist�a en pan negro, mantequilla, un l�quido parecido al caf� y sopa. Adem�s, le fue asignada como cuidadora a la testigo de Jehov�, Mar�a Ruhnau. Hasta en las situaciones de miseria m�s extrema hay clases. Como agradecimiento por el tiempo que su cuidadora le dedic�, Mafalda decidi� darle el �ltimo objeto de valor que pose�a: su reloj.

Una muerte lenta

Fueron los hombres que quer�an salvarla quien, sin pretenderlo, precipitaron el destino tr�gico de la princesa. El 24 de agosto de 1944 los aliados bombardearon la barraca en la que se alojaba provoc�ndole heridas en todo el cuerpo, a pesar de que ella hab�a corrido a esconderse en las trincheras. Los nazis ten�an el trabajo ya hecho. Dejar�an morir a la princesa y se evitar�an los reproches por haber matado a un miembro de la nobleza. Pese a que la siempre fiel Mar�a le ayud� a trasladarse a la enfermer�a, el m�dico retras� a prop�sito su urgente operaci�n. Despu�s de cuatro d�as de agon�a y dolor, la gangrena en su brazo izquierdo hizo que tuviera que ser amputado en una cirug�a torpe y eterna. A�n dormida, la devolvieron al sucio barrac�n en el que morir�a sin m�s atenciones el 28 de agosto de 1944 con 42 a�os. La enterraron en una fosa com�n bajo el t�tulo '262. Una mujer desconocida', en un intento por borrar para siempre su nombre de la historia.

A�n as�, no lo consiguieron. "Unos meses despu�s, siete obreros italianos, veteranos de los campos de concentraci�n nazis, se encontraron con el ata�d de la princesa m�rtir y colocaron una placa de identificaci�n", explica Cristina Siccardi. Desde entonces y con sus restos ya en el mausoleo de los Landgraves de Hesse, los ciudadanos de Italia siguen fielmente el �ltimo mensaje que su 'principessa' dej� para ellos en lo que, dicen, fueron sus �ltimas palabras antes de morir: "Italianos, me muero, no me record�is como una princesa, sino como vuestra hermana italiana". Y 71 a�os despu�s, as� siguen record�ndola.

Por @Sara_MonteroM

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